lunes, 6 de julio de 2015

Decíamos ayer... Pamplona

Por Juan Antonio Polo

Sanfermines de 1963 (Fotografía de Ramón Masats)

Decíamos ayer −apenas hace un año−, tras haber comentado diariamente desde La Razón Incorpórea el devenir de la feria del toro 2014, que  los auténticos sanfermines no tienen afortunadamente nada que ver con ese desagradable espectáculo que, propiciado por las descripciones de un Hemingway –que, dicho sea de paso, no llegó a captar el fondo de las fiestas ni fue acabado de digerir por sus lectores−, nos sirven año tras año los telediarios nacionales, reiterando esa serie de tópicas, absurdas y desagradables escenas, protagonizadas por elementos foráneos –de aquende y allende los Pirineos− que acuden a Pamplona los fines de semana sanfermineros con la distorsionada idea de que el único objetivo de las fiestas es… emborracharse.

Pamplona y sus gentes… son mucho más.

La gente de Pamplona... son mucho más (Fotografía de Ramón Masats, 1963)
Y al hacerlo, pretendía también curarme en salud y tratar de conciliar mi entusiasmo por estas fiestas… con un perfil de aficionado –el mío− que dista años luz del que arroja el público sanferminero. A mí me gusta el toro de trapío, claro está, pero prefiero el toro armónico, fiel a las características de su encaste, que el gigantesco toro al uso, de cuernas pavorosas y a menudo destartaladas; me gusta que el toro tenga casta y bravura, no genio y mal estilo en sus destempladas acometidas; y finalmente, aunque me gustan los toreros valientes –en Pamplona hay que echarle mucho valor−, prefiero que ese valor vaya acompañado de técnica, capacidad lidiadora y, a ser posible, de arte. Y todo eso también lo encontramos en Pamplona.

El toro de Pamplona de 1963 (Detalle de fotografía de Ramón Masats)
En Pamplona siempre ha habido que echarle mucho valor (Detalle de fotografía de Ramón Masats)
Y otra cosa. Jamás me permití escribir una crónica o crítica sobre un espectáculo que no hubiera presenciado directamente desde el coso. Sin embargo, en esta ocasión, en que circunstancias ajenas a mi voluntad me van a impedir sentarme en mi localidad de toda la vida, me voy a tomar una licencia y, amparándome en los 52 sanfermines consecutivos vividos in situ hasta la fecha (1963 a 2014, ambos inclusive) y en mi sobrado conocimiento de la plaza y el público pamplonés, me permitiré trasladarles en los próximos días unos breves apuntes en los que pretendo destacar aquellos aspectos positivos o negativos que me permitan registrar las cámaras y pantallas del Plus

Por una vez…

Cura de sueño en Pamplona, 1963 (Detalle de fotografía de Ramón Masats)


Juan Antonio Polo
4 julio 2015

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