Por Jose Morente
Cogida de Juan Lucas Blanco en Madrid en 1846 (Lámina de la Lidia publicada el 21 de noviembre de 1888)
A la muerte del Chiclanero, el toreo entró en una etapa sino de decadencia, si de cierto decaimiento. Ya lo decía la copla popular:
Ya se murió Curro Montes
Ya se murió el Chiclanero
Ya no quedan en el mundo
arte, valor ni salero
Fue una época dura con Cúchares amo del cotarro pero con la afición añorando las estocadas del Chiclanero y, sobre todo, el magisterio del Napoleón de los toreros, Francisco Montes Paquiro, el Curro Montes de la copla.
Uno de los diestros que gozó de cierto fervor popular, por esos años y por los anteriores, allá a mediados del XIX, fue el sevillano Juan Lucas Blanco, hijo de aquel diestro Manuel Lucas Blanco que murió ajusticiado en Madrid por haber matado a un hombre de un navajazo en una reyerta.
Gustavo Doré grabó esta escena de “lanzar el cuchillo” para el “Viaje por España” que realizó con el Barón Charles Davillier. Una reyerta a navajazos que acaba de modo similar a aquella en la que participó Manuel Lucas Blanco.
La parafernalia de una ejecución pública (Cuadro de Ramón Casas)
Juan Lucas, quiso ser torero como su padre y encontró el apoyo de un diestro de tronío, Juan Yust quien le prohijó, le llevó a vivir a su casa y le enseñó el oficio. Yust lo llevaba como segundo espada a todas las plazas excepto a Madrid, ciudad que tan nefasta había sido para su padre y que también lo sería para él.
Uno de los pocos retratos conocidos de Juan Lucas Blanco (Cossío. Tomo III)
Dice Néstor Luján que:
“Juan Lucas era un joven atolondrado, muy esbelto, gallardo y de seductora simpatía. Cantaor notabilísimo, buen pimplador, alegre, dicharachero, franco y popular en sus sentencias y donaires, tuvo bien pronto prestigio entre la juventud sevillana, tan jacarandosa y arrabalera”
A mí esa descripción (salvo en lo de “pimplador” que, en su caso, en el de mi amigo, sustituiría por “piropeador” y en lo de la juventud aunque esta es más estado de ánimo que cuestión de carnet de identidad) me cuadra a las mil maravillas con la idiosincrasia de un muy buen amigo mío, así que me imagino perfectamente el tipo y el personaje igual que si le hubiera conocido en persona.
Juan Lucas Blanco en la plaza. Fuera de ella ya lo hemos descrito (Detalle de una lámina de la Lidia de junio de 1886, que ilustra un quite disputado por este diestro con Manuel Domínguez en Sevilla en septiembre de 1853)
Muerto Juan Yust de cólico cerrado en 1842, Juan Lucas casó un año después con su viuda mientras seguía con su, por entonces, exitosa carrera como torero.
Según Cossío:
“Su toreo, parado, seco, le coloca en la línea de los toreros cortos y valientes a lo Espartero, a lo Reverte o a lo Antonio Montes, que tan sólo había de tener realización en el caso genial de Juan Belmonte”
Lo cierto es que su toreo “corto, rudo y petulante” podía brillar y de hecho brillaba con los poderosos pero bravos y nobles toros andaluces de la época. Con ellos, Lucas podía triunfar ruidosamente lo que le permitió adquirir un extraordinario cartel afianzado por tardes históricas como aquella en la que mató seis toros de Lesaca de siete estocadas recibiendo.
Merino, berrendo en castaño de Hidalgo Barquero, lidiado en Madrid en 1854.
Dice Velázquez y Sánchez en los Anales del Toreo que “Las ganaderías de Lesaca, Taviel de Andrade, Hidalgo Barquero, Arias de Saavedra, Castrillon, Martin, Rarbero, Concha Sierra, Duran, Carrera, Nuñez de Prado, Romero Ralmaseda y Suarez, suministraban á las empresas corridas de bichos pujantes, francos de juego, ardientes de condición y exentos de esas malicias que hacían á Costillares y á Hillo rechazar á los toros castellanos, declarándolos impropios para la lidia en buena ley como la permiten los nobles y boyantes bichos de la privilejiada Bética”.
En su entorno y a la vista de su forma franca de estoquear, “a pecho descubierto”, se temía por el momento en el que tuviera que enfrentarse a eso temidos toros colmenareños, tan complicados, resabiados y de tan dura pelea. Algo que le advirtió el Chiclanero.
Quizás por ello y porque en la Villa y Corte fue donde habían dado garrote vil a su padre, es por lo que otro de los amigos de este, el experimentado Juan León (discípulo del aquel Curro Guillén muerto en Ronda por un torito de Cabrera) y ya matador de fuste, le aconsejaba no acudir a esa ciudad.
Una terna de mediados del XIX: Chiclanero, Juan León y Casas (Grabado de Lake Price).
Sin embargo, Juan Lucas, desoyendo todos esos sensatos consejos, decidió presentarse en Madrid. Y fue toreando en esa plaza, en 1846, con Joselito el Chiclanero y el gitano Lavi cuando recibió, en el bajo vientre, una tremenda cornada que puso en peligro su vida.
La grave cogida de Madrid de Juan Lucas Blanco fue plasmada en la pertinente lámina de la Lidia (publicada el 21 de noviembre de 1888)
Un año después, en Almendralejo, recibiría otra cornada de similar gravedad.
Ahí se acabó el torero y, a partir de ahí, ya nada fue igual. Juan Lucas se acobardó, perdió la seguridad inconsciente que antes tenía y los percances se multiplicaron.
Como le faltaba ya toda la confianza, quiso recuperarla en el fondo de las botellas y empezó a presentarse en las plazas completamente ebrio y sin facultades, por lo que los percances y cogidas eran continuas.
Parecía un pelele en manos de los toros.
En alguna ocasión, se le tuvo que prohibir salir a torear en ese estado de embriaguez en el que se presentaba y, otras veces, los Presidentes tuvieron que ordenar su retirada del ruedo por el mismo motivo.
Bebida y toreo no casan bien –ni siquiera cuando se trata de publicidad de uva pasa moscatel malagueña- aunque hayan casado más veces de la cuenta (Detalle de una banda horizontal para lecho de cajas de pasas. Litografía: R. Santa María. Málaga. Finales del XIX)
Juan Lucas Blanco murió en 1867, alcoholizado y en la más absoluta indigencia, en el Hospital General de Sevilla.
Juan Lucas Blanco falleció en 1867 en el Hospital General de Sevilla que, según me informa mi amigo Manuel Esteban Jaimez Pastelero, es el conocido Hospital de las Cinco Llagas o de la Sangre, una de cuyas salas (posiblemente muy parecida a aquella en la que muriera el torero sevillano) podemos ver en esta antigua fotografía que forma parte de la Exposición que sobre este edifico se hizo en el Hospital Virgen del Rocío en 2011.
Hoy, el Hospital de las Cinco Llagas (del que destaca su portada manierista), donde falleció Juan Lucas Blanco, es la sede del Parlamento Andaluz.
En este foto antigua se aprecia la proximidad del edificio hospitalario (Al fondo en la imagen) y la muralla de la Macarena (en la izquierda de esta fotografía que forma parte del archivo de ABC)
Adenda Macarena
Como mi amigo Manolo Jaimez es buen macareno, no puedo dejar de pasar la ocasión de recordar la vinculación de esta Cofradía con el Hospital donde falleció nuestros diestro. Una vinculación que llegaba hasta el punto que, en el camino de regreso a su Basílica. durante su recorrido procesional de Semana Santa, se incluía todos los años una visita a los enfermos del citado edificio.
Cuando, finalizada la Guerra Civil, la Macarena se tuvo que trasladar temporalmente, a la Iglesia de la Anunciación se decidió, para no alargar su recorrido, finalizarlo en el Hospital de las Cinco Llagas. Allí permanecían los pasos hasta el Domingo de Resurrección en el que regresaban a la Iglesia de la Asunción.
El itinerario procesional de la Macarena en 1938 finalizaba en Hospital Central u Hospital de las Cinco Llagas (De la página web La Sevilla que no vemos)
La Macarena en el Hospital de las Cinco Llagas. Concretamente ante la fachada del actual Salón de Plenos (Fotografía de la web del Parlamento andaluz).
La Macarena entrando al Patio Central del Hospital de las Cinco Llagas (De la web La Sevilla que no vemos)
Estas visitas al Hospital de las Cinco Llagas son relativamente modernas pues, en tiempos pasados, circulaba el pábulo de que la Cofradía podría perder la propiedad de la imagen de la Virgen si aquella entraba en el recinto hospitalario ya que se suponía que la talla había sido adquirida a esa Institución a cambio de un reloj y con esa condición resolutoria.
Una leyenda improbable pero que fue creencia arraigada en el barrio, tanto que el pueblo llano se negaba a que la imagen entrase en el edificio. Por ese motivo, es casi seguro que Juan Lucas Blanco no pudo recibir la visita de la Esperanza Macarena durante su estancia y agonía en el Hospital de las Cinco Llagas.
Una pena más que añadir a su triste final…
1 comentario:
Magnífica entrada. Gran inicio del nuevo año para todos los seguidores incondicionales de LRI. Preciso y precioso relato de aquellos toreros de vidas novelescas que amaron aún más la vida que el ruedo. Feliz año!
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