Por el Divino Calvo
El paseíllo (Foto Terres Taurines)
Se paró el tiempo
Faltaba media hora para el mediodía cuando bajo los acordes de la “Marcha del toreador”, irrumpe en la plaza. Vestido de pizarra y oro. Adornos y capote de paseo con aires de Méjico. Ese es el momento.
Se alinean todos los astros. Eolo, dios del viento, ordena parar a su hijo, Mistral, ese maldito que nos atormentó en días anteriores. El dios Sol no se lo quiere perder, y brilla ansioso sobre el impoluto cielo de Nimes. Y tú reloj, párate, que lo que va a ocurrir no puede estar sometido a la esclavitud de tu yugo. Todos los allí presentes, que ni en el mejor de los sueños podían imaginar lo que iban a presenciar sus ojos, estallan en una atronadora ovación.
Cuando los dioses actúan, no deben enojar al resto de dioses, por eso para la ocasión no se podía defraudar al dios Tauro y fueron elegidos entre el campo bravo, seis ejemplares de distintos hierros. Trapío impecable, serios, impolutos, armónicos, bien hechos, sin exageraciones, cuatreños con cinco hierbas que le confieren la seriedad en sus caras, igualdad en su conjunto. Lo que debe ser un toro bravo.
El tipo de toro que le gusta a este torero, Este es uno de los del Pilar con los que reapareció Tomás en Valencia el pasado año (Foto Cazalis para Jacques Durand)
Todo lo que ocurrió después se puede resumir como la corrida más grande de toros que jamás vieron nuestros ojos. Actuación medida, ni un capotazo de más, ni uno de menos. Lúcida y lucida. La inteligencia, el valor, la claridad de ideas, la quietud, la variedad... todo a disposición del toreo más puro. El torero en plenitud. El toreo en su máxima expresión.
A cada toro le administró lo que necesitaba, sin ideas preconcebidas, con la más absoluta naturalidad. Como río que camina hacia el mar.
Le premier
Por delante, uno de Victoriano del Río, de serio trapío. Recibido con verónicas y chicuelinas que descorcharon el recital capotero de la mañana. Delantales, tafalleras, caleserinas, gaoneras, faroles, serpentinas, galleos, largas, recortes, medias..., a los que nuestra memoria casi no sabe situar en el tiempo, de tanta esfuerzo perceptivo que nos exigía... y un nuevo quite para la eternidad, que dentro de poco descubrirán.
Y comenzó el recital capotero (Fotografía de Terres Taurines)
Gran tercio de varas, medido y un orden en la lidia impoluto que sería el hilo conductor de toda su actuación. Todo en reposo, sin prisa, sin aparente esfuerzo, dominio de la puesta en escena. Máximo respeto al rito. Tranquilidad absoluta que transmitía a sus cuadrillas y al público.
Gran tercio de varas. Toda la lidia fue medida y ordenada (Fotografía de Terres Taurines)
Y en este primero, cogió la muleta, para resucitar al “Monstruo de Córdoba”. ¡Qué no, qué no murió en Linares! Compás cerrado, vertical, naturalidad en el trazo que conducía la embestida del toro. Y ese silencio, y esa acústica especial, y esa voz susurrante y suave “toro ven, toro ven...” y ese sonido del toro arrancándose, el golpear de sus pezuñas en el albero, que se clavaban en el alma. La muleta convertida en caricia. El toreo destilándose por cada poro de su piel. La estocada en todo lo alto. Pureza en la ejecución como exponente máximo del rito sacrificial. Entró en la mañana con el estruendo de la tormenta.
José Tomas en Nimes demostró (y aquí debería acabar este absurdo debate) que cargar la suerte no exige necesariamente abrir el compás ni espatarrarse (aunque también se puede hacer así) sino que con el compas cerrado (como lo hacía Manolete) se puede parar, templar, cargar y mandar en el toro. El toreo más clásico y más puro en la versión magistral del diestro de Galapagar. Gran homenaje al Coloso de Córdoba.
Le deuxième
Ahora por contra con el compás abierto. El torero adapta su toreo a las cambiantes y difíciles condiciones de sus toros (Papa Negro dixit) que supo apreciar el entendido público de Nimes (Fotografía de Terres Taurines)
El segundo, Jandilla de cara astracanada, exigente con el torero, que mejoraba a medida que el torero más lo apretaba. Compás abierto, riñones encajados. Mayor rotundidad a medida que avanzaban la serie. Extraordinarios los terceros y cuartos muletazos. Mugidos retadores al viento. Toro exprimido. Cierre por manoletinas de frente, a distancia, heladoras. Nueva estocada en lo alto, homenaje a Rafael Ortega.
El toro hizo en la estocada lo mismo que había hecho en banderillas. Levantar la cara tapándose. Estoconazo con el diestro saliendo rebotado del encuentro.
Le troisième
Llegamos al ecuador con un toro del Pilar, fuerte, largo de cuello. Comportamiento típico de salida en esta ganadería, sin fijeza. Capote que brega encelando sutilmente. Remate en los medios. Primer problema solucionado.
Solucionando el primer problema (Fotografía de Tierras Taurinas)
Tras el primer puyazo el toro blandea. Quite por alto, para aliviar al toro. ¿Quién dijo que los faroles son un pase de adorno o accesorio? Para este torero, cualquier pase cobra la categoría de fundamental. Los pitones sacando hilos de la taleguilla. Segunda ecuación resuelta.
Por faroles (Foto el País)
Inicio por bajo, donde la muleta que antes fue caricia, ahora es látigo. Muñeca dislocada. Giro inverosímil. Fundamental el comienzo. Toro por hacer. Y después… a crujir al toro con series donde contamos siete y ocho muletazos. Cintura quebrada, riñones rotos, muleta absorbida por el centro de la tierra. Toreo de tintes telúricos. Cintura quebrada, riñones rotos, muleta absorbida por el centro de la tierra. Cierre torero por bajo. Desplante como escultura. Otro patas arriba.
La muleta como látigo. Homenaje a Joselito el Gallo
Le quart
En este momento, satisfechos podíamos haber dado por terminada la mañana. Pero el dios del toreo, tenía un acuerdo con el dios tauro… y salió ese toro de Parladé, que tras saltar al callejón no hizo más que embestir con ritmo, clase, son… Verónicas de recibo de ensueño y tras el puyazo, el quite de la eternidad. Tomás cogiendo el capote por la esclavina, lacio, cual servilleta, presentado como muleta, torea por derechazos y remata con el de pecho. Y colocación para el segundo puyazo con toreo a una mano. Querido Rafael “el Gallo”.
El capote por la esclavina. Homenaje gallista otra vez pero ahora con ecos no sólo de José sino también de Rafael (Foto de Antena3)
Cuando nuestra capacidad de sorpresa ya no aguantaba más. El torero se aleja de las tablas con un solo trasto. La muleta. ¿Sabía que no iba a necesitar su espada? Cosas de los dioses.
En los medios muleta a la espalda, cartucho de pescado. Querido Pepe Luis. Comienzo de la más perfecta obra de toreo natural. Estaquillador cogido por el centro. El toreo que nace en su cabeza pasa por su corazón, sale por la yema de sus dedos. Exclusivamente con los vuelos, hora por la izquierda, hora por la derecha. Y a pies juntos por la izquierda serie de trazo irreal.
Todos los pases de la faena fueron verdaderos pases naturales. Por la ausencia de ayuda y por la naturalidad y suavidad del torero (Foto de Terres Taurines)
Y se fue a por la espada para someter al veredicto humano la obra de los dioses. Pero los hombres no deben interferir en estos asuntos. Y ese dedo hacia arriba en forma de pañuelo naranja que concede el indulto.
Indulto a la bravura noble…como en Sevilla (Fotografía de Terres Taurines)
Granadina, ayudados, simulación de la suerte suprema y ese pase de pecho camino a la vida. Imagen imborrable del rabo depositado en el albero. Y esa mano de torero rindiendo honores al dios tauro. El torero antiguo, arde entre llamas, cual Roma ante Nerón.
Entrando a matar sin estoque (El País)
El pase de pecho final (Terres Taurines)
Le cinquième.
Rotos nosotros, todavía tenía cosas por contar el torero. Faena medida y precisa al de Garcigrande. Justo de fuerza se acabó pronto. Quizás ese quite excesivo del primer sobresaliente… Pero la tarde no podía tener ningún pero. Porque el dios del toreo además de grandeza tiene generosidad. La misma que derrochó para que el segundo sobresaliente tuviera su minuto de gloria en el sexto. Esos desplantes con esencia a Romero. Querido Curro. Restauración del rito sacrificial tras el paréntesis del cuarto. Otra estocada que dignifica al dios Tauro.
Empaque y pureza extremas (Antena 3)
Le sixième
Los dioses envidiosos de tan magna obra, decidieron que Tauro enviase un sexto que pudiera poner un fin trágico y acabar de golpe con la apoteosis. El Victoriano del Río, difícil. Cortísimo de viaje. Exigía en cada pase el tributo de la sangre del torero. Pero hoy no era el día. Los pitones amenazantes acariciaban las femorales. Valor seco, seguro. Arrimón sincero. El cuerpo por delante y la muleta retrasada para conducir tan corto viaje. Ni una brusquedad, ni un zapatillazo.El toro elige, su cuerpo o el imán de su muleta. Los dioses ya no quieren verlo. Se retiran a sus aposentos Desde hoy ya tienen otro inquilino en el Olimpo. Y todo acabó con la quinta estocada. La obra había concluido. Capilla sixtina del toreo.
La obra concluye exponiendo las femorales al pitón astifino del toro (Antena 3)
Ese coliseo que se cae. Desde el primero hasta el último roto. El toreo grande. El toreo que duele. Cuadrillas que aplauden rindiendo pleitesía. La elipse, pierde sus dos focos. Ya sólo queda uno. El torero haciendo de centro del universo con una reverencia se despide. Se lo llevan en volandas por la Puerta de los Cónsules. Unos dicen que se quedó en la tierra, otros que ascendió a los cielos. Nadie más lo ha vuelto a ver.
La obra concluida. El torero se despide del público (El País)
El reloj del tiempo vuelve a caminar
En ese mismo momento la arena de ese reloj detenido, atraída por la gravedad de la tierra, vuelve a caer. El reloj nuevamente comienza a caminar. Pero ya nada es igual. Estamos en otra era. El futuro de la tauromaquia ya está aquí. Un nuevo tiempo ha llegado. Ha comenzado una nueva era: La era del toreo.
Esta crónica no admite discusión porque los hombres no deben discutir las cosas de los dioses. Las cosas de los dioses, se creen o no se creen.
Y tú que estuviste allí, bienaventurado seas, porque tus ojos han presenciado el reino del toreo.
Y a ti que no estuviste, cual Cristo con la mano de Santo Tomás metida en su costado, te digo: “No seas incrédulo sino creyente. Dichosos los que creyeron sin haber visto”
AMÉN.
La soledad del torero en el redondel infinito.
Esta crónica se firma de vuelta a casa, el día uno del año 0 después de J.T. en N. (José Tomás en Nimes).
Fdo.: El Divino Calvo.
Selección y texto de las fotografías: Jose Morente.
(continuará..)