miércoles, 20 de mayo de 2020

Divagaciones sobre la quietud en el toreo (II)

Por Jose Morente

El toreo de Domingo Ortega era un toreo en ochos y en continuo movimiento, lo que aquí se ve perfectamente. El toreo de Ortega estaba en la misma línea que el toreo más parado y pausado, que no quieto, de Juan Belmonte. No en balde ambos se hicieron toreros en la "escuela" de las capeas y los cerrados, con reses viejas y corraleadas. En todo caso, la fotografía (que capta solo un instante) puede, a veces, llegar a ser muy engañosa...
Divagando sobre la quietud en el toreo (ver entrada anterior pinchando aquí), llegábamos a la conclusión que el parar de la trilogía belmontista era -valga la paradoja- una "quietud en movimiento".

Una afirmación iconoclasta, atrevida y desconcertante, que, estoy seguro, será discutida por muchos aficionados pues va contra de lo que siempre nos habían dicho: que Belmonte fue el primer torero en quedarse de verdad quieto.

Lo curioso es que ya hace muchos años, en 1963, ese ínclito belmontista que fue don Luis Bollaín -el belmontista más belmontista de todos los belmontistas que en el mundo han sido, el number one del belmontismo- decía lo mismo que ahora decimos nosotros: Que la quietud del toreo de Belmonte era una quietud en movimiento. (¡A ver si va a resultar que, al final, vamos a tener razón...!). Bollaín añadía que "¡Esa [quietud en movimientos] es la que sirve en Tauromaquia!"...

La prueba irrefutable. El texto de don Luis Bollaín. La quietud belmontista es una quietud en movimiento. No lo digo yo. lo testifica un notario (La tauromaquia de Juan Belmonte, Madrid, 1963, página 98)
Lo de la "quietud en movimiento" que defiende Bollaín, valdrá para la tauromaquia belmontista, pero a mí eso del movimiento me parece la antítesis de la quietud.

Para que nadie diga que hacemos trampa, conviene aclarar que el movimiento al que se refería Bollaín en su libro es el movimiento de los brazos. Sin embargo, algo no le debía cuadrar al notario belmontista en su defensa de la quietud del toreo de su ídolo, cuando en su texto relaciona quietud con movimiento. Su subconsciente le delata.

En todo caso, yo discrepo del ilustre aficionado y afirmo lo contrario. Sostengo que la cacareada quietud belmontista es una quietud ¡en movimiento!, en efecto, pero en movimiento de piernas y no solo de brazos.

¿Que, sino movimiento, puede ser ese tan alabado echar la pata 'alante?

El toreo espatarrado resulta basto y antiestético cuando el movimiento de la pierna de salida, al cargar la suerte, se exagera tanto como hace aquí Domingo Ortega.

Cargar la suerte se podrá valorar, no como ventaja de quien desplaza al toro, sino como la meritoria acción de cruzarse en su camino, pero ya sea ventaja o mérito (eso ahora no importa) el caso es que nadie puede negar que para cargar la suerte hay que moverse.

Un movimiento que podrá ser muy exagerado, como es el caso de Domingo Ortega, o más comedido y ajustado, como era el caso de Juan Belmonte, pero movimiento a fin de cuentas.


Para cargar la suerte, para cruzarse al pitón contrario hay que moverse, mucho o poco, pero hay que moverse (Belmonte en un pase de pecho. Fotografía publicada en El Ruedo)
Lo cierto es que todos los toreros que han toreado en ochos (con la excepción singular del genial Paco Ojeda merecedor de una tesis doctoral) han toreado sobre las piernas. Vamos a comprobarlo.


De la fotografía... al cine

Acostumbrados a ver el toreo del primer tercio del siglo XX (y casi todo el toreo de ese siglo) a través de la fotografía, más de uno estará tentando de decir que, al afirmar lo que acabamos de afirme, hemos perdido la cabeza o que nos mueven confusas e inconfesables razones, pues lo que en esas fotos se ve, parece contradecir lo que nosotros decimos.

Empecemos con estas cuatro y excepcionales fotos del genial Juan Belmonte:





La serie es magnífica. Además. analizando las cuatro fotografía, podríamos llegar a la conclusión de que Belmonte no solo está quieto sino que está... quietísimo.

Pero, además, su postura y su apostura resultan impresionantes. Creo que que nadie puede dudar, viendo estas imágenes, que Belmonte ha sido uno de los grandes toreros de la historia, cumbre de una forma de torear que subyuga y arrebata.

La expresión de Juan toreando (gesto tenso, mandíbula hundida en el pecho, dientes apretados) creo que podría ser muy similar a la de todo aquel (llámese Cortés, Pizarro o Magallanes) que, en situación límite, en vez de rehuir el peligro, decide tirar para adelante.

Ya solo esa pierna de Juan, adelantada en pleno embroque, tan dentro siempre del camino del toro, impresiona y apabulla.

O sea que, a la pregunta: ¿Belmonte, quieto?, tendremos que responder: ¡Quieto, no! ¡Quietìsimo!

Sin embargo, si dejamos de lado la fotografía y nos vamos al cine, la cosa cambia...

Pero eso, lo veremos en la próxima entrega.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

En el libro Dos temporadas y media, sus autores al pie de una foto de Joselito-Feria Sevilla 1915-en pase por bajo rodilla en tierra, afirman que estamos ante el inicio de quedarse quieto( pág 98).
¿Hasta qué punto esta afirmación es acertada?
Un saludo.
Francisco Butler.

Jose Morente dijo...

Francisco Butler:

No tengo todavía el libro pero no creo que en el toreo de rodillas esté el origen de la quietud.

El anhelo de la quietud es antiguo. Ya la tauromaquia de Hillo habla del toreo de muleta "sin menear los pies", pero la quietud real, la que hoy conocemos es mucho más moderna.

Un abrazo