Con un formato similar a aquel con el que, hace ya cinco años, Antonio Pineda y yo, organizamos en Sevilla la Evocación a Joselito el Gallo en el Centenario de su alternativa (Ver Tras las huellas de Joselito I y Tras las huellas de Joselito II), Ramón Soler, flamante nuevo Presidente de la Fundación Antonio Mairena, ha conseguido congregar a un grupo de aficionados, cantaores, guitarristas y estudiosos del flamenco para evocar la figura de ese otro gran maestro gitano que se llamó don Antonio Mairena.
El itinerario, cuidadosamente diseñado y la categoría de los participantes que han acudido desinteresadamente al llamamiento de Ramón, han propiciado que este fin de semana se pudiera vivir en Mairena, intensamente y en un clima extraordinario, el recuerdo del Maestro de los Alcores y el de su defensa y puesta en valor de lo que es y significa el cante gitano-andaluz y el arte flamenco en general.
Algo necesario pues, con Antonio Mairena ocurre lo mismo que con Joselito el Gallo, y es que, pese al generalizado reconocimiento a la obra de estos dos grandes genios, todavía no se les ha dado a ninguno de ellos, el sitio y lugar que realmente merecen en sus respectivos artes.
Pero todo se andará pues el tiempo, que es sabio, acaba poniendo a cada uno en su lugar. En el lugar que le corresponde.
En ese loable y justo empeño, se encuadraba la doble jornada de este fin de semana. Doble jornada que comenzaba el viernes por la noche, con la presentación del acto y con la actuación en la Casa del Arte Antonio Mairena, de un solvente y acerado Fernando Canela, sensacional en seguiriyas, soleares y bulerías.
Lo mejor, pese a todo y como es habitual y obligado, vino después con la inevitable fiesta flamenca, donde se encontraron y lucieron representantes de esas dos casas señeras del campo de Gibraltar que son la Casa de los Canela de San Roque y la Casa de los Pañeros de Algeciras.
Al día siguiente, el sábado por la mañana, el grupo, con el amparo de Ricardo Sánchez, alcalde de este municipio y de Antonio Cruz Madroñal, sobrino del artista y depositario de su legado, recorrió las calles de Mairena del Alcor en una búsqueda de las raíces del cante de don Antonio. Se trataba de evocar aquellos cantes y aquellos cantaores que constituyeron las fuentes primeras en las que bebió y se inspiró el maestro: los tangos de Faíco, las seguiriyas de Manuel Tore, las soleares de Joaquín el de la Paula, los Romances de Diego el de Brenes, las seguiriyas del Nitri y las saetas de Mairena, Jerez y Sevilla.
Y ello, partiendo del Monumento al Cante Grande y pasando por la Alameda, por la casa donde estuvo la fragua de los Mairena, por la Casa del Arte Flamenco "Antonio Mairena", por el Castillo de Mairena, por la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción y por la Casa de la Cultura, para desembocar en el Cementerio ante el Mausoleo donde reposan sus restos.
En cada uno de estos lugares, la palabra, el cante y el toque fueron subrayando y desvelándonos las claves del aprendizaje de quien, con el tiempo, se convertiría, por muchas razones, en el mejor cantaor de la historia (dicho sea con todo respeto y admiración a esos otros grandes cantaores sin los cuales no se podría entender este arte: Caracol, los Pavones, el Torre, el de la Paula, el Fillo, Silverio, el Nitri, Marchena, Chacón, etc.).
Y es que la cuestión primordial -en mi opinión. no estriba sólo en cantar bien o muy bien sino también en vivir por y para el flamenco, en dignificar una profesión, en tener capacidad para recibir un legado y ser capaz de transmitirlo, engrandecido y aumentado, en poseer visión de futuro y, sobre todo, en concebir el flamenco como lo que es, arte y cultura, con el mismo nivel y categoría que cualquier otra manifestación cultural de altura.
Pues, en efecto, el flamenco es arte mayor, un arte de enorme complejidad y calado, tal y como nos enseñó el maestro de los Alcores, don Antonio Mairena.
(Continuará...)
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