martes, 6 de octubre de 2015

El derecho de López Simón a jugarse la vida

(a) Por José Morente

La épica. López Simón se la jugó en Madrid ante los toros del Puerto de San Lorenzo (Fotografía Juan Pelegrín)

He estado en Madrid en una más que interesante Feria de Otoño tanto por lo ocurrido en el ruedo como por las tertulias mantenidas fuera de la plaza y me encuentro a la vuelta con el debate de los internautas sobre la apuesta y riesgo asumido por López Simón la tarde del viernes. Una polémica intensa, apasionada y recurrente que viene de lejos.

Ya se planteó el mismo tema cuando José Tomás toreó en las Ventas los días 5 y el 15 de junio del año 2008. Mientras sobre su primera y triunfal tarde hubo consenso unánime, no ocurrió lo mismo sobre lo acaecido diez días después.El triunfo a sangre y fuego (3 cornadas y 3 orejas) de ese día fue cuestionado duramente por muchos aficionados que reprochaban al de Galapagar un planteamiento que ellos calificaban de suicida. "Así, no" decían.

La épica. José Tomás el 15 de junio de 2008 en Madrid (Fotografía El País)
 
No entro en la posible hipocresía (aclaro que no es el caso de quienes debatían en Internet) de quien pide al torero que se ponga en el sitio donde los toros cogen y pegan cornadas para luego quejarse de esas cogidas que siempre (¡vaya casualidad!) atribuyen ellos a impericia del diestro. Y es que olvidamos demasiadas veces que el toro no sigue guiones ni pisa las marcas que se le indican. Que los toros van a su aire y que, a su aire, cogen, hieren y matan.

Lo de José Tomás se repitió poco después, a finales de esa misma temporada de 2008, con Miguel Ángel Perera, en una desabrida y fría tarde otoñal. Desabrida y fría tarde y también desabrido y frío el comportamiento del público de las Ventas. Perera se jugó la vida y encontró lógico reconocimiento a su heroicidad pero también muchos reparos y críticas a una arriesgada apuesta personal que pudo haberle costado demasiado cara. Y es que, según los médicos de la plaza, estuvo en un tris de perder la pierna.
 
La épica. Miguel Ángel Perera en Madrid, el 3 de octubre de 2008 (Foto El Mundo)


Son esos mismos reparos y críticas los que se repiten cada vez que un diestro se la juega, resulta cogido y, cogido regresa al ruedo con las heridas abiertas (algo que ya nos va pareciendo normal por lo frecuente pero que no tiene nada de normal) en busca de esa gloria que sólo puede dar las tardes épicas.

Lo de López Simón

Y son esos mismo reparos y críticas los que se hacían a la actuación de López Simón en Madrid del pasado viernes. 

Para mí, y respetando todas las opiniones pues lo que se discute es cuestión de ética y, por tanto, opinable, es el diestro y sólo el diestro quien tiene el derecho a decidir hasta donde está dispuesto a jugarse la vida.

Por eso mismo, no creo que ningún aficionado (el precio de la entrada no vale lo que la vida de un hombre) tenga derecho alguno a exigir a ningún torero que pise esa raya como tampoco nadie tiene derecho a recriminar nada al torero que, de forma voluntaria, consciente y heroica, está dispuesto a traspasarla cueste lo que le cueste.

Está en su derecho. El derecho del torero de jugarse la vida. Su vida.


Lo que justifica y da sentido a la épica. La gloria. Alberto López Simón el pasado viernes, 2 de octubre en Madrid (Fotografía Juan Pelegrín)
 
PD: Sobre los reproches también realizados al torero de Barajas de teatralizar la situación, ni entro ni salgo. Sólo me gustaría recordar a quien así piensa que, en el ruedo, al contrario que en el Teatrose sufre, se sangra y se muere de verdad. Tal y como le indicaba -hace ya demasiados años sin que parezca que hayamos aprendido la lección- el torero Curro Cúchares al actor Máiquez.

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