Por Rubén Amón
El sector beligerante de Las Ventas ha adquirido una influencia que condiciona los humores de la feria, en contraste con la atmósfera expectante y lúdica de Sevilla
Ellos mismos se autoproclaman defensores de la integridad de la fiesta. Es falso lo que la fiesta necesita es justo lo contrario: quien la difunda y engrandezca. |
Uno de los mayores hitos de mi carrera profesional consiste en haber provocado la iracundia del tendido 7 de Las Ventas, hasta el extremo de que los ultras esgrimieron una pancarta que exigía mi expulsión de la plaza: “Fuera de Las Ventas, Rubén Amón”, se leía en la distancia.
El colmo. La inquisición en acción. |
Era la manera de represaliarme públicamente. Y de reprocharme en caliente unas declaraciones que compartí en el Canal Toros (Movistar) después de haber disfrutado una tarde de gloria en el Domingo de Resurrección: “Cuanto más vengo a La Maestranza, menos me gusta Las Ventas”, dije.
Me pareció entrañable la pancarta. Me conmovió que unos aficionados se tomaran el tiempo y la atención de planificar la campaña de denuncia a un periodista que siempre ha sido hostil al 7. Y que lo seguirá siendo mientras los abonados radicales del tendido -también los hay cabales y moderados- no rectifiquen los peores modales, la falta de respeto al torero, los dogmas extemporáneos y la extorsión que ejercen sobre el resto de la plaza.
Cuando más vengo a Sevilla menos me gusta Madrid porque La Maestranza me parece la plaza perfecta. No solo en su estética, en el privilegio del Guadalquivir, en su arraigo territorial y cultural, sino porque representa el mejor equilibrio entre la seriedad y el respeto, entre el conocimiento y la prudencia, entre el entusiasmo y la “versatilidad” del silencio.
El silencio de la expectación que solo transgreden los pajarillos. Y el silencio del castigo y de la indiferencia, muy preferible al jaleo vocinglero con que los predicadores del 7 -se les conoce hasta por el nombre y por el apodo- revientan el “pathos” e intimidan a los toreros de oro y de plata.
De siempre ha sido proverbial la capacidad del público sevillano de entender el toreo, todo tipo de toreo. Frente a la intransigencia de las Ventas, la inteligencia de un público que sabe de toros |
La presión de Las Ventas ahoga a los artistas. Los deja sin aire ni saliva. Saca lo peor de ellos. La presión de Sevilla, en cambio, obtiene lo mejor de los toreros. Los estimula y los eleva, de tal manera que el acontecimiento de la corrida de toros conserva toda su ortodoxia y liturgia sin discriminar la dimensión lúdica y sin reprochar al aficionado su derecho al hedonismo.
Estas reflexiones vienen a cuento porque acaba de terminar la feria de Sevilla -allí estuvimos- y acaba de comenzar la de San Isidro -aquí estamos- en una suerte de correlación que estimula la rivalidad de La Maestranza y Las Ventas. Y que sería más civilizada si no fuera porque la intransigencia de Madrid se ha radicalizado sobremanera en la última década.
No se explica la hostilidad atmosférica sin la beligerancia del tendido 7. Los llamamos el 7 porque es el tendido que ocupan los aficionados más dogmáticos y explícitos, pero hay muchos aficionados respetables en el 7 y muchos otros que emulan a los menos cabales desde otros tendidos del coso madrileño. Por eso el 7 es una abstracción, o una categoría que identifica al aficionado cabreado y fundamentalista. Lenguaraz. Faltón. Y provisto de una extraordinaria resistencia, al límite del síndrome de Estocolmo.
No falta nunca a los toros. Y se vale de semejante lealtad para imponer su criterio a voces. Recela del espectáculo. Sospecha de las figuras. Constituye la turba inquisitorial. Y acude a la plaza provisto de un pañuelo verde. Para protestar a los toros sin fuerza. Y para airear la indignación. Dicen a los toreros donde tienen que ponerse. Y se sublevan a la autoridad presidencial.
De hecho, una de ellas, Gonzalo de Villa, comisario de policía, decidió enviar a un grupo de agentes al tendido 7 en la conflictiva edición de 2019 para requisar las pancartas que exigían su dimisión.
Obsérvese el talante de la feria. Y la beligerancia de estos aficionados no sé si a los toros pero sí al masoquismo, pues e criterio predominante consiste en sabotear el espectáculo. Cuanto peor, mejor, es el lema del sector ultra.
Es el tendido en-tendidos. Custodian el dogma. Hunden la figura y encumbran al humilde. Y pagan. Y como pagan, pues gritan, como si el dinero les doliera. O quisieran recuperarlo con el estruendo vociferante.
Hunden la figura y encumbran al humilde. O como dijera Luis Miguel Dominguín: "Madrid es una plaza muy buena para los malos toreros y muy mala para los buenos" |
El 7 se describe a sí mismo como la última trinchera de la pureza, la madrasa donde se fija la doctrina y donde se garantizan los tabúes. Implícitamente están prohibidos en Madrid los rabos y los indultos, igual que prosperan las consignas de contra los matadores prohibidos. Nadie como El Juli ha pagado y paga la aversión del 7, más que nada porque los espectadores del “sector” recelan de sus triunfos en Sevilla e interpretan con suspicacia a los toreros ricos y superdotados.
Los aficionados del 7 tiene una misión. Y la ejecutan tiranizando la atmósfera de la plaza. Por eso he recomendado cambiar el nombre de la estación de Las Ventas. Y sustituirla por Tribunal.
Por Rubén Amón (artículo publicado en el Confidencial, el 9 de mayo de 2022)
Protesta airada de los vociferantes del Tendido 7. Protesta con o sin fundamento, que eso les da igual. |
NOTA de LRI: No creo equivocarme si califico a Rubén Amón como uno de los aficionados más sagaces y atinados que conozco. Todos mis amigos aficionados lo son pero Rubén une a esas cualidades del "saber ver" la del valor, un valor a lo Salvador Sánchez "Frascuelo" que le permite plantar cara a esos sectores de intransigentes que tanto daño, quizás sin saberlo pero queriendo, le están haciendo a nuestra Fiesta.
5 comentarios:
La lástima Sr.Amon es que el desarrollo hasta el día de hoy 20 Mayo 2022 de la Feria de San Isidro, se empeña en demostrar que los aficionados del 7 no están tan equivocados como Vd apunta y que lo que exigen y financian puede que esté más cerca de la verdad que las opiniones que Vd. aquí vierte y las que expelen los empleados de Canal Toros a través de las ondas que sonrojan a muchos más aficionados que los puedan molestar los que caben en el 7 .
Fuí abonado durante años de la Maestranza y ya no la reconozco, otra discrepancia con Vd y Vd disimule.
La opinión de gente tan sospechosa como la UTAA de Sevilla es clara y clamorosa con respecto a la situación actual de la Maestranza que Vd ve tan envidiable.
Va a resultar que los que viven del toro van a ser los únicos cuya opinión tiene validez.
Pués va a ser que no Sr.Amon y compañeros de fatigas remuneradas.
Pudiera ocurrir que “los del 7”,la UTAA de Sevilla y tantos otros grupos de aficionados sean aficionados a una cosa y Vd. y colegas a otra muy distinta aunque tengan la misma apariecia.
Como remate,lo que debía dejar a los artistas sin aire y sin saliva es el TORO y como eso no sucede porque el TORO ni está ni se le espera, se tienen que tomar el trabajo los del 7 y además pagando.
Un respetuoso saludo Sr.
Franmartin:
Estimado amigo. Aunque todo es opinable, no creo que Rubén Amón critique al 7 por sus criterios sobre el toro, el torero y el torero sino por su manera tan ruidosa de exponerlos en la plaza. Y especialmente por su intención de condicionar el desarrollo normal del espectáculo.
Es normal que cada aficionado tenga su manera de concebir el toreo pero reventar las faenas (a base de pitidos extemporáneos) no por pegar un petardo (eso ha pasado siempre) sino porque la forma de torear de un torero no se comparte (aquello de "cargar la suerte", "cruzarse", etc.) (eso no ha pasado nunca, no es (en mi opinión) admisible ni defendible.
De siempre los buenos aficionados han sido ponderados y matizadores y más bien callados. Esta algarabía ideológica no es buena para nadie.
Esa por supuesto es solo mi opinión. Defendamos la crítica pero en su momento y lugar. Cuando sea pertinente que es lo que creo que no pasa con las protestas del 7 en su mayoría.
Un fuerte abrazo.
Me sorprende y me llama la atención que el problema de la fiesta venga a ser el siete mientras lo demás es miel sobre hojuelas. Lo que vi el sábado en las Ventas, el público que vi y no era el siete, es para dejar de ir a la plaza, no sé si a los toros. Desde luego, un error tener comprado un abono. Hubo otras cosas pésimas (ganado, planteamiento de la corrida, incapacidad lidiadora), pero ninguna ayer fue el siete de verdad. Yo también soy partidario de callar y decir lo que se tenga que decir al terminar la faena. Muchas voces que se les atribuyen no vienen del siete. La mayoría de sus protestas son por toros inválidos, ni siquiera ya por trapío. Lo que sí que me parece preocupante son los comentarios de los profesionales en las retransmisiones por televisión. Sería mejor darlas en completo silencio. En fin, a ver lo que dura esto. Soy bastante pesimista. Un cordial saludo, Genaro
Genaro García Mingo.
El problema de la fiesta NO es el 7, pero el problema de Madrid SI es el 7.
Me explico. Ha protestado tanto el 7 y con tanto desatino y falta de criterio que el público de Madrid ha acabado por desorientarse totalmente. Si quien tiene que marcar la pauta (el aficionado cabal) anda desquiciado por filias y fobias y por dogmas y cánones falsos. El público acaba por no entender nada.
Eso es lo que pasa en Madrid, se protestan toros bravos y buenas faenas, lo que no hay quien lo entienda.
Que se proteste un toro inválido es lógico, que se proteste un toro apto para la lidia solo por perder las manos al salir de varas, no. Así podría poner mil ejemplos, como esa obsesión por la colocación cruzada y al pitón contrario.
El 7 lo confunde todo y ha acabado por confundir al resto de la plaza.
Pero una aclaración, el 7 es una simplificación una manera de hablar. Cuando decimos o digo el 7 me refiero a ese sector de intransigentes dispersos por toda la plaza que ha aprendido el toreo leyendo o escuchando a quienes no debería haber leído u escuchado. Pero que se creen en posesión de la verdad absoluta. Y tienen además la chulería suficiente para gritar "su" verdad a un torero en plena faena.
Yo también soy pesimista: la deriva de Madrid no tiene arreglo.
Un cordial saludo.
Muchas gracias por su contestación y perdone que le de la tabarra, don José. Entiendo la cita de Corrochano, de que todo lo que se hace con el toro es torear, pero de la lectura de Corrochano se deduce que tampoco se puede abusar de la cita. Quiero decir que existen las tauromaquias y que, aceptando que el toreo cambia y evoluciona, como lo hacen el toro y los gustos del público (¿Cuál de los tres vértices es el que en realidad provoca los cambios, toro, toreo o público?), también es necesario aceptar que hay cosas bien hechas y otras mal hechas. Mi pesimismo no se limita a la plaza de Madrid, sino a la fiesta en general. He visto entrar a matar a un mismo toro a una suerte, luego a la contraria, y nuevamente a la anterior, al tuntún, muy a menudo. ¿No importan los terrenos? ¿No importa la condición del toro? ¿No hay que picar? ¿Son un trámite el primer y segundo tercio durante los cuales hay que cuidar de un toro criado para la muleta a la que tantas veces llega justo de fuerzas? ¿No se puede reformar de una vez la suerte de picar (puya, peto, caballos)? ¿No importa la colocación del torero? ¿Una mala estocada no debe ser obstáculo al triunfo y al reparto de trofeos? ¿No importa que se ejecute de cualquier forma, tapando la cara del toro? ¿Se puede ser figura toreando no ya toros de un mismo encaste, lo que casi es inevitable, sino de una misma ganadería, o de dos o tres a lo sumo? ¿Quién es hoy capaz de lidiar un toro encastado y de sentido? ¿Hay que aplaudir la tarde en que los matadores, banderilleros y atléticos, ponen todos sus pares a toro pasado? ¿Por qué hay ganaderías que repiten en San Isidro -incluso cuando es obvio y evidente para el menos entendido que están atravesando un bache tremendo- cuando tantas otras no tienen sitio? En esta feria de San Isidro el mayor triunfo de el Juli se produjo con su segundo toro el día de la corrida de la Quinta, con la plaza llena y el aplauso unánime de todos los tendidos, con el siete a la cabeza. ¿Es tan difícil confeccionar carteles como el de aquel día? Los toros no eran fieras ni mucho menos, despertaron interés y asumieron ese papel central que tiene que tener el toro en la corrida de toros. Y no hablemos de novilleros que llegan a plazas de compromiso con dos o tres novilladas toreadas nada más. Recuerdo que el malogrado Iván Fandiño había toreado 37 novilladas el año que tomó la alternativa y a su apoderado le parecían pocas. Como veo que todo lo anterior importa más bien poco y que si todas esas cosas no se remedian la fiesta seguirá perdiendo fuelle, mi pesimismo es general.
Un cordial saludo,
Genaro García Mingo
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