Por Jose Morente
Entrada al Cortijo de la Finca el Grullo donde pastan las reses de don Álvaro Núñez del Cuvillo.
Tengo muy claro que no sé torear.
No sé hacer los movimientos correctos del cuerpo, ni de las muñecas, ni de las piernas. A veces, tengo problemas para rematar los muletazos o para corregir la posición cuando las reses reponen pero ayer en el Grullo tuve unas sensaciones que no había tenido nunca en una plaza de tientas.
Para empezar ayer no tuve, no ya miedo que eso es imposible con las vaquillas, sino ni siquiera la más mínima precaución o reparo ante ellas.
Quizás por la nobleza de la becerra que me cupo en suerte o quizás porque el ganadero (Don Álvaro Núñez Benjumea, todo un señor del campo gaditano igual que su padre don Álvaro Núñez del Cuvillo) había desechado y dado puerta a la que inicialmente le tocaba a mi terna (una añoja mansa y con mucho genio a la que costó pararla), el caso es que –aliviado- me encontraba tan a gusto que hubo un momento en el que, entre tanda y tanda y en la cara de la vaquilla, me olvidé de todo.
Por eso paré y me puse a disfrutar del paisaje y del momento. Ni me pesaba la muleta, ni me subieron las pulsaciones, ni me faltaba aire. Al contrario que tantas otras veces.
Creo que fue, en ese instante, en el que comprendí de verdad que, en el toreo, lo que realmente importa son precisamente esa sensaciones que uno pueda tener delante de las reses.
Imagino, sin embargo, que esas sensaciones mías no tienen nada que ver con las que siente el torero en la plaza pues enfrentarse a un animal que te puede partir por la mitad debe ser muy fuerte y el respeto al público y la necesidad de estar bien, más todavía.
Pero salvando esa insalvable distancia, y desde el respeto absoluto hacia lo que significa esta profesión, sentí que lo que realmente importa en el toreo no es el oficio, ni la técnica, ni siquiera el arte o nada de lo que se puede apreciar desde fuera, desde el tendido. Con ser todo ello muy importante, lo que verdaderamente cuenta es lo que podemos sentir delante de las reses. Sensaciones que quedan para nosotros.
Da igual cómo te vean los demás. Lo importante es como tú te veas. Como tú te sientas.
Ayer en la placita de tientas y con esa inesperada tranquilidad, que me daban estos pensamientos, entendí además otra cosa que, aunque sabida, no había sabido interiorizar hasta entonces: Que la única clave para poder torear es quedarse quieto. Quieto de verdad. Por fuera y por dentro. Esa es la única verdad. El único canon irrefutable e indiscutible.
Luego viene todo los demás: coordinación, entendimiento de las reses y sus ritmos, técnica, colocación, elección de terrenos, apostura...
Pero eso se lo dejo a los toreros que son quienes de verdad conocen el toreo y saben torear. Para mí, sólo el hecho de poder asomarme a este mundo, aunque sea de la forma tan rudimentaria y elemental en la que lo hago, es un verdadero lujo y un privilegio que me permite comprender la enorme grandeza que tienen el toreo y los toreros a quienes, por ello y cada día que pasa, respeto y admiro mucho más.
Yo, mientras tanto, me conformo no con saber pero sí con disfrutar del momento... De cada uno de esos momentos.
Málaga. 21 de diciembre de 2014
Para un aficionado de a pié como yo es un verdadero lujo y un privilegio poder acercarse al mundo del toro por dentro aunque siempre con todo el respeto y la admiración que me merecen los que hacen de este sueño su forma de vida y su profesión (Fotografía de Curro López Villegas)
10 comentarios:
+Lo de la quietud como único canon irrefutable, me lleva a preguntar si el toreo como arte es solamente el toreo en redondo. ¿No será qué el arte de torear necesita de esa hilazón que se consigue en el toreo en redondo y en el toreo cambiado no son más que "instantes" que no logran la sensación de plenitud y "redondez-acabado" del redondo?Yo con el toreo de Urdiales veo la plástica y el esfuerzo, la entrega pero no el fluir de una obra acabada como con Perera. Con Perera capto el alumbramiento de algo nuevo-casi una nueva realidad ajena a lo usualmente humano- y con Urdiales fogonazos estéticos y de mucha fuerza y valor, pero no la obra nueva que te colma y asombra. Resumiendo podría decir: Urdiales es la estética y Perera la obra de arte. Igual he ido demasiado lejos, pero lanzo esta idea en este blog,como una tertulia de aficionados y no una cátedra de pensamiento.
Felices y muy taurinas Navidades.
¡Qué original es tu artículo y qué bonito te ha salido! Sólo discrepo en una cosa: el título. Lo de “NO SÉ TOREAR” me vale como reflexión de un aficionado práctico perfeccionista, pero creo que el título que cuadra a tu trabajo es simplemente el de “TOREAR”. Y es que lo que describes perfectamente es esa particularísima e íntima satisfacción ―distinta a cualquier otra― que experimenta el aficionado cuando tiene la posibilidad de enfrentarse a una res ―por añoja que sea― y ve que consigue pasársela por delante y medio dominar la situación… sin más defensa que la de una simple tela. Es el milagro de ¡TOREAR!
Y esa sensación te lleva a entender y respetar lo que hace y lo que siente un profesional todas las tardes y, no digamos, en las de compromiso. Eso son palabras mayores.
Francisco Butler:
Magnífica idea para un debate entre aficionados "bienpensantes" y utilizo el término en toda su extensión. Evidentemente son dos planteamientos distintos y puestos a matizar habría más quietud -a priori- en el toreo en redondo (toreo en quietud siquiera relativa a veces) que en el toreo cambiado (toreo en movimiento pero con instantes de desmayo inobjetables) pero lo que planteaba en esta entrada no era tanto el contraponer toreos (ese sería otro debate cuyo punto de partida -magnífico punto de partida- podrían ser sus palabras) sino esa quietud de cuerpo y sentimiento que es necesaria para poder torear.... tanto en redondo como en ochos.
Creo que esa quietud de cuerpo y espíritu es necesaria en ambos modos de torear. Eso explica la aparente paradoja de que fuera Belmonte (uno de los indiscutibles paladines del toreo cambiado) quien trajo a las plazas un toreo parado (fugazmente parado pero parado) que sorprendió a todos los aficionados de la época.
Un cordial y fuerte abrazo y unas felices fiestas
japolos:
Poco puedo añadir a lo que usted dice pues mejor no podría yo resumir en tan corto espacio de texto lo que he querido contar y explicar: Torear (o querer torear) es un disfrute mñaximo que te hace entender y respetar más si cabe al toro, al torero y al toreo.
Un fuerte abrazo y muy felices fiestas
y ¿Qué es torear?,es algo muy grande,el toreo es el recuerdo queda en la memoria de un aficionado, esto es lo que dijo Pepe Luis, en alguna entrevista, yo me atrevo añadir,es una expresión del alma,por tanto,sin el conocimiento de la res,terrenos,distancia, es imposible saber torear, ahora bien,esa sensación, que por beves instantes ha logrado José, en ese muletazo largo,lleva toreada a la res,no se la quita nadie, enhorabuena,Manuel Vazquuez
De acuerdo: ...te hace entender y respetar más al toro, al torero, al toreo... ¡y A LA VIDA!
Manuel Vázquez:
A la pregunta ¿Qué es torear? dedicó Gregorio Corrochano todo un libro de un montón de páginas algo quizás innecesario pues le hubiera bastado con sus dos comentarios.
Totalmente de acuerdo con el recordado maestro de maestro Pepe Luis Vázquez pues el toreo es, en efecto, el recuerdo que queda en la memoria del aficionado al tratarse de un arte efímero.
Comparto también su opinión y creo firmemente, como usted explica, que el toreo es una expresión del alma. El sentimiento también efímero del que torea.
Creo que son dos caras (la del aficionado en el tendido y la del torero en la plaza) de una misma moneda.
En mi caso, disfruto enormemente en el tendido e intento aproximarme a ese sentimiento del que torea, una aproximación que cada día me reafirma más en mi admiración y en mi convencimiento de que el toreo es algo grande, muy grande. Y el mérito de los que torean incalculable.
Muchas gracias, un fuerte abrazo y felices fiestas para usted y los suyos.
Lo que tu comentas, amigo, puede decir el mejor de los toreros, de los famosos y de los de Guerra. Todo depende de que si entiendes el animal - con 150 kg o 600 kg no importa, solo determina las posibles consecuencias. Yo, cuando rezo antes de torear, solo rezo a Dios que me ayude a entender el toro.
Jim Verner
Jim Verner
En efecto, creo que hay una sensación común a todo el que se ha puesto por primera vez delante de una res. Es emocionante ver que un animal sigue un trapo y se desentiende de tí. Es una especie de pequeño milagro.
Esa primera sensación es común probablemente a todo el que se viste de luces.
Luego viene ya entender el comportamiento de las reses y el ser capaz de dominarlas lo que creo también que queda reservado a los toreros, al menos al nivel de exigencia que se le pide a un profesional.
Pero hay otra sensación que también creo podemos compartir con ellos y es la que tuve yo hace unos días. La de ser conscientes de la maravilla que supone poder estar delante de un animal al que (como dice usted) tienes que entender y dominar.
Sólo el mero hecho de plantearte ese reto incluso al nivel al que lo hacemos los aficionados me parece algo muy serio, y gratificante. Y es esa sensación, la del privilegio que supone poder estar allí, la que me lleva a respetar y admirar cada vez más a los profesionales.
Un cordial saludo y felices fiestas, Jim
"No se torear"
Que difícil es definir que es torear,Lo que para mi hace El Juli, es torear,para otros lo que hace Rivera, yo si se lo que siento cuando me pongo delante, y lo que siento solo puedo explicarlo, poniéndome otra ves delante del animal, hay veces que me siento bien por dentro y me lo guardo para mi,y hay veces que los amigos me dicen has estado cumbre, claro por eso son mis amigos,pero si estoy de acuerdo con Morente en lo expuesto en el blog,también da mucha seguridad donde se torea, los Aficionados como yo, torear en esta casa es un privilegio,
y cuando uno tiene la suerte de contar con un ganadero que sabe darte consejos porque conoce su ganado, ya es lo máximo para un Aficionado. Gracias Ganadero, Y gracias José Morente por el articulo publicado.
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