Una de las fotografías publicadas en el Ruedo en 1963 en la serie dedicada a la Tauromaquia de Antonio Ordoñez escrita por Antonio Abad Ojuel. |
De Antonio Ordoñez nos queda a los que le vimos y les ha llegado a los que no, el recuerdo imborrable de su toreo de capa. De su toreo a la verónica.
Ordoñez un torero con enorme querencia hacia el toreo cambiado en época de predominio del toreo de línea natural, navegaba y divagaba a veces en la muleta entre uno y otro concepto. Sin saber bien a qué carta jugar, Algo que, quizás, le hacía perder coherencia estilística.
Pero lo que Antonio no perdía nunca era su empaque. Un empaque natural, nada forzado. Un empaque excepcional como pocos toreros han tenido. Por eso, con el capote en la mano, en el toreo a la verónica, ese empaque unido a la coincidencia entre su concepto -el del toreo cambiado- y el mecanismo inherente a esa suerte -en la verónica siempre se alternan pitones- le hacía alcanzar la cumbre. Y es que Ordoñez toreando con el capote ha sido una de las cumbres verdaderas del toreo de todos los tiempos.
Hoy cuando se habla tan poco de su figura (quizás por su carácter arisco y nada apacible), no está de más rescatar esta imagen suya con el capote en las manos pero no toreando a la verónica sino unos momentos antes, cuando al toro recién salido del toril, hay que domeñarlo y sujetarlo.
En eso, en sujetar a los toros de salida, fue Antonio Ordoñez un torero único y excepcional. Quizás también por eso, por su capacidad lidiadora, una capacidad lidiadora oculta y velada tras su deslumbrante estética -tras su impresionante empaque- podía luego torear de capa como muy pocos han sido capaces de torear.
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