Por Jose Morente
Dos extraordinarios naturales: Arriba, Diego Urdiales en Madrid con un toro de Adolfo Martín y abajo, el Juli en San Sebastián de los Reyes con un toro de Victoriano del Río.
El natural y el toreo de muleta
Si el toreo de muleta es la piedra de toque del toreo contemporáneo, el natural constituye, dentro de ese toreo de muleta, la clave o piedra angular de esa fase tan importante de la lidia.
Al sostener la muleta en la izquierda y la espada o la ayuda en la derecha, el engaño se reduce en tamaño y, lo que tiene más importancia, resulta mucho más voluble ante el aire. Conviene precisar que, en el toreo, al viento se le llama “aire”.
Por eso, por esa fragilidad que confiere al poderoso toreo de muleta cuando este se hace con la mano derecha, es por lo que, el toreo con la izquierda, tiene tanta enjundia, tanta importancia y tanto impacto. Tanto que, en el argot taurino, se le llama a esa mano, la izquierda, la mano “de los billetes”.
Lo mejor es que no hay un único pase natural, como no hay un único pase de trinchera o una verónica o un molinete, sino pases naturales, idénticos en su esencia pero muy diferentes en su contextura, en su concepto y en su calado.
Vemos dos de ellos. Magníficos los dos. El natural de Urdiales a un Adolfo en Madrid y el de Juli a un Victoriano del Río en San Sebastián de los Reyes.
Si nos fijamos atentamente en ambas fotos encontraremos que ambas son muy semejantes. La posición de los torsos y los brazos de los toreros, el vuelo de las muletas e incluso las embestida de ambos toros son prácticamente iguales. En resumen, son dos fotos ideales para jugar al juego de encontrar las diferencias.
Y, puestos a buscar diferencias, ambas fotos sólo varían realmente (pelaje de los toros aparte), en la posición de las piernas de los toreros. Muy poco para poder hablar con propiedad de dos naturales distintos. ¿Muy poco o, quizás, mucho?
El natural de Urdiales al toro de Adolfo
El natural de Urdiales (Fotografía de Miguel Pérez Aradros). El natural cargando la suerte (con la pata ‘alante) y desplazando el toro hacia afuera después de cruzarse el torero en su camino. Algo que se refleja muy bien en esta foto de Diego Urdiales y, en concreto, en ese cuerpo del torero inclinado hacia el toro, como empujándole hacia afuera con todo el alma.
La misma tarde en la que Perera se entronizó, como nuevo Rey del toreo contemporáneo, un diestro riojano, con un toreo preciso y precioso, Diego Urdiales, al que desgraciadamente no le sobran oportunidades, se entretuvo en dibujar sobre el ruedo de las Ventas el natural en su versión más depurada.
Fueron los suyos unos naturales de una tremenda belleza, tanta que algún aficionado ha podido decir, como decía Santiago Navascués en facebook, al comentar esta fotografía, que ese natural “vale más que decenas de faenas enteras”.
Tiene razón ese buen aficionado. No sólo porque el natural de Urdiales es un bello, bellísimo muletazo, sino porque, además, se ajusta y responde al concepto que el aficionado de nuestros días tiene sobre lo que se entiende como cargar la suerte: echar la pata ‘alante.
Como el aficionado, tradicionalista de suyo, se emociona y se alboroza cuando ve torear conforme mandan los cánones del toreo o, mejor dicho, conforme a lo que el piensa o considera que mandan los cánones, esa faena provocó un inusitado entusiasmo entre los aficionados venteños que asistían a esa corrida. Lástima es que no provocase tanta emoción entre el resto del público,
Y es que ese toreo “de frente” y “pata ‘alante” (toreo cambiado o contrario), que permite un mejor control de inicio del muletazo y propicia un embroque emocionante, dificulta o perjudica su remate. De frente es más difícil rematar bien los muletazos y, por tanto, es más complicado ligar cada natural con el siguiente, que es lo que el público de hoy más valora y agradece.
Los pases naturales de frente suelen resultar, como resultaron los de Urdiales, magníficos y tremendos aunque necesariamente de uno en uno. Y es que Urdiales sacrificó el resultado, la ligazón, en pos de la búsqueda de su concepto de pureza, de toreo puro.
Los naturales del Juli al de Victoriano
El natural del Juli representa el natural por antonomasia. O mejor dicho, los naturales. Es un natural hacia dentro donde la posición de perfil del torero resta algo de emoción al cite (aunque aparente) pero en beneficio de un mayor control del muletazo en su remate y, por tanto, facilitando la ligazón con el siguiente de la tanda. Es el toreo de línea natural o en redondo.
Es por eso, por esa dificultad para ligar bien los pases, por lo que el toreo de muleta se puso, a mediados del siglo pasado y con Manolete, de perfil (En el capote ya se había puesto el toreo de perfil, mucho antes. Concretamente, a fines del XIX con Guerrita)
De esa fuente, de la fuente manoletista, bebe el toreo de muleta contemporáneo (el toreo de línea natural o en redondo). Un toreo de muleta que ha optado por la colocación de perfil. Se pierde con ello control y seguridad en el inicio del muletazo y se pierde, también y en parte, el beneplácito del aficionado, sobre todo del más dogmático.
Pero esas carencias, se ven compensadas por un toreo mucho más largo y profundo. Y donde al facilitar el control del remate (el momento de soltar al toro) se facilita la ligazón que es lo que, quizás, más valoran los públicos de hoy. Los muletazos ya no se suceden de uno en uno, sino seguidos y continuados. En tandas.
Es lo que hace el Juli, en esa fotografía, colocarse de perfil para llevar al toro muy toreado hasta el remate.
Dos modos de torear frente a frente
Ya tenemos, frente a frente, dos modos distintos de torear. Sigamos con el análisis y empecemos por los cánones.
Cuando se torea como Urdiales, inmediatamente surge siempre algún aficionado que evoca y alaba el tema de la pureza y los cánones y la adecuación o no del toreo que se hace en las plazas a esos cánones.
Sin embargo, las cosas no son, a veces, lo que parecen y ese toreo de “pata ‘alante”, de cruzarse en el camino del toro para expulsar al toro del terreno del torero que tanto nos gusta, resulta que, en realidad, no responde a los cánones clásicos del toreo, como piensan los aficionados actuales, sino al concepto del toreo cambiado o en ochos. Lo que es muy diferente
Ese toreo contrario o cambiado es el torero de los toreros que aprendieron el toreo en las capeas y los cercados, como Juan Belmonte, Domingo Ortega o Paco Ojeda, con toros resabiados y corraleados de los que había que defenderse. Un toro que no permitía florituras y donde para dominar y poder al toro era y es imprescindible desplazarlo hacia afuera.
Un natural de Belmonte de su última etapa. Esa posición frontal del torero le da mucha emoción al embroque al ofrecer el pecho, pero también le confiere mucha rigidez a su postura en el remate que es forzosamente muy sesgado, corto y hacia afuera. Ese natural defensivo pero emocionante es el antecedente directo del natural de Urdiales. El toro de Urdiales humilla más que el de Belmonte y la postura del torero es más flexible y armónica pero el concepto es el mismo. Son dos naturales de la misma familia.
La otra cuerda. El toreo en redondo
Paradójicamente, no es el jaleado toreo cambiado sino el otro, el toreo en redondo, el toreo más clásico, el mas parecido al toreo que preconizan las viejas Tauromaquias. Es ese toreo en redondo, el torero de los toreros de Escuela, hijos de toreros, como Joselito el Gallo, Manolete o Chicuelo. Toreros de muy diferente estética pero con un mismo concepto del toreo de muleta. Toreros de una misma cuerda.
La preocupación del torero de esta línea no es ya tanto enfrentarse al toro y dejarlo pasar sino llevarle dominado, mandando en él desde el inicio hasta el final del pase.
Aunque la fotografía no tiene mucha calidad, es muy interesante porque resalta a las claras el concepto del toreo de Rafael el Gallo (y el de todos los toreros de su cuerda) que es el concepto en el que se basa el toreo contemporáneo. La intención del torero en este natural no es enfrentarse al toro y demostrar a los espectadores lo valiente o arrogante que se puede ser sino (por eso Rafael está algo perfilado) llevar al toro toreado hasta el final del pase, hasta su remate. Un muletazo que parece que pide ser rematado con otro natural (tantos como aguanten el toro y el torero) igual que el natural en el toreo cambiado pide ser rematado con un pase por el otro pitón con un pase de pecho, por ejemplo.
El natural del Juli es herencia del natural de Rafael el Gallo, como el natural de Urdiales está entroncado directamente con el de Juan Belmonte. Son dos líneas del toreo, dos cuerdas diferentes, pero en las que se han alcanzado -en ambas- cotas altísimas.
Todos los conceptos. Todas las escuelas
Frente al totalitarismo ideológico de los aficionados dogmáticos que defienden con ahínco la existencia de cánones o normas únicas con validez universal, lo que caracteriza a nuestra época, tanto en el mundo del arte como en el planeta de los toros, es el fin de las ideologías totalitarias (el fin de los manifiestos legitimadores que diría Danto) y la posibilidad de coexistencia de estilos diversos en un mismo tiempo y época.
Eso es lo que está ocurriendo hoy en el toreo. Y es que, frente a la unidad estilística de épocas pasadas (El parón en la Edad Plata; el verticalismo de la época manoletista; la consolidación del toreo en redondo de los 60; etc,) hoy pueden convivir en los ruedos, al mismo tiempo, estilos muy diferentes.
Así sucede que, en una misma temporada o en una misma feria e incluso en una misma tarde, podamos ver un natural de línea belmontista y, acto seguido, a veces al mismo torero, un natural en el concepto del toreo en redondo. El natural de Urdiales y el natural del Juli.
Sería deseable que esa misma diversidad de estilos de la que podemos disfrutar en los ruedos, fuese asumida también por los aficionados del tendido.
¡Los públicos ya lo han hecho!
Joselito y Belmonte. Dos toreros de muy diferente cuerda. Dos toreros radicalmente distintos con un toreo diferente. Sin embargo, su convivencia (competencia) en los ruedos es lo que dio lustre, importancia e interés a la Edad de Oro.
No se entiende que hoy, algunos, quieran reducir el toreo (partirlo por la mitad) y expulsar del paraíso a la línea gallista representada por el toreo de muleta en redondo ¿O si se entiende?
(Fotografías de José y Juan facilitadas por Nicolás Sampedro Arrubia y extraidas del libro “El sabio y el fenómeno en la temporada de 1914” del Bachiller González de Rivera y Triquitraque)