sábado, 31 de agosto de 2019

A los toros (NO) hay que ir dispuesto a sufrir (Parafraseando a Joaquín Vidal)

Por Jose Morente
Valencia feria de julio de 1917. Señoritas en barrera.

"Aquello de que a los toros hay que ir a sufrir es una falsedad. A los toros hay que ir dispuesto a emocionarse y divertirse; provisto de buen talante para comprobar la bravura y nobleza de las reses, las dificultades de la lidia, el mérito y valor de los lidiadores, la calidad a veces soterrada y no evidente de los lances… Y todo esto, el aficionado conspicuo lo comprenderá y valorará con la inteligencia que le caracteriza y, se cumpla o no, celebrará cabalmente gozoso el milagro que supone el toreo, e, incluso, puede que entre en trance y crea que ha vuelto a su más tierna infancia

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El texto original de Joaquín Vidal que hemos corregido decía:
"Aquello de que a los toros hay que ir a divertirse es una falsedad. A los toros hay que ir dispuesto a sufrir; provisto de lupa para comprobar la casta y fortaleza de las reses, la integridad de sus astas, el discurrir de la lidia, el mérito de los lidiadores, la calidad de los lances… Y si algo de todo esto falta, el aficionado conspicuo lo exigirá con la vehemencia que sea del caso; y si se cumple cabalmente, lo celebrará gozoso, e, incluso, puede que entre en trance y crea que se le ha aparecido la Virgen”

Espectadores sufriendo en los toros. Con o sin motivo, eso da igual. El caso es sufrir.

viernes, 30 de agosto de 2019

Toreros y matadores

Por Jose Morente

Lámina publicada en la Lidia el 18 de noviembre de 1895. El diestro remata un pase en redondo, cuando el toreo en redondo (inefable en nuestros días) era un ideal casi inalcanzable.
Toreros y matadores

Desde Manolete a la fecha el toreo en redondo es la base incontestable del toreo de muleta, pero a finales del XIX, el toreo en redondo (pase en redondo llamaban al conjunto de tres naturales ligados) era un ideal casi inalcanzable y que pocas veces se realizaba en las plazas.

El 18 de noviembre de 1985, la Lidia publicaba esta curiosa lámina de Daniel Perea, donde un diestro sin nombre, remataba un pase en redondo. Remate por bajo, que no mediante un pase de pecho como hoy es habitual.

Pero lo curioso, con serlo, no es esta interesante lámina de una suerte entonces incipiente, sino el comentario que acompañaba al texto, firmado por Mariano del Todo y Herrero que, bajo el epígrafe recurrente de "Nuestro dibujo", analizaba una distinción que todavía hoy es de rabiosa actualidad: la distinción entre toreros y matadores. Dice la Lidia:
"Tendencia, no de ahora, sino de bastantes años atrás, es la de marcar la linea divisoria, tratándose de la más caracterizada representación de los lidiadores de reses bravas, en virtud de la cual, unos son considerados como más toreros y otros como más matadores de toros, dentro de la misma categoría de espadas ó jefes de cuadrilla. Esta subdivisión aparece indudablemente, cuando un arte ó profesión cualquiera cuenta con pocos representantes completos, y por consiguiente, la mayoría adolece de defectos que encuentran compensación en el extremo que da origen á que se les considere en uno ú otro sentido.
Entendemos que en buena conciencia artística no debía existir tal diferencia; pero atendiendo á lo difícil que es reunir ambas condiciones, y á la laudable costumbre de atenuar las deficiencias de los ídolos populares de modo más ó menos directo, entramos por la jurisprudencia establecida, y admitimos pacientemente la raya tirada por la afición sobre la entidad espada, colocándole según sus aptitudes, bien en la parte designada á los toreros, ó bien en la correspondiente á los matadores de toros.
Tenemos, pues, y es ahora fruta de todo tiempo, que un maestro puede ignorar en absoluto el manejo ó aplicación de la muleta, pero que por consecuencia de reunir serenidad suficiente para colocarse entre los cuernos de una fiera y ánimo sobrado para sepultar el estoque en su morrillo, desplomándola sobre la arena, justifica aquel concepto ante los partidarios de ese espectáculo, ó por el contrario, que un diestro puede pasarse lo mejor de su vida agujereando el pellejo de una res, y en el mero hecho de jugar con soltura y elegancia el rojo trapo, adquirir igualmente aquella preponderancia y categoría.
Hecho ya este deslinde convencional, justo es convenir en que para los aficionados libres de parcialidad y apasionamiento, tanto mérito encierra una faena de muleta, desempeñada á conciencia y con arte, como una muerte dada á un toro con valentía y oportunidad, siquiera en uno ó en otro caso falte el complemento que, de existir, llegaría á constituir la perfección".
Como bien dice el articulista de la Lidia, la división entre toreros y matadores viene de antiguo, pues raro será el diestro que reúna condiciones para desenvolverse con igual perfección en ambos campos. Siendo esto último lo ideal, lo habitual será que los diestros se encuadren en una u otro categoría. 

El caso es que un maestro puede ignorar en absoluto el manejo de la espada pero ser considerado tal por su perfecto manejo de las telas. Tal es el caso de toreros dominadores y largos, que no han solido ser buenos estoqueadores. Eso de perder la vista de los pitones es, para los toreros de cabeza, superior a sus fuerzas. Paquiro, Guerrita y Joselito son los mejores ejemplos.

La suerte para ellos es que siempre han encontrado algún tranquillo para resolver ese trance. La mucha salida que daba Paquiro, el ataque eléctrico de Guerrita y el brazo suelto de Joselito, son paradigmáticos.

Peor lo tienen en general los artistas, pues para ellos y salvo honrosas excepciones, la suerte suprema puede acabar en debacle.

Los toreros artistas -aunque hay egregias excepciones- han sido tradicionalmente medrosos y, por tanto, malos matadores. En la foto Rafael el Gallo mechando a un toro. 
Sin embargo, a la hora de torear, la cosa cambia y el estoqueador chapucero se transmuta en torero sublime.
Igual que al Gallo le pasaba a Curro Romero al que vemos en un alevoso y horroroso bajonazo

 Tras la bronca venía el quite redentor y magnífico. El caso es que hoy (y creo que siempre ha sido igual) se magnifica lo pasado y se mira con lupa lo presente. Las redes están llenas de fotos magníficas de Curro Romero (artista genial) toreando de capa y de muleta pero que, salvo excepciones, mataba de la fea manera que se ve en la anterior fotografía. La consecuencia de esta manipulación de la historia (del pasado se cuenta solo lo bueno y se omite lo malo) es que hoy proliferan los partidarios del torero cuando, en su momento, el currismo era religión de pocos adeptos.

Todo lo contrario ocurre con los buenos estoqueadores. Si el que es buen torero a secas no tiene que ser un gran matador, resulta que el estoqueador no suele derrochar arte.

El estilo eficaz pero poco depurado de Curro Martín Vázquez con el capote

Curro Martín Vázquez fue, por contra, un valiente y gran estoqueador, tanto que la prensa antigallista quiso utilizarlo contra Joselito al principio de la carrera del de Gelves pues José mataba echando la carta al buzón.
Toreando corridas "duras" es casi imposible desarrollar el toreo de calidad que se exige hoy. El Fundi ha sido un gran torero de una absoluta dignidad y profesionalidad.
Pero en lo que realmente destacó fue en la suerte suprema. Aquí ejecuta la suerte con radical verdad y tremenda entrega (Foto: Pepe Pastor)
Son evidentemente cosas distintas. Por eso, en la historia del toreo son contados los diestros que han alcanzado un gran nivel en ambas disciplinas como torero y como matador. El caso más señalado ha sido probablemente el de Manolete.

Pero Manolete fue punto y aparte.


Manolete toreaba y mataba
Y puesto que Manolete es caso aparte, nada mejor que aceptar el consejo de Mariano del Todo y Herrero dirigido a esos aficionados imparciales y desapasionados (que tan poco abundan, añado yo) y aprendamos a reconocer que "tanto mérito encierra una faena de muleta, desempeñada a conciencia y con arte, como una muerte dada a un toro con valentía y oportunidad".

Aunque en ambos casos falte el complemento de la buena estocada o la buena faena, complemento que "de existir llegaría a constituir la perfección" pero, como diría Billy Wilder...

¡Nadie es perfecto!

miércoles, 28 de agosto de 2019

¿Me matará un toro en esta tarde?

Por Manuel Rodríguez "Manolete"


El 29 de agosto a las 5 horas y 17 minutos fallecía en el Hospital de los Marqueses de Linares, el diestro más honrado de todos los que han pisado un ruedo. Por culpa del público, de su camarilla, de su propio médico y, sobre todo, víctima de su insobornable concepto del toreo, fallecía Manuel Rodríguez "Manolete".

Estas son sus reflexiones, realizadas muy pocos días antes de Linares, sobre su exigente concepto del toreo, sobre la dureza de su profesión, sobre el riesgo de muerte que siempre acecha a los toreros y sobre su clara decisión de retirarse de los ruedos al final de esa dura e inacabada temporada.

Habla Manolete...

Esta profesión es muy ingrata y muy traidora; cierto que el que tiene suerte como yo, gana dinero; pero mucho menos del que la gente cree (...) Dice casi todo el mundo que yo soy un torero muy caro, que cobro tanto y cuanto; es cierto: ¡soy un torero muy caro! Pero también el torear me cuesta a mí ¡carísimo! Porque yo todavía no me he puesto una vez el traje de luces para salir del paso; siempre he hecho todo lo que he podido, sin pensar en que arriesgaba la vida.  
Cuando yo estoy en la plaza, de lo primero que me olvido, es de mí mismo, y echo el alma atrás y el corazón adelante; no me importa el dinero, ni el triunfo, ni el dolor de la familia...; ni siquiera el público me importa. Yo me divierto a mí mismo aislándome de cuanto me rodea y sintiendo como una especie de embriaguez, que no puedo explicar, mientras trato de dominar al toro y ver cómo éste poco a poco, va obedeciendo a mi muleta. No tiene el público que agradecerme las tardes buenas.; yo tengo un concepto dramático del deber, pero es hasta que hago el paseo; después, cuando estoy ante mi toro, me empuja a cumplirlo la propia satisfacción. 
¡A mí me da lo mismo torear un miura que torear ganado de Salamanca! La cuestión es que el toro sea bravo, y si no es bravo hago lo que puedo, sin pensar jamás en huir el bulto. Está por la primera vez que yo haya hecho el ademán feo de demostrarle al público que un toro me da gindama y que desisto de dominarlo, acudiendo a ratimagos cuando llega la hora de matar. Por muy malo que sea un bicho, yo trato de sacar partido de él, y jamás pienso en que pueda cogerme. Si la muerte me llega, nunca me cogerá en ese momento feo de la cobardía, sino con el gesto rabioso del luchador (...) si ha de venir la Muerte que sea en una tarde de éxito. 
La existencia que llevamos los toreros es muy triste, aunque el público crea lo contrario (...) El público no quiere saber de razones. Ha ido a divertirse, para eso ha pagado caro, y no tolera la menor vacilación ante el toro, como si la vida nuestra no valiese na. Es muy dura ¡muy dura!, esta profesión, porque no hay que olvidar la rabia de nosotros, los artistas cuando nos vemos insultados por una muchedumbre de cobardes, que no tienen respeto por el hombre que se juega la vida. Nuestras horas de la temporada son una permanente tortura, siempre con una interrogación en el cerebro: "¡Dios mío" "¿Cómo quedaré en esta corrida?" "¿Me matará un toro en esta tarde?" 
¿Para que morir, todavía, cuando uno apenas se ha asomado a la vida y se está congelado en los quince años? Que la muerte venga a su hora, ¡bien está!: pero que nos quite de la vida, nos rompa las ilusiones que tenemos para el porvenir, es una pena, y lo que nos inquieta seguramente a todos los que peleamos con los toros. 
[Torearé este año] todas las corridas que tengo convenidas y las que salgan (...) empezaré con las dos de Vitoria, después San Sebastián, Santander, Pamplona, Gijón; otra vez Santander, el día 26; de allí a Linares.con toros de Miura; total hasta ahora tengo comprometidas treinta y dos corridas, Creo que con unas extraordinarias que pienso torear en Valencia y dos en Madrid, llegaré de aquí a octubre a cuarenta y tantas. 
Si no me retira antes un toro, cuando termine la temporada me retiro.
Manuel Rodríguez Manolete. Declaraciones al Caballero Audaz publicadas en "El libro de los toreros" (2ª ed., Madrid, 1947)


lunes, 26 de agosto de 2019

Cuaderno de notas (CXXXVII) La gran tarde de Ureña en Bilbao

Por Barquerito

A toro de terciopelo; toreo aterciopelado. Una versión de Ureña vertical y de brazo suelto muy acorde con los nuevos tiempos que corren

"Los dos toros de mejor nota de la corrida fueron tercero y sexto. Los dos, con el hierro de Vegahermosa y no el de su matriz Jandilla. Licencia textil: el uno fue de terciopelo; el otro, de algodón. Más terciado el tercero que el sexto, el de más serio escaparate de todos. Engatillado el tercero, algo ensillado el sexto, abierto de cuerna, las palas grises, bien afiladas las puntas. Los dos rodaron sin puntilla y se arrastraron sin las orejas (...)

No fueron `protagonistas visibles los toros, sino quien los tuvo delante y se fajó con ellos en muletazos de alto voltaje por su ajuste, y quien los hizo rodar sin puntilla. Paco Ureña, sembrado, entregado, desatado, arropado por tal clamor que cuesta recordar nada parecido en Bilbao. Con un hilo común de fondo –la verticalidad, el encaje sin renuncios, la soltura de brazos-, las dos faenas, celebradas y subrayadas como acontecimientos singulares, fueron bastante distintas. De rango y razón mayores la del toro de terciopelo, de frondosas embestidas. Más aparatosa y hasta teatral la del sexto, de otro nivel, menor categoría (...)"

Barquerito

El Ureña de siempre, muy encajado en un derechazo con mucho mando

domingo, 25 de agosto de 2019

El salto de un miura en Valencia

Por Jose Morente

Lámina de Daniel Perea publicada en La Lidia el 16 de septiembre de 1895. Uno de los Miuras salta en busca de los imprudentes espectadores.
Famosas son las láminas de La Lidia, especialmente las dibujadas por Daniel Perea pues nos transportan con todo lujo de detalles y colores a tiempos pasados. Tan famosas que cuando aparece en los ruedos un toro de bella estampa y, sobre todo, si es de raro pelaje, rápidamente lo calificamos como un toro de La Lidia, un toro de Perea, quien fue calificado por Pascual Millán como "el mejor dibujante de escenas taurinas que tenemos, el que ilustra continuamente La Lidia con primorosos trabajos". Y tenía razón. 

Repasando sus dibujos, me he encontrado la curiosa lámina que encabeza este post, publicada en La Lidia el 16 de septiembre de 1895, titulada "Un Miura en Valencia" y cuya explicación se contiene dentro de la sección "Nuestro dibujo" de la propia revista:
"No solamente en el redondel es donde ocurren incidentes que excitan la atención de los aficionados á las corridas de toros. También en las operaciones que preceden á su celebración, suelen abundar las peripecias y detalles que constituyen otros tantos atractivos, para los que asisten á aquellos actos; y muchos hay que prefieren un encierro ó un apartado con todas sus consecuencias, á la lidia en Coso, cerrado de las reses, cuyas condiciones y circunstancias han apreciado y discutido antes en los corrales.
De encierros y apartados célebres, dan cuénta las crónicas taurinas; y en la memoria de los asiduos concurrentes a ellos, hay siempre algún recuerdo de sucesos de esa índole, que los testigos presenciales relatan y comentan en sus reuniones y tertulias.
Frecuente es en los apartados que los espectadores desde los balconcillos que dan á los corrales, y desde los que se ven los toros, llamen la atención dé los mismos, ya con pañuelos, ya con bastones ó á voces, y que las reses inquietadas con estas demostraciones, den pruebas más ó menos ostensibles de su bravura ó codicia.
Tal sucedió últimamente en las corridas de feria, celebradas en Valencia en Julio anterior. Al apartarse la corrida de Miura que se lidió en una de aquellas tardes, alguien hubo de llamar la atención de uno de los bichos de una manera más acentuada que lo conveniente, y lares, en una de esas arrancadas violentas, propias de su coraje, díó tan tremendo salto hacia el sitio de donde la citaban, que poco faltó para que, á pesar de la altura considerable á. que se encuentran los balconcillos, llegase con los cuernos á la barandilla, con lo que ya que no le hubiese causado mayor daño, hubiese metido el resuello en el cuerpo al que tan impunemente se atrevía á desafiarla.
A este episodio hace referencia la nota artístico taurina que para el número de hoy nos ha facilitado nuestro dibujante Daniel Perea, valiéndose, para su ejecución de apuntes tomados del natural en su última excursión á la ciudad del Turia".
El Miura del salto se lidió en la feria de Valencia el domingo 28 de julio de 1895.

Años antes, en 1878, otro toro, pero este de Saltillo, llamado Bolero ya se le había adelantado. A lo que parece, el salto de Bolero lo causó el que lo apartaran de sus hermanos con los que intentó reunirse alcanzando la tapia de los corrales. Tanto saltó el Saltillo, que el suceso mereció placa.

El lugar donde saltó Bolero indicado con una placa
La inscripción dice lo siguiente:
"El toro BOLERO perteneciente a la ganadería del Marqués de Saltillo dió un salto de 14 palmos a pie parado en el corral de los chiqueros el día 23 de julio del año 1878 saliendo al redondel sobresaliente. Recuerdo de los carpinteros de la plaza"
Un salto de 14 palmos (=3,20 metros)

Bolero se lidió en la segunda de feria en Valencia ese año, en séptimo lugar de un mano a mano de ocho toros, de Rafael Molina y Salvador Sánchez. Bolero, bien presentado, fue un bravo toro que hizo una buena pelea en varas. Lagartijo le hizo una gran faena, tanto que le regalaron el toro o sea, que le concedieron la oreja. Esta es la reseña que se publicó en la revista El Toreo el día 29 de julio.


El caso por tanto aunque infrecuente no es tan extraordinario. En la Enciclopedia Los Toros de Don Antonio y Paíto, he encontrado esta foto ya más reciente (creo que de los años 50) de otro toro saltarín.

Un buen salto de un toro en los corrales de Valencia
La foto no tiene desperdicio pues, curiosamente, se trata del mismo rincón de los corrales donde saltó en 1895 el Miura de La Lidia, aunque sin alcanzar la altura de aquel ni la del toro de Saltillo de 1878.


viernes, 23 de agosto de 2019

Juan Ortega, las chicuelinas en el aire de Chicuelo

Por Jose Morente
Una de las chicuelinas del excepcional quite que dio Juan Ortega en Málaga por este palo mirándose en el espejo de su creador (Foto: Hugo Cortés)
Una chicuelina de Chicuelo (Foto: Archivo Dinastía Chicuelo)

El pasado día 20 de agosto, el diestro Juan Ortega entró en los carteles de la feria de Málaga en sustitución de Sebastián Castella ante una mansa corrida del Puerto de San Lorenzo. Su actuación, muy torera estuvo plagada de múltiples detalles entre los que me apetece destacar un sensacional quite por chicuelinas, mirándose en el espejo del torero de la Alameda, al sexto toro de la tarde. Puede verse aquí a partir del minuto 6:18.

De Chicuelo a la fecha muchas son las chicuelinas que se han dado y muchas las que uno ha podido ver. Chicuelinas de todos los colores, formas y estilos. La chicuelina, el lance que puso en pie Chicuelo a partir de la vieja Navarra, ante la inesperada acometida de un toro, es hoy por hoy un lance recurrente que prolifera por doquier. Chicuelinas de frente y de perfil; esperando al toro o echando el capote adelante; garbosas (tal cual las daba Manolo González) o tremendas (¡Ay, aquellas de Manolete en la corrida de Coaxamalucan con Pepe Luis en México); hondas o ligeras; a toro parado o de salida; a pie firme o al paso... buenas y malas. 

Tanto se han visto, este y otros lances similares, que Corrochano llegó, en pública y pretendidamente jocosa denuncia, a indicar que, viviendo en época de grandes inventos, todos los terminados en "ina" menos la penicilina eran invento los toreros. Antibióticos del toreo, les llamaba.



Era una crítica a los inventos, a las nuevas suertes. Pero se equivocaba de plano el dogmático crítico de ABC, pues la valía y mérito de una suerte está al fin y al cabo no en su antigüedad, sino en su esencia y, sobre todo, en quien y como la practica y su profusión es únicamente indicio de que satisface los gustos del público. Hoy y siempre, la chicuelina ha sido y será piedra de toque de los buenos toreros. Ahí es nada atreverse con un lance creado por un torero tan genial como Manuel Jiménez Chicuelo y que han practicado otros toreros no menos geniales que su inventor. ¡Vivan las chicuelinas!

Aquí como prueba un ramillete de ellas...

Chicuelo. El modelo original. Arte en estado puro. La fuente en la que tienen que beber todos los que se acerquen a este lance. Chicuelo citaba con las manos altas y en posición de tres cuartos.
Manolo Bienvenida. Oro puro de ley en una chicuelina para la posteridad con las manos algo más bajas. Así también las daba Chicuelo.

Antonio Bienvenida. Estética indiscutible en una chicuelina con las manos muy bajas. Tan bajas que exige un toque para desplazar al toro.
Paco Camino. Citando con las manos altas pero de frente al toro y trayéndole muy toreado. El de Camas siempre aportó algo nuevo a todas las suertes que ejecutaba.
Manzanares padre. Clasicismo en vena de un torero en el que se miraban los otros toreros. Estética y personalidad a raudales.
Morante. Miles de registros en el torero de los mil matices. Un ideal de torería indiscutible pero discutido.
José Tomás. La novedad del cite con el compás abierto. Ensanchando el toreo.
Lance sutil, la chicuelina puede también cantarse por lo jondo. Registro dramático en una ajustadísima chicuelina de Saúl Jiménez Fortes.

sábado, 17 de agosto de 2019

La "patadita" de Morante

Por José Morente


La "patadita" de Morante

Buena se ha liado con la patadita (sólo se puede calificar así) que Morante le propinó al sexto toro de la corrida re-inaugural de la Malagueta. Un hecho circunstancial se ha tomado como pretexto para poner en solfa la impecable labor del torero de la Puebla al toro de Juan Pedro.

La cosa tiene bemoles porque en estos estúpidos tiempos que vivimos (sólo puedo calificarlos así) se magnífica un incidente menor y se oculta, omite u olvida lo que de verdad tuvo importancia: la importante faena que nos regaló ese genio del toreo.

Es posible que solo sean una minoría quienes se entretienen en buscarle cuatro pies al gato, pero si así fuera la responsabilidad es de todos pues las redes sociales (donde participamos todos) se han encargado de magnificar algo tan nimio.

Lo que no se dice (¡bueno fuera!) es que esto de la patadita no es un invento de Morante y que habría que remontarse al toreo decimonónico (por ahí andaba Curro Cúchares) buscando antecedentes. Pero Cúchares, también genial, fue un torero maldito y odiado por los ortodoxos, por lo que su ejemplo no nos vale (¿O sí?).

Un antiguo ejemplo entre muchos. Un artículo de don Jerónimo en La Lidia publicado el 28 de mayo de 1888. La patada al hocico era algo frecuente en aquellos lejanos años. El caso es que -de creer al articulista- los públicos de entonces gustaban y aplaudían esas monerías.
Yendo lejos, pero no tan lejos, no está de más recatar esta imagen de ese autoproclamado guardián de la ortodoxia que fue Domingo Ortega. Aquí está el de Borox pegando una patada en el hocico (y con mucho peor estilo y descaro que Morante, todo sea dicho) a uno de sus toros. Fue en Madrid en el año 33 y la foto se publicó en Mundo Gráfico y luego -años después- en El Ruedo.

La patadita del purista Domingo Ortega. Una patada mucho menos airosa y más antiestética que la de Morante de la Puebla.
Concluyendo, este artículo no pretende justificar la patadita de Morante, pues nada hay que justificar a la vista de la historia del toreo. A mi, personalmente, la patadita no me gusta pero tampoco me molesta. En cualquier caso, no es ninguna falta de respeto al toro, como proclaman los listos de hoy, sino suerte menor, muy menor, recurso antiguo, todo lo  antiestético que se quiera, eso sí, pero más viejo que un hilo negro (como ha dicho en twitter Pepe Luis Trujillo del Real) y utilizado por muchos toreros de antes, incluso por aquellos tenidos por más ortodoxos como Domingo Ortega o Rodolfo Gaona y tantos otros aunque, por supuesto, con menos "ángel" que nuestro coetáneo. 

Patada de un torero tenido (y lo era) por muy elegante: Gaona

La verdadera falta de respeto -al toreo- la cometen quienes desconocen su historia y quieren reinventarla o reinterpretarla como están haciendo los catalanes con la suya (que es la nuestra). 

Y que no nos digan que en todo tiempo hubo abusos, porque ese argumento -visto lo visto- tampoco se sostiene.

Otra patada de Ortega publicada en Crónica en 1936. Fea postura, aunque lo sorprendente es el comentario elogioso del pie de foto: "ya no es posible hacer más". Por suerte, luego vino Manolete y demostró que si era posible hacer más, mucho más, toreando de verdad.

miércoles, 14 de agosto de 2019

Cuaderno de notas (CXXXVI) El duelo de los cuñados

Por Antonio M. Romero

Luis Miguel y Ordoñez. Frente a frente


Luis Miguel Dominguín y Antonio Ordóñez protagonizaron un histórico mano a mano en 1959, que Ernest Hemingway plasmó en uno de sus libros

«Fue una de las mejores corridas que he visto; Luis Miguel y Ordóñez actuaron como si fuese lo más serio de su vida». Así se expresa el escritor estadounidense Ernest Hemingway en su obra 'El verano peligroso' y resume uno de los acontecimientos taurinos más destacados que ha visto La Malagueta en sus 142 años de historia: el mano a mano entre dos de las grandes figuras del toreo, los cuñados Luis Miguel Dominguín y Antonio Ordóñez. La efeméride tuvo lugar en Málaga el 14 de agosto de 1959.



No fue la única vez que ambos se batieron en duelo sobre la arena de una plaza en aquel año. Antes lo hicieron en Valencia y Zaragoza, donde comenzó un enfrentamiento que luego se repetiría en cosos como los de Ciudad Real y San Sebastián, entre otras plazas. Testigo de excepción de aquella temporada fue Hemingway. Su biógrafo, Andrés Arenas, recordó hace unos años en una charla en Málaga que el escritor «planteó ese verano como una lucha a muerte entre los dos, con una visión para los 'guiris' americanos de que Dominguín y Ordóñez iban a morir en el ruedo para ver quién cogía el número uno. Era una visión un poco de ficción, porque no olvidemos que los dos toreros eran cuñados». Efectivamente, el rondeño se casó con una hermana de Dominguín, Carmen, el 19 de octubre de 1953.

La corrida de Málaga estaba incluida dentro de la feria para el 8 de agosto. Sin embargo, las cogidas que sufrieron Luis Miguel Dominguín, en Valencia, y Antonio Ordóñez, en Palma de Mallorca, obligaron a aplazar el esperado mano a mano. Éste se celebró fuera del ciclo, en una corrida benéfica extraordinaria organizada por la Diputación Provincial.


Ese aplazamiento no hizo más que acrecentar la expectación que ya habían levantado los dos toreros. Fotografías y testimonios de aquella tarde evidencian que en el coso del paseo de Reding, y a pesar del fuerte calor, no cabía un alfiler. Había, incluso, espectadores colgados de las columnas de los pisos superiores de la plaza. Los tendidos numerados se llenaron casi una hora antes del inicio del festejo, que fue a las 18.15 horas. Y mucho antes, las localidades no numeradas. Nadie quería perderse tan magno acontecimiento.




«¡Al fin solos! Al fin hemos visto, solos, a Luis Miguel y Antonio Ordóñez, tras una esperanza que se nos hacía demasiado larga y casi interminable. ¡Al fin solos! Es la palabra que precede a la luna de miel, la nuestra, la de los millares de aficionados, que llenaron ayer tarde el circo de La Malagueta». De esta manera empezaba su crónica Juan de Málaga, histórico crítico taurino de SUR.

Vuelta al ruedo de los dos toreros con el ganadero Juan Pedro Domecq


Hoy cuando se cumplen exactamente 60 años desde aquella inolvidable tarde, no está de más recordarla de la mano de mi amigo Antonio Montilla, en este artículo publicado en el Diario Sur el domingo, 10 junio 2018 en la sección Historias de la Malagueta

domingo, 11 de agosto de 2019

Cuaderno de notas (CXXXV) A Ignacio en su Centenario

Por Pepe Luis Trujillo del Real

Dibujo de Martínez de León de la cogida de Ignacio en Manzanares (publicado en Crónica el 19 de agosto de 1934)

¿Qué tienen en común el Real Betis Balompié con el Guernica de Picasso, con la Argentinita o con Sinrazón, con Rafael Alberti -Verte y no verte- y Pontevedra, el Graff Zeppelin con Juan Belmonte, la Esperanza y Joselito, el Ateneo con Pino Montano, Federico  y Nueva York, la pila bautismal de San Lorenzo o con la localidad manchega Manzanares ...?

Hay un nexo de unión entre todos ellos, un nombre poliédrico que se escribe con letras de oro, y no es otro que el del torero Ignacio Sánchez Mejías. Un nombre cuyo triángulo decora el correspondiente al Presidente n° 12 del Villamarín, alguien del que hay quien dice que si en vez de haber sido español hubiera sido británico o americano su vida hubiera sido llevada a la literatura y seguro que a la gran pantalla y del que en estos días que se cumple el centenario de su alternativa en Valencia.

Sánchez Mejías fue a nivel futbolístico quien puso la simiente a finales de los años 20 y principios de los 30 del gran equipo que obtuvo los laureles del triunfo del balompié de la época, pero también fue el torero valiente y arrollador que tenía una deuda con la tauromaquia, pues muerto Joselito la silla del toreo estaba vacante, y él era el Guardián del Vaticano de la tauromaquia, quien asumió la púrpura traspasada aquella tarde de Talavera ... Pero además Ignacio fue el hombre que destacó en otras facetas, ya fuera la empresarial, la aviación, la deportiva o la literatura.

Hoy 100 años después de su alternativa es de justicia recordar a este genio con aquello de Lorca en su universal llanto ante el héroe muerto -aires de Roma andaluza-, que el granadino supo descubrir, pues tardará mucho en nacer si es que nace un andaluz tan claro, tan rico de aventura, y recordarlo siempre en algo que nunca podremos olvidar en Bético - y como dijo Gerardo Diego- cómo un torero... (porque así es como te quiero, como lo que eres, Ignacio, siempre tú, banderillero.).

Viva siempre el Betis!!!!

Me ha parecido interesante rescatar hoy, cuando se cumplen años de la cogida que le causó la muerte, este artículo de Pepe Luis Trujillo del Real publicado en el magnífico blog "El soberao de Pepe Luís" en marzo de 2019, al cumplirse el centenario de la alternativa del torero.