martes, 6 de septiembre de 2016

Breve historia de la víctima de la Fiesta (según Cossío)

La víctima de la Fiesta de Ignacio Zuloaga

Releo a Cossío en su capitulo "Carácter y breve historia del tercio de varas" de su "Disertación Final de los Toros" (T. IV/10 y también en T. 5/30. Págs. 198 y ss.).

Don José María hace un interesante análisis de este tercio que paso a resumir en los puntos siguientes:

Primero.- A principios del siglo XIX se consuma el cambio capital de la suerte de picar. De picar a toro levantado y sin riesgo de las caballerías se pasa a picar a toro parado con número cada vez más crecientes de bajas.

De picar a caballo levantado y con vara larga, se pasa a picar con vara corta y esperando al toro (Lámina V de l edición de 1804 de la Tauromaquia de Pepe-Hillo).
El toreo a caballo se subordina al toreo a pie. Las consecuencias para la caballería serán funestas. 

Segundo. A partir de Pepe-Hillo y, sobre todo, de Montes, la suerte de varas se subordina al interés del matador. Posiblemente sea, la Tauromaquia de Montes, el hito final de la suerte de picar a caballo levantado y de la vara larga.

Tercero.- La intervención del picador será a partir de entonces, la que preste carácter más sangriento a la Fiesta. Pese a la opinión de los aficionados, la matanza de caballos no se debería a la impericia de los picadores ni a falta de habilidad de los mismos, sino al modo de picar-

Cuarto. Hay más, derribado el caballo, nadie se molestaba en separar al toro de su presa pues, el que lo levantara reiteradamente en su cabeza (lo que se llama romanear) era ardid que se impuso, sobre todo a finales del XIX, para quebrantar la pujanza del burel.

Que el toro romanease era un método (cuando no se había implantado el peto) para conseguir reducir su poder (Escultura de Mariano Benlliure)
Esta situación la describe Cossío de la forma siguiente:
"A principios de este siglo [se refiere al siglo XX] el cambio de criterio era notorio, y ya se suprime en los resúmenes periodísticos de las corridas el número de caballos muertos como índice de la bravura de los toros, y por entonces había de pintar Ignacio Zuloaga, gran pintor y gran aficionado, su famoso cuadro 'La víctima de la Fiesta', alegato el más elocuente, dentro de su silencio, contra el descuido de la defensa del caballo en el ruedo. Porque, conviene insistir en ello, no se trataba de impericia de los picadores, sino de caso inevitable en las condiciones en que los toros se picaban".
Quinto.- Las criticas a este modo de actuar van en aumento y, a principios del XIX, se empiezan a adoptar medidas tendentes por un lado, a procurar menor quebranto al toro (caso de las puyas o de las rayas de picar) o a proteger a los caballos (como retardar la salida al ruedo de los picadores o la implantación del peto, utilizado ya en Francia y que allí llamaban caparazón).

"Cuando los caballos no llevaban peto"

Sexto.- La desventaja fundamental del peto -a la vista de la experiencia posterior- es evidente. El toro queda inerme bajo la pica del picador y este aprovecha la ocasión para castigarle a mano salva.

Séptimo.- La actitud del público ha variado lógicamente. Antes, el reprochable fracaso artístico del picador quedaba compensado por el riesgo evidente al que se exponía frete al toro por la falta de protección del caballo. Hoy la indignación la produce la magnitud o impunidad del castigo.

La actual suerte de varas -por el abuso e impunidad en el castigo- provoca la indignación del público y favorece las tesis contra la Fiesta (Imagen de un Blog antitaurino: Coscollet)
Octavo.- El final de este proceso, concluye, está en convertir la suerte de varas no en suerte de gallardía, sino en "adaptar la tradicional presencia del caballero en el ruedo durante la lidia a la conveniencia del toreo a pie"

Del análisis que hace Cossío, se deduce que el verdadero cambio del discurrir del toreo no acaece con la implantación del peto (1928) sino casi un siglo antes (1836), cuando el prestigio de los toreros de a pie se impone a los de a caballo. Al subordinar la suerte de varas al resto de la lidia y enfocarla exclusivamente al quebranto del toro, se modifica la lidia toda.

Una modificación esencial en la que la introducción del peto resulta ser sólo un eslabón más de esa larga cadena.

9 comentarios:

Cllr Mark McKinty dijo...

Muy buena reflexión sobre una parte del toreo históricamente muy interesante, que me llama mucho la atención. Creo que viene muy bien algo que escribió Rafael Sánchez-Guerra en su artículo «El toreo a caballo. Ni petos ni corazas»:

«Ni petos ni corazas, ni armaduras, ni nada es necesario para defender a los caballos en la plaza. ¿Qué es entonces preciso? Pues nada más que dos cosas sencillísimas y terminantes: picar bien y saber torear a caballo […] Ni petos ni corazas. La única defensa del caballo debe ser el brazo del hombre, manejando bien las riendas y la puya o vara de detener.»

Rafael Sánchez-Guerra, «El toreo a caballo. Ni petos ni corazas», ABC, 9 de marzo de 1927, pág. 11.

La cité en un artículo con un poco de contexto que se puede acceder en el siguiente enlace (con permiso del autor de este blog, pues creo que aporta algo.)

https://www.academia.edu/12166167/La_humanización_del_toreo_la_imposición_del_peto_y_su_influencia_anglosajona_in_Revista_de_Estudios_Taurinos_vol._36_Sevilla_Fundación_de_Estudios_Taurinos_and_Real_Maestranza_de_Caballería_de_Sevilla_2015_

Jose Morente dijo...

Cllr Mark McKinty:

Efectivamente, esa reflexión de Rafael Sánchez Guerra es de máximo interés. Entre otras cosas porque ejemplifica muy bien esa corriente de aficionados que Cossío denomina "melancólicos y añoradores" y que consideraban que la culpa de la masacre caballar era imputable a los picadores.

Cossío, creo que con buen criterio, sostiene la tesis contraria. La de que, con esa manera de picar a caballo parado y vara corta, el encontronazo brutal resulta inevitable, no por impericia de los picadores sino por la misma forma de ejecutar la suerte.

El debate, no obstante, queda abierto pero sólo me gustaría apuntar un dato y es que cuando esos aficionados antañones relatan las proezas de piqueros históricos como prueba de que se podía picar de otro modo, olvidan citar que lo hacían a caballo levantado y no a caballo parado, tal y como casi siempre (al menos desde el primer tercio XIX, se ha picado.

Un cordial saludo y muchas gracias por la referencia y el comentario.

Jose Morente dijo...

Por cierto, muy bueno el artículo, Mark

Anónimo dijo...

Muy buen articulo, pero Cossio no menciona el factor mas importante - la evolucion del toro. Antes la gran mayoria de los toros rebrincaban o huian cuando sintieron el dolor de la puya. Los ganaderos han tenido mucho exito en criar toros que no hacen caso a este dolor y se quedan empujando apesar de la puya.
Con los toros de hoy, picar sin peto mataria a todos los caballos.
Un abrazo,
Jim Verner

Jose Morente dijo...

Jim Verner:

En efecto, Jim Verner. Muy poco dice Cossío sobre la bravura del toro. Sólo que a principios del XIX, se dejó de considerar el número de caballos muertos como medida de bravura. Y, lo segundo, en sus conclusiones, que la fiesta se mueve hoy entre el quebranto del toro y la medida de su bravura.

Tan poco, que he preferido dejar esa cuestión, la evolución de la bravura, para otro momento.

Un cordial saludo

Cincinato dijo...

El toro ha cambiado.

La sociedad ha cambiado.

Incluso el aficionado ha cambiado.

Hoy no soportaríamos el espectáculo de los caballos destripados. Sin una reforma que en su día seguro que algunos consideraron una aberración, la Fiesta no habría sobrevivido hasta hoy.

Urge volver a reformar el tercio de varas. Y aunque se salga del tema de esta entrada, también hay que reformar la forma en la que se da muerte al toro una vez dobla. Incluso habría que poner límites a los intentos de descabello y al tiempo que el toro sigue vivo después de la estocada, evitando largas agonías.

Jose Morente dijo...

Cincinato:

Aunqu muchos aficionados y algunos toreros no entenderán la necesidad de esos cambios, yo estoy totalmente de acuerdo con usted.

Sobre la urgencia de reformar la suerte de varas, ya hablamos en este blog. Sobre la limitación del número de descabellos y el tiempo de agonía, no lo hemos hecho aún pero es tema que se impone reconsiderar.

Un cordial saludo.

Unknown dijo...

Creo que para este invierne la Junta de Andalucia va a hacer cambios en el Reglamento en el tema de puyas, intentos de estocada y puntillas...

No sé pero cada vez que los políticos meten mano a la Fiesta de los Toros me da miedo.

¿Cómo se puede reglamentar eso? ¿Vamos a la Fiesta sin muerte y sin sangre? ¿Preferimos eso a nada?

Cincinato dijo...

Coincido con Carmelo es que es difícil reglamentar eso. Pero algo habrá que hacer.

No se trata de ir a una Fiesta sin muerte y sin sangre, pero espectáculos como el de la corrida de Fuente Ymbro en las pasadas Corridas Generales de Bilbao (dos toros recibieron doce y quince puntillazos cada uno, si es que no llevé mal la cuenta) nos llevan por el desagüe.

Los antitaurinos radicales y coherentes son pocos, muy pocos. Pero hay partidos políticos que les siguen la corriente porque les parece progre, y en un futuro no muy lejano vamos a ver que se convocan muchos referendos para abolir las corridas en tal o cual localidad. Como digo los radicales son pocos, e imposibles de convencer. A los que hay que convencer es a esa inmensa mayoría de personas que ni son aninalistas, ni les gustan los toros. Eliminar ciertos extremos que nada suman y que nos molestan incluso a algunos aficionados se me antoja como condición necesaria para atraernos esos votos, o al menos conseguir que no voten al enemigo.

Por otra parte repasemos las hemerotecas: hace cien años algunos de los aficionados y críticos más conspicuos auguraron todo tipo de males y tragedias por la introducción del peto. Es verdad que parte de la degeneración de la suerte de varas se debe a vicios que solo son posibles gracias a él, pero ¿cree alguien que tendríamos toros hoy en día si no se hubieran adoptado los petos?

El aficionado a los toros tiende a ser conservador y dogmático. Mal bagaje para una evolución que creo necesaria. El hacer esa evolución sin perder nada esencial es algo difícil y requiere mucho tino: las posibilidades de equivocarse por exceso o por defecto son muchas. Pero eso no nos debe hacer caer en la tentación del inmovilismo: creo que no hacer nada es lo peor que nos puede pasar.