jueves, 22 de septiembre de 2022

Eso no lo manda la ley. Sobre las faenas cortas y largas.

Por Jose Morente

La faena de Juan Mora en la feria de otoño de 2010. Faena corta, pero intensa, de mucho aroma y torería, de muchos quilates. Una gran faena. Mora estuvo sublime esa tarde. Faena para el recuerdo.

Sostienen los aficionados integristas que las faenas de muleta tienen que ser cortas. "Como manda la ley", dicen. Es una opinión que a priori parece  razonable pues "lo bueno si breve, dos veces bueno".

Sin embargo no comparto ese criterio. Eso de la faena corta, no lo manda la ley.

Me parece oportuno recordar una reflexión de Pepe Alameda sobre esta opinión muy extendida , que algunos aficionados quieren convertir en dogma.

"Una de los poderes maravillosos que le descubren a Juan[se refiere a Belmonte] es el de que, con el talismán del temple, puede hacer pasar al toro, aunque este no embista.

Pero Juan no da más que diez o doce pases, los que el toro tiene, los que corresponden a su primer impulso y facultades. En cuanto el toro no viene, la faena se acaba. Y entonces, ¿de dónde se saca lo del talismán? Pero responden: "Ah, no, es que esos son los pases justos, los que debe tener una faena"... No me diga. ¿En dónde está escrito eso, en el Partenón, en el frontispicio de la plaza de piedra de Ronda, la de los toreros machos o en las tablas de Moisés?..."

En la misma línea Corrochano en su crónica sobre la histórica faena de Chicuelo a Corchaíto (1928) a base de naturales, indica que los hubo para todos los gustos, y añade:

"Del mío, fueron los últimos naturales, cuando ya había que enganchar al toro en la muleta y tirar de él y hacerle pasar. Tengo mis preferencias. No me importa que el toro pase porque le dé la gana.; me interesa mucho más que el toro pase cuando le de la gana al torero, cuando sé que el toro ya no quiere y el torero tira y obliga y le hace pasar. Por eso la última parte de esta faena preciosista fue más de mi gusto."

Voy obviar el adjetivo de preciosista aplicado a una de las más grandes faenas de la historia. Una faena que cambió el rumbo del toreo, dicho sin exagerar. Porque lo que aquí me interesa comentar es la opinión de don Gregorio valorando más los naturales finales que los iniciales porque, en los primeros el toro pasa solo por inercia y, en los últimos, el torero tiene que tirar del toro.

En esas faenas cortas de 15 o 20 muletazos tan ensalzadas por los puristas, se aprovechan las arrancadas iniciales, las inercias, del toro y, aunque tienen su mérito (en eso discrepo de Corrochano, pues ahí es nada enaltecer al público con tan poco), tanto o más mérito tienen (y en eso si coincido con Corrochano) esos muletazos del final de la faena tirando del toro, cuando el toro pierde su empuje inicial y se para. Cuando el toro pasa porque quiere el torero, no por inercia. Opinión en línea con ese aforismo reciente que dice que: "el toreo empieza cuando se para el toro"

Y conste que no defiendo la faena pasada de rosca, por exceso de muletazos, en los que se aburren el toro y el público. Esa no tiene defensa.

Opiniones hay para todos los gustos. Por eso bien está alabar y disfrutar con esas faenas cortas que emocionan por su brevedad y sorpresa, como la de Juan Mora en Madrid que recordábamos al principio de esta entrada, pero -como en el toreo no hay reglas fijas, salvo las que impone el toro- no deberíamos denigrar o criticar la faena más larga, aquella en la que, cuando el toro se para, el torero le obliga a pasar.

Disfrutemos con el buen toreo y vamos a dejar de encasillarlo en reglas y frases hechas que solo sirven para empobrecer nuestra visión de aficionados.

Como dice la letra de la caña:

A mí me pueden mandar
A servir a dios y al rey;
Pero dejar a tu persona,
Eso no lo manda la ley

Enrique Ponce ha sido torero de faenas largas y, precisamente, ha sido en esos tramos finales de esas faena con el toro parado donde ha conseguido los muletazos más largos y templados que, por inesperados, han calado enormemente en los públicos.

domingo, 18 de septiembre de 2022

Morante. Recordando a Gallito

 Por Jose Morente

Morante en Béjar el 9 de septiembre de este año, dando la puntilla al toro en pie a cachete (Fotografía de Aplausos). Suerte que ya practicó en otras ocasiones anteriores.

En noviembre de 2012 recordábamos en este blog, dentro de la serie "Suertes en desuso", una vieja suerte: la del cachetero con el toro en pie (Puede leerse aquí).

El tema que venía cuento por una foto de Joselito el Gallo apuntillando de pie a un toro. Una suerte que practicaba con relativa frecuencia y que nos daba nos daba pie para reflexionar sobre el descabello y la puntilla. Su historia y circunstancias. 

Por lo que respecta a la puntilla cuestionábamos la costumbre actual de apuntillar al toro echado por delante, no por detrás como se hacía -con más lógica y seguridad- antiguamente. 

Joselito el Gallo apuntillando a un toro todavía en pie, a la ballestilla.


Tauroteca. Morante en Béjar apuntillando al toro en pie.



Adenda. Sobre la suerte de la puntilla y la manera de ejecutarla, publicamos una entrada del blog también en 2012. Puede leerse aquí.

Al hilo de esa entrada y si comparamos las dos fotografías anteriores (la de Morante y la de Joselito), podremos observar que la manera de coger la puntilla en ambos toreros es diferente

Veamos otras dos fotos de ambos apuntillando en pie algunos de sus toros. He encontrado estas dos:

Morante en enero de 2015 en México


Joselito en 1914 en Madrid


Si nos fijamos en la forma de coger la puntilla, podemos observar que, en sus dos toros, Morante la coge con todo el puño y apuntilla al toro "a cachete". 

Joselito, en los dos suyos, la empuña dentro de la palma de la mano, "a la ballestilla". 

Esa es la única diferencia. Esa y los cien años transcurridos de una a la otra.

Pero como decía Gregorio Corrochano en "Cuando suena el clarín" comparando dos fotografías muy similares de Luis Miguel Dominguín y Gallito en frase que (con matices) suscribo:

¿Se torea hoy mejor que nunca?
¿Se torea peor?
Cuando torean dos toreros de verdad, dos maestros que saben torear, el toreo es siempre el mismo. Varían las modas que son pasajeras; los modos no, que son permanentes.

sábado, 17 de septiembre de 2022

Morante. Recordando a Reverte

 Por Jose Morente

Salamanca. Morante tras la estocada se arrodilla -recordando a Reverte- ante un toro de Galache.

Antonio Reverte fue en su época lo que hoy se llamaría un torero mediático, con una gran repercusión popular. De el, de su toreo y de su vida hemos tratado ya antes en este blog. Primero comentando su trayectoria taurina en dos entregas (esta y esta). Luego, comentando una película suya donde aparece en un quite dando su famoso recorte capote al brazo (se puede ver aquí).

Su éxito declinó tras la tremenda cogida de Bayona. El día 3 de septiembre de 1899, Antonio Reverte hacía el paseíllo en esa plaza acompañado de Rafael Guerra Guerrita. Tras la estocada a su primer toro (Grillito de Ibarra), Reverte se arrodilló en la cara de la res permaneciendo en esa postura más tiempo del aconsejable. Cuando intentó levantarse o cuando se acercó a él, según versiones, el toro no tuvo más que alargar la gaita, enganchar al diestro por la corva y suspenderlo en el aire un momento, dejándolo caer en el suelo. 

Tres meses antes, el 21 de mayo en Béziers, Reverte hacía idéntico desplante al que le costó la cornada fatal.

Sus banderilleros Moyano y su sobrino Revertito (quien le iba taponando la herida intentando parar la brutal hemorragia) le llevaron en brazos al barracón que hacía las veces de enfermería, mientras el toro doblaba por la estocada.

Reverte en brazos de Moyano y Revertito se desangra camino de la enfermería.

En la enfermería le ligaron la femoral, que salía de la carne, arrastrada por el gatillazo hacía afuera del pitón del toro, y que sujeta por unas pinzas latía fuertemente, lo que impresionó a todos los que allí estaban.

Aunque salvó la pierna y la vida e incluso volvió a torear, ya nunca fue el mismo. Lo que Reverte había intuido en la misma enfermería cuando se percató de la magnitud de la herida pronunciando una tremebunda y conocida frase: “¡Se acabó el carbón!” 

Murió en 1903, según se dijo por un error de las enfermeras del hospital donde convalecía de una operación  de un tumor en el hígado.

El desplante de Reverte a Grillito era en el habitual y lo había hecho en distintas ocasiones, incluso de espaldas al toro, pero sin mayores consecuencias. Sin mayores consecuencias... hasta el día de Bayona.


Morante evoca a Reverte

Ayer en Salamanca, Morante evocaba la memoria de Reverte. Tras la estocada a su segundo toro, el diestro de la Puebla se arrodillaba en la cara del burel que casi al mismo tiempo caía de rodillas para no levantarse.

Destacamos de Morante su arte y enjundia, así como su entrega al torear e, incluso, algunos aficionados se hacen eco de su técnica y capacidad lidiadora, pero olvidamos a veces que este gran torero destaca en algo poco frecuente en los diestros de su cuerda artística... el valor. Morante es un torero valiente a carta cabal. 

Más vale que no lo olvidemos.

El valor de Morante justifica el eslogan que el torero utilizó durante las temporadas 2014-15

Tauroteca. Morante en Salamanca. Desplante "a lo Reverte"



viernes, 16 de septiembre de 2022

Almería XXV Pregón del toro de lidia 2022: Una historia del toreo a través del cante

 XXV PREGÓN DEL TORO DE LIDIA 2022. ALMERÍA

UNA HISTORIA DEL TOREO A TRAVÉS DEL CANTE

Toreros y flamencos forman una gran familia. El torero, pariente rico, ha celebrado tradicionalmente sus éxitos en el ruedo con fiestas flamencas. No es extraño el trasvase entre uno y otro arte. Toreros que han sido flamencos (Centeno, Aurelio de Cádiz, el Almendro, El Bengala, Tío José el Granaíno, etc.) y flamencos que han toreado o querido torear (Silverio, Onofre, el Mellizo, Camarón, etc.)

Por esa larga relación entre unos y otros, es por lo que se puede recorrer la historia del toreo a través de los cantes flamencos. Ese ha sido el contenido del XXV Pregón del toro de lidia 2022. La historia del toreo a través del cante. Cantes acompañados de sus correspondientes imágenes, ya sean grabados, fotografías o películas.

Una historia del toreo que se inicia, de la mano de Pepe Marchena, recordando desde los tiempos remotos de Pepe-Hillo, Pedro Romero y Costillares, la época goyesca y de la primera competencia de la historia, hasta los de Guerrita y el Espartero, pasando por los toreros del XIX, Bocanegra, El Marinero, Hermosilla,…

Historia que seguía con la trágica muerte en Ronda del legendario Curro Guillén (“Bien puede decir que ha visto/ lo que en el mundo hay que ver/quien ha visto matar toros/ al señor Curro Guillén”) en una escena tremenda donde el toro sale de la suerte con Curro Guillén en un pitón y en el otro con su peón Juan León, en un quite inútil pero heroico, convertido en lámina de la Lidia. Canta por rondeñas, Curro de Utrera (“Plaza de toros de Ronda/Triste recuerdo pa´ Utrera/Curro Guillén su torero/Con un toro de Cabrera/Perdió la vida en tu albero”). En todo caso, cuando se habla de Ronda es obligatorio recordar al maestro de maestros Antonio Ordoñez.

Ese arrojado Juan León aparecía de inmediato en Madrid, esa ciudad que merecería ser andaluza por su afición a los toros y al flamenco, acompañado de Cúchares (su discípulo) y el Tato (yerno de Cúchares) en el Café de la Unión. Tertulia torera recordada en el estribillo de los caracoles de don Antonio Chacón, aquellos que comienzan por “Como reluce/la gran calle de Alcalá/cuando suben y bajan/los andaluces”. Evidentemente, los andaluces que suben y bajan por la gran calle de Alcalá, no son otros que los andaluces aficionados que iban a ver toros en la plaza vieja de Madrid, la que estaba donde ahora está el Palacio de los Deportes.

Del Café de la Unión, Cúchares, el genial heterodoxo, se fué a la Habana a torear toros “yankees” y allí muere del vómito negro. A su muerte y recuerdo le canta por tanguillos (tangos de carnaval) de las Viejas Ricas, el no menos genial ni menos heterodoxo Pepe Marchena (“Con el mar revuelto y brusco/Y a la Habana fuimos a parar/Visitamos los sepulcros/De Cúchares inmortal”).

Pero el siglo avanza de forma trepidante, tan trepidante como esas bulerías dedicadas a Lagartijo y Frascuelo, de la mejor cantaora (y me atrevería a decir cantaor) de la historia: Pastora Pavón “La Niña de los Peines”. Una competencia la de Rafael y Salvador, a cara de perro, sin concesión alguna. La gran competencia, una lucha que duró un cuarto de siglo y que sus partidarios dirimían a bastonazos. Pasión en el ruedo y en los tendidos. Bendita pasión.

Tras ellos, viene Guerrita, tras el nadie y después de nadie Antonio Fuentes. Aunque el interregno está dominado por Bombita y Machaquito (en realidad dominado por los ganaderos) en el fondo de ese cuadro de principio de siglo destaca la figura armoniosa de dos toreros elegantes: Antonio Fuentes y Rodolfo Gaona. Fina estampa.

Pero el pulso de la fiesta se recupera (¡Y de qué manera!) cuando Joselito el Gallo irrumpe en los ruedos y deslumbra a los públicos y, en particular, a los buenos aficionados. A Joselito le canta (“Maestranza de Sevilla/la del luminoso albero/la que huele a manzanilla y a capote de torero”) otro maestro Antonio Mairena. Ambos gitanos y ambos muy profesionales, una curiosa combinación que deshace el tópico. Joselito lo domina todo. Capote, banderillas y muleta. Domina las reses y las suertes. En resumen, el mejor torero de la historia, con permiso de Juan Belmonte quien fue su primer gran partidario (todos los toreros fueron partidarios de José y el que más, Juan). Joselito es el toreo mismo. El maestro de maestros, dentro y fuera de las plazas. ¡Qué torero!

La edad de plata que sigue a su muerte fue tremenda. Muchos y buenos toreros intentaron avanzar por la senda marcada por Joselito y Belmonte, tan complicada. Época de muchas cogidas y muchas muertes (Granero, Varelito, Sánchez Mejías…). Uno de las más lloradas fue la Curro Puya, Francisco Vega de los Reyes “Gitanillo de Triana”. Lo mata un toro de Graciliano en la plaza de Madrid. Antonio el Sevillano le canta por alegrías (“Tenía Triana un torero/Curro Puya se llamaba/el que asombró al mundo entero/con su toreo de capa”) recordando, al final a su hermanillo Rafael que remata un quite en Madrid a paso de baile por bulerías: “Siempre lo recordaré/Siempre lo recordaré/Como nunca “olvío”/El arte gitano/de su hermano… Rafael”.

Tras la Guerra y bebiendo en las fuentes del toreo en redondo de Joselito y Chicuelo, Manolete “el Monstruo” crea la faena moderna, la que ha llegado a nuestros días y cuyo epicentro y eje se encuentra en el pase natural. Un pase natural elevado a la enésima potencia y que Manolete convierte en santo y seña de su toreo, puro, muy puro. Manolete torea al natural a todos los toros ¡hasta los gazapones! Lo nunca visto. Manolete, mito en España, en México fue dios. Su entrega en todas las plazas, en todas, fue proverbial. Al final, cuando pensaba en retirarse, le mata en Linares un toro de Miura (la leyenda continúa) hace ya 75 años. Su íntimo amigo Manolo Caracol, un genio, hijo de Caracol el del Bulto mozo de estoques de Joselito, le canta, deberíamos decir le llora, por zambras(la melodía es la de “Carcelero, carcelero”): “El as de los ases fue/Mezcla de gitano y moro/Manolete el cordobés/Dejó su vida en el toro”. Impresionante.

El toreo es tragedia, pero también fiesta desbordante y apasionada entrega. El público más apasionado sin dudas el de México. Y a esa tierra mágica nos acercamos para ver torear a Paco Camino entre el clamor del público mexicano y con los comentarios en directo del mejor crítico taurino de la historia, el que vino a poner todos los puntos sobre todas las íes: Pepe Alameda, un español exiliado en aquellas tierras. El fondo musical lo pone Pericón de Cádiz por tanguillos algo ripiosos (“Ay, Paco Camino/Eres el mejor/Porque llevas en tu cuerpo/El embrujo que Dios te dio”), pero no importa, el toreo de Paco Camino, enseñando a embestir a un manso de Santo Domingo, es oro de muchos quilates tanto en la forma como en el fondo  ¡Viva México!

La época de Paco son los 60, la época del Cordobés otro heterodoxo genial. También la época de Rafael Vega “Gitanillo de Triana” (el hermano pequeño de Curro Puya),Curro Romero, y Antoñete. A mediados de aquellos años 60, el Montepío de toreros decide grabar un disco de villancicos con ese magnífico cartel. Para grabar, Antoñete recogía a Gitanillo quien consideraba necesario -para hacer voz- tomarse una copita de aguardiente. Que no era una, sino varios. Cuando los dos llegaban al estudio -donde esperaba paciente Romero sobrio pues había hecho promesa de no trasegar alcohol-no estaban en condiciones de cantar y no grababan. Así una vez y otra. Al final aquello no se pudo aplazar más y grabaron… como pudieron. Gitanillo con la voz pastosa recitó “Son las cinco de la tarde/abre marcha alguacilillo/que aquí estamos tres toreros/para hacer el paseíllo”. Curro canta y, por cierto, bastante bien: “Ole con ole mi niño/ole con ole y olé” y ¿Antoñete?… Antoñete torea. Vemos torear al Antoñete de su feliz su reaparición en los años 80. Se merecía el reconocimiento que tuvo.

Llegamos a nuestros días. Si hay un torero que ha marcado nuestra época por su entrega, es José Tomás. Resulta casi increíble que haya podido torear después de Aguascalientes y lo está haciendo, siquiera sea con cuentagotas. Pero no importa. José Tomás se ha ganado el derecho de torear donde, cuando y como quiera. Como el mismo dice: “Donde te pones no se pone, torero alguno, ni se pondrá/No hay nadie como tú en el ruedo, ni tan honrado, ni tan verdad/Podrían con otros compararte, pero tú eres, lo saben ya/El más grande de los más grandes, torero caro, y universal (…) Citas, te entregas y entrelazas, tu vida en cada plaza, y no dudas jamás/Cuelga tu nombre en los carteles, y vuelan los billetes, por verte torear/Eres orgullo de tu gente, el príncipe valiente, allá en Galapagar/Eres de España un estandarte, un caballero andante, eres José Tomás”. Las imágenes de Nimes y Barcelona ponen el mejor contrapunto torero a su mensaje.

Hemos llegado al final de una historia, la del toreo cuyo mejor resumen se encuentra en la edad de oro. La época de Joselito y Belmonte. Ambos cierran un siglo y comienzan otro. El toreo de hoy bebe en el toreo de ambos. A ellos, a Joselito y a Belmonte. A José y Juan les canta por tientos copleros Juanito Valderrama:

Quién inventará la copla
que eche al aire aquel recuerdo.
Quién la cantara una noche
en voz baja, como un rezo.

Que mujer se pondrá triste,
que hombre se ha de sentir viejo,
y quién abrirá la jaula
de los pájaros del tiempo.

Tarde de toros y sol,
parece que lo estoy viendo,
Joselito y Juan Belmonte
con seis, con seis de Pablo Romero.

Si un día me quedo ciego,
mis ojos quisieran ver
aquel gran tercio de quites
que hicieron Juan y José.

Para asistir a la fiesta,
vino un aire marismeño
y se escuchó en el “tendío”
la pro, la profecía del viento.

“Tú José tendrás la muerte
que sueña siempre un torero.
Y tú Juan tendrás el vino
que beben los caballeros”.

En José será podía,
y en Juan será ya no puedo,
pero tendrán igual pena
uno vivo y otro muerto

Quién inventará la copla
que eche al aire aquel recuerdo.

Esta historia del toreo que es historia de entrega, grandeza, triunfo y tragedia tiene por escenario privilegiado la plaza de toros. Cada plaza, cada público con su propia personalidad e idiosincrasia. En algunas, como Sevilla, el toreo se vive como un rito, con unción casi religiosa. En otras, como Madrid, el público se inviste toga de catedrático y examina con rigor, más justiciero que justo, a los toreros. En otras, finalmente, como en México, el toreo es una fiesta de pasiones entregadas y júbilo exultante cuando surge el toreo, el buen toreo.

Así es también la plaza de Almería. Una plaza del sur, una plaza andaluza, donde el toreo se vive como rito ancestral y mágico y también como examen de un público dispuesto a premiar a cualquier torero que se lo merezca, pero donde, sobre todo, el toreo se vive como una fiesta. La verdadera fiesta:¡La fiesta de los toros!

Almería. Interior de la plaza de toros. Ambiente festivo como corresponde a nuestra fiesta.

Nota: El texto que se incluye en esta entrada es un resumen del XXV Pregón del toro de lidia que sirvió de pórtico a la feria taurino de Almería y que, con el título "Una historia del toreo a través del cante", me cupo el honor de pronunciar invitado por el Foro Cultural 3 taurinos 3 y la Diputación de Almería, representada por Ángel Escobar. Este resumen puede leerse también aquí en la web del Foro Cultural 3 taurinos 3 con imágenes del acto. 

Mi agradecimiento a mis amigos Juan Jose Torres mi presentador al que agradezco -aunque excesivos- sus elogios, Juan Aguilera, organizador y alma mater del acto y de nuestra estancia en Almería, Eloísa Cabrera, mi Delegada favorita y gran aficionada, Juan Manuel Pozo, mi compañero en todas las bregas taurinas, Paolo Mosole y los miembros del Club Taurino Italiano, incansables defensores del toreo en el mundo mundial, también por supuesto a mis familiares presentes, en particular mi mujer, correctora y editora de todos mis textos, y, en general, a todos los asistentes al acto. 

Una jornada y las que le siguieron, en esa tan acogedora ciudad de Almería, realmente inolvidables. 



martes, 6 de septiembre de 2022

Ampliando nuestra biblioteca taurina (VIII) Pepe Alameda

Por Jose Morente

Si hay un autor taurino cuyos libros es obligado leer (y releer) ese no es otro que Pepe Alameda cuya visión no se basa en el tópico sino en el conocimiento real de las claves del toro y del toreo.

Si hay un escritor taurino al que sea obligado leer, ese es José Alameda, seudónimo de Carlos Fernández Valdemoro, también conocido como Pepe Alameda.

Pepe Alameda nació en Madrid en la calle Goya y aunque se dice que fue en 1912, el dato no es preciso. De niño conoció a Joselito en Marchena y, más tarde, llegó a torear en el campo con Juan Belmonte. Vivió en México desde 1940 donde murió en 1990.

Periodista, polemista, escritor, poeta. Pepe Alameda es quien más y mejor ha escrito de toros. En sus libros fue poniendo poco a poco todos los puntos sobre todas las íes, desentrañando aquellas claves del toreo que no supieron ver quienes, como Corrochano, Cañabate o Clarito, nunca se pusieron delante de un toro.

El toreo arte católico y Disposición a la muerte (Edición del Casino Español, 1953)

El primer libro de Pepe Alameda El toreo Arte Católico, incorpora un artículo "Disposición a la muerte" publicado en 1944 en la revista El hijo pródigo.

Ese ensayo es muy interesante primero porque ahí se esboza la idea que luego plasmaría en su célebre slogan radiofónico "el toreo no es graciosa huida, sino apasionada entrega" y, segundo, porque siendo partidario de Joselito, el artículo hace una apasionada defensa de  Belmonte, refutando las tesis del libro "El arte de birlibirloque" de José Bergamín que acababa de reeditarse en México.

El cuerpo principal "El toreo arte católico" recoge el contenido de una conferencia publicada el 23 de marzo de 1953 en el Casino Español de México. La tesis que sostiene, quizás explique la inquina que el puritanismo anglosajón claramente protestante viene manteniendo contra la fiesta de los toros. 

Los arquitectos del toreo moderno (B. Costa-Amic, México, 1961)


Portada de la 1ª edición.

Portada de la reedición de Bellaterra (Barcelona, 2010)

La publicación de este libro (aunque poco conocido en España), provocó una fuerte reacción del belmontista Luís Bollaín en su obra última "El toreo". Alameda se dio cuenta que Belmonte no podía ser el "inventor" de la faena en redondo por naturales porque siempre (salvo muy escasas ocasiones) toreó en ochos. Como quiera que fue Chicuelo el primero que triunfó en México engarzando y ligando naturales en redondo, a él atribuyó el invento. La respuesta de Bollaín, gurú del belmontismo fue muy dura contra Alameda y contra Chicuelo:

«No he conocido un caso de chicuelismo igual que al de ese buen escritor taurino de España, aunque enraizado en Méjico que firma sus trabajos con el seudónimo de José Alameda. Hace unos años escribió un libro de exaltación chicuelista: Los arquitectos del toreo moderno. Y como sin duda le parecieron flacos y pobretones los estereotipados elogios a la “gracia”, la “pinturería”, el “donaire”, el “duende”, la “vista torera”…, que en verdad merece en justicia más que nadie este gran artista de la “Alameda” de por aquí –la de los Hércules sevillanos–, el “Alameda” de por allá se echó a buscar un elogio original gordo y sonoro, y encontró este: Chicuelo –vino a decir– es el verdadero arquitecto del toreo moderno, el que halló solución al problema planteado por Belmonte y que Belmonte no supo resolver, el verdadero revolucionario del arte de torear»

No creo, en eso coincido con Bollaín que Belmonte se planteara un problema que no supo resolver, y no lo creo porque su toreo iba por otra línea (la del toreo cambiado o en ochos). Lo que sì está hoy muy claro para los tratadistas imparciales es que Belmonte no pudo ser arquitecto del toreo moderno en redondo, sencillamente porque ese modo de torear le era completamente ajeno. Sus aportaciones son otras. 

Por lo que respecta a Chicuelo, Alameda matizaría su papel en esa historia del toreo moderno en sus postreros libros, pasándolo de inventor a genial transmisor.

Los heterodoxos del toreo (Grijalbo, 1979) 



Uno de los libros más interesantes de Pepe Alameda y un canto a la inventiva y la creatividad en el toreo, algo que suele ser denostado por los puristas. 

El comienzo "Sobre la olla podrida de la crítica" es un ataque demoledor contra la crítica de los años 70 aquella que, por motivos inconfesables y espúreos, se convertía en protagonista y que, por su desconocimiento simplón, tanto daño ha hecho a la fiesta.

Como los ensayistas y periodistas taurinos suelen formar parte de la afición más dogmática e intransigente, la literatura taurina conviene leerla con prevención. Disconforme con los planteamientos tradicionales, Alameda ensalza en este libro a los grandes heterodoxos que en el toreo han sido: Cúchares, El Espartero, Reverte, Rafael el Gallo, Belmonte, Carmelo Pérez, La Serna, Arruza, Procuna y el Cordobés. La lista puede ser discutible (y lo fue) pero lo importante es la tesis principal del libro y su defensa de la heterodoxia.

Eso sí, el final es un emocionante epílogo ortodoxo dedicado a aquellos otros toreros -los ortodoxos- que sostienen el toreo. 
"A pesar de la literatura belmontista (que, de hecho, es contra Gallito) la figura de José emerge y se robustece cada día. A pesar de la literatura antimanoletista (esta sí, declarada) no se desdibuja el perfil de Manolete"

Bingo.


La pantorrilla de Florinda y el origen bélico del toreo (Grijalbo, 1980)

En la pantorrilla de Florinda, Alameda reúne diversos ensayos sobre los que volverá en posteriores publicaciones. 

En el primero, dividido en dos capítulos y cuyo tema da título al libro, ahonda en algunas de las tesis mantenidas ya en su conferencia "El torero arte católico" y, en concreto, analiza el origen bélico del toreo. 

En "La voz de los toreros" evoca a Joselito, Belmonte y Rafael el Gallo, Gaona y Manolete. 

El capítulo que sigue "Toreros graves y toreros leves" recoge uno de esos análisis geniales de Alameda y el elogio a aquellos toreros que, frente a la hondura -tan glosada- se elevan al torear: Chicuelo, Pepe Ortíz, Pepe Luis Vázquez. 

El libro lo remata con un capítulo dedicado a Goya y otro a Lorca. Entre medias un "Apunte a la tradición mexicana en el toreo".

Podemos oír a continuación la voz de Pepe Alameda leyendo el texto "La voz de Joselito":


Crónicas de sangre (Grijalbo, 1981)


Si se habla de toros, la sangre y la muerte no pueden obviarse -guste o no guste-. Alameda hace inventario de esa tremenda lista de cogidas mortales y también de aquellos que pudieron serlo y no lo fueron.

Termina, no podía ser de otra forma con un soneto dedicado a Manolete que luego recogerá en su siguiente libro y que finaliza así:

Fiel a tí mismo, de perfil te veo
como te verás eternamente
esqueleto inmutable del toreo.

Seguro azar del toreo (Salamanca ediciones, 1983)

Su primer y único libro en verso dedicado a los toros. Un lujo y una maravilla.

Como muestra, copio el dedicado a Joselito:

Encomio de Joselito
(Para Andrés Gago, que alcanzó a verlo)

Fue Joselito el primero
en oficio, el más seguro
y fue también el más puro
por su entrega de torero

¡Qué prodigio en el albero
que dominio el del doncel
qué natural, qué verónica!

(... que maravillosa crónica
si yo fuera en el papel
como en la arena era el)

Historia verdadera de la evolución del toreo (Bibliófilos taurinos de México, 1985)

Si el más conocido es el siguiente libro, el Hilo del Toreo, su germen está en este otro publicado por la Unión de Bibliófilos Taurinos de México. Un libro que tuvo muy poca difusión (era una tirada limitada) aunque a España llegaron -por suerte- algunos pocos ejemplares. 

Capítulo a capítulo, Alameda repasa la historia del toreo, desmontando tópicos y clichés y abriendo a la luz la verdadera historia de nuestra Fiesta. No hay un título más acertado en un libro que puso todos los puntos sobre todas las íes. 

Cuando lo lees y yo tuve la fortuna de leerlo relativamente pronto, las piezas del puzle encajan. El toreo aparece como es, con total claridad y desaparecen las contradicciones entre lo que se ha dicho y la realidad de lo que ocurre en el ruedo.

Flipante es el capítulo dedicado al toreo moderno en redondo pues Alameda encuentra en una vieja película de Achucarro la pieza que le faltaba. En ella aparece Joselito toreando en redondo a uno de los toros la tarde de los siete toros de Martínez. José gustaba de torear al natural en redondo, y muchas tardes iniciaba así sus faenas tras un pase por alto, algo que no había sido suficientemente valorado ni por historiadores ni por ensayistas, hasta que lo reveló Alameda. Un valiente intelectualmente hablando, pues solo los valientes con capaces de rectificar errores.

Muerto Joselito, la literatura belmontista borró a Gallito y colocó a Belmonte como único inventor del toreo moderno. Una falacia que no resiste el más mínimo análisis. pero que haría fortuna. Perdido el hilo del toreo, la afición -aleccionada por una crítica equivocada- iba a demonizar el toreo que, desde Manolete, se viene haciendo en las plazas.

Un galimatías sin arreglo posible porque los eslóganes simplones (y el de Belmonte inventor del toreo moderno lo es) funcionan mejor y calan más que las verdades complejas. Pero el toreo no es simplón, sino complejo como sabía y explicó Pepe Alameda.


El hilo del toreo (Espasa Calpe. 1989)


El culmen de su bibliografía. La obra donde Alameda compendia y recoge todo lo que había ido plasmando en sus artículo anteriores. 

Es la obra fundamental para entender de verdad la historia del toreo y lo que se ha escrito sobre el toreo, corrigiendo yerros y desafueros. El libro de Alameda, "limpia, fija y da esplendor" al entendimiento del toreo desde la praxis y no desde la teoría falsa que es aquella a la que nos habíamos acostumbrado leyendo a quienes nunca se habían puesto delante de un toro. Para disfrutar del toreo no hace falta haber toreado, pero para explicar y desentrañar el toreo, sí. No lo digo yo, sino que lo dijo Domingo Ortega en una entrevista con Cañabate muy difundida en Internet.

Y hablando de Ortega, Alameda desentrañó el meollo de la Conferencia del Ateneo, que tanto daño ha hecho. Ortega puso el acento en la acción de cargar la suerte como piedra angular del toreo, pero Alameda desvela el truco:
"(...) No se comprende que el conferenciante lo redujera todo al movimiento inicial de echar la pierna de la salida hacia adelante, como base de una técnica opuesta al toreo enhilado o paralelo del cordobés [Manolete]. 
El toreo de Ortega era mucho más que aquel primer movimiento. Limitado a él como si el torero después debiera quedarse inmóvil esperando a que el toro volviese por su terreno, es una simpleza, es lo que hacen todos los que se creen que torean como Ortega.

Pero lo importante del toreo de este era la continuación de los pasos, para ir tomando el terreno que el toro iba dejando al pasar, al andarle al toro o andar con el toro. No los pases, sino los pasos (...)

Domingo fue un gran apasionado.

Aunque no lo pareciera, podía en él más el corazón que la mente. No escribía el hombre de análisis, sino el hombre de lucha. Seguro, por intuición, de que una sola idea corta y repetida como un solo clavo sobre el que se remacha, una bandera, un eslogan, en un momento preciso de acción, puede más que el desarrollo de una teoría."

Lo sorprendente es que tantos y tantos aficionados, críticos y ensayistas cayeran en ese error. Más sorprendente cuando ahí están las películas de Domingo Ortega toreando donde hace lo contrario de lo que dice.

Todavía no entiendo como tras la publicación de "El hilo del toreo" los ensayistas no se han lanzado a reescribir de manera inmediata la historia del toreo que, hasta entonces, nos habían contado, rectificando sus errores.

Por suerte para nosotros, para sacarnos del error, para poder entender cabalmente el toreo.... existió Pepe Alameda. 

 

 Addenda. 

Y para rematar, citemos dos obras más. 

Una del maestro (su biografía "Retrato inconcluso" de 1982) y otra sobre el maestro (el libro de Clarinero "La apasionada entrega de Pepe Alameda" de 1993)







domingo, 4 de septiembre de 2022

¿Por qué los toros hacen el avión?

 Por Jose Morente


Decíamos en anterior entrada que el toro de clase es el que embiste con elegancia y ritmo haciendo el avión al humillar, pero nos surge una duda ¿Por qué los toros -algunos toros- hacen el avión cuando humillan?

La respuesta tiene mucho que ver con la mirada del toro, elemento clave en su embestida, y la disposición de sus ojos y más concretamente en la visión monocular y binocular del animal.

No me voy a extender en preliminares, explicando como funciona lo de la visión mono y binocular. Creo que es suficiente con remitir al excelente trabajo de F. Romera "La mirada del toro" publicado el martes, 21 de enero de 2014 en su excelente blog Taller de Toros. Puede leerse pinchando aquí.

Resumiendo, cuando un objeto está en la zona de visión monocular del toro, este no percibe bien las distancias. Por eso, necesita mover la cabeza, colocar la cara, situando el objeto (capote, muleta o banderillero) dentro de la zona binocular.

Para poder calcular la distancia a la que está el objeto y poder iniciar la embestida, el toro necesita que el objeto se sitúe dentro de su zona de visión binocular. Para ello moverá la cabeza, colocando la cara en dirección perpendicular a ese objeto y posteriormente orientará todo su cuerpo en esa dirección iniciando la embestida (Imagen de Taller de Toros)

En vertical ocurre lo mismo. Cuando el toro humilla el cono de visión binocular baja, lo que permite centrar la embestida en la muleta.

Cuando el toro humilla el ángulo de visión binocular se reduce (Imagen de Taller de Toros)

El problema es cuando humilla "demasiado". En ese caso el cono de visión binocular se reduce al mínimo.

Cuando el toro humilla al máximo, el campo de visión binocular se reduce al mínimo (Imagen de elaboración propia).

Por eso, para poder ver mejor el objeto el toro muy bravo y muy humillador gira la testuz, bajando el pitón del lado del torero (en realidad el ojo de ese lado), haciendo el avión, con lo que consigue aumentar lateralmente su ángulo de visión binocular y enfocar mejor la muleta.

Así de simple.


Cobradiezmos haciendo el avión (Foto: Heraldo de Aragón)