viernes, 28 de octubre de 2011

Antoñete

 

Copia (2) de Antoñete

Antoñete, con la izquierda.

 

Antoñete como referente de una generación de aficionados

Para los aficionados madrileños que llegaron a la fiesta a principios de los 80, Antoñete era un Dios.

Quizás no lo fuera tanto para aquellos que, aunque de la misma edad, ya llevábamos una década entera viendo toros. Pero sin embargo, también para nosotros, Antoñete ha sido sin duda uno de los mejores y más interesantes e importantes toreros que hemos tenido la fortuna de ver en las plazas.

Paco Parejo cuñado de Antoñete

Paco Parejo, mayoral de las Ventas y cuñado de Antoñete. Su mentor.

Y ello tanto por sus innegables cualidades como por una azarosa biografía que le da a su figura un encanto especial. Un gran torero al que, sobre todo en sus primeros años, le falto suerte para alcanzar el puesto que merecía.

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Un jovencísimo Antoñete al que todavía las lesiones de huesos no le habían empezado a castigar.

El reconocimiento de los públicos (unánime en Madrid aunque quizás no tanto fuera de esa plaza) le llegó muy tarde, a principios de los 80, ya con avanzada edad.

Sin embargo, gracias a una afición -entonces bisoña- y al apoyo incondicional de parte de la prensa se le hizo al fin justicia. Puede incluso que por encima de sus propios méritos o, mejor dicho, por encima de sus escasas condiciones físicas (sus méritos fueron indiscutibles), ya mermadas entonces pues los años y la mala (buena) vida no pasan en balde para nadie.

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Incluso en sus últimas temporadas, muy mermadas ya sus condiciones físicas, su natural seguía siendo algo fuera de serie.

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También su pase de pecho (este lo dio en la plaza de Guadalajara) seguía siendo el mismo.

 

¿Antoñete=Belmonte+Manolete?

Se ha señalado reiteradamente que Antoñete fue digno heredero de Belmonte y Manolete. Que fundió el toreo manoletista con el canon o estética belmontista. Y será verdad, aunque también otros han pretendido silenciar u ocultar la parte de herencia manoletista que asumió Antoñete.

La Tauromaquia de Antoñete JC Arevalo Portada 001

En La Tauromaquia de Antoñete, (Editorial Akal, Madrid, 1987) pequeño pero gran libro, José Carlos Arévalo defiende la tesis de la doble herencia compartida de Belmonte y Manolete en Antonio Chenel.

Y es que Manolete, inexplicablemente, no ha gozado del afecto unánime ni de la crítica ni de la afición. Especialmente de las generaciones más recientes (los que no le vieron torear). Por ello, se contaba y se admitía (se cuenta y se admite incluso hoy) sólo como algo anecdótico que Manolete era uno de los toreros preferidos de Antoñete (junto con Rafael Ortega, faltaría más), pero nadie ahondaba al hablar de su magnífica técnica (la distancia, la forma de citar, la manera de acompañar la embestida) en explicar por qué el toreo de Antoñete suponía la continuidad respecto al toreo del gran diestro cordobés.

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Más claro, imposible. Antoñete en sus primeros años de novillero remedando a  Manolete (¿A quién si no?).

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Manoletismo también, y esto es más relevante, en la interpretación del pase natural, en el que el diestro de Madrid fue –igual que el de Córdoba- gente.

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Un cite manoletista en el concepto -muleta a la altura del cuerpo que está de perfil con la pierna de salida retrasada- siquiera la estética –compás ligeramente abierto, cintura quebrada y pecho encarando al toro- le diferencia de Manolete. Pero la técnica es idéntica. Son los años 50 y estamos en la primera etapa del torero, el día de la faena al “toro blanco” (Por cierto, un toro –de Osborne- de nobleza infinita y de ganadería nada terrorífica).

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Muchos años después, en su reaparición a principios de los 80 (concretamente, el 8 de septiembre de 1981 en el Puerto de Santa María), se mantiene el mismo concepto de cite que 30 años antes. El torero está algo más cruzado pero el cuerpo sigue de perfil y la pierna de salida retrasada para profundizar el recorrido del toro que seguirá su viaje natural. (Tal y como decía Natalio Rivas que toreaba Lagartijo). Clasicismo puro corregido por la colocación de perfil que implantó en el toreo de muleta el simpar Manolete.

Eso por lo que respecta a la técnica, que por lo que hace a la estética el referente de Chenel dicen que fue Belmonte. Así se cita y ahí quedó su monumental media verónica homenaje enorme al trianero. En este caso, sin embargo, no hubo problemas ya que Belmonte siempre tuvo buena prensa por lo que los cantores del madrileño sí que pudieron glosar hasta el infinito y sin tapujos las influencias del trianero, quizás menores de lo que se dice.

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Antoñete, al ejecutar la media verónica, decían que se buscaba en el recuerdo idealizado de Juan Belmonte (Foto de Muriel). En la foto el madrileño se “enrosca” el capote en la cintura.

 

Un referente: Cayetano Sanz

Puestos a buscar referencias podríamos ir más lejos. A mí personalmente me gusta pensar que Antoñete tiene su antecedente en Cayetano Sanz, el otro gran torero madrileño. Todo un personaje del toreo decimonónico, coetáneo del Chiclanero y Cúchares primero y de Lagartijo y Frascuelo después.

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Cayetano Sanz, el gran torero madrileño. Muy elegante. Pura estampa torera del XIX.

La figura de Antoñete me recuerda más a la del torero madrileño del XIX que a la de Manolete (a quien seguía técnicamente pero cuya estética no compartía) o a la de Belmonte (cuya elegancia era de corte trágico mientras que la de Chenel era más castiza, más hondamente popular, muy madrileña).

Más allá de épocas, modas y estilos creo que ambos (Cayetano y Antoñete) coinciden en un cierto concepto común de lo que es la torería y que comparten una cualidad importante la enorme clase que tuvieron como toreros (de lo mejor que se despachaba en cada momento).

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Elegancia castiza y muy madrileña y, sobre todo, una enorme clase, la de Chenel en este pase con la derecha a un toro que embiste bien pero con la carita alta

También les une un cierto infortunio pues los dos fueron toreros malogrados, no por una muerte joven o una lesión irreparable sino por circunstancias que les impidieron rendir lo que tenían que haber rendido. En Cayetano su debilidad con el estoque y en Antonio su debilidad de huesos, les impidieron alcanzar las cotas a las que estaban destinados. Bien es cierto que Antoñete (mucho más valiente que Cayetano lo que le convertía en mejor matador) tuvo la oportunidad del desquite en los 80 y pudo darnos magníficos y esplendorosos cantos del cisne en cada una de sus sucesivas reapariciones.

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En la estocada, Antoñete demostraba el valor que tenía y del nunca hacía alarde.

Pero para mí y sobre todo lo anterior, lo que les ata y les une es la preferencia (quizás mejor sería decir debilidad) que por ellos tuvo la afición madrileña. Madrid, plaza a la que hay mucho que reprochar por su trato con los toreros, ha tenido en Cayetano Sanz y Antonio Chenel Antoñete sus dos grandes debilidades históricas que, en mi opinión, disculpan y justifican plenamente a esa afición. (En el interregno queda Vicente Pastor, otro mito de la afición madrileña aunque en tono menor).

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Antoñete aclamado por su público de Madrid.

 

Antoñete, maestro del toreo y torero de toreros.

A Antoñete se le etiquetó en su reaparición como el Maestro Chenel. Y como maestro le reconocimos todos.

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Antoñete, magistral

Si bien, en una primera acepción, a todos los diestros por extensión se le moteja de maestros, no todos merecen en puridad tal calificativo. Un uso más ajustado de este término lo restringe a los toreros veteranos condición que cumplía sobradamente el diestro madrileño.

Pero tradicionalmente el calificativo de maestro se ha reservado (desde Paquiro acá) para el torero ecléctico que aúna conocimiento de las reses y conocimiento de las suertes.

Maestro es, por tanto en puridad, el torero de largo repertorio y de intuición genial para entender los toros. Maestros fueron por antonomasia Paquiro, Guerrita y Joselito y, en otra escala menor, Marcial Lalanda (el joven maestro) o Luís Miguel. Sin embargo, a nadie (salvo a sus panegiristas más alucinados) se le ocurriría motejar de maestros a Belmonte o Manolete con ser tan inmensos toreros. Son conceptos distintos.

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Guerrita, maestro indiscutible del toreo, junto a Paquiro y Joselito.

No entra Antoñete en ese concepto de la maestría. Su repertorio era corto (aunque intenso, muy intenso) y su conocimiento de las suertes superior a su conocimiento de las reses (pues atesoraba una depurada técnica en el manejo de los engaños y su concepto del toreo era puro, muy puro).

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Su repertorio fue corto, pero quizás por elección propia. Aquí ejecuta una gaonera en su primera etapa de novillero. Muy valiente (siempre lo fue)

Por ello, como Juan y cuando se acoplaba al toro, fue torero de grandes faenas. Mejor aún, de faenas excepcionales. Faenas que jalonan toda su carrera (El toro blanco, el de Garzón, el de Félix Cameno, etc.).

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Antoñete en un pase de pecho el 7 de junio de 1985 en Madrid cuando le hizo una grandiosa faena a ese buen toro de Garzón.

Y sin embargo y pese a no responder al concepto tradicional del término creo que pocos toreros enseñaron tanto a tantos como el diestro de la Fuente del Berro. Torero de toreros y de buenos aficionados. Por eso creo que, pocas veces en la historia del toreo, el título de maestro se ha utilizado, a pesar de todo, con más justeza y con más justicia. Queda pues Antoñete como maestro del toreo, con todos los merecimientos.

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La distancia. Práctica torera habitual de los años 50 (v.g. el litrazo de Litri) que ya se había olvidado en los 70. Enseñanza del maestro Chenel.

 

Su concepto del toreo. El toreo de línea natural.

Una de las contradicciones de la fiesta es que, a veces, se ensalzan en un torero cualidades de las que carece y se denigran aquellas que poseen. Culpa de los críticos desorientados.

Algo de eso pasó con Antoñete quien fue señalado como torero de línea contraria (cargar la suerte, expulsar al toro de su camino) cuando fue en sus primeros años (herencia manoletista ya indicada) un claro torero de línea natural. Y ese concepto lo mantuvo hasta sus últimas temporadas.

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El toreo de línea natural y, en este caso, con los terrenos cambiados. Antoñete con el capote frente a Atrevido.

Ahí queda su pase de pecho. Tremendo y en línea donde en vez de llevar al toro al hombro contrario (como hacía, por ejemplo, ese otro gran torero que se llamó Santiago Martín el Viti) gustaba de sacar la franela por el rabo. En el pase de pecho de Antoñete, todo el toro pasaba por debajo de su muleta de pitón a rabo. Muy clásico el concepto y muy puro su toreo.

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El pase de pecho de Antoñete. De pitón …

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… a rabo

A veces gustaba de avanzar la pierna de salida, pero sólo en los primeros muletazos de cada tanda. Lo que exageraba mucho en sus últimos años, quizás más por razones de forma que de fondo.

Sin embargo, lo normal es que mantuviera el compás levemente abierto cargando la suerte (el peso del cuerpo) hacia el lado, sin avanzar la pierna. Si gustaba y solía en ocasiones adelantar la muleta en el cite (sobre todo en las larga y media distancia), lo que lo diferenciaba de Manolete, pero en corto citaba con el cáncamo a la altura del cuerpo.

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Al natural con Atrevido. Sin mover la pierna de salida (ni la otra)

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A veces gustaba de avanzar –en sus últimos años de forma muy ostensible- hacia delante la pierna de salida (lo que algunos impropiamente confunden con cargar la suerte). Pero esto solo lo hacía en el primer pase de cada tanda (cuando lo hacía) y creo que más por razones de estilo que por motivos técnicos. Y hablando de detalles técnicos repárese en la posición de la muleta a la altura del cuerpo en el cite.

Cuando reapareció en 1981, ese estilo de toreo, el de los años 40 y 50, supuso una revelación para los aficionados, sobre todo los más jóvenes. Su contraste con el toreo cambiado y cruzado de Paco Ojeda era evidente.

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El estilo de toreo de la posguerra en uno de sus mejores representantes, Pepín Martín Vázquez (una de mis debilidades taurinas).

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Lo contrario. El toreo de línea contraria del genial Paco Ojeda (Otra debilidad)

Con Antoñete pasó entonces algo parecido a lo que cuenta Pepe Alameda que pasó cuando reapareció Belmonte y es que ambos habían mantenido sus respectivos estilos mientras que el toreo había seguido evolucionado por otros derroteros mientras ellos permanecían retirados.

Pese a ello, los públicos los aclamaron y nadie pensó que sus conceptos fueran anacrónicos. Antes al contrario, en esa primera mitad de la década, el toreo de los veteranos, Antoñete y Manolo Vázquez hizo furor en las plazas y se celebró con alborozo lo que la propuesta de ambos suponía como alternativa al toreo entonces imperante representado por los diestros más jóvenes. ¡Diversidad, sirena del mundo!

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Manolo Vazquez, otro veterano de moda en los 80.

Antoñete. Epílogo

En resumen, torería, la suya, de desgarro y mala vida. De torero transgresor que fuma cigarrillos entre barreras (tal que Manolete) como otros fuman puros en el paseíllo (El Pana o Morante). Donde el toreo se entiende no como ciencia sino como estética que es expresión vital. Pero que esconde o tras la que subyace (tal que en el caso de José Tomás) una enorme capacidad técnica y un tremendo valor.

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Antoñete empezó a fumar en la plaza por imitación de Manolete (Foto del blog Opinión y Toros)

Y, sobre todo, el toreo entendido como apuesta a cara o cruz con o contra el toro. De ahí la perplejidad primero y la emoción después, que su toreo causó a los nuevos públicos en su (re)aparición en los ruedos. Una bomba torera que no podíamos entonces procesar en plenitud pero que si podíamos disfrutar hasta el límite.

Lo de Antoñete, en los primeros años de la década de los 80, fue una revelación. El descubrimiento (o reencuentro) con el toreo de siempre y que nos ha marcado a más de un aficionado para los restos.

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Acuarela de Jose Morente para la portada y contraportada del magnífico libro de Antonio Gónzalez PérezSan Isidro-50 ferias 50” de Editorial Rubiños. Madrid, 1997.

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12 comentarios:

Juan Medina dijo...

Jose:
Después de tanto refrito antoñetista que se ha podido leer estos días, he disfrutado una barbaridad con tu artículo donde, como siempre, explicas los porqués y encima descubre uno comparaciones originales y novedosas. Sale uno de este blog más lúcido y vital.

Hablando de Atrevido, me atrevo a hacerte una petición para cuando puedas: un texto sobre Pepín Martín Vázquez. Creo que lo disfrutaríamos muchos.

Un abrazo.

Xavier González Fisher dijo...

José: Juan tiene razón y quizás yo soy uno de los publicadores de "refritos antoñetistas", pero creo que tengo una desventaja. Solamente le vi una vez, en un festival a beneficio de los damnificados de los sismos de septiembre de 1985 en la Plaza México, y la cosa no se le dio muy bien.

Independientemente de los orígenes de la tauromaquia de Antoñete se debe destacar la gran pureza de lo que hacía en el ruedo. Quizás de allí venga "la cortedad de su repertorio", porque todo lo que hacía lo descansaba en el toreo básico, el que sin duda dominaba a la perfección y las "suertes de adorno" le resultaban hasta cierto punto supérfluas.

Por eso es que cuando reaparece en los años 80, maravilla a todo el mundo. Porque hace el toreo como debe ser y nada más. Y eso era algo que la afición de entonces (quizás deba contarme entre ella), tenía metida en algún "cajón del olvido".

Gracias por la extraordinaria apreciación.

Pepe Plaza dijo...

José : Gran articulo (como siempre) éste de Antoñete.
Yo que le vi varias veces en su última etapa percibi un torero eminentemente técnico y de faenas cortas. Contaba con el apoyo del público ,pero me gustaba que no hacia alardes para la galeria, era sobrio ,pero creo que le faltaba "alma" de artista, poco creativo en las suertes , con la muleta cogida en el filo del estaquillador y presentada tras la cadera con lo que daba un cuarto de pase pero con cierta elegancia comparado con otros de esa época.
José, yo también soy atrevido y quisiera saber tu concepto de cargar la suerte....

Juan Medina dijo...

Se me despistó ese post, Jose. Ayer, al leer tu debilidad por Pepín, lo busqué en etiquetas y no lo encontré. Ahora mismo me lanzo a la entrada.

Un abrazo.

Juan Medina dijo...

Nada de refrito, Xavier. Descubrirnos los Recuerdos de Luque Gago sobre su matador ha sido un homenaje íntimo y original a Antoñete.

Un abrazo.

Jose Morente dijo...

Juan:

Lo primero muchas gracias. Lo segundo, sobre Pepín Martín Vázquez hice una entrada cuando falleció en febrero de este año, lo que ocurre es que omití su nombre en las etiquetas del post. Error que acabo de corregir.

No obstante, sobre Pepín habrá que volver ya que es torero del que se ha hablado muy poco para lo mucho que valía.

Un fuerte abrazo

Jose Morente dijo...

Xavier:

Creo que tiene razón Juan Medina ya que rescatar el texto de Andrés Luque Gago ha sido una delicia. O sea que de "refrito" nada.

Sobre el toreo de Añtoñete, totalmente de acuerdo. Toreo reducido a lo básico y fundamental por elección del propio torero. De ahí la pureza y densidad interpretativa(si se me acepta la expresión) de su concepto del toreo.

Un fuerte abrazo.

Jose Morente dijo...

Pepe Plaza: Muchas gracias por su elogio. Sobre el concepto de "cargar la suerte" le remito a una entrada anterior de este blog:

http://larazonincorporea.blogspot.com/2011/02/el-toreo-de-manolete-iii-cargar-la.html

En ella hago una exposición de la discusión entre Domingo Ortega y Manolete sobre la necesidad de cargar o no la suerte. Aunque ambos coinciden en entender que cargar la suerte equivale a "avanzar la pierna de salida".

En mi opinión, equiparar el cargar la suerte al avanzar la pierna de salida (cuestión que se matiza precisando si el avance debe ser antes o no de que arranque el toro) es de elaboración moderna (De Bombita acá).

El caso es que esta definición creo que le vino muy bien a Domingo Ortega para justificar su toreo de compás abierto.

Sin embargo y como se apuntaba en la entrada citada, el concepto clásico de cargar la suerte no tiene nada que ver con el movimiento de piernas (lo puro históricamente ha sido mantener el compás cerrado, lo otro se consideraba toreo basto) sino con el de los brazos.

Por ello, creo que existe un error, en la utilización moderna del término, cuando se confunde "cargar la suerte" con avanzar la pierna de salida.

Faltaría por tanto definir que se entiende o debe entender por "cargar la suerte". En mi opinión (que sigue la de Pepe Alameda) es hacer gravitar el peso del cuerpo sobre la pierna de salida (lo que no exige mover las piernas, pero sí el torso para desplazar el centro de gravedad del cuerpo).

Como es lógico, queda abierta la discusión sobre el tema, pero repito creo que una cosa es cargar la suerte y otra avanzar la pierna de salida. Lo primero entiendo que es necesario siempre o casi. Lo segundo, según y cuando.

Un fuerte abrazo

Juanito dijo...

Una estupeda definición del toreo de Antoñetey con respecto a la suerte de matar veo en la fotografía más parecido con Rafael Ortega que con otros toreros.

Luis Miguel López R. dijo...

Sólo José podía hacer una entrada al nivel del torero. Simplemente magistral. Una verdadera delicia.
Se ha hablado mucho en los últimos días Antoñete y su toreo, pero seguramente en muy pocos sitios, con tanta profundidad, como en este blog, con esta entrada con la que nos vuelve a deleitar José.
Por mi edad, sólo pude ser participe de la última etapa del torero del mechón. Apenas contaba con 9 años cuando la faena al toro de Garzón en el 85. Tuve la sensación de que un torero había venido de otro tiempo a restaurar algo perdido. Lo que influyó de forma muy patente en mis primeros pasos como aficionado.
Ha impregnado a mi generación, que se podría llamar del Plus, de su concepto y de su forma entender el toreo a través de sus comentarios. Siempre oportunos, precisos, respetuosos,… todavía recuerdo lo que dijo cuando Julio Aparicio dio su primer pase en la faena del 94, presagiando lo que vendría después.
Seguro que allá donde esté, ya le habrán presentado al gran “Joselito” y podrá fumarse, un cigarrillo con aquel al que trataba de imitar, Manolete, sin miedo al deterioro de sus pulmones, Mientras tanto, los que nos quedamos aquí, seguiremos respirando su aroma. Por siempre, aroma a “Chenel”. ¡GRACIAS MAESTRO!
Gracias José.

Jose Morente dijo...

Juanito:

Pues tiene usted toda la razón. De hecho, Rafael Ortega fue el torero a quien Antoñete más admiraba en la suerte de matar, tema sobre el que hacía hincapié siempre que podía. No es extraño que procurará seguir su estilo en esta difícil suerte.

Un fuerte abrazo

Jose Morente dijo...

Luís Miguel López R.:

Muchas gracias. Me ha parecido muy oportuna tu referencia al aroma de Antoñete. Una de las cualidades que, en mi opinión, más le distinguían: Su aroma torero.

Por otra parte creo que esa sensación de restaurador o "gran recuperador" de esencias olvidadas la compartimos muchos aficionados.

Un fuerte abrazo