martes, 10 de mayo de 2011

Una definición (torera) del temple

Por Fernando Cámara

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Bendita la muñeca que atesora el temple, aunque no sea únicamente, quien acaricia asperezas.

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Templar es mandar y aguantar, además de dominar impulsos biológicos propios del reino animal (el instinto de conservación), así sea racional, lo que es más difícil si cabe.

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Dicen que se da el temple cuando se atempera la embestida de un toro o cuando se ralentiza, e incluso si la muleta se acopla a la velocidad de movimiento del animal. Es cierto, puesto que a todos los que sentencian estas opiniones, les asiste la verdad.

Sin embargo, en mi opinión, todo eso conlleva una condición imprescindible, y no es otra que: el que es capaz de torear con todo el cuerpo es poseedor del temple.

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La conjugación de toda una amalgama de movimientos acompasados, rítmicos y fluidos componen la sensación de temple y muestran la impresión de que la labor se hace despacio.

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Sin embargo, todo va al mismo ritmo y la embestida del toro viaja a la misma velocidad cuando se templa o cuando no, solo que la agresividad del toro se difumina en el ritmo y generalidad de movimientos que el torero es capaz de exponer.

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Con todo esto aparece el temple, el cual domina, somete y suaviza al toro, cuya bravura es el elemento a templar.

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4 comentarios:

Jose Morente dijo...

La acertada definición de temple que propone usted ("Torear con todo el cuerpo") me ha hecho recordar lo que decía el propio Juan Belmonte: "Torear como si no se tuviera cuerpo".

Pienso que ambas definiciones del temple (o quizás sea mejor decir, del toreo), aparentemente contradictorias, dicen en el fondo lo mismo.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Preciosa y torera la definición del temple realizada por Fernando Cámara.

El mejor que nadie sabe y ha sentido-experimentado lo que es el temple.

Me alegra que lo toreros aporten su experiencia en el blog.

Un abrazo.
Luis Miguel López-Rojas

Fernando Cámara dijo...

Efectivamente para templar hay que citar y recibir la embestida del toro (embroque), pero a la vez hay que acompañar marcando el trazo del muletazo, pasandolo lo mas cerca posible del cuerpo y llevandolo al sitio correcto para poder iniciar el siguiente muletazo, es decir, hay que pasarselo por debajo de las "ingles" y mandarlo.

Como decía Belmonte: "se torea sin cuerpo" y es porque el torero tiene que trasladar sensibilidad humana a los vuelos de la muleta (personalizar los trastos).

Solo se puede conseguir esto si el que torea transmite a través de un hilo conductor su capacidad creativa y destreza, primero a la embestida y después al espectador, convirtiendo el toreo en una expresión de formas en la que intervienen tendencias clásicas del arte (equilibrio, simetría, proporción, estética, serenidad, etc), además de exponer primitivas realidades del ser humano (depredación, supervivencia, reafirmación y sobre todo inquietud estética).

Belmonte fue el primero que citó a los toros mediante un giro de cintura y echando para adelante las caderas como modo de enganchar la embestida. Manolete fue el precursor de la personalidad estoica y la quietud en el embroque y es José Tomás la fusión de ambas tendencias como máximo exponente del dominio del propio cuerpo, la entrega y la generosidad.

Anónimo dijo...

desde salamanca, muchas gracias al maestro fernando camara