sábado, 13 de octubre de 2018

De la bulería festera a la bulería para escuchar

Por Ramón Soler



Nota de LRI: Carlos Martín Ballester es un pedazo de aficionado al que no tengo la fortuna de conocer. Uno de esos lunáticos que se obsesionan con el flamenco y dedican buena parte de su tiempo y sus energías a disfrutar y difundir nuestra cultura. Carlos ha iniciado una colección de libros que va a hacer historia pues cada título, que está dedicado a uno de los grandes del flamenco, incluye unos textos de lujo (José Manuel Gamboa, Norberto Torres y Ramón Soler junto a Carlos componen el elenco habitual, a los que hay que añadir los prologuistas de cada tomo que, en las dos primeras entregas, han sido Manuel Ríos Ruíz y José Manuel Caballero Bonald. Lo dicho, de lujo). El añadido o la base, según se mire, es la recopilación de toda o casi toda la discografía (de pizarra) del cantaor al que va dedicado libro pues Carlos es, además coleccionista de tronío. Van dos tomos, el primero dedicado a don Antonio Chacón y el segundo al Majareta o sea, a Manuel Torres. Para este trimestre ha anunciado la publicación del tercer tomo dedicado a Tomás (Tomás en el flamenco solo puede ser Tomás Pavón).

Las grabaciones históricas son la base pero los textos merecen muy mucho la pena. Por ejemplo, en el tomo dedicado a Manuel Torres, el análisis que Ramón Soler dedica a uno de los cantes es un verdadero tratado sobre la creación de uno de los palos de más enjundia flamenca: la bulería por soleá a partir de las bulerías.

Según Ramón, fue Pastora Pavón la primera que grabó -por dos veces- las bulerías por soleá en 1914, pero todavía a ritmo de bulerías. También fue Pastora la primera en grabar una bulería por soleá propiamente dicha en 1917. Luego llegaría la versión de Manuel Torres en 1928, el Majareta le dio a ese cante toda la enjundia y jondura propias de los cantes del genial jerezano. Merece la pena conocer ese proceso (y leer el libro entero, por supuesto, del que este extracto puede y debe servirnos de aperitivo)

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Las bulerías por soleá aparecen en la discografía poco después que su pariente cercana la bulería. Como indica su nombre, integran una va­riedad de estilos de bulerías en compás de soleá. Del mismo modo que hay fandangos por soleá hay bulerías por soleá, solo que la confusión en este último caso es mayor dado que el compás —no el tempo— de la soleá y la bulería es el mismo. Quizás sea esa la causa de que las denominaciones que se usan sean diversas.

El primer registro que conocemos de una bulería por soleá es de la Niña de los Peines, aunque el título es «Bulería Pastora» . Lo impresionó en 1917 con la guitarra de Currito el de la Jeroma. Ahí interpreta el estilo con el que abre Manuel Torres su grabación, con la letra «Tú no digas que me has dejao». Es muy posible que Pastora aprendiera esa bulería de La Pompi, siete años mayor que ella.

Estas bu­lerías lentas son las que se han cantado tradicionalmente en los tabancos de Je­rez al son de nudillos, por eso también se les conoce como bulerías pa' escuchar, para diferenciarlas de las bulerías para bailar, habituales en las fiestas. Si bien las bulerías pa' escuchar son muy populares en Jerez y de raíz eminentemente tra­dicional, también se les atribuyen al jerezano Antonio la Peña y al Sordo la Luz —nacido en 1854—, sobrino que era de Paco la Luz y abuelo de Manuel Soto ‘Sordera’.



Pastora es la primera que graba una bulería por soleá con esa misma música de inicio, pero a ritmo de bulería. La impresiona en 1914 con la guitarra de Luis Mo­lina, para la casa Odeón. Aparece en dos grabaciones que titula apropiadamente «Bulerías nuevas n.º 1» y «Bulerías nuevas n.º 2».

Debió de ser todo un hallazgo expresivo para la sevillana, pues en ambos registros repite varias veces la misma melodía en letras como «No seas loca y ten talento», «Lo que me pasa contigo», «Por tu causa yo me veo», «A voces te estoy llamando» y «Quisiera ser como el aire», todas de sabor netamente jerezano. Además, duplica versos e intercala un verso tópicoMare de mi alma») para darle mayor amplitud al cante, aspectos cruciales en el paso de la bulería festera a la bulería por soleá. No es hasta 1923 cuando ya aparece la denominación «Bulerías por soleá» en un disco de La Anda­lucita, que es la denominación que nos parece más apropiada para estos cantes.


La grabación de bulerías por soleá que tenemos de Manuel Torres es extraordi­naria, más que por su variedad estilística —que en esa época estaba por desarro­llar bastante— por su expresividad. Tras un flamenquísimo temple, caracterizado por la peculiar dicción nasal de Manuel, interpreta primeramente el cante atribui­do al ya citado Antonio la Peña. Lo ejecuta con tercios cortos, alejado de la esté­tica sevillana, que tiende a más adornos, como hicieron los Pavón, Marchena y Carbonerillo a partir de los años 20. Esa brevedad en el decir de Manuel casa bien con el título de «Bulerías cortas», una forma que ha defendido en los últimos tiempos el gran Manuel Moneo, recientemente desaparecido.

El paso de coplas de tres versos, como la primera, hasta llegar a componer un cante de ocho tercios cantados es de gran importancia para la consolidación de la bulería por soleá como estilo autónomo alejado de la bulería festera. Los versos aña­didos le dan mayor contenido a la copla y a la expresión musical. Destacamos el modo con que pronuncia las palabras «buscarme» y «veas».

Le sigue el mismo estilo, pero sin repetir la parte final del cante. Como en el an­terior, el modo de alargar la palabra «brazos» de forma compungida está cargado de emotividad. Sin que transcurra un compás con la guitarra sola —lo que incremen­ta el pathos— cierra Manuel con una bulería corta, un estilo que ya le escuchamos a la Niña de los Peines en su primera grabación de bulerías festera, de 1909, con las letras «Yo tengo mu mala nota» y «Mujer qué quieres de mí». Al cantar Manuel To­rres dicha bulería a ritmo de soleá gana en intensidad emocional.




SOLER, Ramón en  el libro-CD "Manuel Torres-Colección Carlos Martín Ballester
(1ª ed., s.l., 2018, págs. 318-320)


viernes, 12 de octubre de 2018

URDIALES

Por Fernando Cámara

Diego Urdiales

Urdiales firmó en Madrid, lo que sin duda, serán una de las faenas más importantes de la temporada.

Realizó una labor rabiosamente ortodoxa y pulcra ante dos toros colaboradores de Fuente Ymbro, encaste Domecq. Perfecta colocación y compostura en armonía con las formas de los engaños cuyas sutiles siluetas parecían hechas para una perfecta simbiosis de movimientos ante la pujante bravura de los de los astados. 

Aparecían estímulos y formas donde los trayectos tranqueados de los toros seguían fielmente la muñecas del que realiza la obra. Un lunático influenciado por el romanticismo y la seducción de embestidas que proporcionen el compás necesario para la preciosa y templada realización de la música en el ruedo. 

Toreo reunido y redondeado, añejo, antiguo y lleno de lo que pudiera ser una performance vintage a la vanguardia de los tiempos. Perfecta interpretación de la intimidad de un sentimiento torero y de la dignidad ornamental que pedía a gritos un acto de comprensión. En pocas palabras, un toreo imposible de definir con palabras y más allá del recuerdo que dejó en el alma de casi todos los que allí se congregaron. 

Toreo renacentista y basado en lo esencial, sin aspavientos, íntimo y arrancado del llanto del alma en su deseo de expresar sus emociones y sentimientos ante un público ajeno totalmente a la pasión del torero, pero no al margen de las cloacas del sistema. 

Urdiales reivindicó su postura, su estilo y su filosofía de lo que, para él, es ejecutar e imponer el toreo de todos los tiempos en una obra contemporánea donde todos fuimos testigos, excepto algunos, de la esquizofrénica locura que representa una inocente tarde de toros y fiesta...