viernes, 11 de julio de 2014

De cara a la galería

Por Juan Antonio Polo
Los toros de Garcigrande, que dejaron bien alto el pabellón del denostado encaste Domecq, depararon un peligroso encierro.  (Fotografía de Ignacio Silvestre publicada en el blog de Koldo Larrea con un espectacular revolcón de uno de los mozos)
El público salió muy satisfecho del festejo de ayer. Los aficionados… no tanto. Y conste que no me refiero a esos aficionados “de escuadra y cartabón”. Me refiero a esos competentes aficionados de mente abierta, que admiran al toro y gustan del buen toreo, que ayer se las prometían muy felices ante un cartel realmente prometedor y que, a medida que avanzaba el festejo, veían como, pese al buen juego que en líneas generales iban desarrollando los Garcigrandes, se iban desvaneciendo sus esperanzas.

Ignoro qué planteamiento se hizo Finito de Córdoba al decidir torear en Pamplona, pero sí sé lo que lo que realmente hizo. A su primero lo masacró en el caballo, no quiso ni verlo con la muleta y lo mató de mala manera. La bronca se escuchó en Córdoba. En el cuarto, al que también machacaron en varas, quiso y no pudo. Un par de apuntes –el toro era magnífico– y vuelta a las andadas. La prudencia se impuso. Otra vez pitos y otra vez a preguntarnos qué vino a hacer Finito a Pamplona. Bastante bochornoso todo.

El Juli bregó incansablemente con el incómodo segundo, en una voluntariosa labor que no rebasó en ningún momento los límites de la vulgaridad. Oreja. Con el quinto construyó una faena de buen ver, aunque demasiado rápida y notoriamente inferior a la que exigían las notables condiciones del toro y la categoría del torero. Otra oreja. Sin embargo, ¿es admisible que a estas alturas de su carrera, ante ese toro y en una plaza de primera, se conforme El Juli con una faena de cara a la galería… por muy contenta que dicha galería se sienta? El Juli es más que eso.

Las anteriores palabras podrían aplicarse también al animoso y desconcertante Talavante, que sigue dando bandazos sin acabar de definir su estilo. En su primer toro se repitió la historia del día anterior y una aparatosa voltereta obró el milagro de que se le concediera una impensable oreja. No empezó mal la faena frente al bonancible sexto, pero enseguida se le fue de las manos y cayó en la vulgaridad más absoluta.

La corrida, bien presentada y con aparatosas cabezas, quizás no alcanzó las cotas de la lidiada ayer por Victoriano del Río, pero mereció nota alta. Y lo cierto es que el pabellón del denostado encaste Domecq –recuérdese la novillada de El Parralejo y algún toro de Torrestrella– está saliendo muy bien librado de la presente Feria del Toro.





1 comentario:

Anónimo dijo...

Viuda no cumples con mi pedido de mi Fandi.Le doy apoyo al que te recomienda seguir con la música.
La Morala.