martes, 19 de junio de 2018

¡Que no me etiqueten como aficionado!

Por Jose Morente

1907. El público. Lo mejor de la fiesta.
El integrante de la peña que alborota en el tendido de sol de la Plaza de Pamplona no ve la misma corrida que el elegante aficionado (¿quizás un torero retirado?) que se sienta en una barrera de la Maestranza sevillana. Como tampoco ven la misma corrida el adusto espectador del "Tendido 7" madrileño provisto de su pertinente pañuelo  verde o  el integrante de una de las ruidosas "porras" de la plaza México.

1898. Palco en Valencia
La misma faena, al mismo toro y en la misma plaza, la ven de forma harto distinta el ganadero y el Presidente; el torero y el crítico; el aficionado y el que asiste de forma ocasional. Pues hay tantos puntos de vista como espectadores.

Gran parte de la afición (y casi todos los críticos) hacen hoy una valoración global muy negativa del toreo actual. Por eso, hablan continuamente de falta de casta y presencia de los toros y del "destoreo" que, según ellos invade los ruedos. Afirman además que la fiesta atraviesa un periodo de "decadencia" que lleva inevitablemente a su desaparición.

1904. Tendido 2 Pamplona
No comparto ninguna de estas opiniones pues, siempre, la mayoría de los aficionados (y los críticos) han tenido una percepción muy negativa de sus propias épocas (sólo hay que acudir a las hemerotecas para comprobarlo). El toreo de hoy, al contrario, tiene tantas cosa buenos o malas como malas o buenas tenía el toreo de cualquier época anterior.

Nada ni nadie es perfecto (y no lo es el toreo actual que tiene muchas cosas que mejorar sobre todo, en lo que se refiere a los aspectos estructurales de la fiesta) pero pienso que esta visión tan negativa se puede deber, en parte, a la manera tan simplista con la que los aficionados (y los críticos) "ven" el toreo. A su peculiar "punto de vista".

1917. Señoritas en barrera
Y es que, señoras y señores, el toreo es sumamente complejo y no es nada fácil valorar con justicia lo que el torero hace en la plaza, entre otras cosas, porque el comportamiento del toro es variopinto e impredecible. Y el de los toreros, más.

Tengo para mí que las tres principales cualidades que deben adornar a un torero son el valor, la técnica y el arte. Valor y arte son fáciles de apreciar por los profanos. No así la técnica. Por eso, los públicos se encandilan siempre con los alardes de valor de los toreros valientes y con las formas elegantes de los toreros artistas pero difícilmente se entusiasmaran con la demostración de poderío y mando de los toreros técnicos.  Y ello, sencillamente, porque para poder apreciar el mérito de una faena técnica hace falta un conocimiento, de las reses y de las suertes, que no es fácil adquirir.

1947. El público de Madrid
Como no es fácil, muchos aficionados (y no pocos críticos) buscan atajos que les permitan titularse como "entendidos" (la máxima categoría en este "Planeta de los Toros"). Los atajos principales son, para mí, dos: El "truco de los hierros" y el "truco de los cánones". Ambos muy sencillos y que voy a explicar

El "truco de los hierros" consiste en valorar al toro no por su comportamiento en la plaza sino por el hierro (la ganadería) a la que pertenece. El "truco de los cánones" consiste en valorar al diestro no por el mérito real de sus faenas sino por su adecuación a las normas o códigos "establecidos" (normas sacadas del toreo de otras épocas y que se mezclan, sin empacho, en curioso batiburrillo).

Si el toro pertenece a una ganadería considerada "comercial" ya podrá tirar veinte gañafones por minuto que el aficionado conspicuo de turno lo comparará (¡sin rubor y en cruel ironía!) con el "borreguito de Norit". Si el torero no adelanta la pierna de salida, como se hacía en los años 30, ya podrá conducirse con firmeza y jugarse la piel, que le acusaran de ventajista y tramposo.

1972. Lima aficionado protestón
Nunca el toro ha sido como los toristas dicen que ha sido. Nunca se ha toreado como ahora nos dicen algunos que se debe torear. Valorar el toro y el torero actual mediante tópicos y clichés propios no ya de otras épocas, otros modos y otras modas sino a partir de nuestros prejuicios (que eso es lo que ahora se hace) conduce a una percepción muy negativa e injusta, además de distorsionada y falsa, del actual toreo moderno.

Posiblemente, ahí esté la clave del éxito de estas fórmulas. No sólo porque la simplificación que se hace es muy cómoda para el aficionado (y el crítico) sino, sobre todo, porque en este mundillo en particular (y en nuestro país, en general) consigue, antes, mayor caché y prestigio, el demagogo visceral (que todo lo ve mal) que el ecuánime y  ponderado (que intenta explicar  las cosas con objetividad).

Por todo eso, si  se considera "aficionado" (como viene siendo habitual desde que el toreo es toreo) a aquel que va a la plaza provisto de escuadra y cartabón, para medir los milímetros en que un lance se desvía de la ortodoxia; de lupa, para apreciar el más mínimo error de colocación de un torero y de "cánones" para, con exagerado espíritu examinador, juzgar con intransigencia (que no valorar con ecuánime benevolencia) el comportamiento de las reses y la actuación de los diestros; entonces, ¡por favor!, no me etiqueten como "aficionado" pues no me identifico con ese modo de proceder. Prefiero considerarme sólo un mero espectador. Parte del público, que dijéramos.

2010. Protesta del "Tendido 7" de Madrid
Por el contrario, si ser "aficionado" es apasionarse por el toreo sin filias ni fobias; asistir con entusiasmo a cuantas corridas sea posible sin perjuicios dogmáticos; leer y releer, tanto las crónicas actuales como las antañonas tauromaquias, con objetividad, para entender mejor este difícil arte y, sobre todo, para intentar enjuiciar, con optimismo  y equidad, el comportamiento de los toros y los toreros de hoy día, disfrutando, en suma, de todo lo bueno (¡que es mucho!) que tiene el toreo actual (como lo tenía el toreo del pasado), entonces, y sólo entonces, sí que les agradeceré que me adjudiquen la etiqueta de "aficionado"

Y a mucha honra.

Aficionado, sí... pero según y como y con quién.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Independientemente del contenido del artículo, del que discrepo en varios aspectos, sí hay una cosa en la que estamos de acuerdo: el aficionado necesita (más bien debe) leer y releer. Y ese es un problema fundamental, ya que hoy día, casi nadie lee a los críticos (la juventud prefiere enterarse de las reseñas por el instagram o el facebook sin ahondar), y mucho menos literatura taurina (y los primeros, los toreros). Cuando discuto de toros con algunos aficionados y amigos (algunos de ellos incluso novilleros y aficionados prácticos), me asombro del desdén que sienten hacia la lectura de temas taurinos (ya sean libros de historia, de critica, biografías, etc., o incluso la enriquecedora blogosfera taurina), llegando a verme como una especie de "friki" (desprecio esta palabra, pero es la que mejor representa la situación). Sinceramente, para mí, un aficionado que desconoce quiénes fueron Corrochano o Cañabate, ni es aficionado ni es "ná", por mucho festejo o capea a los que acudan.

Jose Morente dijo...

Anónimo:

De acuerdo en la conveniencia de la lectura. Pero no tanto en quienes son los autores a los que hay que leer. Y es que, por desgracia, los autores a quienes yo considero que hay que leer no son precisamente los nombres más difundidos ni los más citados por los aficionados.

Las claves del toreo están en el ruedo, en los tentaderos y en las capeas. Y no todos los autores de fama taurina son precisamente verdaderos conocedores de esas claves. Claves que, por eso, no estén en los textos de Corrochano, ni Clarito, ni Cañabate, ni Federico M.Alcázar, ni Vidal,... por citar los más conocidos.

Un saludo

Anónimo dijo...

He citado esos dos autores como podría haber citado a Chaves Nogales, a Ortega y Gasset, a Wolff, incluso a Rafael Ortega (uno de mis libros de cabecera es "El toreo puro"), no refiriéndome tanto al autor o a lo que escribe, como a la necesidad de la formación como aficionado taurino mediante la lectura (como en todas las disciplinas artísticas y humanistas). Claro es que las claves del toreo están en el ruedo y en las capeas, pero elementos como precisamente la cristalización de esas claves, la historia del toreo, del toro y de los toreros, la metafísica y la filosofía de la corrida, y los argumentos para la defensa de la tauromaquia sólo pueden aprehenderse mediante la lectura, indispensable para la formación como aficionado a cualquiera de las bellas artes.
Un saludo

Jose Morente dijo...

Anónimo:

Pues en eso, estoy totalmente de acuerdo con usted.

Un cordial saludo