Mientras los toreros hablan de cosas concretas, de problemas prácticos (comportamiento del toro, determinadas maneras de mover los engaños, sus propios sentimientos, etc.) hay que oírles atentamente y sus enseñanzas no deben caer en saco roto pero cuando pontifican y teorizan, al estilo de como pontifican y teorizan los aficionados, tomando como referencia los cánones del toreo, lo que dicen no tiene mucho que ver con lo que luego hacen en las plazas. Como dice el refrán, del dicho al hecho hay un buen trecho.
Y es que el lenguaje hecho a base de tópicos, resulta confuso y engañoso ya que, en la mayoría de las ocasiones, lo que esos términos significan para el torero no se corresponde con el significado que el aficionado les atribuye... Lo que es fuente de frecuentes errores.
Por eso, cuando queremos identificar o juzgar a los toreros por lo que dicen y no por lo que hacen, casi siempre nos equivocaremos.
Vemos un ejemplo...
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