lunes, 8 de septiembre de 2014

José Tomás. El gran apaciguador

Por Fernando Cámara

 

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José Tomás. Málaga

José Tomás torea el peligro, la hostilidad, la transgresión y el inconformismo. Es criticado y a la vez envidiado pero es, sobre todo, un gran apaciguador.

Apaciguador del que le cuesta oro presenciar una de sus escasas obras, apaciguador incluso de los propios toreros que, ante su altura, no pueden sino destocarse frente a su arrolladora tauromaquia y apaciguador del propio rey de la fiesta que ante su ajuste no puede sino ceder su cetro al que pide y ocupa el trono en cada tarde.                               

En Málaga pareció ser uno más de los que hay cuando dobló el primero, pero su "ahumanidad" torera se hizo presente en los ajustados estatuarios a su segundo toro.             

Desteciado y destrozando cánones y normas se plantó en diagonal poco antes de las rayas de picadores para hacerse admirar al rematar sus espeluznantes estatuarios con un desdén torerísimo. 

 

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Sus escalofriantes estatuarios…

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…rematados con un desdén torerísimo

Justo entonces, fue perdonado, admirado y envidiado por todos los que allí estábamos. Comenzó pues su estratégica guerra contra todos y hasta contra sí mismo, a un muletazo ajustado le precede otro poco menos y el posterior es aún más.

El miedo que pudieran generarle sus imposibles exigencias, lo fulminan sus toreros y honorables principios. Honorable es la forma de entender el toreo de José Tomás y es así como lo perciben los aficionados, que acaban por pensar: no hay muleta como está, no hay; no hay hombre como este, no hay; no hay torero más torero y más grande. Bendita la torería que derrocha cuando llega el sugestivo momento de ponerse ante la mirada del toro.

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Bendita la torería que derrocha en el momento de ponerse ante la mirada del toro

Sus muletazos se suceden en tandas perfectas de colocación, de tiempos, de ritmo y, si se vence el toro, no se produce el más mínimo movimiento de alivio consciente o inconsciente.     

A José Tomás solo le es necesario poder cruzar la mirada con el de los rizos y unas cuantas embestidas para anular sentimientos demoniacos y abrir la gloria en cada una de sus tardes.

Por el lado derecho se cierne el toro pero José Tomás no se inmuta, aparece de nuevo esa "ahumanidad" ignorando los mensajes del toro y continuando hasta abrochar el remate con una arrolladora gallardía.               

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Por el lado derecho, Tomás ni se inmuta ante un toro que se cierne

Dialoga en la intimidad con el toro, con voz bajita, hasta hacerse comprender por la bravura de su antagonista y acaba por imponerse con unos naturales llenos de clasicismo, ricos en matices, de tela ondeante y de rizo de muñeca. Toques perfectos, en el tiempo adecuado y a la altura correcta para envolver la cara de su oponente hasta seducir su brutal resistencia. Muletazos iniciados y rematados a distinta altura de inicio a final y colocación perfecta para iniciar el siguiente (esto es muy importante). La dificultad está en rematar e iniciar el siguiente muletazo.       

                          

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Toques perfectos y a la altura correcta…

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…para envolver la cara del oponente

Con el espadazo acaba la hermosa tragedia romántica de José Tomás con este bello animal que es el toro, el símbolo de vida, el dueño y señor del miedo, del dolor, del sufrimiento y, por consiguiente, de la gloria de los toreros inmortales.                               

¿Un hombre? Hasta ahora los hombres que son toreros se acoplaban a las buenas embestidas del toro para crear su obra.

Un torero con una brutal personalidad, con una capacidad única para ignorar el miedo, vencer el instinto de conservación y perfeccionar su técnica hasta el más mínimo matiz, cuyo honorable principio es decirnos a todos lo grandes que podemos llegar a ser...

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¡Lo grandes que podemos llegar a ser!

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