jueves, 31 de agosto de 2017

La contradicción de Domingo Ortega

Por Jose Morente

Ortega. Extraordinario pase cambiado de pecho (ABC)

"De domingo a domingo, eres el mismo, Domingo" le gritaron a Ortega en México y con toda razón pues, al contrario que Hillo, Paquiro o Guerrita, Ortega dio, en su Conferencia del Ateneo, reglas fijas fuese cual fuese el toro pero no porque los toros fueran ya todos iguales entonces o ahora (esa es una falacia que no se sostiene) sino porque Ortega no conocía otra forma de torear que no fuera la de "dominar" al toro.

Precisamente, ahí está la gran contradicción de Ortega, si los toros son cada vez más nobles y pastueños y no necesitan ser dominados como él afirma en su Conferencia del Ateneo ¿qué sentido tiene elaborar unas normas, dictar unas reglas, cuyo objeto es precisamente dominar al toro fiero y encastado?

Ortega no podía resolver esa contradicción pero nosotros sí. Su tauromaquia (de regate, pata 'alante y movimiento continuo hacia el rabo) es personal e intransferible y le vale a él pero sólo a él. 

Querer convertir su modo personal en referente clásico carece de lógica. Su norma no es clásica sino anti-clásica pues va contra las normas escritas de las Tauromaquias clásicas, aquellas que aconsejan torear "sin menear los pies" y mandar en el toro sólo con el movimiento de los brazos

Bueno o malo, guste o no guste, eso es lo más puro y lo más clásico.

El toreo cambiado o toreo de expulsión no es clásico pero es grandioso e impactante. Una forma de torear emocionante que llega pronto y rápido al tendido

miércoles, 30 de agosto de 2017

Escribano, con un Victorino en Bilbao, "hace" el toreo

Por Jose Morente

Magistral lección de Manuel Escribano en Bilbao con un buen toro, bravo y enclasado, de Victorino Martín (Foto: Arjona-Aplausos
Puede que todavía no repuesto totalmente del tremendo cornalón que un toro de Adolfo le pegó en Alicante hace ya un año, pero con el toreo metido en la cabeza y en el corazón, Manuel Escribano dio una magistral lección de como se deben torear los grises, los toros de ese encaste tan singular que es el encaste Albaserrada.

Decía José Carlos Arévalo que no es lo mismo hacer el toreo que decirlo. Hay toreros que dicen muy bien el toreo y otros que saben hacerlo. Tanto mérito tiene una cosa como la otra pero, si me dan a elegir, me quedo con la segunda. Con la faena pensada y realizada en función de las condiciones del toro, de las condiciones generales de su encaste y de las particulares de su singular embestida, pues cada toro es un mundo a explorar en el breve espacio de los veinte minutos que dura su lidia.

Hace tiempo traíamos a este blog la opinión de algunos diestros expertos sobre las claves del toro de Victorino. Un pequeño tratado de Tauromaquia gracias a quienes escriben, tarde tras tarde y toro tras toro en los ruedos la verdadera tauromaquia: los toreros.

Escribano, en Bilbao, con el toro Mecatero, siguió el guión marcado por esos maestros con fidelidad absoluta. Toreó de principio a fin tal y como se debe torear estos toros. Toreando en línea y sin obligar, que es lo que procedía y procede, a ese enclasado toro de Victorino para poder redondear los muletazos en las dos tandas finales que levantaron el clamor del público. Con toques suaves y nada bruscos, pulseando siempre ese andar humillado que es marca de la casa.

Esa es la mejor manera de conseguir que las reses de esta ganadería saquen lo mejor de si mismo, su buen fondo.  

Preciso y pulcro. Exacto y firme. Escribano en Bilbao "hizo" el toreo.

Hacer el toreo (Fotografía de Arjona para Aplausos)

martes, 29 de agosto de 2017

Manolete. Breve antología poético-taurina a los 70 años de su muerte

Por Jose Morente


CÓRDOBA
Adriano del Valle-A Manolete
Y cuando Lucena apaga
sus velones encendidos
y el Guadalquivir cornea
contra puentes y molinos,
Córdoba al velar tu sueño
vela al mejor de sus hijos



EL HOMBRE
Matías Gotor y Perier-Contemplando tu vida, hacia atrás
Infancia, adolescencia, juventud
Trabajo, triunfo, empaque. sobriedad
Dominio, gracia y garbo, plenitud
Pasión, coraje y alma, parquedad
Sin torpe concesión, con pausa y lentitud
marchando hacia tu fin creando verdad.



EL TORERO
Federico Alcázar-Romance de la corrida de la Prensa
Manolete, Manolete
la mezquita hecha torera
vestida de azul y oro
y teniendo por montera
el arte de Lagartijo
y el estoicismo de Séneca



EL CARTEL
Ramón Vázquez Orellana-Corrida ideal
...Y en el cartel ideal
de la corrida soñada,
-intemporal temporada-
con puesto fijo y cabal,
por razón trascendental 
de cimera torería, 
frontera con la utopía,
va un torero cordobés
vertical, como un ciprés,
de irrepetible armonía...



TOREO DE CAPA
José María Alfaro-Brindis a Manolete
Con el capote abierto
hay que inventar la vida y la belleza
jugando en el albur de la cornada
la estatua y la destreza: quedar fijo en el viento;
ágil, en la pelea, 
para vencer con la emoción, inmóvil,
la lunada cabeza



TOREO POR BAJO
Alfredo Marquerie-A Manolete
En una grada, la mujer morena
que prepara el clavel vivo y ardiente,
y el alarido enorme de la gente,
que a tu pase por bajo se encadena



EL PASE NATURAL
Agustín de Foxá-Poema a Manolete
Yo saludo al torero más valiente del ruedo
Saludo el abanico difícil de tu izquierda
que hace al toro satélite, luna de tu oro antiguo
con órbita de estrellas.



LA ESTOCADA
Marcelino Concostrina-A la estocada de Manolete
Doblado en vertical sobre tu hombría
estructuraste, mortal, firme estocada,
que una vez a la entraña fue llegada
mostró tu reciedumbre y maestría



LOS TROFEOS
Pedro Chicote-Manolete cocktail
Prepárese en una
Plaza de Toros
una cocktelera
de Toros bravos.
Unas gotas de esencia del arte de bien torear.
Una copa de mucho valor.
Media copita de serenidad.
Sírvase con mucho entusiasmo y termínese de
llenar la copa con dos orejas y rabo



LA MUERTE
Adriano del Valle-A la memoria de Manuel Rodríguez Manolete
¡Qué pena!En Linares tuvo
el Arte de Torear
su Ángel Caído en la arena...
Los romances nos dirán
que a Dios le brindó su alma
¡Dios le dé su eterna paz!



SU RECUERDO
Alfredo Margarito-A Manuel le dijeron
A Manuel le dijeron 
que era raíz y sustancia
que el poder y la elegancia
en su carne se fundieron.
Voces de ayer decidieron
con su nombre la elegancia
¡Como lloran en la distancia
los ojos que no le vieron!




domingo, 27 de agosto de 2017

Ponce se encara con un espectador en Bilbao

Por José Morente

Ponce enfadado se encaraba, ayer en Bilbao, con un espectador (Foto captura de pantalla de televisión)

Cada espectador tiene su forma de ver los toros. Su personal e intransferible escala de valores. Aquello a lo que concede mayor importancia y aquello otro a lo que no le da tanta o no le da ninguna. Eso es así y nadie va a cambiarlo. Podremos afinar nuestra percepción ampliando nuestro conocimiento pero lo que motiva y entusiasma a cada uno, ya sea el valor, el arte o la técnica, difícilmente variará a lo largo de nuestra vida.

En esa disparidad de enfoques, en esa distinta valoración de lo que se les hace a los reses está el mayor atractivo e interés de esta fiesta. Es también lo que explica el porqué algunos aficionados prefieren a Enrique Ponce mientras otros se decantan por José Tomás.

Lo malo es que, ese gusto por un concepto, ese interés por los matices o cualidades que adornan a determinados toreros, se suele traducir demasiadas veces en una inquina desaforada hacia el contrario, hacia el torero o toreros que representan un modo diferente de concebir el toreo. Creo que el primer antecedente de esa, tan deleznable y rechazable forma de actuar, se encuentra en aquel aficionado rondeño que provocó la muerte  de Curro Guillén cuando le retaba a matar recibiendo a un toro de Cabrera que no se prestaba a esa suerte, una suerte que no era del gusto ni del concepto del diestro de Utrera pero si del gusto del protestante. Ese día se inició una deriva nefasta que llega a nuestros días.

En Bilbao, el pasado jueves, un inoportuno espectador pitaba no se sabe qué al Juli justo cuando arrancaba para matar al volapié. Al día siguiente, otro inoportuno espectador, recriminaba a Enrique Ponce en plena faena con otro inoportuno grito. Detengámonos en este segundo incidente.

Elaboraba Ponce una compleja y trabajada faena a un complicado toro del Puerto de San Lorenzo de ocultas calidades, cuando, en un momento determinado, una voz le conminó: ¡colócate!

Ponce, de natural tranquilo y apacible, nada respondón ni en el toreo ni en la vida, paraba la faena dirigiendo la mirada al aficionado protestón, en un gesto de reproche, ante lo inoportuno de su grito. Luego, se encogió de hombros, volvió al toro y remató la tanda con solvencia y buen toreo, la mejor respuesta posible, consiguiendo el aplauso unánime del público.

Más tarde, ante los micrófonos de Movistar, mostraba su extrañeza ante lo sucedido aunque reconocía que, como torero, no tendría que haberse descarado con nadie. Concretamente, decía:
"Es que no viene al caso. Que diga ¡colócate! ¿Que no estoy colocado?¿Donde estoy? ¿Estoy en el burladero? Eso son tonterías y, además, no vienen a cuento porque estás con un toro, haciéndolo, construyéndolo, y además un toro con esas complicaciones... Yo trato de no hacer caso pero, me ha salido del alma, mira, por lo menos decirle ¿qué dices? ¡no me he podido aguantar! (...) La gente ha reaccionado bien porque lo ha visto igual que yo. Son cosas que son unos tópicos tan absurdos y tan tontos que hay que acabar con eso y es que eso está en manos de todos. Que te digan "colócate" ¿pero tú qué sabes donde me tengo que colocar? Son cosas que no tienen sentido y que hay que empezar a cortar. Un espectador puede decir lo que le de la gana, está en su derecho pero tiene que respetar. No le va decir uno a un pintor como tiene que coger el pincel. Vamos, digo yo..."
Enrique Ponce, maestro probado e indiscutible, tiene toda la razón del mundo. Una cosa es que no se comparta su concepto del toreo (el suyo o el de otros torero) o su forma de torear (la suya o la de otros toreros) y otra muy distinta es que, en la plaza, cualquiera se crea con derecho a decirle a él, maestro probado e indiscutible, o a cualquier otro torero, como tiene que coger los pinceles  o sea, como tiene que coger la muleta o donde tiene que colocarse.

La protesta tiene su lugar importante en las plazas de toros y puede aparecer (y de hecho debe aparecer y aparecerá) ante la actuación desafortunada de los diestros pero esa protesta conceptual sobre el modo de torear es inadmisible e inaceptable. Suponer que nuestra forma de ver los toros (una entre las muchas posibles) es la única válida y pretender imponerla a los demás, a los toreros y al resto de la plaza, es una pretensión absurda, una pedantería que sólo se explica quizás por una obsesión compulsiva, por un trastorno de la conducta.

Ocurre con mucho de los tópicos hoy al uso y cuya difusión es achacable a la globalización de la fiesta provocada, entre otras causas, por esas recurrentes retransmisiones televisivas que han tenido por escenario la plaza de las Ventas. Una plaza que tenemos por referente pero que, desde los años 80 del pasado siglo, está marcada y condicionada por la forma de ver los toros de determinados críticos (como Zabala padre, en su primera época, Vidal, Navalón, etc.) con derroche de clichés, algunos tan manidos y tan erráticos como el pico, el toque o el cargar la suerte.

Esto último, por ejemplo, lo de cargar la suerte o cruzarse, no pasa de ser un recurso técnico adecuado en el toreo en ochos o ante ciertos toros, pero se le ha querido convertir en referente ético de todo el toreo, en piedra angular del mismo. Un desatino absoluto y aberrante pues no pasa de ser un recurso o tranquillo, cuando no una descarada ventaja según y como se emplee. Solicitado y exigido por algunos aficionados, tarde tras tarde, en todas las ocasiones y en todos los toros, resulta indigesto y causa empacho. Una obsesión compulsiva.

Los tópicos son nefastos porque sustituyen nuestra capacidad de intentar razonar, analizar y entender cabalmente el toreo por una serie de frases hechasfórmulas baratas y facilonas que nos hacen creer que sabemos de toros todo lo que hay que saber cuando, de esta materia, nadie sabe nada o casi nada.

sábado, 26 de agosto de 2017

Ha muerto Dámaso

Por Jose Morente

Dámaso, pequeño de tamaño pero con un gran corazón torero.

Acaba de morir un gran torero. El diestro Dámaso González ha fallecido en un hospital madrileño víctima de una enfermedad fulminante de la que aún no se conocen detalles.

Miembro de una generación maltratada, Dámaso fue junto a Paquirri, torero puntero de su época. Una época muy dura, de las más duras de la historia, casi parangonable a aquella primera de la Edad de Plata formada por Granero, Varelito, Juan Luis de la Rosa, Chicuelo y el incombustible Marcial Lalanda.

Es la suya la generación del toro cuatreño, aquella que advino y se encontró con el toro herrado con el guarismo de la edad lo que garantizaba esta. Y se encontraron solos, pues ya se habían retirado o estaban a punto de hacerlo, toreros de la talla de Antonio Ordóñez, El Cordobés, Paco Camino, El Viti o Diego Puerta

Ellos, Paquirri, Dámaso y los toreros de ese momento, tuvieron que adaptar al toro cuatreño el toreo que se hacía antes al utrero. Un empeño casi imposible adobado por el desapego de los aficionados pues los públicos de entonces comparaban y exigían, azuzados y alentados por una crítica tan feroz e implacable como tremendamente injusta.

Ni a Paquirri, moldeado en gran lidiador al estilo antiguo, ni a Dámaso, de estampa belmontina y temple similar al de Juan, quisieron reconocerles -ni crítica ni aficionados- sus méritos y virtudes. Antes bien se las negaron.

La plaza de Madrid fue especialmente injusta con ambos, aunque al final transigieron y Dámaso, por ejemplo, acabó convertido en referente, casi torero de culto, de esa afición. Su toreo no había cambiado pero ya no eran los enemigos a batir, pues se había diluido su papel de primeras figuras al haber llegado a la fiesta la siguiente generación de toreros. Un reconocimiento que llegó demasiado tarde.

Tópicos, clichés y etiquetas que acabaron desenfocando la real categoría de un gran torero . La triste historia de siempre

jueves, 24 de agosto de 2017

El IVA es del espectador

Por Jose Morente

Entrada de la plaza de toros de Málaga del año 1919. Se pague lo que se pague, con IVA o sin IVA, muy poco precio para un espectaculo en el que está en juego la vida de un hombre. Eso sí, siempre que la parte del león se la lleven los que se juegan su vida.
La bajada del IVA en los espectáculos al aire libre que se ha decidido en la Ley de Presupuestos del Estado del presente año, ha causado no poca polémica.

Dejando al margen aquellas Plazas de propiedad privada (léase la Maestranza de Sevilla por ejemplo) donde sus propietarios harán lo que les salga de sus narices, la medida del IVA tiene por objeto abaratar el coste de las entradas para los sufridos espectadores (¡sí, el coste de las entradas, así como suena!).

Basta leer la Exposición de Motivos de la Ley (como han dicho, con acierto, mis amigos Joaquín Riera Eduardo Serrano) para comprobar que ese y no otro es el objeto y la finalidad de esta disposición:
"Por otra parte, al objeto de promover el acceso y difusión de la cultura, se minora el tipo impositivo aplicable a los espectáculos culturales en vivo, que pasan a tributar al 10 por ciento".
O sea que se baja el IVA del 21 al 10% para promover el acceso y difusión de la cultura. No para facilitar o abaratar los costes empresariales de estas actividades. De hecho, si esa -abaratar los costes empresariales- hubiese sido la intención del legislador, otras hubiesen sido las medidas adoptadas y no la bajada del IVA.

Por si hubiese alguna duda, y para que no haya ganancia de pescadores en este río revuelto, no está de más copiar el articulo 91 de la Ley 37/92, que es la que regula los tipos impositivos, y comprobar como ha quedado redactado tras su reciente modificación por la Ley de Presupuestos:
Artículo 91. Tipos impositivos reducidos.Uno. Se aplicará el tipo del 10 por ciento a las operaciones siguientes:(...) 2. Las prestaciones de servicios siguientes:(...)6.º La entrada a bibliotecas, archivos y centros de documentación, museos, galerías de arte, pinacotecas, teatros, circos, festejos taurinos, conciertos, y a los demás espectáculos culturales en vivo.
Tal y como dice el artículo que hemos transcrito literalmente, se aplicará el IVA del 10 por 100 a las entradas de los festejos taurinos. A las entradas, no a cualquier otra operación, gasto o beneficio empresarial. Sólo a la venta de entradas. El IVA es del espectador, no del empresario, y lo paga el espectador cuando saca su entrada.

Lo demás -lo que se ha dicho por ahí- son ganas de querer engañarse uno mismo o, lo que es más grave, querer engañarnos a los demás.

¡Con lo fácil que resulta leerse las leyes y aplicarlas tal y como están pensadas y escritas! ¿O no?

martes, 22 de agosto de 2017

Elogio inglés del bajonazo

Por Jose Morente

Incomprensiblemente, hoy día, una estocada así no suma sino que resta ¿En qué tiempos -taurinos- vivimos? (Fotografía: Arjona)
El premio nobel Ernest Hemingway escribía en "El verano peligroso" (1959), sobre Antonio Ordóñez, lo siguiente:
"Juanito Quintana acompañaba a Rupert y le pregunté qué tal había estado Antonio (...):
-¿Qué tal mata?
-Va por alto, doblándose impecablemente con la muleta muy baja. De dar en hueso, la segunda vez desvía ligeramente el estoque. No lo aparta. Lo desvía un poco para pinchar la arteria. Sabe el sitio exacto en que está a flor de piel y hace lo que debe aceptando todos los riesgos. Ha aprendido a evitar el hueso"
Gregorio Corrochano en "Cuando suena el clarín" (1961) replicaba a Hemingway, de la forma siguiente:
"Esto es el elogio del bajonazo. Algo así como si Ordóñez hubiese inventado el bajonazo, como Costillares inventara el volapié".
Y explicaba:
"Cuanto más perfecto es un matador y cuanto más se arriesga a todo, menos sabe como no dar en hueso; porque los pinchazos en hueso, cuando se arriesga a todo el matador, esto es, cuando entra a la perfección, son posibles y hasta frecuentes y equivalen a estocadas detenidas en su recto camino por la articulación que abre o cierra al moverse el toro.
Pero este punto de vista inglés del bajonazo ¿no es el punto de vista de miles de espectadores, que agitan alborotados sus pañuelos pidiendo la oreja cuando el toro está muerto de un bajonazo por matadores que saben como no dar en hueso?" 
Ese es el punto de vista de miles de espectadores pero también, lo que es aún peor y más grave, ¿no es el mismo punto de vista de los espectadores que no piden la oreja o los presidentes que no la conceden a matadores que tirándose recto pinchan en lo alto?

Ha pasado esta tarde en Bilbao donde no se ha pedido la oreja a Perera por un pinchazo y ha pasado también esta feria de Málaga, donde por un pinchazo -según el asesor- no se le concedió la segunda oreja a Saúl Jiménez Fortes en el toro de Victorino. Un pinchazo en lo alto, entrando a matar con todas las de la ley, en una estocada en la que el toro le propinó una cornada de 15 cms.

Curioso criterio este, el de los públicos y las presidencias modernas, por el que las orejas se pierden por tirarse a matar por derecho, con riesgo de pinchazo o cornada, y se ganan por bajonazos a la primera, con mucho menor riesgo. 

Bien está, si queremos ser modernos, premiar el acierto -los bajonazos- que acortan la agonía del toro en época tan sensible al sufrimiento animal pero no es de recibo lo contrario, o sea, dejar de premiar la buena ejecución de la estocada... aunque se pinche en hueso. Y es que, cada vez más, se confunde ejecución con resultado. Apuesta con eficacia. Y se premia lo segundo en detrimento de lo primero. Mal hecho, en mi opinión.

Curioso criterio (¿será inglés?) el de estos públicos modernos sobre la suerte suprema.

Antonio Ordoñez, que sabía como no dar en hueso, también sabía como matar asumiendo todos los riesgos (incluido el del pinchazo) que conlleva entrar a matar con la máxima pureza.

sábado, 19 de agosto de 2017

Postales taurinas (XXI) Rafael corta un rabo

Por José Morente

Un Gallo eufórico después de haber cortado el rabo (Fotografía facilitada por Alberto Franco)
Hoy, cuando cada vez están más caros los trofeos, cuando ya no se premia a los toreros con la alegría y largueza con la que antes se premiaban, me parece oportuno traer a este blog esta simpática fotografía que ha colgado, en un grupo de facebook, Alberto Franco

En ella se ve a un Rafael el Gallo eufórico después de haber cortado el máximo de los trofeos, el rabo, del toro que acaba de lidiar. Algo, cortar un rabo, que, para Rafael torero tan irregular y tan proclive a las debacles y, a lo que se ve en su gesto, no debería ser muy habitual.

Quizás ese premio le sorprendiera pues el Divino Calvo, genial casi siempre con los engaños, capa y muleta, solía limitarse a despachar a sus oponentes, en la suerte suprema, que ya había dejado de serlo en su época, con más habilidad que valentía. De ahí quizás, y advierto que estoy elucubrando, su gesto de  sorpresa y euforia.

Hoy, cuando cada vez están más caros estos tradicionales trofeos y algunos aficionados, imbuidos quizás sin saberlo en pensamientos animalistas, los califican como despojos y casquerías, me parece oportuno rescatar esta vieja fotografía de Rafael que los recibe, al contrario, con tanto gusto como agradecimiento.

viernes, 18 de agosto de 2017

Insólito capote de Enrique Ponce

Por Jose Morente

Ponce torea con el capote a Jaraiz el toro indultado de Juan Pedro Domecq, en las postrimerías de la faena de muleta (Foto: Toros del Mediterráneo)
El capote tiene papel protagonista en los dos primeros tercios. En el último, es la muleta la que asume el rol principal y es que, como dice Raúl Galindo, para que se produzca toreo con el capote:
"es condición sine qua non la inercia en la arrancada. No se puede enganchar y pulsear con el capote si entendemos por enganchar lo mismo que provocar el movimiento de un toro parado, es decir prenderlo cuando está quieto, y por pulsear lo mismo que tirar del toro durante todo el recorrido del lance"
No se puede, como dice Raúl Galindo o, mejor, sería decir que no se podía, porque no hay regla sin excepción y la excepción se llama Enrique Ponce. 

De la épica a la estética

Por Clarito

Final de la tarde de ayer. Apoteósica vuelta al ruedo de los protagonistas del espectaculo Crisol (Foto: Alex Zea-La Opinión de Málaga)

Medio recuperado de la impactante tarde de toreo puro y fundamental de Saúl Jiménez Fortes y, mientras el torero convalece de su cogida, nos topamos con el espectáculo Crisol, pasando -como me decía Jose Morente- sin solución de continuidad, sin cámara de descompresión, de la épica a la estética, del toreo seco, valiente y entregado de Saúl al toreo elegante y estético de Enrique Ponce. De la verdad desnuda del toreo al toreo en envoltorio de lujo. Del drama al espéctaculo. Demasiadas emociones para vividas sólo en veinticuatro horas.

La de antesdeayer quedará en el recuerdo de muy pocos pues la plaza estaba casi vacía. Muy pocos aficionados que, además en su mayoría, no quisieron o no supieron -ellos sabrán- valorar lo que Jiménez Fortes les estaba regalando. La plaza de la Malagueta, su público, su banda de música, su presidenta se mostraron toda la tarde secos, duros, ariscos y exigentes sin justificación con el torero malagueño. Como dijo, con total acierto una voz del tendido: ¡Fortes en tu pueblo no te quieren

La airada reacción de los espectadores ante ese grito prueba que el vociferante puso el dedo en la llaga pues constataba dos hechos. Primero, el desapego de la plaza, el público, la banda y la presidenta hacia el torero de la tierra y, segundo, la falta de categoría de esta plaza. Y es que, las categorías no se adquieren por imposición administrativa sino demostrando la plaza, el público, la banda y la presidenta- rigor, conocimiento y sensibilidad hacia el buen toreo. No los hubo.

Una tarde pues de sensaciones contrapuestas entre la emoción de lo que hizo Fortes en el ruedo y la tristeza que produce la escasa respuesta que obtiene quien -como él- clama en el desierto. Fortes fue profeta de un mensaje no atendido ni entendido. Nadie es profeta en su tierra.

Espectáculo Crisol

Al día siguiente, cambio total de decoración. De la plaza casi vacía a la plaza casi llena. De la sequedad del que espera atento el menor fallo a la actitud amable del que acude ilusionado esperando el milagro. Y el milagro, llegó.

No voy a contar la corrida. No voy a entrar en analizar ni valorar faenas, indultos y demás historias. Ahí está para quien quiera verla pues se retransmitía por televisión. Baste decir que fue algo diferente, algo más, que una corrida de toros. La superposición de toros y música añade un plus al espectáculo. Un espectáculo que, hoy por hoy, sestea anclado en el pasado. No sé, no puedo saber pues no soy adivino, si esta es la solución a algunos de los graves problemas que arrastra la fiesta. Personalmente, pienso que no pues el espectáculo de ayer magnífico como tal espéctaculo se me antoja excepcional, único y difícilmente repetible. Por otro lado,  las causas de los problemas de la fiesta son estructurales, del propio sistema. Pero lo que tengo claro, es que el formato tradicional está caduco pues no sabemos venderlo y cada vez interesa menos a menos gente. 

El toreo necesita urgentemente una puesta en escena diferente que acentúe sus valores estéticos y culturales, aquellos más cercanos a la sensibilidad de los públicos actuales, sin renunciar por ello a su riesgo y emoción, a sus valores éticos más profundos. Globalizar e imponer el modelo francés -tan querido por algunos- podrá valer para Francia y el norte de España, donde siempre se ha estimado más la lucha que el arte pero no es la solución perfecta. Lo que la gente quiere, con lo que vibra -de Despeñaperros para abajo, al menos- es con el buen toreo. Toreo, no trabajo ni pelea o lucha. Eso se vió ayer.

La música puede subrayar los aspectos amables de la corrida pero sobre todo puede atraer un público nuevo a los tendidos. Algo totalmente necesario. Necesario lo de atraer un público nuevo, no la música. Y es que, lo llevamos diciendo hace mucho tiempo, la fiesta necesita el calor del público. Toro y torero en el ruedo necesitan, como agua de mayo, espectadores en los tendidos que se emocionen aplaudan o protesten. Sin público en los tendidos, el espectáculo -magnífico- no tiene ningún sentido. Y digo público y no aficionados porque los aficionados además de caber en un autobús se muestran en general -al contrario que los públicos- excesivamente secos, duros, ariscos y exigentes hasta la exageración. Sin sensibilidad. 

A la fiesta la salvará, si la salvan, los públicos amables, pródigos y generosos, no los aficionados que la estamos dejando morir poco a poco. O ayudando a morir, lo que también tiene pecado. Lo que hicimos el jueves con Saúl fue de juzgado de guardia. Y sólo había aficionados en la plaza.

Lo de ayer, la actitud de los espectadores ante el espectáculo Crisol de Enrique Ponce y Javier Conde, fue, por el contrario, una bendición.

jueves, 17 de agosto de 2017

El toreo se llama Fortes

Por Paco Carmona

Fortes. Natural de ensueño al toro de Victorino (Fotografía: Arjona)
Nota de LRI: Clarito impactado por el excepcional toreo de Saúl Jiménez Fortes en la Malagueta, nos dice que no es capaz -por ahora- de escribir sobre la corrida de ayer. Suerte que Paco Carmona también estaba por allí


Camino de Almería. 17 de agosto de 2017. 11:30 P.M. 

Voy saliendo de Málaga y el GPS me marca como hora de llegada las 2:15. Ando intentando resolver la manera de contar a todo el mundo la dimensión de torero tan enorme que ha dado Saúl Jiménez Fortes esta tarde en la Malagueta. A ver a quién le puedo contar que este torero no solo  ha debido salir a hombros con cuatro o cinco orejas, sino que además ha toreado como muy pocas veces he visto torear en mi vida. 

Gran toreo de muleta pero también con el capote. Lidiando o con lucimiento, Fortes ha dado una dimensión extraordinaria toda la tarde (Fotografía: Toros del Mediterráneo)
Llegué a Málaga, como otras veces, de la mano de mi amigo José Morente, al que agradezco no solo su invitación sino su cariño y el que me demuestran sus amigos, como el gran Juan Manuel Pozo, un personaje que bien merece un capítulo aparte. Paseamos por la bella y renovada ciudad, charlamos de toros, palpamos su Feria de día y comimos por el centro. Y después, por fin, pudimos darnos un abrazo con Javier Hernández y su familia. Más tarde, en los toros, también abracé a mi querido amigo y compañero Alberto Guzmán, me quedé con las ganas de besar a Mónica P. Alaejos y pude mirar de frente a esa mujer tan especial como es Mari Fortes, acompañada de su hija Verónica, a quien hacía años que no veía y que ha heredado esa mirada sincera de ojos verdes y sonrisa delicada. 

Me pasó una cosa curiosa a mitad de la corrida. Después del toro de Victorino, me invadió una especie de tristeza y de pena, porque entendí que se estaba cometiendo una gran injusticia, y que lo que allí estaba sucediendo no se iba a trasladar al exterior, y mucho menos a todas aquellas personas que no habían asistido a la corrida en directo.  Pensé que aquello no iba a tener la trascendencia que merecía y que la tarde, para mí histórica por cómo había toreado Saúl, no iba a verse recompensada en el futuro. 

Apuesta desde el principio. Desde el principio hasta el final de la corrida (Fotografía: Toros del Mediterráneo)
Me consoló poder decirle a su madre, que esa forma de torear debería tener premio, que debía ser obligación de todos los aficionados recompensar, al menos con orejas, esa forma tan pura, tan distinta, tan original y tan única de torear. Éramos pocos en la plaza, sí, pero teníamos que haber hecho algo para que aquella manera tan brutal de torear, esa infinita entrega, se hubiera visto recompensada.

 La infinita entrega de un gran torero (Fotografía: Toros del Mediterráneo)

Me recordó tanto a José Tomás, que me atrevo a decir que que no hay nadie en el escalafón que toree de  esa forma. Era la tarde ideal para quitar etiquetas, para borrar de una vez por todas ese cliché en el que se encasilló a este torero, un cliché que poca gente ha sabido ver que ya no es real pues su evolución ha sido total y constante.

Me recordó tanto a José Tomás... (Fotografía: Toros del Mediterráneo)
Más allá de analizar toro por toro, regreso a la costa almeriense acordándome de muchos momentos únicos, momentos que por toreo y por verdad se me han quedado grabados para siempre. Su forma de colocarse, su manera de enganchar, su torería, su rectitud ante el toro, y ante la vida, sus nuevas pausas, sus tiempos, esa forma de colocar el engaño, su manera de tirar de los toros, su pecho, su cintura, su compás. Ese ritmo interior que da el valor puro. La plomada. Sus cites. Ser profundo siendo vertical. En definitiva calidad, mucha calidad.

Fortes. La confianza en el mando del brazo que torea (Foto: Arjona)

Todas estas cualidades, no solo se han visto en la faena cumbre que ha realizado al gran toro de Victorino, sino que lo ha podido llevar a cabo prácticamente en todos los toros por momentos. Se le ha visto despejado, resolutivo, capaz de quitarse y ponerse sin pirarse, capaz de dar a cada toro lo que pedía sin salirse de sus formas, sin un guión establecido pero con una línea muy recta a seguir. 

Fortes es un torero único, lo ha sido siempre, pero ahora es mejor que nunca.

Esa vida que se le escapaba a borbotones hace un par de años, ahora se la bebe  más ajustada y más a gusto que nunca.

Fortes. Colocación perfecta entre muletazo y muletazo(Foto: Arjona)

Cómo ha toreado en muchos momentos, su admirable compostura, su nuevo capote, enganchando por delante, sin cambiarlos, sus tandas de naturales, un tremendo inicio de rodillas, los pases de pecho, uno de frente a pies juntos, como se ha dormido en cada muletazo, como se ha ido detrás de cada muletazo, qué forma de asentarse, de encajar los riñones, de ajustar el toro a su cuerpo.  Qué despacio Dios mío, qué despacio. Y ahí está Victorino para preguntar de qué manera a toreado el suyo. 

También cuajó un buen toro de calidad a menos, que fue el bonito segundo de La Palmosilla. Perfecto, un lujo de faena desde que se abrió de capa.

Al último toro, un camión de sobrero del Ventorrillo, sustituto de un buen toro de Borja Domecq que fue devuelto porque se partió un pitón, le hizo cosas increíbles, de consentirle, de esperarle y de gran valor. 

Excelente natural a un toro del Ventorrillo que embestía con la cara alta (Foto: Arjona)

Y encima, me entero que al final sí llevaba una cornada de 15 cms, operado en la Plaza sin anestesia y volver como si nada a matar los toros restantes.

La entrega total matando (Foto: Arjona)

Y después de todo esto qué, cuál es la lectura oficial que le llega a la gente: dos orejas. Una y una, dirán algunos ¡Qué pena!

¡Que mentira! ¡Que gran mentira! Espero y deseo que trascienda, a través del tiempo, de los vídeos y de las nuevas tecnologías, una tarde en la que, en muchos momentos se pararon los relojes viendo torear a uno de los nombres que mejor hacen el toreo, con mayúsculas, de la actualidad. 

No lo acabo de entender. El enemigo está dentro. Dentro de nosotros mismos.

Esto es el toreo (Fotografía: Toros del Mediterráneo)

Hoy el toreo se llama Saúl Jiménez Fortes (Fotografía: Toros del Mediterráneo)

miércoles, 16 de agosto de 2017

La entrega de Ureña

Por Clarito

El toreo de entrega de Paco Ureña

Desde que el toreo es toreo conviven dos modos distintos de torear y no hablo de las extintas Escuelas de Ronda y Sevilla cuya existencia niegan muchos tratadistas convencidos que el toreo es uno y lo que varìa es el estilo, la personalidad que cada torero imprime a su toreo.


Cuestión de estilo. Dos versiones de un mismo capotazo. Javier Jiménez y José Garrido
Es cierto que el estilo imprime carácter pero no es cierto que sólo exista una única forma válida de torear. De hecho todas las competencias que ha habido (cuando en el toreo había competencias) lo han sido no por contrastes de estilos sino por contraste de conceptos, por diferencias en los planteamientos.

Una de la más antiguas fue la competencia de Cúchares y el Chiclanero. El primero partidario del conocimiento de las reses, atento a sus condiciones y dispuesto a adaptar su toreo a estas. El segundo, partidario del conocimiento de las suertes, de la forma de ejecutarlas y dispuesto a imponer su estilo a todos los toros fuese cual fuese su condición.

En la línea de Cúchares han estado grandes toreros como Guerrita, Joselito o Luis Miguel Dominguín. En la línea del Chiclanero, otros no menos grandes como el Espartero, Belmonte o Manolete. Dos modos de entender el toreo, de plantear la lucha con el toro, dos modos diferentes pero, como he dicho, los dos perfectamente válidos. 

Viene esto a cuento porque ayer viendo torear a Ureña me acordaba de Juan Belmonte. Salvando las distancias y sin querer comparar (Belmonte es incomparable) me parece que hay una cierta coincidencia de estilo, de acento personal. No comparo calidades ni categorías toreras. Tampoco las formas, arcaicas las de Juan y modernas las de Paco sino esa actitud, tensa y crispada con la que ambos se enfrentan al toro. Ureña podrá torear muy templado y lo hace pero su toreo transmite una cierta apretura de ritmo, cierta atmósfera trágica y apretada -como si en cada lance pudiera ser cogido- que creo existía en el toreo de Belmonte. Al que quizás por eso llamaron el trágico.

Pero además de esa coincidencia de estilo, creo que existe también coincidencia en el planteamiento, en ese manera de atender más a la forma de ejecutar la suerte, sea cual sea la condición del toro. Conocimiento de las suertes por encima del conocimiento de las reses. 

Ese era el planteamiento de Belmonte dispuesto a dejarse coger por una becerra en un tentadero o por un toro en la plaza por tal de dar el muletazo que quería y en la forma en la que quería, sin importarle riesgos o consecuencias. Es ese también el planteamiento de Paco Ureña, cuya forma de torear sigue un mismo patrón, una misma intencionalidad. Si el toro se adapta a su toreo surge la faena cuajada y redonda, emocionante y arriesgada de su primer toro (Faena de dos orejas premiada sólo con una ¿Para cuando la Puerta Grande de la Malagueta?). Si el toro no se adapta o no acaba de adaptarse a su forma de torear, la faena discurre deslavazada y a retazos mezclando muletazos de gran calidad con otros de menor enjundia en el resultado pues el trazo, la intención es siempre magnífica. Ese era también -salvando las distancias, repito- el dilema de Belmonte y la causa de su magistral irregularidad.

El toreo encajada y tenso, nada vertical de Paco Ureña en un excelente derechazo
Incluso con la izquierda y vertical, el toreo de Ureña transmite siempre cierta tensión

Ese planteamiento tan radical, tan extremo, tan en el filo de la navaja, no garantiza el éxito, no puede garantizarlo pero garantiza la emoción pues ahí, en esa apuesta, en ese albur surge el interés que transmite y el entusiasmo que provoca ante la duda en el resultado. En eso, y en la evidente entrega que supone jugarse todo a cara o cruz, en cada momento, en cada lance, en cada suerte, en cada muletazo.

Ese jugarse todo en cada instante creo que es la mejor definición de la entrega en el toreo.

martes, 15 de agosto de 2017

Drosero-47. Un toro bravo, bravísimo

Por Clarito

Castella con Drosero-47 de Victoriano del Río (EFE)

Cuando salta el toro a la arena la fiesta cobra todo su sentido. Se me dirá que toros salen todas las tardes y no deja de ser verdad pero cuando el aficionado habla de "un toro", quiere decir algo más.

No se trata de volumen ni del peso, ese que tanto confunde a algunos que, cuando ven la tablilla con menos de 550 kgs., ya están hablando de novillos. Y no es eso, los toros de ayer de Victoriano del Río andaban entre los 480 y los 524 (solo el sobrero de Benjumea fue la excepción) que es un peso suficiente cuando los toros tienen edad y trapío. La corrida estuvo bien presentada.

Eso por lo que respecta a la presentación que, por lo que hace al comportamiento, las cosas son más complicadas pues si lo ideal es el toro bravo y noble, en la variedad está el interés de la fiesta. En la corrida de ayer y dentro de una tónica de buena casta (que es el santo y seña de esta gran ganadería) vimos esa variedad que va del manso sexto, rajado y huido (ese que decían los viejo aficionados que quería sacar agua de la noria) al bravo, bravísimo cuarto, un toro encastado y fiero de esos que tanto gustaban a esos viejos aficionados y que tan poco les gustan a los toreros.

Sobre ese toro cuarto (Drosero-47) hay que hacer punto y aparte pues fue un toro al que, en varas donde hizo buena pelea, sangraron mucho, tanto que temimos que no llegara con bríos suficientes al último tercio pero, sorpresa, el toro se vino arriba, desbordante de casta y alegría. Un toro difícil por lo encastado y bravo. La suerte fue que le tocara a Sebastián Castella, que ayer vino crecido (tan encastado y bravo como el toro, como se vio en la tremenda réplica que, en su primero, dio a un buen quite de Talavante). Si le llega a tocar a otro torero, todavía está el toro en la arena y el diestro huyendo. Castella, no. Castella estuvo muy firme y muy decidido, consiguiendo meter en la canasta al fiero toro de Victoriano del Río. 

Fue faena con la mano derecha que es la indicada para este tipo de toro porque es la mano con la que se domina. Con esa mano es con la que toreaba Domingo Ortega que es quien más les ha podido a los toros. Pero como Castella es Castella y por eso está donde está, también se puso con la izquierda, lado por el que el toro estaba intratablederrotando y pegando hachazos. Los naturales no fueron limpios, no podían serlo, pero la firmeza del torero y su apuesta, hay que apuntarla en su haber. De remate mató jugándosela en un toma y daca emocionante. El toro salió muerto de la estocada y le dieron una oreja aunque le pidieron dos. Se las hubiera merecido pues su tarde, desde que salió su toro, el primero, había sido de Puerta Grande (¿Para cuando queda abrir la Puerta Grande de la Malagueta?). 

Se me olvidaba, con el capote en ese toro también me gustó mucho pues llevó muy toreado al toro que, repito, no era fácil de torear.

La estocada de Castella
Roca creo que equivocó el planteamiento de faena al último de la tarde, el manso de libro del que antes hablábamos, pues empezó por estatuarios y el toro se le iba. Se le acabó yendo del todo. Pero con estos toros cualquiera sabe cual es el planteamiento correcto. Lo probable es que, le hiciera lo que le hiciera, se le hubiera acabado yendo. Dicen que todos los toros tienen su lidia pero con estos toros, la única lidia posible es correr tras ellos (lo que, por supuesto, es mucho mejor a que sea el toro el que corra tras uno).

En el otro, al contrario, Roca Rey se justificó de sobras. El sobrero de Benjumea, muy grandote y pesado, se movía y estos grandes toreros de ahora tienen tal capacidad que, cuando el toro se mueve, sea bien o mal, tienen ya un hilo para tirar del ovillo. Y Roca tiró. Bien por el peruano.

Roca Rey con el sobrero de Benjumea. Esa forma tan perfecta de acucharar la muleta es la que hizo que el toro -una máquina de tirar derrotes- no se la enganchara.
Por cierto, un punto para la Presidencia en el toro devuelto. Lo habían ya picado y las protestas arreciaban. El palco hizo señas a los toreros para que movieran al toro y pudiéramos calibrar sus fuerzas. Los toreros -Roca y su peón- se quedaron impasibles y no se movieron como si quisieran que al toro lo echaran para atrás. La Presidenta no tuvo más remedio que sacar el pañuelo verde y devolverlo. Ese peón luego le daba un par de capotazos al toro que este tomó bien y, con la mirada, reprochaba la decisión de la Presidenta. Se equivocó. Yo no hubiera devuelto al toro pero el error fue suyo y de su torero.

Talavante pasó del frío al calor, de la faena académica pero fría y algo despegada (que difícil es torear con los vuelos) del toro segundo a la sinfonía del mejor toreo posible al natural que nos regaló en el quinto de la tarde. Probablemente, juguemos a profetas, una de las mejores faenas que podremos ver en la Feria. No es fácil describirla. Suerte que, hoy, con los videos no tenemos que conformarnos con lo que nos cuentan. Faena sobre la mano izquierda, con los vuelos desde arriba, con la elegancia y la suavidad con la que Talavante sabe torear. Un lujo y una delicia. Un deleite para el paladar del aficionado al buen toreo que es el que vimos hasta que el toro se rajó (Un inciso. Se rajaron varios toros, indicio de que la bravura tiene fecha de caducidad pero también indicio de que hay que medir más las faenas, algo que hoy no se hace). La lástima fue que no lo matara.

Talavante en el quinto toro. Generalmente la fotografía capta el momento central de las distintas suertes. Esta -más original- capta el remate. Gracias a eso, se puede apreciar perfectamente como el toro va toreado hasta el final del muletazo 
Resumiendo, y como decían los antiguos, que la tarde fue buena, los toros bravos y los toreros valientes. Una gran tarde de toros y de guinda, Drosero-47, negro mulato, 480 Kg, nacido en octubre de 2012. Un toro bravo.

Un toro bravo, bravísimo que encontró su torero.

Excepcional verónica de Castella a Drosero-47