sábado, 4 de marzo de 2017

Cuaderno de notas (CXVI) La lección de Antoñete: Colocación y torería

Antoñete ¡Aquel sentido de las distancias! Fotografía del blog "La tauromaquia de la movida")
Nota de LRI. En un magnífico artículo de Antonio Castañares publicado primero en una serie aparecida en 6Toros6 y recopilada luego en un magnífico libro, este gran aficionado no recordaba cual fue la gran lección del maestro Antoñete en su última etapa: enseñar, a un público de jóvenes recién llegados a la fiesta, que la clave del toreo está en la colocación y la torería

Pero cuidado, que no se trata -como algunos podrían pensar- de que todos los toreros tengan que citar desde la misma distancia desde la que citaba Chenel, ni que tengan que desprender un mismo aroma de torero castizo y añejo como el que atesoraba el madrileño sino, de modo más general y menos excluyente, lo importante es que cada cual sepa encontrar su propio sitio en la cara del toro y que, una vez allí, sepa desarrollar su propia personalidad. Nada más y nada menos que eso.


Yo a Antoñete le ví, le ví con fruición y de forma compulsiva. Sabía que era una reliquia, una especie a extinguir, algo único. Era todo un acontecimiento verle ante el toro, al que iba con una torería infinita y le citaba de largo, muy de largo y metido en su terreno. Le alegraba con la voz-¡iu!- y le adelantaba la muleta lo justo para no descomponer la figura. Le aguantaba en un primer muletazo emotivo a más no poder, para seguir en redondo en un segundo y un tercero aún mejores por hondos y cadenciosos. Ya no tenía fuelle -el maldito tabaco- pero allí estaba el de pecho o uno del desprecio con la rodilla crujiendo el costillar del toro. Y después, ¡ay después!, ¡ay aquel irse del toro toreando!, ¡ay aquella repajolera gracia!, ¡ay aquel irse yéndose que acababa con el cuadro.

Antoñete muchas tardes, como aquel 7 de junio de 1985 ante "Cantinero", nos enseñó que al toro había que respetarle, qie había que darle su sitio. Que había que hacerle creer que iba a salir vencedor del duelo, aunque la maestría de aquel torero de mechón blanco pudiera con aquel celo y alumbrara una de las más inmensas faenas que los aficionados hemos tenido la dicha de ver y disfrutar.

CASTAÑARES, Antonio. "La lírica del toreo-Fotos con solera" (1ª ed. Madrid, s.e., 2006)

Antoñete ¡Aquel irse yéndose que acababa con el cuadro! (Fotografía del blog "La tauromaquia de la movida")



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