domingo, 17 de noviembre de 2019

Descubriendo a Reverte

Por Jose Morente

Antonio Reverte saltando a la salida de un quite
La dinastía de los Gallos, la inauguró José  Gómez García, tío de Joselito el Gallo y hermano, por tanto del señor Fernando el Gallo.

José Gómez, fue banderillero de la cuadrilla de Lagartijo. Un buen banderillero, pues en caso contrario no se explicaría que estuviera 18 años a las órdenes del Califa cordobés. El caso es que el apelativo, que luego hizo escuela (nunca mejor dicho), se lo pusieron por unos saltos muy característicos que daba al banderillear. Parece "un gallito cuando clava", decían los aficionados de la época.

El tío de Joselito. El primero de la dinastía. El torero que saltaba al poner banderillas. Igual que unos años después lo haría Reverte.

Un salto parecido es el que da, en la fotografía que nos sirve de entrada, un torero carismático, mediático diríamos ahora, Antonio Reverte. Un diestro nacido en Alcalá del Río, en 1868, que hizo furor en su época, la última década del siglo XIX. Todo el mundo lo admiraba y todo el mundo lo imitaba. La gente vestía a lo Reverte, se peinaba a lo Reverte y gesticulaba a lo Reverte. Su nombre estaba en boca de todos. El público idolatraba a Reverte. Un torero valiente a carta cabal que sufrió demasiadas cornadas, aunque volvía a los ruedos tras cada una de ellas con más ímpetu si cabe que antes.

De Reverte conocemos su fama y sus fotografías. La revista ilustrada Sol y Sombra está llena de esas viejas fotografías donde aparece un Reverte toreando toros imposibles, citando con la muleta plegada, arrodillado de espaldas al toro, haciendo el quite del teléfono del que fue precursor, cogido en Bayona por el toro que le destrozó la pierna. 

Pero también fotografías de un Reverte de paisano, ora disfrazado de moro con su cuadrilla en la Alhambra, ora posando de paisano ora conduciendo su coche a la terrorífica velocidad de 30 km/hora, acompañado de Braulio Pizarro el empresario de Badajoz. 

Fotografías de Reverte en el ruedo y fuera de los ruedos. Siempre Reverte.

Reverte y su cuadrilla en la Alhambra. Corría el año de 1898
De Reverte conocíamos sus fotografías pero no teníamos películas suyas toreando o eso pensábamos. Si acaso haciendo el paseíllo, pero de soslayo o refilón tapado por el caballo de un alguacilillo. 

Sin embargo si que existe un documento fílmico de Reverte toreando. Se trata de una película de la casa Lumiére. Lo que tiene bastante lógica pues Reverte, cosmopolita, estuvo en París donde parece que trabó amistad con los inventores del cinematógrafo, Augusto y Luis.


Quizás por esa amistad, el 8 de mayo de 1898 un operador de los Hermanos Lumiére se desplazaba a la plaza de Nimes, en un mano a mano de Reverte con don Luis Mazzantini, los dos más decididos opositores al no-sorteo de Guerrita, para filmar varios rollos de película. Uno de ellos, era el paseíllo antes citado. En otro, llamado "los picadores" se ve tras una vara y una larga cordobesa, un diestro que entra al quite por la derecha de la cámara y cita al toro con el capote al brazo. Le hace el quiebro con el capote y sale ufano y feliz del lance, avanzando hacia la barrera y dando un saltito característico que transmite alegría por el éxito. Un salto que no le haría mucha gracia a los aficionados rigoristas de entonces. Allá ellos.

El diestro que aparece en esa cinta, el diestro que hace el quite capote al brazo, es (de eso no tengo ninguna duda) Antonio Reverte, el torero de leyenda.








Antonio Reverte hace un quite capote al brazo en Nimes (Fotogramas extraídos de una cinta de los hermanos Lumiére)

El salto tiene mucho ángel pero el quite capote al brazo que da Antonio Reverte vale un potosí y poder verlo en película (han pasado más de 120 años) mucho más.

¡Viva Reverte!

Reverte capote al brazo

Datos técnicos de la película (Catálogo Lumiére):
Título: Picadors
Nº 864 (catálogo Lumiére)
Operador: Desconocido
Fecha: 8 mayo 1898
Lugar: Francia, Nimes, arenas
Proyecciones: Programada el 15 de mayo de 1898 en Lyon bajo el título "Corridas de toros en Nimes. Núm. 2 Picadores" (Lyon républicain, 15 de mayo de 1898)
Técnica: 2 cámaras
Elementos: Negativo Lumiére





domingo, 8 de septiembre de 2019

¡Me han dicho que el amarillo!

Por Manolo Santander


Manolo Santander. Chirigotero. De Cádiz. Del Cádiz

NOTA de LRI:
Hace muy pocos días vencido por el cáncer ha muerto Manolo Santander. Chirigotero y viñero de pro, creó casi sin quererlo el que se convirtió con el paso del tiempo en el auténtico himno del Cádiz: "Me han dicho que el amarillo"... Era por 1998 y su chirigota se presentaba al concurso con el nombre de La familia Pepperoni. El propio Manolo contaba al Diario de Cádiz, años después, como fue todo aquello y lo que le siguió.

"Lo pensé en el mismo estadio, un domingo después de un encuentro. El Cádiz dio un partido malísimo, de los suyos de aquella época en Segunda B, y me vino a la mente que la afición, aunque entonces íbamos pocos, tenía dos cojones por aguantar aquello. Anteriormente ya le había escrito algunas letras al Cádiz con otras chirigotas, pero hay gente que le escribe todos los años a la Caleta. ¿Por qué no iba a repetir yo? Además, me daba coraje que todo lo que se escribía en Carnaval sobre el Cádiz era para cachondearse de él, pasándose a veces con nuestro equipo. 
Antes de escucharlo ellos se lo canté a un compañero de trabajo en el rato del bocadillo del turno de tarde. Me dijo que era buenísimo y yo más que contento. Pero esa misma noche lo llevé al ensayo y cuando lo canté las caras fueron como de que no. Total, que pese a que no les convenció se metió ese pasodoble porque no había otro que meter; en caso contrario, hubiera ido a la papelera. Mi gente le tenía tan poca fe que decidimos cantarlo en preselección para salir de él cuanto antes, como se hace con el chopped pork. Cuando lo cantamos, los espectadores ni sí ni no y el jurado lo puntuó horrible. Fue el menos puntuado de todos los pasodobles de las chirigotas que en teoría partían como candidatas a llegar a la final. Total, que pasamos a las semifinales en la 16ª posición, casi por los pelos. Pero a mí me escamó que mucha gente se me acercara por la calle para felicitarme por el pasodoble del Cádiz. Lo mismo les pasó a los demás de la chirigota y fueron tirando la toalla a la hora de criticarlo. Entramos en la final de milagro y van los cabrones y me dicen que quieren cantar en ella ese pasodoble. Estuve de acuerdo porque yo notaba que tenía algo y que iba a enganchar, y no es que yo sea más listo que nadie. 
Lo cantamos y la reacción del público ya no fue la misma. Nos dedicó una ovación atronadora y escuchamos mucho oles. Como cantamos temprano, en el pasacalles de regreso la gente salía a los balcones para aplaudirnos y algunos hasta gritaban ¡viva el Cádiz!. 
Durante la semana de Carnaval y en las actuaciones a lo largo del año nos lo pedían continuamente, tanto dentro como fuera de la provincia. Creo que en muchos pueblos se veían identificados con lo de los equipos modestos que nunca van a ser campeones. Por cierto, en 1999 volví a escribirle al Cádiz con El Séptimo de Caballería, pero la gente seguía pidiendo el del año anterior porque era su preferido. 
[En el año 2000] Pasó lo que pasó en el Falla. Cantamos un nuevo pasodoble agradeciendo que en el Carranza se hubiera empezado a escuchar a menudo el "Me han dicho que el amarillo"... Nada más terminarlo nosotros, todo el público se puso a cantar el de La familia Pepperoni y decidimos sumarnos. Pues hubo compañeros, lo de compañeros entre comillas, que nos denunciaron ante el jurado por cantar tres pasodobles. Quitando los asuntos familiares, ese fue el mejor momento de mi vida. Sobre el escenario no nos creíamos lo que estaba pasando, estábamos llorando desde el primero al último. Hicimos hasta un charco. Es de largo el momento más emotivo que he vivido en el Carnaval. 
A partir de ahí, la historia ya tomó el cuerpo que sigue teniendo ahora mismo. Me llamaron de toda España, de todos los programas deportivos de radio y televisión. Supongo que todo se debió a que se trataba de algo especial porque era un himno impuesto por el pueblo, por una afición. Y eso que existía un himno oficial, pero la gente se volcó con el nuestro".
Declaraciones de MANOLO SANTANDER a W. Doña para el Diario de Cádiz, 17 Marzo de 2017

Y como no podía ser de otra forma, aquí está la grabación de esa emocionante semifinal donde todo el Falla se puso a cantar "Me han dicho que el amarillo" (Ver desde el minuto 11:18)



¡Benditos sean los que, como Manolo Santander, nos han llenado siempre de esperanza!

sábado, 7 de septiembre de 2019

A Vicente Pastor también lo retiró Joselito

Por Jose Morente

Vicente Pastor en un pase de pecho (Fotografía publicada en el Ruedo en 1945)

Es cosa sabida, y ya lo contamos por aquí, que Joselito era una tijera de cortar coletas. Por su empeño se retiró Bombita y, de rebote, también se retiró Machaquito.


La retirada de Bombita y Machaquito en la revista Blanco y Negro del 26 de octubre de 1913.
Lo que casi nadie sabe es que Vicente Pastor "el Chico de la Blusa" también se retiró por culpa del diestro de Gelves. O eso, al menos, es lo que decía el propio torero. Recordemos esa historia contada por Vicente a un periodista, el Caballero Audaz.
"Un buen día, precisamente después de un gran triunfo en Madrid, Vicente Pastor llegó a su casa y le dijo a su apoderado, el simpático Gallardo:
-No me firme usted más corridas y ponga un telegrama a las Empresas con las que tengo compromiso anunciándoles que no toreo más.
-Pero eso es una locura y precisamente hoy que ha tenido usted un éxito enorme, ¡que le ha dado un baño a Joselito!
-Pues por eso -dijo Vicente-. Solo yo sé lo que me ha costao poderle esta tarde a José... Y como yo ya no estoy en edad ni me encuentro con fuerzas para hacer todos los día lo que hoy, y el no hacerlo sería quedar en ridículo, no vuelvo a coger un capote ni una muleta en todo lo que me resta de vida."
(1)
Vicente Pastor se cortó la coleta el 23 de mayo de 1918, después de una gran tarde en la plaza de Madrid, en efecto, pero esa tarde no había toreado con Joselito

Pasquín del cartel de abono de 1918. En el cartel figura Belmonte -que no toreó esa temporada- y Joselito, pero no Vicente Pastor quien no entró en el abono de ese año, aunque si lo hizo en Madrid en la corrida del Montepio que fue la de su retirada..

De hecho, Pastor no toreaba con José desde la temporada anterior. La última corrida en la que coincidieron fue en Málaga, el 31 de agosto de 1917, un año antes ¿Entonces, porqué ese comentario del "baño" a Joselito?

La respuesta (si es que la hay) puede que esté en la Prensa. Por ejemplo, en el número 1.139 de la revista Sol y Sombra, donde se reseñan las corridas madrileñas del mes de mayo de 1918. Joselito toreó en Madrid ese mes y Pastor también, pero no coincidieron: José lo hizo los días 15, 16 y 17 y Pastor, una semana después, el 23 en la corrida del Montepio, sustituyendo a José que había sido cogido en Zaragoza el día 19, toreando toros de Santa Coloma, uno de los cuales le había fracturado el hueso metacarpio de la mano derecha.

En Madrid, Joselito  había estado más que sensacional una de sus tardes (de "éxito resonante de Joselito en Madrid" hablaba el Sol y Sombra). Fue el día 16 de mayo cuando, tras ser cogido por un toro de Gamero Cívico, se "excedió" toreando. Lo contaba Corrochano con su magnífico estilo:
"Pues otra tarde, que le cogió un toro de Gamero Cívico en el último quite, cuando le sacaron como se saca a un picador debajo de un caballo, porque el toro no abandonaba su presa, como en aquel momento tocaron a banderillas, corrió a coger banderillas sin mirarse el traje roto, con el pelo alborotado, con nerviosidad, con rabia, con eso que en el deporte llaman furia española; puso tres pares hasta con desorden-lo que mantuvo la emoción al rojo- él que banderilleando era todo método, sin cuidarse si el toro estaba en un terreno o en otro, sin otra preocupación que ir al toro, sin intervención de nadie de su cuadrilla a los que metió entre barreras. Primero puso un gran par; luego medio porque en la precipitación se le cayó un palo, cosa rara en él; cogió otro par y el palo caído y colocó las tres banderillas de manera soberbia. Y sin hacer caso de las ovaciones, salió corriendo hacia la barrera, cogió la espada y la muleta, se fué en busca del toro que andaba allá por los terrenos del 3. Y nada de "tráelo aquí", "ábrele un poco", "ciérrale". Nada de preámbulos. ¿Dónde está el toro? ¿Allí? Pues allí.
La plaza ardía de entusiasmo. La gente que se puso en pie durante la angustiosa cogida, porque no podían hacerle el quite, ya no tuvo tiempo de sentarse. Salió Gallito de rodillas; el toro escarbó y dudó; avanzó desafiando más el torero; no era tarde para desistir. Se arrancó el toro veloz, lento, imponente. Joselito le aguantó un pase por alto en el que expuso más que cuando le cogió. El toro le pasó tan ceñido, que el pase resultó con el pico de dentro de la muleta. Se levantó y dió un estupendo pase natural y ya toda la faena fue de un valor extraordinario, una lucha a muerte de un hombre con un toro, provocada por el hombre que, sin dar tregua al toro, le buscaba, se le iba encima acosándole, metiéndose en su terreno, no dejándole respirar. Y todo a base de pases naturales a cual más valientes y emocionantes, a cual más completos, largos y bien rematados. Faena donde el buen estilo y el valor iban tan unidos que que es una de las faenas más impresionantes que recuerdo. No bien acabado de cuadrar, entró Gallito, con el mismo coraje que no le abandonó en toda la lidia de este toro, dió una estocada y descabelló. Ni muerto el toro acabó la emoción. El público, todo el público sin distinción de partidos, gritó entusiasmado por descongestionarse un poco. Se le concedió la oreja y ya iba mediada la lidia del otro toro y aún le aplaudían." (2)
Lo he copiado entero porque realmente la faena y el texto merecen la pena (3). Veamos ahora algunas imágenes de la lidia de ese toro.


La cogida de Joselito en el quite a su toro (Fotografía de Sol y Sombra)

"Y colocó las tres banderillas de manera soberbia" (Fotografía de Mundo Gráfico)

Joselito empezó la faena de rodillas (Fotografía de Sol y Sombra)
"Y todo a base de pases naturales a cual más valientes y emocionantes" (Fotografía de Mundo Gráfico)
El caso es que José estuvo muy, muy bien. Tan valiente estuvo que la Lidia lo nombró catedrático de "vergüenza torera". Vicente que escuchó palmas unos días más tarde cuando mató a su último toro, el de la despedida, no pudo alcanzar las cotas de "Maravilla(4).


La tarde del Montepio, el que realmente estuvo bien fue Saleri que abrió la Puerta Grande tras cortar la oreja del sexto, toro que había brindado a Vicente Pastor y al que regaló el apéndice (Fotografía de Sol y Sombra).


Leyendo la prensa no parece, ni mucho menos, que Pastor estuviera por encima de Joselito ni, por tanto, que le diera ningún baño, ni siquiera en diferido pues no coincidieron, pero no estuvo mal ese día de su despedida (aunque tuvo que hacer un último esfuerzo con un manso) y no estar mal le debió parecer todo un éxito al torero de Embajadores. Máxime cuando ya andaba con pocas facultades desde la cogida de Madrid del año 16. 

Sin alternar con José y sin ganarle la partida, Pastor llevaba a Joselito metido en la cabeza y a Joselito achacaba su retirada en su entrevista con el Caballero Audaz.

 La retirada de Pastor en Mundo Gráfico (Fuente: BNE).

Lo cierto es que Joselito andaba intratable ese año, en el que lo tocó llevar todo el peso del toreo por la ausencia de BelmonteDon Ventura analizó así esa temporada del diestro de Gelves.

"Con veintitrés años de edad y seis de espada de alternativa, parece haber llegado a la estación del logro y de la madurez, y, sin embargo, nadie sabe hasta dónde puede ir este torero verdaderamente fenomenal.
No es posible en manera alguna estar más cerca de los toros de lo que él está; no es posible dominar más a los cornúpetos, sean grandes o chicos, duros o blandos, tuertos o derechos; no es posible arrimarse más, ni hacerle más cosas al toro, todas ellas de torero grande, de torero inconmensurable y consciente de lo que realiza." (3)
Portada del anuario de Don Ventura de 1918. Lo curioso es que precisamente falta el que partió el bacalao ese año (Fuente: BDCyL).
Un comentario de Vicente Pastor al hilo de su retirada, nos ha llevado a una de las tardes más importantes de Joselito en Madrid. Está claro que el de Gelves tenía, visto lo dicho por Pastor, obsesionado a todo el escalafón ¡Era mucho torero Gallito!

¡Maldito Bailaor!

Joselito con el capote, el 16 de mayo de 1918, en un exquisito delantal. El día en el que, para el público, afloró la valentía del más poderoso (Fotografía de Sol y Sombra)

NOTAS:
(1) CABALLERO AUDAZ, El libro de los toreros-De Joselito a Manolete (1ª ed., Madrid, Ediciones Caballero Audaz, 1947. Pág. 141)
(2) CORROCHANO, Gregorio. "¿Qué es torear?-Introducción a la tauromaquia de Joselito (1ª ed., Madrid, 1953. Págs. 186 y 187)
(3) Aunque la reseña de Corrochano es magnífica, tengo que hacer una pequeña precisión. Dice el revistero de ABC que "Se levantó y dió un estupendo pase natural y ya toda la faena fue de un valor extraordinario, (...) todo a base de pases naturales a cual más valientes y emocionante..." En realidad, Joselito tras el pase de rodillas, que fue un pase de pecho, siguió con sus clásicos y habituales tres naturales ligados: el toreo en redondo.
(4) DON VENTURA, Toros y toreros en 1918 (1ª. ed., Madrid, 1918. Pág. 109)

lunes, 2 de septiembre de 2019

¡Qué poco clásico era el toreo clásico!

Por Jose Morente


Bicheando por Internet, me encuentro en la Biblioteca Digital Taurina de Castilla-León, una Tauromaquia decimonona escrita por un tal Juan Corrales Mateos (1) . En el fondo, no es más que un refrito de las dos tauromaquias primeras: la de Hillo en 1796 y la de Montes en 1836. Pero lo importante o lo curioso es que mucho de lo que ahí se dice es lo contrario de lo que sostienen hoy como dogma los aficionados más exigentes de nuestros días. 

En realidad, la cosa tendría su explicación pues al haber transcurrido tantos años parece lógico pensar que el toreo ha tenido que cambiar bastante, pero no es eso, pues lo que sostienen esos aficionados es que los clichés que ellos defienden responden a unas supuestas leyes inmutables del toreo, los cánones, que -afirman- siempre han tenido validez absoluta. 

El toreo moderno sería una especie de perversión de esas normas clásicas ("destoreo" le llaman algunos "entendidos"). Pero no es verdad. El toreo actual es evolución y no perversión.

Al contrario, cuando leemos las normas clásicas -como esta Tauromaquia completa de Juan Corrales- sorprende la coincidencia con lo que allí se dice, de muchas de las cosas que hoy hacen en los ruedos los toreros modernos . Lo contrario de lo que proponen los "entendidos" del tendido. 

Veamos solo un par de ejemplos. Veamos lo que dicen los aficionados de ahora que es lo clásico y veamos lo que de verdad era clásico, a la vista de lo que pensaban y decían los autores clásicos:

Primer ejemplo. Hay que cargar la suerte, echando la pata adelante, tras la arrancada del toro, no antes.
Es falso. Juan Corrales, por ejemplo, para el pase de pecho dice "Se le cita, se deja venir por su terreno sin mover los pies...". Sin mover los pies, repito, que es lo contrario que mover los pies tras la arrancada. 
Segundo ejemplo. Tras el muletazo, no se pueden perder pasos.
Falso también. No es un precepto clásico sino todo lo contrario. En el pase de pecho, Corrales aconseja que, con los toros revoltosos y de sentido: "se debe levantar el engaño y dar algunos pasos de espaldas al rematar la suerte, á fin de quedar bien puesto para la segunda".
Resulta que clásico de verdad es lo que ahora dicen que no lo es. Para pensárselo dos veces antes de invocar el clasicismo, digo yo.
"Los toros Españoles o Tauromaquia completa" incluyen 12 litografías que llama inéditas. Esta de un "pase de muleta" (pase natural por alto) es muy interesante pues el diestro retrasa -que no adelanta- la pierna de salida tal y como aconsejaba 40 años después F. Bleu y tal y como se hace hoy día: esa pierna escondida que tanto molesta a los ortodoxos del Sanedrín taurino.

Postdata para aficionados clasicistas:
Mantengan sus viejos tópicos ya que tanto les divierten y entusiasman pero, por favor, no nos digan que son clásicos. No lo son. No se equivoquen. No nos equivoquen.



(1) Corrales Mateos, Juan (1856): "Los toros españoles y tauromaquia completa" (Ed. facsímil, Madrid, 2010, Ayuntamiento de Madrid).


sábado, 31 de agosto de 2019

A los toros (NO) hay que ir dispuesto a sufrir (Parafraseando a Joaquín Vidal)

Por Jose Morente
Valencia feria de julio de 1917. Señoritas en barrera.

"Aquello de que a los toros hay que ir a sufrir es una falsedad. A los toros hay que ir dispuesto a emocionarse y divertirse; provisto de buen talante para comprobar la bravura y nobleza de las reses, las dificultades de la lidia, el mérito y valor de los lidiadores, la calidad a veces soterrada y no evidente de los lances… Y todo esto, el aficionado conspicuo lo comprenderá y valorará con la inteligencia que le caracteriza y, se cumpla o no, celebrará cabalmente gozoso el milagro que supone el toreo, e, incluso, puede que entre en trance y crea que ha vuelto a su más tierna infancia

---oo0oo---

El texto original de Joaquín Vidal que hemos corregido decía:
"Aquello de que a los toros hay que ir a divertirse es una falsedad. A los toros hay que ir dispuesto a sufrir; provisto de lupa para comprobar la casta y fortaleza de las reses, la integridad de sus astas, el discurrir de la lidia, el mérito de los lidiadores, la calidad de los lances… Y si algo de todo esto falta, el aficionado conspicuo lo exigirá con la vehemencia que sea del caso; y si se cumple cabalmente, lo celebrará gozoso, e, incluso, puede que entre en trance y crea que se le ha aparecido la Virgen”

Espectadores sufriendo en los toros. Con o sin motivo, eso da igual. El caso es sufrir.

viernes, 30 de agosto de 2019

Toreros y matadores

Por Jose Morente

Lámina publicada en la Lidia el 18 de noviembre de 1895. El diestro remata un pase en redondo, cuando el toreo en redondo (inefable en nuestros días) era un ideal casi inalcanzable.
Toreros y matadores

Desde Manolete a la fecha el toreo en redondo es la base incontestable del toreo de muleta, pero a finales del XIX, el toreo en redondo (pase en redondo llamaban al conjunto de tres naturales ligados) era un ideal casi inalcanzable y que pocas veces se realizaba en las plazas.

El 18 de noviembre de 1985, la Lidia publicaba esta curiosa lámina de Daniel Perea, donde un diestro sin nombre, remataba un pase en redondo. Remate por bajo, que no mediante un pase de pecho como hoy es habitual.

Pero lo curioso, con serlo, no es esta interesante lámina de una suerte entonces incipiente, sino el comentario que acompañaba al texto, firmado por Mariano del Todo y Herrero que, bajo el epígrafe recurrente de "Nuestro dibujo", analizaba una distinción que todavía hoy es de rabiosa actualidad: la distinción entre toreros y matadores. Dice la Lidia:
"Tendencia, no de ahora, sino de bastantes años atrás, es la de marcar la linea divisoria, tratándose de la más caracterizada representación de los lidiadores de reses bravas, en virtud de la cual, unos son considerados como más toreros y otros como más matadores de toros, dentro de la misma categoría de espadas ó jefes de cuadrilla. Esta subdivisión aparece indudablemente, cuando un arte ó profesión cualquiera cuenta con pocos representantes completos, y por consiguiente, la mayoría adolece de defectos que encuentran compensación en el extremo que da origen á que se les considere en uno ú otro sentido.
Entendemos que en buena conciencia artística no debía existir tal diferencia; pero atendiendo á lo difícil que es reunir ambas condiciones, y á la laudable costumbre de atenuar las deficiencias de los ídolos populares de modo más ó menos directo, entramos por la jurisprudencia establecida, y admitimos pacientemente la raya tirada por la afición sobre la entidad espada, colocándole según sus aptitudes, bien en la parte designada á los toreros, ó bien en la correspondiente á los matadores de toros.
Tenemos, pues, y es ahora fruta de todo tiempo, que un maestro puede ignorar en absoluto el manejo ó aplicación de la muleta, pero que por consecuencia de reunir serenidad suficiente para colocarse entre los cuernos de una fiera y ánimo sobrado para sepultar el estoque en su morrillo, desplomándola sobre la arena, justifica aquel concepto ante los partidarios de ese espectáculo, ó por el contrario, que un diestro puede pasarse lo mejor de su vida agujereando el pellejo de una res, y en el mero hecho de jugar con soltura y elegancia el rojo trapo, adquirir igualmente aquella preponderancia y categoría.
Hecho ya este deslinde convencional, justo es convenir en que para los aficionados libres de parcialidad y apasionamiento, tanto mérito encierra una faena de muleta, desempeñada á conciencia y con arte, como una muerte dada á un toro con valentía y oportunidad, siquiera en uno ó en otro caso falte el complemento que, de existir, llegaría á constituir la perfección".
Como bien dice el articulista de la Lidia, la división entre toreros y matadores viene de antiguo, pues raro será el diestro que reúna condiciones para desenvolverse con igual perfección en ambos campos. Siendo esto último lo ideal, lo habitual será que los diestros se encuadren en una u otro categoría. 

El caso es que un maestro puede ignorar en absoluto el manejo de la espada pero ser considerado tal por su perfecto manejo de las telas. Tal es el caso de toreros dominadores y largos, que no han solido ser buenos estoqueadores. Eso de perder la vista de los pitones es, para los toreros de cabeza, superior a sus fuerzas. Paquiro, Guerrita y Joselito son los mejores ejemplos.

La suerte para ellos es que siempre han encontrado algún tranquillo para resolver ese trance. La mucha salida que daba Paquiro, el ataque eléctrico de Guerrita y el brazo suelto de Joselito, son paradigmáticos.

Peor lo tienen en general los artistas, pues para ellos y salvo honrosas excepciones, la suerte suprema puede acabar en debacle.

Los toreros artistas -aunque hay egregias excepciones- han sido tradicionalmente medrosos y, por tanto, malos matadores. En la foto Rafael el Gallo mechando a un toro. 
Sin embargo, a la hora de torear, la cosa cambia y el estoqueador chapucero se transmuta en torero sublime.
Igual que al Gallo le pasaba a Curro Romero al que vemos en un alevoso y horroroso bajonazo

 Tras la bronca venía el quite redentor y magnífico. El caso es que hoy (y creo que siempre ha sido igual) se magnifica lo pasado y se mira con lupa lo presente. Las redes están llenas de fotos magníficas de Curro Romero (artista genial) toreando de capa y de muleta pero que, salvo excepciones, mataba de la fea manera que se ve en la anterior fotografía. La consecuencia de esta manipulación de la historia (del pasado se cuenta solo lo bueno y se omite lo malo) es que hoy proliferan los partidarios del torero cuando, en su momento, el currismo era religión de pocos adeptos.

Todo lo contrario ocurre con los buenos estoqueadores. Si el que es buen torero a secas no tiene que ser un gran matador, resulta que el estoqueador no suele derrochar arte.

El estilo eficaz pero poco depurado de Curro Martín Vázquez con el capote

Curro Martín Vázquez fue, por contra, un valiente y gran estoqueador, tanto que la prensa antigallista quiso utilizarlo contra Joselito al principio de la carrera del de Gelves pues José mataba echando la carta al buzón.
Toreando corridas "duras" es casi imposible desarrollar el toreo de calidad que se exige hoy. El Fundi ha sido un gran torero de una absoluta dignidad y profesionalidad.
Pero en lo que realmente destacó fue en la suerte suprema. Aquí ejecuta la suerte con radical verdad y tremenda entrega (Foto: Pepe Pastor)
Son evidentemente cosas distintas. Por eso, en la historia del toreo son contados los diestros que han alcanzado un gran nivel en ambas disciplinas como torero y como matador. El caso más señalado ha sido probablemente el de Manolete.

Pero Manolete fue punto y aparte.


Manolete toreaba y mataba
Y puesto que Manolete es caso aparte, nada mejor que aceptar el consejo de Mariano del Todo y Herrero dirigido a esos aficionados imparciales y desapasionados (que tan poco abundan, añado yo) y aprendamos a reconocer que "tanto mérito encierra una faena de muleta, desempeñada a conciencia y con arte, como una muerte dada a un toro con valentía y oportunidad".

Aunque en ambos casos falte el complemento de la buena estocada o la buena faena, complemento que "de existir llegaría a constituir la perfección" pero, como diría Billy Wilder...

¡Nadie es perfecto!

miércoles, 28 de agosto de 2019

¿Me matará un toro en esta tarde?

Por Manuel Rodríguez "Manolete"


El 29 de agosto a las 5 horas y 17 minutos fallecía en el Hospital de los Marqueses de Linares, el diestro más honrado de todos los que han pisado un ruedo. Por culpa del público, de su camarilla, de su propio médico y, sobre todo, víctima de su insobornable concepto del toreo, fallecía Manuel Rodríguez "Manolete".

Estas son sus reflexiones, realizadas muy pocos días antes de Linares, sobre su exigente concepto del toreo, sobre la dureza de su profesión, sobre el riesgo de muerte que siempre acecha a los toreros y sobre su clara decisión de retirarse de los ruedos al final de esa dura e inacabada temporada.

Habla Manolete...

Esta profesión es muy ingrata y muy traidora; cierto que el que tiene suerte como yo, gana dinero; pero mucho menos del que la gente cree (...) Dice casi todo el mundo que yo soy un torero muy caro, que cobro tanto y cuanto; es cierto: ¡soy un torero muy caro! Pero también el torear me cuesta a mí ¡carísimo! Porque yo todavía no me he puesto una vez el traje de luces para salir del paso; siempre he hecho todo lo que he podido, sin pensar en que arriesgaba la vida.  
Cuando yo estoy en la plaza, de lo primero que me olvido, es de mí mismo, y echo el alma atrás y el corazón adelante; no me importa el dinero, ni el triunfo, ni el dolor de la familia...; ni siquiera el público me importa. Yo me divierto a mí mismo aislándome de cuanto me rodea y sintiendo como una especie de embriaguez, que no puedo explicar, mientras trato de dominar al toro y ver cómo éste poco a poco, va obedeciendo a mi muleta. No tiene el público que agradecerme las tardes buenas.; yo tengo un concepto dramático del deber, pero es hasta que hago el paseo; después, cuando estoy ante mi toro, me empuja a cumplirlo la propia satisfacción. 
¡A mí me da lo mismo torear un miura que torear ganado de Salamanca! La cuestión es que el toro sea bravo, y si no es bravo hago lo que puedo, sin pensar jamás en huir el bulto. Está por la primera vez que yo haya hecho el ademán feo de demostrarle al público que un toro me da gindama y que desisto de dominarlo, acudiendo a ratimagos cuando llega la hora de matar. Por muy malo que sea un bicho, yo trato de sacar partido de él, y jamás pienso en que pueda cogerme. Si la muerte me llega, nunca me cogerá en ese momento feo de la cobardía, sino con el gesto rabioso del luchador (...) si ha de venir la Muerte que sea en una tarde de éxito. 
La existencia que llevamos los toreros es muy triste, aunque el público crea lo contrario (...) El público no quiere saber de razones. Ha ido a divertirse, para eso ha pagado caro, y no tolera la menor vacilación ante el toro, como si la vida nuestra no valiese na. Es muy dura ¡muy dura!, esta profesión, porque no hay que olvidar la rabia de nosotros, los artistas cuando nos vemos insultados por una muchedumbre de cobardes, que no tienen respeto por el hombre que se juega la vida. Nuestras horas de la temporada son una permanente tortura, siempre con una interrogación en el cerebro: "¡Dios mío" "¿Cómo quedaré en esta corrida?" "¿Me matará un toro en esta tarde?" 
¿Para que morir, todavía, cuando uno apenas se ha asomado a la vida y se está congelado en los quince años? Que la muerte venga a su hora, ¡bien está!: pero que nos quite de la vida, nos rompa las ilusiones que tenemos para el porvenir, es una pena, y lo que nos inquieta seguramente a todos los que peleamos con los toros. 
[Torearé este año] todas las corridas que tengo convenidas y las que salgan (...) empezaré con las dos de Vitoria, después San Sebastián, Santander, Pamplona, Gijón; otra vez Santander, el día 26; de allí a Linares.con toros de Miura; total hasta ahora tengo comprometidas treinta y dos corridas, Creo que con unas extraordinarias que pienso torear en Valencia y dos en Madrid, llegaré de aquí a octubre a cuarenta y tantas. 
Si no me retira antes un toro, cuando termine la temporada me retiro.
Manuel Rodríguez Manolete. Declaraciones al Caballero Audaz publicadas en "El libro de los toreros" (2ª ed., Madrid, 1947)


lunes, 26 de agosto de 2019

Cuaderno de notas (CXXXVII) La gran tarde de Ureña en Bilbao

Por Barquerito

A toro de terciopelo; toreo aterciopelado. Una versión de Ureña vertical y de brazo suelto muy acorde con los nuevos tiempos que corren

"Los dos toros de mejor nota de la corrida fueron tercero y sexto. Los dos, con el hierro de Vegahermosa y no el de su matriz Jandilla. Licencia textil: el uno fue de terciopelo; el otro, de algodón. Más terciado el tercero que el sexto, el de más serio escaparate de todos. Engatillado el tercero, algo ensillado el sexto, abierto de cuerna, las palas grises, bien afiladas las puntas. Los dos rodaron sin puntilla y se arrastraron sin las orejas (...)

No fueron `protagonistas visibles los toros, sino quien los tuvo delante y se fajó con ellos en muletazos de alto voltaje por su ajuste, y quien los hizo rodar sin puntilla. Paco Ureña, sembrado, entregado, desatado, arropado por tal clamor que cuesta recordar nada parecido en Bilbao. Con un hilo común de fondo –la verticalidad, el encaje sin renuncios, la soltura de brazos-, las dos faenas, celebradas y subrayadas como acontecimientos singulares, fueron bastante distintas. De rango y razón mayores la del toro de terciopelo, de frondosas embestidas. Más aparatosa y hasta teatral la del sexto, de otro nivel, menor categoría (...)"

Barquerito

El Ureña de siempre, muy encajado en un derechazo con mucho mando

domingo, 25 de agosto de 2019

El salto de un miura en Valencia

Por Jose Morente

Lámina de Daniel Perea publicada en La Lidia el 16 de septiembre de 1895. Uno de los Miuras salta en busca de los imprudentes espectadores.
Famosas son las láminas de La Lidia, especialmente las dibujadas por Daniel Perea pues nos transportan con todo lujo de detalles y colores a tiempos pasados. Tan famosas que cuando aparece en los ruedos un toro de bella estampa y, sobre todo, si es de raro pelaje, rápidamente lo calificamos como un toro de La Lidia, un toro de Perea, quien fue calificado por Pascual Millán como "el mejor dibujante de escenas taurinas que tenemos, el que ilustra continuamente La Lidia con primorosos trabajos". Y tenía razón. 

Repasando sus dibujos, me he encontrado la curiosa lámina que encabeza este post, publicada en La Lidia el 16 de septiembre de 1895, titulada "Un Miura en Valencia" y cuya explicación se contiene dentro de la sección "Nuestro dibujo" de la propia revista:
"No solamente en el redondel es donde ocurren incidentes que excitan la atención de los aficionados á las corridas de toros. También en las operaciones que preceden á su celebración, suelen abundar las peripecias y detalles que constituyen otros tantos atractivos, para los que asisten á aquellos actos; y muchos hay que prefieren un encierro ó un apartado con todas sus consecuencias, á la lidia en Coso, cerrado de las reses, cuyas condiciones y circunstancias han apreciado y discutido antes en los corrales.
De encierros y apartados célebres, dan cuénta las crónicas taurinas; y en la memoria de los asiduos concurrentes a ellos, hay siempre algún recuerdo de sucesos de esa índole, que los testigos presenciales relatan y comentan en sus reuniones y tertulias.
Frecuente es en los apartados que los espectadores desde los balconcillos que dan á los corrales, y desde los que se ven los toros, llamen la atención dé los mismos, ya con pañuelos, ya con bastones ó á voces, y que las reses inquietadas con estas demostraciones, den pruebas más ó menos ostensibles de su bravura ó codicia.
Tal sucedió últimamente en las corridas de feria, celebradas en Valencia en Julio anterior. Al apartarse la corrida de Miura que se lidió en una de aquellas tardes, alguien hubo de llamar la atención de uno de los bichos de una manera más acentuada que lo conveniente, y lares, en una de esas arrancadas violentas, propias de su coraje, díó tan tremendo salto hacia el sitio de donde la citaban, que poco faltó para que, á pesar de la altura considerable á. que se encuentran los balconcillos, llegase con los cuernos á la barandilla, con lo que ya que no le hubiese causado mayor daño, hubiese metido el resuello en el cuerpo al que tan impunemente se atrevía á desafiarla.
A este episodio hace referencia la nota artístico taurina que para el número de hoy nos ha facilitado nuestro dibujante Daniel Perea, valiéndose, para su ejecución de apuntes tomados del natural en su última excursión á la ciudad del Turia".
El Miura del salto se lidió en la feria de Valencia el domingo 28 de julio de 1895.

Años antes, en 1878, otro toro, pero este de Saltillo, llamado Bolero ya se le había adelantado. A lo que parece, el salto de Bolero lo causó el que lo apartaran de sus hermanos con los que intentó reunirse alcanzando la tapia de los corrales. Tanto saltó el Saltillo, que el suceso mereció placa.

El lugar donde saltó Bolero indicado con una placa
La inscripción dice lo siguiente:
"El toro BOLERO perteneciente a la ganadería del Marqués de Saltillo dió un salto de 14 palmos a pie parado en el corral de los chiqueros el día 23 de julio del año 1878 saliendo al redondel sobresaliente. Recuerdo de los carpinteros de la plaza"
Un salto de 14 palmos (=3,20 metros)

Bolero se lidió en la segunda de feria en Valencia ese año, en séptimo lugar de un mano a mano de ocho toros, de Rafael Molina y Salvador Sánchez. Bolero, bien presentado, fue un bravo toro que hizo una buena pelea en varas. Lagartijo le hizo una gran faena, tanto que le regalaron el toro o sea, que le concedieron la oreja. Esta es la reseña que se publicó en la revista El Toreo el día 29 de julio.


El caso por tanto aunque infrecuente no es tan extraordinario. En la Enciclopedia Los Toros de Don Antonio y Paíto, he encontrado esta foto ya más reciente (creo que de los años 50) de otro toro saltarín.

Un buen salto de un toro en los corrales de Valencia
La foto no tiene desperdicio pues, curiosamente, se trata del mismo rincón de los corrales donde saltó en 1895 el Miura de La Lidia, aunque sin alcanzar la altura de aquel ni la del toro de Saltillo de 1878.