"Se hacían los tentaderos en la plaza vieja y yo me metía en el burladero con los toreros. Escuchaba lo que decían desde el palco: Venga, ponla otra vez al caballo... Pero yo veía que ahí abajo se hablaba de otra manera. Hablaban de cosas distintas. A mí me interesaban los dos sonidos, pero me gustaba más el de abajo.
Yo intuía que los de arriba no sabían lo que decían los de abajo.
Y aquí, pensé, había un problema. Estos toreros no eran figuras ni ná, pero su forma de hablar del toro me gustaba. Hablaban otro idioma y me interesaba mucho eso. Y aunque era joven, yo pensé que esto del toro no era lo que estaban diciendo los de arriba, que hablaban de bravura de forma incompleta, mientras que abajo la disecaban mucho.
Arriba sólo veían una embestida conjunta... El aficionado hace un bulto del movimiento, pero el profesional lo diseca, lo desmenuza y eso, a mí, me interesaba más. Por un lado, veían una polvorina; por el otro, los cambios de movimiento.
(...)
Me gusta un toro que, a cada movimiento, sea independiente. Que tú le hagas hacer así y lo haga, o así. Que tú le puedas moldear la embestida. Para mí, eso es el toreo. Que el toro primero descuelgue y siga la muleta, no que venga todo abultado".
Declaraciones de Justo Hernández en Tierras Taurinas. Opus 34 (Vieux-Boucau, Editorial Terres Taurines, Septiembre de 2015. Págs. 37-38)
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