miércoles, 31 de diciembre de 2014
lunes, 29 de diciembre de 2014
Morante (IV) Inimitable y genial
Por Paco Carmona
De Morante, lo más llamativo es lo aparente, como ese barroquismo pleno de estética, que es lo que más vende a los público y seduce a los artistas pero que, siendo importante, no es lo fundamental como bien saben los aficionados (Fotografía de Anya Bartels-Suermondt)
Morante de la Puebla es un torero cumbre, imposible de imitar y muy fácil de copiar. Muy mala referencia para los toreros que empiezan y una de las mejores fuentes para quienes se atrevan a beber de él.
De José Antonio se copia lo fácil: el fajín, la pañoleta, ciertas posturas, ademanes y un sinfín de gestos para la galería, pero es imposible imitar la innata torería, la firmeza de plantas, la autoridad en toques, su natural colocación, cómo enganchar los toros, su perfecta geometría, su gran valor para esperarlos, ese temple belmontino y su capacidad manoletista para crear grandes muletazos con medias arrancadas.
Se habla de su estética, de ciertas hechuras que acompañan a su toreo.
¿Cuál de sus toreos? ¿El de muñecas rotas? ¿El torero que vuelca su peso para hundirse un muletazo tras otro le pase el toro por donde le pase? ¿Ese torero que torea a la verónica como nadie en la Historia a una gran mayoría de toros? ¿El del artista que domina el toreo por todos los palos?
Gran conocedor del toro pero sin adaptaciones, Suavidad y temple con el noble, caricia y compás con el bueno, capacidad y orden con el bravo, conocedor y poderoso con el complicado.
Un torero que coge los trastos perfectos, que toca perfecto, que espera a que los toros le lleguen hasta en el ultimo momento y que tira de ellos tan despacio, tan bello, tan lento que por eso es imperfecto.
Cuando Morante está en vena, que son muchas más veces de lo que la gente cree, su entrega no tiene límites, se sitúa en esa línea tan dura que separa el toreo de pureza y verdad al toreo de reservas y esperas.
Un torero que entrega la cuchara y no vende nada, ni una pata p’alante a destiempo, ni un pantallazo, ni una ayuda, sin alivios, ni de uno en uno... Solo torear.
Corregir el toro dentro de cada embestida y ligar, no perder pasos de más y convencerse de que una y otra vez el toro va a pasar. Gran capacidad técnica a la hora de resolver tantos matices que plantean los toros y que por su estética tan personal y esa belleza de formas pasan desapercibidas.
Me gusta ver a Morante caliente, apretado, reunido con los toros y muy encajado. Ese perfil de torero que le nace cuando los animales no fáciles le complican un poco la vida y él consigue hacer un poco más feliz la nuestra.
Digo esto, porque es de los poquísimos espadas que, cuando torean, crean un clima de expectación y una sugestión en los tendidos maravillosa, un deseo de verle cuajar un toro que hace que, antes que acabe el lance, el olé ya se hace ronco.
Su facilidad para torear es tan evidente que es de agradecer que no te venda una moto si por allí no va a pasar gran cosa, además ese juego con los triunfos y fracasos hacen de él un torero aún más de leyenda.
Me gustaría ver torear a Morante toda la vida. Uno no se cansa de lo bueno. Pero a veces pienso que debe ser pecado no agradecer lo suficiente a Dios por hacernos coincidir en el tiempo con este genio.
Si Morante nace en otra época se acaba el papel, se hacen películas, se escriben novelas de amor, se sacan botellas de licor en su honor, le hacen alcalde honorífico de la Puebla y se forma en las Plazas de Toros una escandalera solo con verle anunciado en el cartel...
Aquel cartel que yo vi desde mi mundo cuando todavía él y yo éramos niños. La diferencia es clara, yo deje de serlo y Morante aún no ha parado de soñar.
Morante, aún no ha parado de soñar
Adenda: ALBÚM FOTOGRÁFICO
Por Jose Morente
Morante es un torero de gestos llamativos, posturas elegidas, aposturas elegantes y movimientos acertados. Su toreo tiene textura y colorido. Todo eso, tan aparente y tan llamativo, resulta tan evidente que invita a la réplica y a la imitación. Morante resulta fácil de copiar. Una fuerte tentación para el torerillo que empieza. Sin embargo, lo verdaderamente importante es que, contradictoriamente, su fondo torero, su toreo, es inimitable e incopiable.
Morante es el torero que atesora el mayor número de registros diferentes posibles, capaz de asumir muy diversos modos de torear. Desde su etapa de novillero a la de madurez, pasando por la de matador primerizo, Morante ha vivido etapas muy diferentes. Su toreo siempre cambiante, siempre el mismo, ha ido en cualquier caso ganando solera con el tiempo como los buenos vinos añejos (Fotografía de Morante con un novillo de la Quinta en Nimes en 1997)
Siendo un torero artista a algunos todavía les sorprende (nos sorprende) el poderío que demuestra Morante con el toro que exige ser dominado (Conviene aclarar que el toro que reclama Morante no es un toro fácil o tontorrón sino un toro que pueda acabar obedeciendo al mando del torero). En Morante ese dominio se manifiesta, además, a través de una estética diferenciada. Y es que el torero de la Puebla puede recurrir (pues las conoce todas en profundidad) a las formas toreras de hace 30, 50 ó 100 años según le convenga y en función de las condiciones del toro. Lo mejor y lo más importante es que, en su caso, ambas (técnica y estética) van indisolublemente unidas. Y lo singular es que, en Morante no se llega a la estética a partir de la técnica como es habitual en la mayoría de los diestros sino al revés.
Se pueden contar con los dedos de la mano los diestros a los que aficionados y críticos han atribuido la extraña y valorada capacidad de “parar el tiempo”. Al más llorado de todos ellos, al genial trianero Curro Puya, llegó Corrochano a preguntarle si se le paraba el corazón cuando toreaba en metáfora gráfica y muy expresiva. La misma pregunta se le podría hacer hoy día a Morante de la Puebla pues su toreo, de corazón parado, atrapa el instante y lo fija en nuestra memoria de modo inapelable. Y eso, una tarde tras otra.
Si tuviésemos que explicar a alguien con una única imagen lo que es el toreo, lo que significa torear, bastaría con elegir al azar la fotografía de cualquier capotazo o muletazo del torero de la Puebla. En un instante fugaz (el atrapado por la cámara fotográfica) de un muletazo o un capotazo de ese torero se condensa no una Tauromaquia cualquiera sino el concepto mismo de lo que es la Tauromaquia Eterna.
Cuando el toreo de Morante se torna ligero, displicente, fluido o natural, la técnica desaparece como por ensalmo de la escena. En realidad desaparece aparentemente, desaparece de la percepción del espectador, pero aunque no la veamos sigue ahí, oculta tras el halo mágico de ese capote y esa muleta tan esenciales. Morante es, en resumen, un torero de una gran capacidad técnica. Una técnica que, sin embargo, la mayor parte de las veces nos puede pasar (nos pasa) desapercibida.
Frente al toreo etéreo, alado, ligero o grácil existe otro toreo en Morante de signo muy diferentes, de signo opuesto al que cuadran los adjetivos de hondo, encajado, roto, hundido (¿El mejor toreo posible?). Un toreo ese que también practica (y con enorme solvencia) nuestro torero. Y lo cierto es que nunca el toreo de Morante (tópicamente calificado o etiquetado como artístico) alanza cotas más altas que cuando este diestro se rompe con el toro, cuando torea encajado. (“Me gusta ver a Morante…muy encajado” nos dice, con toda la sabiduría posible, Paco Carmona)
Cuando una obra de arte o una creación humana es de alta calidad, cuando alcanza la excelencia, es imposible que llegue el hastío o cansancio del consumidor. Dicho de otro modo, el buen toreo (el toreo de Morante) no cansa nunca. No puede cansar. Al contrario, su toreo se paladea más y mejor cada día que pasa.
Como bien afirma Paco Carmona, si Morante llega a nacer en cualquier otra época de la Historia del Toreo, en las Plazas y fuera de ellas se hubiera formado una escandalera de órdago.
Hoy día, la expectación que pueda despertar este diestro, con ser mucha, no está ni de lejos a la altura que merece la calidad de su excepcional toreo.
¡O témpora, o mores!
sábado, 27 de diciembre de 2014
Postales taurinas (IX) Silencio. Torea Pepe Luís
Por Jose Morente
Pepe Luis Vázquez (¡Pepe Luís!), de rodillas en un tentadero en el Toruño (Fotografía del libro “Viaje a los toros del Sol” de Alfonso Navalón)
Decían de él que no tenía bragueta. Una suerte para los demás pues -según Manolete rival y amigo- de tenerla les hubiera borrado a todos.
No la tendría pero ahí está en esa fotografía tomada en el Toruño de los Guardiolas, toreando de rodillas a una becerra de Pedrajas y replicando, en cierto modo y pasado el tiempo, a Marcial Lalanda, quien además de compañero de cartel algunas tardes fue también su apoderado y creo que su amigo.
La anécdota la contaba Alfonso Navalón en su imprescindible “Viaje a los toros del Sol”. El diálogo, que tuvo lugar una tarde de toros en la Malagueta, es de sobra conocido y aquí también lo hemos narrado pero no me importa reproducirlo.
-¡ Oye Marcial eso lo hace cualquiera! Le decía Pepe Luis al “más grande” quien gustaba de torear con frecuencia de hinojos.
- ¡Cualquiera que no seas tú! Le contestó el madrileño
Para demostrar quien tenía razón, Pepe Luis le salió esa tarde de rodillas a su toro (como años después le saldría de rodillas a la becerra de la foto).
Acabada la tanda de ayudados, sentenció:
- ¡ Oye Marcial. De rodillas, torea cualquiera. Lo difícil es torear de pie!
Pues eso. Lo dicho. Para Pepe Luis, quien en la foto torea de rodillas a una becerra de Pedrajas en un tentadero en el Toruño, lo difícil era torear de pie.
viernes, 26 de diciembre de 2014
Cuaderno de notas (XXXVI) El ayudado por alto de Manolete
El ayudado por alto de Manolete, un muletazo de inicio de faena aparentemente elemental y esquemático
“Recuerdo que, acostumbrada mi sensibilidad de aficionado a los ayudados por alto de Belmonte en que “barría los lomos”, me dejó frío el primer ayudado por alto que le vi a Manolete, un pase “de telón”, sin acompañar al toro, elemental y esquemático.
Pero pronto caí en la cuenta de que aquello tenía una intención funcional. Belmonte, por darle belleza al pase, sujetaba al toro, lo retenía, lo “determinaba”; Manolete lo que hacía era dejarlo, para que el toro revelara su condición.
De este modo, con el sólo muletazo inicial de la faena, tenía ya los datos esenciales sobre el toro.
En efecto, como se colocaba perfilado y fuera de distancia, para ir ganando los pasos laterales rumbo al toro, era éste el que le decía cual era su distancia de arrancada. Después, dejándolo suelto en el pase alto, el propio toro le revelaba también en que proporción se revolvía.
Manolete no prejuzgaba; le preguntaba al toro”.
Pepe Alameda. El hilo del toreo (1ª ed., Madrid. Espasa-Calpe, S.A., 1989. páginas 279 y 280)
jueves, 25 de diciembre de 2014
Villancicos flamencos (XIX) Amarga Navidad
Bambino. La vida y la Navidad pueden también ser amargas
¿Por que quieres matarme poco a poco?
Si va a llegar el día en que me abandones
Prefiero, corazón, que sea esta noche
Que sea tu cruel adiós mi Navidad
No quiero yo comenzar el año nuevo
Con ese mismo amor, que me hizo tanto mal
Y estés arrepentida, y tú tengas mucho miedo
Tú vas a saber que aquello que dejasteFue lo que mas quisiste, pero ya no hay remedio
Que sea tu cruel adiós mi Navidad
Yo no quiero, yo no quiero comenzar el año nuevo
Y tú ya estés arrepentida, y tú tengas mucho miedo
Tú vas a saber que aquello que dejaste
Que sea tu cruel adiós mi Navidad
Y yo no quiero, yo ya no quiero, yo ya no quiero comenzar el año nuevo
Con ese mismo amor, que me hizo tanto mal
miércoles, 24 de diciembre de 2014
Villancicos flamencos (XVIII) Los pastores son
Dolores de Córdoba por Villancicos de Triana. El “solo” que hace es corto pero enjundioso. Por fortuna lo repite un par de veces.
LOS PASTORES SON (Villancico de Triana)
Los pastores son, los pastores son
los primeros que en la Nochebuena
fueron a cantarle su linda canción
Esta noche es la Nochebuena
y mañana es Pascua de la Navidad
Esta noche es la Nochebuena
y mañana es Pascua de la Navidad
En el mundo reina la alegría
que ha nacido el niño
y en Belén está
Los pastores son, los pastores son
los primeros que en la Nochebuena
fueron a cantarle su linda canción
martes, 23 de diciembre de 2014
No sé torear
Por Jose Morente
Entrada al Cortijo de la Finca el Grullo donde pastan las reses de don Álvaro Núñez del Cuvillo.
Tengo muy claro que no sé torear.
No sé hacer los movimientos correctos del cuerpo, ni de las muñecas, ni de las piernas. A veces, tengo problemas para rematar los muletazos o para corregir la posición cuando las reses reponen pero ayer en el Grullo tuve unas sensaciones que no había tenido nunca en una plaza de tientas.
Para empezar ayer no tuve, no ya miedo que eso es imposible con las vaquillas, sino ni siquiera la más mínima precaución o reparo ante ellas.
Quizás por la nobleza de la becerra que me cupo en suerte o quizás porque el ganadero (Don Álvaro Núñez Benjumea, todo un señor del campo gaditano igual que su padre don Álvaro Núñez del Cuvillo) había desechado y dado puerta a la que inicialmente le tocaba a mi terna (una añoja mansa y con mucho genio a la que costó pararla), el caso es que –aliviado- me encontraba tan a gusto que hubo un momento en el que, entre tanda y tanda y en la cara de la vaquilla, me olvidé de todo.
Por eso paré y me puse a disfrutar del paisaje y del momento. Ni me pesaba la muleta, ni me subieron las pulsaciones, ni me faltaba aire. Al contrario que tantas otras veces.
Creo que fue, en ese instante, en el que comprendí de verdad que, en el toreo, lo que realmente importa son precisamente esa sensaciones que uno pueda tener delante de las reses.
Imagino, sin embargo, que esas sensaciones mías no tienen nada que ver con las que siente el torero en la plaza pues enfrentarse a un animal que te puede partir por la mitad debe ser muy fuerte y el respeto al público y la necesidad de estar bien, más todavía.
Pero salvando esa insalvable distancia, y desde el respeto absoluto hacia lo que significa esta profesión, sentí que lo que realmente importa en el toreo no es el oficio, ni la técnica, ni siquiera el arte o nada de lo que se puede apreciar desde fuera, desde el tendido. Con ser todo ello muy importante, lo que verdaderamente cuenta es lo que podemos sentir delante de las reses. Sensaciones que quedan para nosotros.
Da igual cómo te vean los demás. Lo importante es como tú te veas. Como tú te sientas.
Ayer en la placita de tientas y con esa inesperada tranquilidad, que me daban estos pensamientos, entendí además otra cosa que, aunque sabida, no había sabido interiorizar hasta entonces: Que la única clave para poder torear es quedarse quieto. Quieto de verdad. Por fuera y por dentro. Esa es la única verdad. El único canon irrefutable e indiscutible.
Luego viene todo los demás: coordinación, entendimiento de las reses y sus ritmos, técnica, colocación, elección de terrenos, apostura...
Pero eso se lo dejo a los toreros que son quienes de verdad conocen el toreo y saben torear. Para mí, sólo el hecho de poder asomarme a este mundo, aunque sea de la forma tan rudimentaria y elemental en la que lo hago, es un verdadero lujo y un privilegio que me permite comprender la enorme grandeza que tienen el toreo y los toreros a quienes, por ello y cada día que pasa, respeto y admiro mucho más.
Yo, mientras tanto, me conformo no con saber pero sí con disfrutar del momento... De cada uno de esos momentos.
Málaga. 21 de diciembre de 2014
Para un aficionado de a pié como yo es un verdadero lujo y un privilegio poder acercarse al mundo del toro por dentro aunque siempre con todo el respeto y la admiración que me merecen los que hacen de este sueño su forma de vida y su profesión (Fotografía de Curro López Villegas)
lunes, 22 de diciembre de 2014
¿Cómo se fabrica una zambomba?
Niña tocando la Zambomba (Foto de Santos Yubero publicada en el Blog Sabor Gaitero) |
El kit navideño básico tradicional lo forman la zambomba, el pandero, el almirez y la botellita de anís. De ellos, la zambomba se me antoja imprescindible.
jueves, 18 de diciembre de 2014
Morante (III) De torerito a torero “de época”
Por Paco Carmona
Morante de la Puebla, el torerito que ha acabado por ser un torero de época
La evolución de Morante ha sido lenta pero constante, impensable.
Ya pocos se acuerdan de su paso por Madrid de novillero, ni del zapato de Arnedo, ni de de su primera Puerta del Príncipe con la de Manolo González o de sus números a finales del siglo XX.
Morante pudo haberse quedado en un torero artista , pródigo en detalles pintureros, igual que tantos otros. La suerte para nosotros es que no se conformó con ese rol.
Morante lleva de Matador de Toros casi veinte años y al menos 15 de Figura del Toreo, se dice pronto. Si eso no es ambición que venga Dios y lo vea. Morante se ha criado en el medio, ha triunfado en él sin adaptarse, haciendo de su carrera su propia vida.
Morante lleva casi veinte años de matador de toros y más de quince de figura del toreo
Es el artista más grande que yo haya visto en una Plaza de Toros, tanto en persona como en video, que ha sabido reinventarse a si mismo gracias a su infinita vocación y a su incalculable ambición artística. Un loco del toreo, un grandioso aficionado y un estudioso de sus mayores. Hace muchos años decidió aprender el oficio y la técnica y no quedarse en la larga lista de "buenos toreros" que ha dado la ciudad hispalense.
Hace muchos años que Morante decidió aprender el oficio y la técnica
Siempre que repaso la vida y obra de José Antonio me siento un poco más valiente, porque Morante es un claro ejemplo de que el valor se aprende, se educa y se trabaja. Hay un valor innato, que nace de la persona, de su corazón. Pero hay un valor también real, que te lo da el tiempo, el trabajo, la constancia, la perseverancia y la fe. Porque en Morante el toreo es religión.
Hay un valor también real que lo da el tiempo, el trabajo, la constancia, la perseverancia y la fe. La fe pues, en Morante, el toreo es una religión
(Vieja estampa de torero valiente. Morante banderilleando en silla en la Goyesca del año pasado. Fotografía de La Opinión de Málaga)
Este genio no ha querido quedarse en ser otro Hijo de un Dios menor. Su toreo ha ganado con el tiempo en profundidad, verdad, compromiso...
Morante pasó hace ya muchos años de mirarse en la Historia a torear para ella.
Como decía Eugenio D’Ors “Todo lo que no es tradición es plagio”. Un axioma que Morante cumple al pie de la letra (Fotografía de la Opinión de Málaga)
(continuará…)
jueves, 11 de diciembre de 2014
Morante de la Puebla (II) Lo que me gusta de Morante
Por Paco Carmona
Morante en Ronda (Detalle de Fotografía de Andrés Lorrio del libro Morante de la Puebla. Tratado de Armonía)
De Morante se ha hablado mucho y muy bien. Sería una obscenidad hablar mal de quién conoce el toreo de arriba abajo, de quien es santo y seña para todo aquel que se precie de gustarle lo bueno.
Se habla de Morante como si fuera tal cosa, pero sobretodo se habla de aquello que a mí ni me va ni me viene.
Tengo que reconocer que de Morante, como se dice del cochino, me gustan hasta sus andares pero le encuentro un especial sabor a aquellas partes del mismo que no son tan valoradas o llamativas para la mayoría.
A decir verdad, me gusta de Morante, aún más, lo que no se ve, aquello que no entra por los ojos a primera vista, que aquello que estamos acostumbrados a paladear.
Me preocupa poco su atrezo, su accesorio, su puesta en escena, su coleta natural, su puro, sus sombreros, sus patillas, sus manías e incluso sus autobuses... y me interesa sobremanera su verdad, su capacidad, su técnica, su valor, su conocimiento, su historia, su evolución, su ambición, su talento, su genial adaptación y su increíble torería.
De Morante me preocupa poco su atrezo, su accesorio, su puesta en escena, su coleta natural, su puro, sus sombreros, sus patillas, sus manías e incluso sus autobuses…
…De Morante me interesan sobremanera su verdad, su capacidad, su técnica, su valor, su conocimiento, su historia, su evolución, su ambición, su talento, su genial adaptación y su increíble torería.
En Morante conviven, y de la mejor manera, todos los clásicos antiguos y el artista más actual que pueda existir. Conversan el martinete y la balería, la seguiriya y la rumba.
Estudioso del toreo y virtuoso como nadie, ha sabido hacerle al toro todo aquello que soñaba siendo un niño, con todas las referencias del pasado pero de un modo muy presente.
Que a Morante lo parieron torero lo saben hasta los gallos de su finca, pero no por eso este torero ha dejado de castigarse ni rebuscarse.
Que a Morante lo parieron torero lo saben hasta los gallos de su finca… y las piedras de su calle (En la foto –del archivo personal del torero- con su primo Juan Carlos)
Dicen que sarna con gusto no pica.
Morante ha adquirido un compromiso con la Historia del que no estoy seguro que los aficionados sepamos estar a la altura de lo ocurrido hasta ahora. Siempre tuvo referencias claras de la Escuela sevillana y un cierto sabor a marisma, supo combinar el oficio y la gracia, pero aquello se quedaba un poquito corto, un poco superficial.
Era un torero que sabía torear pero no hacía el cante, un torero de buenas maneras pero sin amar. Un artista de río cuando podía conquistar la mar.
Y mira si lo hizo...
El artista de río que acabó conquistando el mar (Foto ABC)
(Continuará…)
miércoles, 10 de diciembre de 2014
Postales taurinas (VIII) Dos miradas
Por Jose Morente
Antonio Bienvenida acaricia la embestida del toro con la muleta en la mano derecha (Foto: Dinastía Bienvenida)
Es esta quizás una de las fotos de Don Antonio Bienvenida que más me ha fascinado desde siempre y eso que no es de sus fotos más conocidas o difundidas..
No será de las más conocidas pero me subyugan esas dos miradas tan fijas que no se ven pero que se intuyen: la del toro en la muleta y la del torero en los intuida mirada del toro. En su mirada que no en sus pitones.
Pero la foto enseña más, mucho más. Y es que la relajada postura del torero tiene de todo: Elegancia, concentración, displicencia, señorío, suavidad, templanza, enjundia, arte, naturalidad….
¿Para qué seguir? Basta con decir toreo y está dicho todo.
lunes, 8 de diciembre de 2014
Morante (I) Mi infancia son recuerdos de un diestro de Sevilla
Por Paco Carmona
Morante con el vestido que un año le trajeron los Reyes Magos(Esta foto pertenece al archivo personal del torero y fue publicada en el imprescindible libro “Por qué Morante” de Paco Aguado)
Conservo en mi mente intactos los olores a Sevilla, una niñez marcada por sus calles empedradas, sus parques, su luz y la otra orilla.
Aun recuerdo el perfecto devenir de sus gentes y entre medias a un torerillo que pasaba por allí.
La primera vez que vi a Morante cruzar el puente iba acompañado de Leonardo Muñoz, apoderado del "chaval" en sus inicios. Yo no sabía lo que era un torero, ni siquiera entendí porqué vestía de esa guisa un muchacho que tenía mi misma edad. Para ser sincero , hasta el día siguiente no supe de quién se trataba.
Volvíamos mi tío Manolín y yo de vender como todos los días. En la furgoneta, con más de cuarenta grados, se mezclaban toda clase de olores a fruta, verduras, salmuera y aliños, lo conservo como si fuese ayer.
Cruzamos La Alfalfa, La Alameda, La Macarena, el Centro, Triana y Los Remedios, y me llamó poderosamente la atención unos carteles grandes pegados por las calles con la foto en blanco y negro de un torero pegando una verónica inmensa a un novillo muy grande en una plaza de piedra sin callejón.
En los carteles ponía "Morante de la Puebla".
Desde aquel momento, desde aquel preciso instante, nunca volví a preguntarme porqué visten así los toreros...
Este no es el cartel que deslumbró a Paco Carmona siendo aún niño pero el que él vio esa mañana en Sevilla sería muy parecido. No importa pues cualquier verónica de Morante ha tenido siempre (como todo su toreo) una enorme enjundia.
(Continuará)
sábado, 6 de diciembre de 2014
Cuaderno de notas flamenco (I) La bata de cola es una cosa muy seria
La Lupi se rompe bailando con bata de cola
Decía Rafael Lafuente de Adolfo el Cuchillero que ”a pesar de sus años, conservaba la gallarda prestancia física de un gallo de pelea”
Según el Cuchillero, eso se debía a “haber llevado capa muchos años. Cuando un hombre se ha liado en su capa muchos años sabe lo que es sentirse un rey, aunque no tenga donde caerse muerto”
Y añadía que:
“Las ropas de antes obligaban a tener garbo. Y no hablemos de los vestidos de las mujeres (…) ¿Sabe usted lo que yo haría si fuera el Gobierno? Dictar una ley que obligara a las andaluzas a llevar bata de cola”
Lafuente recordaba que esta conversación, sobre la importancia de la indumentaria en general y sobre las batas de cola en particular, la sostuvieron el mismo día en que estallaba la Guerra de Corea.
“La noche antes habíamos puesto fin a las grabaciones y nos encontrábamos en los Estudios de la emisora, esperando a que todo estuviera dispuesto para oír la serie completa de las coplas grabadas, cuando un empleado nos comunicó la noticia de que había comenzado una nueva guerra.
El Cuchillero murmuró un “Está bien, muchas gracias” como si le hubieran informado de que se había puesto a llover, y reanudó la charla.
(…)
En esto apareció de nuevo el empleado de antes para decirnos, con la excitación de un guripa que acaba de saber por la radio que el Atlético ha metido otro gol:
-Están bombardeando la capital de Corea del Sur
A lo que respondió mi amigo con pausada gravedad:
-Niño, ¿nos quieres dejar tranquilos? ¿no ves que este señor y yo estamos hablando de cosas serias?”
Rafael Lafuente “Los gitanos, el flamenco y los flamencos” (2ª ed., Sevilla, Signatura de Ediciones de Andalucía, S.L., 2005. Páginas 111 y 112)
Para Adolfo Carrasco Cerón “Adolfo el Cuchillero” (Flamenco y filósofo) la cuestión de la indumentaria era un tema muy serio. Más si cabe que la Guerra de Corea.
martes, 2 de diciembre de 2014
El destoreo (y V) ¿En una pierna adelantada está TODO el toreo?
Por Jose Morente
Antonio Díaz-Cañabate ponía (de manera harto exagerada) todo el toreo en el movimiento del diestro de adelantar la pierna de salida y apoyar en ella el peso del cuerpo, como aquí hace Domingo Ortega en un natural el día del Corpus de 1936. El ditirambo exagerado en defensa del torero preferido ha sido una constante de la crítica taurina de todos los tiempos. Lo que no dice Cañabate es que Ortega, al igual que Belmonte, no toreaba en redondo sino en ochos.
Como nos recordaba hace unos días mi amigo Andrés de Miguel, el crítico taurino de ABC, Antonio Díaz Cañabate, ponía todo el toreo (¡Ahí es nada! ¡Todo el toreo!) en el gesto de adelantar la pierna de salida y apoyarse en ella.
Confieso que, aunque la he buscado, no he encontrado la fuente donde se cita ese axioma. No importa pues me merece absoluta credibilidad sobre todo porque la frase está en línea con lo que sostenía Domingo Ortega en su conferencia “El arte del toreo”.
Para el torero de Borox, para Antonio Díaz Cañabate y para los seguidores de ambos, todo el toreo (¡Ahí es nada! ¡Todo el toreo!) se resume en ese gesto de cargar la suerte y adelantar la pierna de salida.
Tengo que confesar que la frase me resulta difícilmente aceptable no sólo por razones técnicas (que son de sentido común) sino, sobre todo, porque de admitirla tendríamos que prescindir de un plumazo de todos los diestros de la historia que practicaron y practican el toreo de línea natural como Guerrita, Joselito o Manolete (curiosamente los más grandes). Lo que me parece que es mucho prescindir ¿o no?
Sin embargo, es a esa buena técnica del toreo de línea natural (la del toreo en redondo) que practicaron esos diestros, a la que algunos aficionados actuales (¡no usted ni yo, por supuesto!) demonizan adjudicándole la etiqueta de “destoreo”.
Manolete en Toledo en agosto del 47. El diestro de Córdoba carga la suerte con los brazos sin mover las piernas, como se puede apreciar en esta magnífica foto de Cano. Frente al toreo más defensivo que consiste en desplazar hacia afuera la embestida de la res, el toreo moderno (basado en aguantar sin moverse esa embestida) resultaba enormemente novedoso, emocionante y meritorio. Un mérito que, sin embargo, nunca le han querido reconocer los aficionados “de libro”.
El objeto de esta mini-serie
La colocación enhilada, el cite con la muleta a la altura del cuerpo, la suerte cargada con los brazos y haciendo gravitar el peso del cuerpo sobre la pierna de salida, en línea o retrasada respecto a la otra pero anclada en el albero desde el momento del cite, no son trucos baratos de malos toreros sino, al contrario, el resultado depurado de muchos años de buen toreo, de muchos años de prueba-error y, por lo tanto, de mucha sangre vertida en los ruedos, que han permitido alcanzar las calidades que hoy se alcanzan toreando cuando el toreo lo interpretan los más grandes toreros de la actualidad como José Tomás, Morante de la Puebla, Julián López el Juli o Miguel Ángel Perera.
La técnica del toreo en redondo ha permitido llegar a ligar muletazos de la categoría y la enjundia de este muletazo de Morante de la Puebla en Aguascalientes. Sobran las palabras.
Calificar como “destoreo” esa forma de torear es, en el fondo, un insulto a la inteligencia de los buenos aficionados que todavía quedan.
Pensar que se debe torear en redondo de forma distinta a como se torea o sostener que los grandes toreros de la historia han toreado en redondo cargando la suerte con la pierna de salida adelantada es una falsedad y un engaño.
Desmontar esa patraña. Poner al descubierto esta superchería, ha sido el objeto de esta miniserie, que hoy culmina, donde hemos podido ver a cuatro grandes e indiscutibles toreros toreando en redondo con los recursos técnicos propios de ese modo torear. Toreando en la forma que algunos denuncian hoy como inaceptable. No lo hemos leído ni nos lo han contado sino que lo hemos visto.
Hemos podido comprobar, viendo las imágenes seleccionadas, que el toreo en redondo de Antonio Bienvenida, Paco Camino, Rafael Ortega y César Rincón, en sus mejores tardes, no se diferencia, en esencia y desde el punto de vista técnico, ni un ápice del toreo que hoy practican los toreros de nuestro tiempo antes citados, ese toreo que hoy algunos califican tan cínica y burdamente como el “destoreo”.
El aficionado que se atreva a sostener que este muletazo de Antonio Ordoñez (Zaragoza-1956) es una muestra de “destoreo” merece que lo ingresen en el cotolengo. Ordoñez, que practicó en muchas ocasiones el toreo cambiado cargando la suerte con la pierna de salida, sabía torear en redondo así de bien.
A salvo (a veces y sólo a veces) del primer muletazo de la tanda, la forma de ligar los muletazos, cuando se dan por el mismo pitón, sigue el patrón impuesto por Joselito-Chicuelo-Manolete, los creadores del moderno toreo en redondo.
Es cierto que el toreo de los 60 y el actual presentan matices respecto al modelo formulado por esos nombres sagrados pero son matices técnicos propios de la evolución lógica de las suertes que para nada desvirtúan la esencia del planteamiento básico de ese modo de torear.
La otra línea del toreo
El toreo en redondo no tiene nada que ver con el toreo que se produce cuando un diestro torea a la verónica o cuando con la muleta desplaza al toro alternando los muletazos por ambos pitones. En este caso, toreo en ochos, el concepto y los medios técnicos utilizados son (y deben ser) muy diferentes.
En el toreo “en ochos” la clave si que está en cargar la suerte adelantando la pierna de salida y apoyando en ella el peso del cuerpo. El toreo a la verónica, alternando pitones, es un buen ejemplo de ese modo de torear. En la foto, Morante del Puebla (¿Quien si no?) interpretando, con rara perfección, el toreo en ochos a la verónica.
Es ahí y sólo ahí, en ese toreo en ochos, en el toreo en movimiento, cuando está, no sólo aconsejado, sino también indicado, desplazar la embestida del toro hacia afuera, ganándole terreno y cargando la suerte apoyando el peso del cuerpo en la pierna de salida.
Ese el toreo que han practicado los toreros que se han formado de manera intuitiva en el campo o en las capeas. Es, por tanto, el toreo que han practicado Juan Belmonte, Domingo Ortega, Paco Ojeda o César Rincón.
Un toreo que ha disfrutado de más literatura y de mayores y mejores cantores, palmeros, elogiadores, paroxistas o entusiastas pero de similar (nunca mayor) enjundia en la plaza que el toreo en redondo.
La literatura panegirista del toreo cambiado o en ochos ha sido amplía y fecunda. No ocurre igual con el toreo de línea natural (o en redondo) que, pese a ser predominante, ha carecido de ese soporte literario. Las teorías contenidas en esos textos (la mayoría de las veces descontextualizadas) pueden desorientar al más pintado. Todo eso explica la incapacidad de algunos aficionados actuales para entender y valorar cabalmente lo que ocurre realmente en el ruedo. En cualquier caso, no parece adecuado ni acertado juzgar el actual modo de torear en redondo bajo el prisma de otro modelo tan diferente como es el toreo en ochos.
Dos modos de torear diferentes pero válidos.
Ambos modos de torear (el toreo en redondo y el toreo en ochos) son magníficos y espléndidos. Y, sobre todo, cuando se ejecutan en su máxima pureza (cada modo tiene la suya propia) entrañan la dificultad y el rigor que tiene siempre la excelencia.
Cada aficionado tendrá sus lógicas preferencias por uno u otro modo de torear. Las dos opciones son, pues, legítimas. Lo que no resulta de recibo es pretender imponer de forma excluyente una de ellas o, peor aún, pretender mixtificar el toreo en redondo exigiendo mezclas espurias. Como tampoco es de recibo descalificar una de las dos formas de torear porque no sea la de nuestra particular elección.
Un extraordinario muletazo de Diego Urdiales en Madrid en San Isidro de este año. Pese a su indudable belleza, conviene precisar que la aplicación sistemática en las tandas de naturales de elementos técnicos ajenos al toreo en redondo (como el cite enfrontilado, la pierna de salida adelantada o el remate detrás de la cadera) y dejando al margen las cuestiones de coherencia estilística, dificultan y comprometen enormemente la ligazón de un muletazo con otro (Fotografía de Miguel Pérez Adradas)
Dicen que el mejor aficionado es al que más toreros le caben en la cabeza. Yo reformularía el aserto diciendo que el mejor aficionado es aquel al que más “toreos” le caben en la cabeza.
Y el peor,… al que menos. Dicho sea todo esto sin la acritud de quienes (de modo siempre tan sectario) descalifican a todo aquel (torero o aficionado) que no comulga con sus dogmas.
El buen toreo no puede quedar encerrado en una fórmula matemática o geométrica como muchos pretenden.
Resulta cuando menos sorprendente (si no contradictorio) que sean los aficionados que más reniegan y despotrican de la técnica y los que menos valor le conceden, aquellos que luego quieran encerrar todo el toreo en un único, simple y prescindible mecanismo técnico como es el de adelantar o no la pierna de salida en los lances.