martes, 28 de marzo de 2017

Cuaderno de notas (CXVIII) El problema de los encastes. Las causas.

El trapío medio del toro de los años 60. Una brava corrida de Fermín Bohórquez lidiada en Talavera el 15 de mayo de 1966 por Litri, Diego Puerta y Pallarés. Según el revistero fueron toros con kilos y cornamenta cumplida. Vivir para ver. Hoy se lidian mayores en las novilladas (Fotografía de El Ruedo)

Es una realidad evidente que la tauromaquia ha llegado a un grado de perfección técnica y estética jamás alcanzado, pues las grandes faenas de nuestros días son más profundas, ligadas y duraderas que las de tiempos pretéritos. Este toreo de mano baja, trazo largo y pases enlazados en redondo sin solución de continuidad supone para el toro un enorme quebranto; le obliga a humillar, a desplazarse, a meter los riñones, a emplearse contínuamente en el ataque y durante mucho tiempo, súmese a ello la enorme sangría ocasionada en el tercio de varas y una anatomía que soporta casi cien kilos más de su peso natural y podrá concluirse en que nunca antes se exigió a este animal tanto como ahora.

Pero tampoco en Madrid mejoraba la cosa. En la imagen la corrida de Alipio Pérez Tabernero, lidiada ese año en San Isidro, en la Venta del Batán (Fotografía de El Ruedo)
Casi de forma milagrosa, los principales ganaderos contemporáneos han creado un toro con bravura suficiente para aguantar esta lidia demoledora y, además, colaborar al éxito del torero, a pesar de llevar a cuestas un tonelaje desproporcionado y estar muchas veces sacado de tipo.

Tomando como punto de partida esta reivindicación del toro actual, un análisis objetivo de la presente situación ganadera no puede dejar pasar por alto la existencia de problemas de fondo que inciden de forma muy negativa en su rendimiento y conducen de forma irreversible a la desaparición de importantes razas bravas, empobreciendo con ello a la propia tauromaquia.

Ciertamente, la extinción de estirpes bravas no es un hecho nuevo; hace muchas décadas que dejaron de existir los toros castellanos, los jijones, los carriquiris, o la mayor parte de los vazqueños, pero fue su falta de condiciones para la lidia, su escasa bravura o capacidad de embestir, lo que los condenó.

Por el contrario, las castas arrinconadas en los últimos treinta años [se refiere al ultimo tercio del siglo pasado], cono Contreras, Coquilla, Vega-Villar o, más recientemente, los Santa Coloma, no lo han sido precisamente, por carencias de bravura o nobleza, sino por no admitir muchos kilos, por sus pitones reducidos, o simplemente por puro modismo. 

Bajo nuestra óptica, hay dos causas fundamentales que explican esta situación: la dictadura del denominado "torismo", por un lado, y la evolución de negocio taurino por cauces exclusivamente especulativos.

(continuará)
LÓPEZ DEL RAMO, Joaquín. Las claves del toro (1ª ed., Madrid, Espasa-Calpe, 2002. páginas 14 y 15)

Del mismo año de 1966, el emblemático Atrevido (el toro blanco de Osborne) en los corrales del Batán haciendo amistades. Un toro amable y noble fuera y dentro de la plaza. Un toro bonito pero sin el trapío que hoy se exige en cualquier plaza (Fotografía de El Ruedo)

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