Frascuelo citando a la estocada (Detalle de fotografía de Laurent)
El diestro de Churriana cultivaba su indomable valor por el valor mismo. Salvador Sánchez es inconcebible no sin valor (…), sino actuando sin hacer exhibición de él, porque él era la esencia de su toreo. Esencia tan capitosa y eficaz que arrastraba a los públicos tras ella.
El valor para los frascuelistas vino a ser de esta suerte, no un supuesto imprescindible en el toreo, sino el fin por excelencia; no un medio de torear sino el toreo mismo.
Claro es que a este confusionismo no podía conducir sino el que tuviera un gran instinto torero y Frascuelo lo tuvo, a más de ser quizás el matador mas tremendo y seguro que ha conocido la historia del toreo.
Su audacia ante los toros no tenía límite. Al final de su actuar taurino tenía el mismo temple en el mismo metal que cuando comenzara sus andanzas toreras.
Frascuelo desde el primer momento tuvo el recurso de su valor y mal dicho ha quedado esto, porque para el gran matador no se trataba de recurso sino de lo sustancial y central del toreo y, o al menos, si el sabia concebirlo de otro modo no sabía interpretarlo de otra manera.
De su paso por la fiesta queda, aparte el recuerdo de la emoción de sus faenas y de sus estocadas, el ejemplo moral del más noble elemento de la fiesta, el valor, sublimado y llevado a extremos que ni antes ni después ha conocido ejemplo.
José María de Cossío. El valor como fin del toreo (Fragmento del Capítulo “Disertación final de los toros”. Cossío. Tomo IV. 1ª ed., Madrid, Espasa Calpe S.A., 1964. Páginas 917-920)
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