Pareaba el Fandi a uno de sus toros. Por un extraño del burel o un error de cálculo del torero se quedó este con un palo en la mano. Era el tercer par. Haciendo uso de un derecho inveterado y tradicional solicitó del Palco permiso para colocar otro par. El Usía lo denegó.
Así lo cuenta Barquerito:
Era su única tarde en el abono de Madrid. De ella se llevará un recuerdo amargo: la manera humillante en que el palco le negó su derecho a prender al primero de la tarde un cuarto par para compensar el haberse quedado en la mano con uno de los palos del tercero. En el brindis preceptivo al presidente, El Fandi hizo una reverencia bufa. La vergüenza torera. De ella hizo alarde la tarde entera.
Sin embargo, desde el punto de vista reglamentario, el Presidente tenía razón. El apartado 1 del artículo 76 del Reglamento vigente (el nacional) establece que:
Pero una cosa son los reglamentos y otra la aplicación de los mismos. Y la realidad es que, la falta de sensibilidad y sentido común de muchos Presidentes a la hora de aplicar el Reglamento, resulta palpable y evidente. Sentarse en el Palco (o en el Tendido, tanto da) con una idea estereotipada sobre como se aplica un Reglamento o sobre las calidades o cualidades de toros y toreros es, además de un despropósito, una flagrante injusticia. Siempre se ha dicho que ir a la plaza con la faena hecha es de malos toreros. Ir a la plaza con esos prejuicios es -añadimos- de malos aficionados.
Ordenado por el Presidente el cambio de tercio. se procederá a banderillear a la res colocándole no menos de dos ni mas de tres pares de bənderillas.El artículo es más que discutible pues contradice la tradición taurina en la materia que permite a los espadas decidir cuando cambiar el tercio. En efecto, el reglamento de 1962 (mucho más racional y tradicional en este tema) no estipulaba el número de pares mínimos o máximos, los que quedaban a potestad del Presidente, salvo cuando el tercio lo protagonizaba el matador o matadores, en cuyo caso la suerte se daba por terminada cuando el espada de turno lo decidiera (art. 101 "in fine" del reglamento de 1962)
Pero una cosa son los reglamentos y otra la aplicación de los mismos. Y la realidad es que, la falta de sensibilidad y sentido común de muchos Presidentes a la hora de aplicar el Reglamento, resulta palpable y evidente. Sentarse en el Palco (o en el Tendido, tanto da) con una idea estereotipada sobre como se aplica un Reglamento o sobre las calidades o cualidades de toros y toreros es, además de un despropósito, una flagrante injusticia. Siempre se ha dicho que ir a la plaza con la faena hecha es de malos toreros. Ir a la plaza con esos prejuicios es -añadimos- de malos aficionados.
Puede que ese sea parte del problema. Que en los Palcos no siempre se sientan buenos aficionados. A veces, ni siquiera se sientan aficionados, ya sean buenos o malos.
En Madrid, hay un proyecto para hacer posible que los Presidentes de las corridas sean eso, aficionados pues hoy sólo pueden desempeñar esa función los funcionarios del cuerpo de policía.
No niego que puedan existir policías que unan, a su profesión, conocimiento de las cosas del toreo. Pero una cosa no tiene nada que ver con la otra. Ser funcionario de policía, como ser arquitecto, bombero o electricista, no garantiza que se tengan depurados conocimientos en materia taurino.
No niego que puedan existir policías que unan, a su profesión, conocimiento de las cosas del toreo. Pero una cosa no tiene nada que ver con la otra. Ser funcionario de policía, como ser arquitecto, bombero o electricista, no garantiza que se tengan depurados conocimientos en materia taurino.
Presidir una corrida no es sólo un ejercicio de autoridad. Al contrario, pues la autoridad está para otras cosas, sino un ejercicio de conocimiento de la historia del toreo y de sus tradiciones, un ejercicio de sensibilidad y de responsabilidad.
Necesitamos Presidentes con rigor y seriedad pero que extremen el respeto a los toreros y a los públicos. A los primeros porque se juegan la vida y a los segundos porque son los que sostienen económicamente el espectáculo.
Necesitamos Presidentes con rigor y seriedad pero que extremen el respeto a los toreros y a los públicos. A los primeros porque se juegan la vida y a los segundos porque son los que sostienen económicamente el espectáculo.
1 comentario:
Enhorabuena,no puedo estar más de acuerdo con ud,a Fandi le robaron una oreja en Sevilla y otra en Madrid por puros prejuicio. Me ha gustado lo de la vergüenza torera pienso que le ha influido el éxito de Ferrera, una pena q no tenga otra tarde en San Isidro.un saludo Margo Prado
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