domingo, 1 de julio de 2018

3 pinceladas taurinas

Por José Morente

El brindis -largo brindis- de Perera a Tomás en Algeciras. Buena muestra del respeto y la admiración de un torero independiente a quien es referente del toreo de nuestros días. El público, con su inmensa, eterna y profunda ovación subrayó la importancia- simbólica- del momento. El toreo está en permanente deuda con José Tomás.

JOSÉ TOMÁS NO LE DEBE NADA A NADIE

Digan lo que digan quienes le piden más compromiso con la fiesta, más actuaciones, otras plazas, otros toros, otras estrategia, pero lo cierto es que José Tomás no le debe nada a nadie. Por lo que ha hecho en el toreo. Mejor dicho, por lo que está haciendo en el toreo, por el toreo y para el toreo.

Toda la grandeza de la fiesta, que es mucha, el recuerdo y memoria de los grandes toreros de ayer con sus antañonas gestas, se podría resumir en esa forma de estar dentro y fuera de las plazas que tiene el torero de Galapagar afincado en Estepona.

No, Tomás no está en deuda con el toreo. Tomás no está en deuda con nadie. Al contrario, es el toreo, somos todos nosotros los que estamos en permanente deuda con este diestro. 


Una década después del calvario sufrido en su dramática encerrona de las Ventas en el otoño de 2008, Perera montó el lío grande en Algeciras. Del desapego, frialdad e incomprensión del público madrileño de aquella tarde hemos pasado a la merecida y apasionada entrega de ese público universal (verdadero cónclave taurino) que se congregó en Algeciras. Justo premio a quien se la jugó de verdad. Tan de verdad como hace diez años... Aunque entonces algunos no quisieron o no supieron verlo. 
PERERA MONTA EL LÍO GRANDE EN ALGECIRAS

Libélula, el toro de Jandilla lidiado en 4º lugar en Algeciras, tuvo -Barquerito dixit- fijeza, prontitud, entrega y nobleza excepcionales. Cierto es. Pero no menos cierto es que Perera lo toreó con firmeza, prontitud, entrega y arrojo excepcionales. Hubo varias faenas dentro de la faena. En la última, en la ojedista, Perera formó un verdadero lío en los tendidos. Como pocas veces, muy pocas, se puede ver. Y es que, en algún momento de ese tramo final, dió la impresión que al torero ya nada le importaba. Ni siquiera su vida. Solo torear. Solo eso.

Por eso -quizás- la emoción del público. Solo por eso.




EL GALLEO DEL BÚ A 100 AÑOS DE DISTANCIA

Decía Pepe Alameda que existe un hilo que cose el toreo desde sus albores a nuestros días. Un hilo que no tiene nada que ver con los cánones y las normas sino que va mucho más allá. A la pura esencia. Un hilo invisible casi siempre pero que, en algunas -raras- ocasiones, se nos hace evidente y visible.

Es lo que sucedió el pasado día de San Juan en León. Cien años después del galleo del bú que hizo Joselito en Barcelona, el día de San José de 1918, en el homenaje a Florentino Ballesteros, Morante desempolvó esa vieja suerte. El de la Puebla, se acordó de Gallito y le rindió sentido homenaje. Le homenajeó de la forma que lo hacen los toreros. En el ruedo de una plaza de toros y haciendo visible a los aficionados, por un breve y fugaz instante, bendito instante, el casi siempre hilo invisible del toreo.

Gracias, maestro.