El trianero Antonio Montes. Uno de los toreros claves en la historia del toreo que es recordado hoy día sólo como precursor de Juan Belmonte (Fotografía del libro de García Carrasclás) |
Nota de LRI: Antonio Montes es un diestro importante en la historia del toreo pues, no en balde, fue el más directo precursor de Juan Belmonte a quien le llegó el estilo de torear del monaguillo de Santa Ana, a través del banderillero Calderón, su mentor y primer publicista.
Montes, como Belmonte, destacó, sobre todo, toreando de capote, pero poco muy poco se ha hablado de su estilo con la capa, un estilo y concepto que nos describe con todo lujo de sorprendentes e interesantes detalles, Antonio García Carrasclás en un librito publicado en Barcelona el mismo año en que el toro Matajaca había acabado con la vida del trianero en México.
Creo haber dicho que Montes era clásico. De su clasicismo, toreando de capa, provino su fama (...) Se vió que aquel estilo de torear, no era casual, que era suyo, y por su especialísima y admirable manera de torear de capa, logró su encumbramiento y llegó, famoso, á tomar la alternativa. ¿Qué como lo hacía? Dificilísimo, para mi por lo menos, es explicar lo que en aquel momento se veía (...) diremos que Antonio Montes, en aquel instante se constituía en una especialidad.
Montes, como Belmonte, destacó, sobre todo, toreando de capote, pero poco muy poco se ha hablado de su estilo con la capa, un estilo y concepto que nos describe con todo lujo de sorprendentes e interesantes detalles, Antonio García Carrasclás en un librito publicado en Barcelona el mismo año en que el toro Matajaca había acabado con la vida del trianero en México.
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Creo haber dicho que Montes era clásico. De su clasicismo, toreando de capa, provino su fama (...) Se vió que aquel estilo de torear, no era casual, que era suyo, y por su especialísima y admirable manera de torear de capa, logró su encumbramiento y llegó, famoso, á tomar la alternativa. ¿Qué como lo hacía? Dificilísimo, para mi por lo menos, es explicar lo que en aquel momento se veía (...) diremos que Antonio Montes, en aquel instante se constituía en una especialidad.
Montes toreando de capa a un toro de Infante en la plaza portuguesa de Campo Pequenho en 1903 (Fotografía publicada en Sol y Sombra) |
Cogiendo el capotillo por muy cerca del cuello de la esclavina, con lo que mermaba mucho el vuelo de la tela y por lo tanto su propia defensa, sin dar el frente ni el costado á las reses, oblicuándose, pase la figura, y con los brazos más bien caídos que levantados, y ligeramente inclinado hacia adelante el cuerpo, citaba á la res con más aparente timidez que arrogancia, que no sabía Montes afectar, como otros muchos afectan (...)
Citaba, como digo, en aquella posición á la res y al arrancar ésta, no se veía en Antonio lo que generalmente en los demás se suele ver: adelantar los brazos, girarlos, extendidos á la altura del pecho hacia el lado por el que sé piense cargar la suerte y ayudar la acción al engaño inclinando el cuerpo y adelantando la pierna para disminuir el peligro con la mayor cantidad de salida posible.
Toreando de este modo, el fuera de cacho torero, es evidente, por esto rara vez impresionan toreando de capa quienes asi torean, como impresionaba Montes, el cual, dejando á un lado toda sofisticación y todo intento de estudiada pose, en vez de adelantar, encogía los brazos, en lugar de abrir, recogía todavía más el capote y esperaba á que llegase á su jurisdicción el toro, á que pisase su terreno, á que la res segura de su presa engendrase la cabezada, para abrir entonces el capote hasta dejarlo en su primera proporción de defensa y cargar la suerte, extendiendo hacia fuera los brazos quebrar de cintura y marcar con el cuerpo un cuarto de conversión, mientras se extendía hacia atrás la pierna contraria, sin mover la en que se afianzaba el diestro, que era la que se pretendía buscar alivio, podía forzar y ampliar la cantidad de salida que se marcare á la res. Y el lance, ora al natural, ora de trente por detrás, ora de farol, resultaba ceñidísimo, de gran lucimiento á pocos pies que tuviera el toro, por lo mucho que lo consentía el torero, y de un efecto sorprendente, que de un modo insensible entusiasmaba á la concurrencia (...)
Montes en una capea con el estilo descrito en el texto, sin sacar en demasía los brazos (Fotografía publicada en el libro de García Carrasclás) |
Y como constituía una cosa grande, una forma excepcional de torear de capa, armó el revuelo que debía armar, proporcionó grandísimas ovaciones y fama al ejecutante y le abrió paso entre sus compañeros, facilitándole el encumbramiento, el soñado camino de la alternativa.
GARCÍA CARRASCLÁS, Antonio. "Antonio Montes" (Barcelona, 1907. Págs. 17 a 24)
2 comentarios:
El monaguillo torero
que al repicar sus campanas
sonaban a pasodobles
en el barrio de Triana
(Rafael Peralta Revuelta)
¡Olé, Rafael!¡Vivan Antonio Montes y el barrio de Triana!
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