lunes, 18 de agosto de 2014

Una grata impresión

Por Jose Morente

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Vieja estampa. El debutante Joaquín Galdós en el túnel de la Malagueta con su cuadrilla.

Málaga, 17 de agosto. Primer festejo de Feria

Decía hace unos días -en facebook- Paco Carmona, a raíz de una discusión de aficionados,  que cuando llegara la primera novillada de la feria de Málaga ya podría apreciar quien quisiese, a la vista del comportamiento y hechuras de los novillos, las condiciones que tiene el toro que hoy se lidia en las plazas.

Y es que, al margen de las exigencias normales de las figuras (similares a las que han tenido las figuras de todas las épocas) hoy día sale a las plazas un toro mucho mejor presentado, con más trapío y, sobre todo, con más fuelle que el que salía hace solo 30 años.

Y si el aserto vale para las corridas de toros, con más razón vale para las novilladas.

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Seriedad y pitones. El toro que se lidiaba en los 60 tenía mucho menos presencia que los novillos que salen hoy a las plazas de toros.

Otra cosa es el comportamiento, la mayor o menor bravura, y, en ese aspecto los de Fuente Rey dejaron mucho que desear, defraudando a los aficionados. Salvo primero y sexto, una mansada en toda regla. Y, unos más y otros menos, con las complicaciones inherentes al sentido y la falta de bravura.

O sea que los novillos, no nos gustaron nada. Al contrario, vaya como compensación, los novilleros nos causaron (los tres) una grata impresión.

 

Ginés Marín

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El buen toreo en redondo de Ginés Marín

Para empezar, destaquemos la actitud y aptitudes de Ginés Marín quien superó con solvencia las complicaciones (muchas) de los novillos de su lote (el peor).

El toreo actual desdeña los recursos de la vieja lidia para los toros complicados y, aunque se empeñen en lo contrario los viejos aficionados, la papeleta del toro manso se solventa hoy toreando en redondo pero exponiendo y arriesgando lo que ni se exponía ni se arriesgaba cuando se admitían las licencias y recursos que permitían, y aún aconsejaban, las viejas Tauromaquias.

Para eso, hace falta mucho valor y mucha cabeza. Y mucho valor, nota aguda del valor, e inteligencia es lo que puso, en el ruedo de la Malagueta, el torero de la Escuela de Badajoz.

Decir hoy día, Escuela de Badajoz, tiene tanta importancia y dice tanto, como hace un siglo, lo tenía decir que un torero era de la Escuela sevillana o de la rondeña o de la cordobesa. Así de importantes son los toreos que tiene hoy esa tierra.

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Desplante de Ginés Marín. Si al conocimiento y experiencia adquiridos en la Escuela, se une el valor y la tranquilidad, la mezcla es explosiva

Fernando Rey

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Así de bien, torea (y toreó ayer) al natural Fernando Rey

Pero si Badajoz se lleva, hoy por hoy, la palma, Málaga a la chita callando se va haciendo también escuela de tronío y es que las enseñanzas de Fernando Cámara no deben caer en balde.

Fernando Rey, solventísimo y sobrado en este escalafón novilleril, se encontró con un potable (perdón por la expresión) primer novillo y lo llevó, en redondo, con muletazos de largo trazo y emocionante recorrido. Con sobriedad suma, construyó una faena maciza y muy redonda que no coronó con la espada.

Hoy se premia la prontitud y no la buena ejecución y un estoconazo, al tercer intento, supone perder los trofeos por merecidos que fuesen. No parece justo.

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Además de su gran faena al primero y su disposición en el cuarto. Fernando Rey nos regaló un vibrante y emocionante quite al sexto. ¡Tila, tila! que decían los antiguos.

Joaquín Galdós

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Galdós toreó muy bien pero mató aún mejor. Es un cañón con la espada

De otro novillero, hubiéramos dicho que nos sorprendió su debut por la seguridad, aplomo y firmeza que derrochó pero de Joaquín Galdós no podemos decirlo, sencillamente porque eso era lo que de él esperábamos.

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Que los novilleros de ahora vienen más “estudiados” que los de antes, es evidente. Pero que vienen con los mismo arrestos y ganas que los de antes, no lo es tanto. Sin embargo, eso es lo que hay. Galdós, recibió  de rodillas en los medios con la muleta al sexto de la tarde así de bien. Estampa de novillero antiguo. 

Lo que si nos sorprendió fue su capacidad, para tal y como iba la larde, arrancar una oreja al segundo de su lote (que era un “tío”) por una faena de calidad e inteligencia adobada también con derroche de valor.

Lo mató de un soberbio estoconazo. El premio merecido nos supo a poco quizás porque el mérito esta vez estuvo todo de parte del torero.

La Presidencia no lo entendió así. Es una lástima porque el esfuerzo y la firmeza del debutante (y su torería) debieron obtener la recompensa que supone salir a hombros por la Puerta Grande de una plaza de primera. 

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Joaquín Galdós triunfó en su debut. Causó (igual que sus compañeros) una gratísima impresión.

 

Fotografías: Eduardo Nieto (SUR Digital)

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