domingo, 31 de mayo de 2015

Del éxito al fracaso hay solo un paso

Por Jose Morente


Finito entra a matar a Laborador después del tercer aviso y desatendiendo las llamadas de los alguacilillos (Fotografía de Arjona para Aplausos)

Luís Fernández Salcedo repetía mucho la frase que encabeza este artículo y que se me vino ayer tarde a la cabeza en la plaza de toros de Córdoba cuando se montaba el rifirrafe que tanta polémica ha producido. Y es que lo que iba para triunfo histórico de un torero y un toro (Finito y Laborador de Nuñez del Cuvillo) se quedó en pasto para las tertulias taurinas que se montaron después del festejo.

Aunque creo que lo que pasó en Córdoba ya es de sobra conocido por todos no está de más que recapitulemos sobre lo sucedido.

Los hechos escuetos.

Iba mediada la corrida de la Feria de Córdoba (una muy buena y terciada corrida de Nuñez del Cuvillo) cuando en el turno de Finito (que había estado muy bien en el noble aunque flojo primero de la tarde) salió Laborador. Precioso de hechuras y más precioso aún de comportamiento. Laborador fue un toro con una bravura, nobleza y clase excepcionales, que embistió incansable, con mucho fondo y fijeza, a la franela de Finito, durante una faena de muleta de más de 20 minutos. Lo que se dice pronto.

Iba mediada la faena cuando Finito empezó a dirigirse a los espectadores del Tendido 1 poniendo de manifiesto la bondad y clase del toro e incitándoles a pedir el indulto Poco a poco, ante la insistencia del diestro, empezaron a salir pañuelos pidiendo que se perdonase la vida al toro, primero de forma aislada, y luego, a medida que avanzaba la faena de forma más multitudinaria.

Cuando la petición era mayoritaria, el torero se empezó a dirigir al Palco, señalando al toro. El Presidente le hizo señas de que lo matara.

Esa situación se repitió varias veces después del remate de cada tanda. Tandas, todo hay que decirlo, de una calidad y una torería innegables y excepcionales. Es, probablemente la mejor faena que le he visto a este torero. Finito estuvo muy relajado y muy a gusto en la cara del toro. Hizo cuanto quiso y se le ocurrió que fue mucho y bueno

Así, enredados público, torero y Presidente en la disputa de si procedía o no procedía el indulto, llegamos al tercer aviso dado con retardo pues pasaba con creces el tiempo reglamentario.

Los dos alguacilillos se dirigieron al diestro conminándole a abandonar el ruedo y meterse en el callejón. Pese a que los gestos de los alguacilillos, ayudados con golpes de fusta en las tablas, fueron muy ostensibles y evidentes, Finito no les hizo el menor caso y le propinó al toro una estocada hasta la bola en lo alto que lo hizo rodar sin puntilla.

Si la estocada la ejecuta dentro del tiempo reglamentario, antes del tercer aviso, se le hubieran concedido probablemente, las orejas y el rabo de un toro que era, sin ningún género de duda, de vuelta al ruedo.

En un momento, pasamos del posible éxito a la polémica más absurda provocada por un empecinamiento difícil de entender.

Que el toro era excepcional no se pone en duda pero que corresponde al Presidente el indultarlo, tampoco. Que el público es el que paga y al final el que debería importar, tampoco.


Lo que dice el reglamento andaluz y los hechos

El Reglamento andaluz señala sobre el indulto:
Apartado 1 del artículo 60 del Reglamento Taurino Andaluz El indulto
En las plazas de toros permanentes, exclusivamente en corridas de toros o novilladas con picadores y al objeto de preservar la raza y casta de las reses, cuando una res por sus características zootécnicas y excelente comportamiento en todas las fases de la lidia sin excepción y, especialmente, en la suerte de varas, sea merecedora del indulto, podrá concederlo la Presidencia del espectáculo, de manera excepcional, cuando concurran todas las circunstancias siguientes:
a) Que sea solicitado mayoritariamente por el público.
b) Que lo solicite el diestro a quien haya correspondido la lidia de la res.
c) Que muestre su conformidad el ganadero o mayoral de la ganadería a la que pertenezca. 
El indulto de Laborador fue solicitado mayoritariamente por el público y por el torero y, creo que, sin oposición del ganadero.

No obstante, corresponde concederlo al Presidente quien dejó claro, desde el primer momento, que no estaba dispuesto a ello.

Ante eso, Finito tenía dos opciones. Primero, acatar la decisión presidencial y matar al toro en el tiempo reglamentario o, segundo, en caso de disconformidad y no querer matar al toro, haber dejado transcurrir el tiempo y haber seguido toreando (que es lo que hizo) hasta que hubiese sonado el tercer aviso y arrostrar las consecuencias. Como mínimo, quedarse sin trofeos por su faena. Eso era lo gallardo y lo torero.

Sin embargo, no lo hizo y entró a matar cuando no podía ni debía. Cuando ya habían sonado los tres avisos. Una mala decisión, en mi opinión.


Lo importante

Sin embargo, creo el debate sobre "como se aplicó" el Reglamento tiene menos interés que el debate sobre "lo que dice" el reglamento andaluz.

Lo importante no es discutir quien tenía razón pues reglamentariamente la tenía el Presidente y el Reglamento hay que cumplirlo lo que no siempre se hace.

En mi opinión, lo más interesante de esta situación es que pone el punto de mira sobre el articulado de un reglamento que, pese a su relativa juventud, hace aguas y está obsoleto en muchos artículos. 

El indulto que antes era excepcional, se está convirtiendo, por muchas razones, en habitual. Convertir en excepcional, como hace el Reglamento, lo que es y debería ser habitual es un grave error. Al toro bravo y noble hay que premiarlo y el mejor premio es, sin dudas, el indulto. Convertir en habitual la imagen del toro que vuelve vivo a los corrales es no solo una necesidad en los tiempos actuales sino también un acto de justicia al esfuerzo de los ganaderos que trabajan para emocionar y satisfacer al público de hoy.

Por otra parte, tampoco tiene sentido que, siendo la faena de muleta la fase esencial y fundamental del toreo moderno, el Reglamento siga primando la suerte de varas en la valoración del indulto del toro y condenando por tanto a muerte a tanto y tanto toro de bravura enclasada en el último tercio. Toros que deberían volver a las dehesas a cubrir vacas. Toros de vacas


Una posible modificación del Reglamento

Está claro que convertir el indulto en habitual es discutible. Igual que primar la faena de muleta sobre la suerte de varas. Pero el debate es sano y necesario. Lo que no es sano ni necesario es mantener un articulado desfasado que no responde ni da respuesta a la situación actual y que genera conflictos de orden público.

Por eso, proponemos debatir la siguiente redacción alternativa del artículo 60 del Reglamento andaluz:
Apartado 1 del artículo 60 del Reglamento Taurino Andaluz El indultoEn las plazas de toros permanentes, exclusivamente en corridas de toros o novilladas con picadores y al objeto de preservar la raza y casta de las reses, cuando una res por sus características zootécnicas y excelente comportamiento en todas las fases de la lidia sin excepción y, especialmente, EN LA FAENA DE MULETA, sea merecedora del indulto, podrá concederlo la Presidencia del espectáculo, (de manera excepcional), cuando concurran todas las circunstancias siguientes: a) Que sea solicitado mayoritariamente por el público. b) Que lo solicite el diestro a quien haya correspondido la lidia de la res. c) Que muestre su conformidad el ganadero o mayoral de la ganadería a la que pertenezca. 
Es una propuesta para el debate (y para la polémica). Una propuesta que afecta a dos frases (una que se modifica y otra que se suprime) y que tiene por objeto adecuar la letra del Reglamento al momento histórico en el que vivimos y, por tanto, al gusto y sensibilidad de los públicos actuales. Un momento histórico que es el resultado de la evolución del toreo a lo largo de sus 250 años de su fecunda e interesante historia.

Solo eso y nada más (y nada menos) que eso.

Una faena excepcional a un toro de excepcional clase (Fotografía de Arjona para Aplausos)

Postdata: Según el Reglamento andaluz, Laborador no era un toro de indulto. Sin embargo, el público cordobés estimó que el toro de Cuvillo merecía que le perdonaran la vida. El toreo ha sido siempre una fiesta popularmente democrática. Creo que todos tenemos la obligación de procurar que siga siéndolo.

sábado, 30 de mayo de 2015

Castella y Jabatillo hacen historia en Madrid

Por Paco Carmona 


Castella frente a Jabatillo (Foto Las Ventas)

Madrid. 27 de mayo de 2015

Muchas veces, se celebran faenas de éxito a toros no menos  importantes que acaban con el corte de orejas y vueltas al ruedo.

Cuando se trata de Madrid esta circunstancia es más inusual, y rara vez se premia de manera tan evidente un hecho tan soberano e innegociable como el ocurrido el día 27 en Madrid. Madrid es Madrid, para bien y para mal y a veces, muchas, es como el famoso personaje del Dr. Jekyll y Mr. Hyde.

Pese a la estocada caída, dos orejas incontestables (Foto Las Ventas)

Madrid es capaz de lo peor y lo mejor. Capaz de ningunear a uno de los mejores de la Historia, y capaz de echar por tierra todo cuanto haga el torero más importante de la actualidad. Dicho esto, tan escueto como se merece esa parte radical de Madrid, me gustaría al menos poder llegar a explicar el hecho tan maravilloso que sucedió ayer en la "Plaza más importante del mundo".

Pese a posibles reparos, incontestable vuelta al ruedo a Jabatillo (Foto Javier Arroyo-Aplausos)

En primer lugar, no le encuentro disculpa alguna al crimen cometido ayer por la Cátedra con Jabatillo, no tanto por no perdonarle la vida a ese grandioso toro que echó ayer Alcurrucén, sino por ni siquiera atreverse a pedirlo de forma seria y evidente.

Tampoco quisiera pasar por alto al tercer culpable de lo sucedido, que de forma anónima y discreta ha conseguido juntar el hambre con las ganas de comer. Me refiero a Don Pablo Lozano, un sabio del toreo al que el taurinismo de pro sí que le tiene en un pedestal y de forma más que merecida. Culpable de criar un toro como Jabatillo y culpable de hacer mucho más importante a un torero como Sebastián Castella.

Aquí nada es casualidad, ni ver embestir con tanta categoría es cuestión de suerte, ni ver cuajar un toro a ese nivel depende de las bolitas de las que hablaba "Rafaé".

Jabatillo, como ya todos lo conocen ha sido inmenso de bueno, muy bravo, un torrente, un manantial de bravura. Una bravura ordenada, distinta, nada salvaje, un caño abierto al que Sebastián le abría y cerraba el grifo hasta que Jabatillo ya no pudo parar de embestir. Y embistió entregado, por abajo, empujando, humillando y a más.


Jabatillo embistiendo. ¿Qué podía hacer si no? (Foto Javier Arroyo-Aplausos)

Y Castella lo toreó por momentos cumbre, ni un pero, con un inicio de faena histórico, de vértigo, de una intensidad, ligazón y ritmo no apto para cardiacos. Y mucho toreo, mucho y muy buen toreo. Cuatro tandas redondas limpias, profundas, de gran transmisión y verdad.


El toreo límpio, profundo y relajado de Castella a Jabatillo (Foto Javier Arroyo-Aplausos)

Amenazó con bajar la intensidad hasta que el torero, al que ayer le salía todo, sorprendió a propios y extraños con algo tan del gusto de Madrid como es el toreo genuflexo por bajo y por los dos pitones.


Explosión final (Foto ABC)

Un gran final que no debió ocurrir nunca como paso previo a montar la espada...  Una espada que cayó baja (me dio igual) con la suerte bien hecha y  tirándose a matar a un toro que no mereció morir.

El resultado ya lo sabemos todos,  vuelta al ruedo a uno de los toros más bravos y de hermosa embestida que he visto en mi vida, y dos orejas de Madrid a un Castella en vena que supo resolver con alta nota una ecuación nada fácil como fue encontrarse en Madrid con un toro para hacer Historia.


Un encuentro feliz: Castella y Jabatillo (Foto Mundotoro)

No me canso de recordar una y otra vez como ha embestido ochenta veces por abajo empujándola con una fe tremenda y bravo como para hacer media docena de ganaderías.

Por fin le hemos puesto cara a ese toro de Nuñez del que tanto se habla. Un toro con una expresión y una cara buenísima, que se comportó desordenado al principio y terminó pidiendo poetas.

Muy emocionante ver embestir a un toro así al que anteriormente,  Morante le pega dos lances y una larga marca de la casa y Castella lo paró de salida perfecto (no es fácil) para afuera con él, reunido y acompañando muy bien. Los grandes toreros torean para la Historia, y Castella a mi forma de entender estuvo a un gran nivel toda la tarde.

Se buscan poetas que sepan cantar el toreo (Foto Las Ventas)
Lo del sexto no fue ninguna tontería, pero volviendo a Jabatillo, Sebastian lo toreó muy suelto de brazos, firme de plantas y rápido de coco. A veces lo toreó y otras acompañó tanta bravura con distinción, reunido, a compás, natural,  galán incluso y muy seguido. Ritmado en el toreo fundamental y de matrícula de honor en los remates, cambio de mano, trincherillas y pases de pecho.


El toreo (Foto Las Ventas)

El toro fue tan profundo, tan seguido, tan bravo que se ha tenido que acelerar por momentos el torero, o mejor dicho, mecanizar algo para no dormirse y estar siempre con la escopeta cargada al igual que el toro estaba con el disparo metido.

Para mí, lo más importante del torero era como recogía, toreaba y soltaba cada embestida, sin buscar otra cosa que no fuera torear.

Emocionante a más no poder ver un toro embestir así. Por ejemplo, se la subía al final en algunos muletazos desesperantes de emoción porque por abajo el toro era aún más seguido y más bravo y al irse el torero detrás con el pecho y la cintura le perdía un tiempo para girar y quedarse colocado a tiempo.

Una maravilla la verdad... Una razón de peso para creer en el milagro del toreo, y lo que para mí es aún más difícil, el milagro de la bravura. Es mucho más difícil y complicado ver embestir bien que ver torear bien.
Jabatillo salta al ruedo de las Ventas. Se inicia la historia que hizo Historia (Foto Javier Arroyo-Aplausos)
Siempre digo que no creo en una pureza escrita, en una verdad absoluta, que mi única bandera a la que seguir y en la que creer es la entrega. La voluntad del hombre que se entrega a sus sueños y a partir de ahora un poco más, al sueño de un hombre que transformó la bravura sin orden en un espectáculo para la Historia, me refiero  de nuevo a Don Pablo Lozano, que por algo le llamaron la Muleta de Castilla y ahora le dicen sabio.



El sabio (Fotografía de La Tribuna de Albacete)



miércoles, 27 de mayo de 2015

Cuaderno de notas (LII) Hace 121 años un miura mató al Espartero


Cogida mortal del Espartero por el toro Perdigón de Miura (Madrid 27 de mayo de 1894. Fotografía publicada en Pan y Toros en mayo de 1897)
“Al Espartero le cogieron los toros siguientes: Veleto, Novillero, Grullito, Arriero, Morito, Tintoreto, Jaqueta, Avellano, Zapatero, Monacillo, Castillejo, Veneno, Volandero, Tortolillo, Finito, Montefrío, Cacheta, Montenegro, Lobito, Perchero, Cristalino, Boticario, Flor de Jara, León, Conejito, Abutardo, Aguardientero, Bienvenido, Carnicero, Gitanito, Castañito, Cocinero, Curioso, Corsario, Flamenco, Carlanco, Melero, Buscón, Saltador, Provinciano, Beato, Artillero, Morito, Vizcaino, Sevillano, Asesino, Galguito, Galeote, Abutardo, Avellanito, Albondiguito, Gatito, Jardinero, Salinero, Relojero, Navarro, Verdugo, Sanguijelo, Fandanguero, Herrador, Paquete, Gordito, Rumboso, Palillero, Tesonero, Peluquero, Milagroso, Jardinero, Tesorero, Panadero y Perdigón, que acabó con aquello que nunca debió empezar, por la sencilla razón de que era materialmente imposible aquel terreno de torear con toros cuajados y de castas viejas.

De este índice de toros, que todos cogieron al Espartero, fueron catorce de don Antonio Miura; nueve de su predilecta ganadería, o sea de la de doña Celsa Fonfreda (sic), viuda de Concha y Sierra; siete de Saltillo, cuatro de Benjumea, cuatro de Veragua, tres de Barrionuevo, tres de Lagartijo, tres de Cámara, tres de Anastasio Martín, tres de Ibarra, dos de Orozco, dos de López Plata, dos del Marqués del Gandul, dos de Ripamilán, dos de Murube y un solo toro de cada una de las ganaderías siguientes: Pérez Concha, Tinoco, Nandín Puente y López, Torrecortina, Adalid, Celis Gómez, Pablo Romero, Zalduendo, Jorge Díaz, López Navarro, Surga, Enrique Salamanca, Linares, Aleas, Arribas, Carriquiri, Gota; totak, 81 toros; siendo las cogidas más numerosas porque muchos de estos toros le cogieron más de una vez durante su lidia.
Creo que no hacen falta comentarios”.

Fernando Villalón. “Taurofilia racial” (Madrid, Editorial Aramo, 1956)

domingo, 24 de mayo de 2015

La importancia de la técnica hoy (III) El caso Guerrita

Por Jose Morente

Una foto poco difundida del Guerra citando de frente y con el “cartucho de pescao” (Biblioteca Nacional)

Nota previa: Aparcada esta serie por el comienzo de la Isidrada, ya mediadada, aprovechamos que ayer fue sábado de rejones para reanudarla.

Veíamos en las anteriores entradas de esta serie, como el toro que hoy sale a las plazas tiene –en general- más edad, fuerza, resistencia, kilos, pitones y sentido que el toro que se lidiaba hace unas dos o tres décadas. Veíamos también como ese cambio en el tipo de toro había obligado a los toreros a depurar su técnica hasta extremos insospechados.

Sin embargo, a los públicos les cuesta reconocer el mérito que supone ponerse delante de ese toro o valorar la técnica que exige.

La situación no es nueva pues hace 100 años (a finales del XIX) la fiesta vivió un momento muy parecido. Fue en los años finales de la carrera taurina de Guerrita, un torero muy técnico. Vamos a recordar o conocer lo que pasó. 


El sitio de Guerrita en la Historia del Toreo

Rafael Guerra Guerrita es, por su capacidad y conocimiento, uno de los toreros más importantes de toda la historia del toreo. No sólo eso, sino que también es, por sus aportaciones, uno de los más interesantes.

Guerrita fue un torero dotado de una enorme intuición sobre las reses y un dominio extremo de la técnica. Era además un torero largo y un gran banderillero (probablemente, el mejor de toda la historia del toreo) y brilló en todos los tercios y momentos de la lidia.

Su única mácula (mácula que compartía con los otros toreros de su misma cuerda como Paquiro o Gallito) fue la estocada que, aunque efectiva era rápida y de poca exposición según la crítica de la época que las calificaba de eléctricas. El Guerra, en esa suerte, no se dejaba ver por los toros.


El único punto débil del Guerra fue la estocada. En la foto citando a un toro de Don Esteban Hernández, en Madrid, el 22 de abril de 1897 (Fotografía Sol y Sombra)


Pero si en algo acertó F. Bleu fue en situar al Guerra como elemento clave en la encrucijada del paso del toreo antiguo al moderno. El título de su libro (Antes y después del Guerra) es acertadísimo pues Guerrita fue el torero que empezó a dinamitar los cimientos del toreo antiguo y con los derribos, construir el nuevo edificio.

Y es que, Rafael introdujo innovaciones importantísimas como, por ejemplo, autorizar, en su Tauromaquia, la colocación de perfil en la verónica, con objeto de mejorar la ligazón entre lance y lance.

También parece que fue de los primeros en retrasar la pierna de salida (la pierna escondida) para darle más profundidad al muletazo (y no para tomar ninguna ventaja sobre las reses, como recalcaba on acierto F. Bleu).

 

Cuando humillar demasiado se consideraba defecto en el toro, también lo era, en el torero, llevar la muleta muy baja “arrastrando” por el suelo. También en eso Guerrita fue un digno precursor del toreo más depurado y moderno (Reseña de la misma corrida a la que corresponde la fotografía de la estocada que hemos insertado más arriba)


Guerrita se preocupó además de torear ganado de las mejores ganaderías, la de los toros más bravos y nobles, como Saltillo, Cámara, etc. (algo que le reprocharon los aficionados conspicuos de entonces).

Guerrita fue, además, el primero en procurar que el toro llegase suficientemente picado a la muleta (¡Déjale que romanee!, decía a sus picadores en una suerte de varas sin cruceta). Entre otras cosas, porque Guerrita, al contrario que otros diestros de la época, sí sabía lo que hacer con una muleta en la mano. Por eso, Guerrita sienta las bases del futuro toreo de muleta cuya importancia acabará por desplazar a la estocada. Algo que muy pocos autores han señalado pero que el paso del tiempo nos permite apreciar y valorar.  

Guerrita empieza a centrar el interés de la lidia en el toreo de muleta que desplazará a la suerte de varas y a la estocada (Fotografía publicada en Sol y Sombra en 1897)


El Guerra fue, en resumen, uno de los toreros más técnicos de la historia del toreo (quizás con Joselito el Gallo, el más técnico de toda la historia). Su toreo no tenía una finalidad épica como era el caso del negro Frascuelo ni intención estética como en el elegante Lagartijo. Sin desdeñar demostrar su valor o torear con arte, su objetivo era, principalmente, imponerse al toro, a todos los toros, mediante la inteligencia y el conocimiento.

Pese a todas sus virtudes o quizás por esas mismas capacidades, Guerrita fue un torero menospreciado y preterido frente a otros diestros de mucho menor calidad y peso histórico pero de mejor prensa. Una circunstancia que se ha repetido demasiadas veces a lo largo de toda la historia del toreo.

En el extremo opuesto al Guerra, se encuentra el negro Frascuelo quien goza de un gran prestigio entre los aficionados integristas, sobre todo desde la reedición por Ignacio Aguirre del libro de su abuelo Féliz Borell (F. Bleu) en los años 80. Sin embargo, Frascuelo no aportó nada nuevo al toreo (Fotografía de Laurent-1865)

En una entrada de este blog (Guerrita. Un gran torero con mala prensa) repasábamos la biografía de este diestro, donde destacaba esa sorprendente “mala prensa”, que cuesta trabajo aceptar al tratarse de unos de los mejores toreros de la Historia.

Vamos a ver cuales fueron las razones de ese desencuentro entre el Guerra, por una parte, y parte de la prensa y los públicos, por la otra.

 

Las razones de un desencuentro

Las desavenencias de Guerrita con los públicos empezaron muy pronto. Comenzaron cuando se atrevió a tomar la alternativa contra el consejo de Lagartijo en cuya cuadrilla militaba. Esa “indisciplina” le indispuso con las huestes Lagartijistas que nunca perdonaron la “ofensa” que con ello Rafael cometía contra su ídolo, el insigne Lagartijo.

Guerra, además, se encontró sólo sin oponente en la cúspide del toreo. Pues ni Reverte, ni Fuentes, ni Mazzantini ni el Espartero pudieron llegar nunca  a ser rivales serios (¡Después de mi, naide….!)Además su carácter soberbio y grosero tampoco le ayudaba a mejorar su imagen.

Lo peor, aunque parezca un contrasentido, es que fueron sus propias facultades, su ligereza, su inteligencia y su técnica las que le granjearon la animadversión de los públicos.

1887-09-29 (p. 10-03 LL) Alternativa Guerrita SdeN

El día de su alternativa, el conservador Sánchez de Neira ya reprochaba a Guerrita el que buscara los aplausos adaptando su toreo a lo que las reses demandaban y no a “esas reglas taurinas que señala el arte y que los aficionados antiguos desean mantener incólumes”. La cruz del tradicionalismo siempre ha lastrado el buen toreo.

La seguridad que transmitía su toreo, la falta de emoción que achacaban a su toreo, fue la gota que colmó el vaso, llegando a venderse ¡Pitos para el Guerra! a las puertas de las plazas. Una falta de emoción que se acentuaba especialmente si se comparaba su forma de torear con las emociones que se habían vivido durante la competencia entre Lagartijo y Frascuelo.

Con el público a la contra y enemistado el con el público (Su frase: ¡En Madrid que atoree San Isidro! es muy relevante del estado de la cuestión), el Guerra  tuvo que dejar el toreo cuando todavía no se le vislumbraba síntoma alguno de decadencia.


Aunque Guerrita conseguía imponerse contra viento y marea gracias a sus excepcionales cualidades, tuvo que nadar a contracorriente de los públicos a lo largo de toda su carrera. En Sevilla le quisieron enfrentar al Espartero. En Madrid, el público consiguió aburrirle y que dejara el toreo cuando estaba en la cúspide (En la fotografía, triunfo de Guerrita en Sevilla en abril de 1897).

Un error de apreciación

El rechazo que provocan los toreros técnicos, como Guerrita, creo que procede de un temor ingenuo a que esos toreros nos engañen. Si un torero domina la técnica, si sabe tanto, pensamos que lo raro sería que no aproveche sus conocimientos para tomarnos el pelo y triunfar sin riesgo.

Por eso, siempre que se habla de la técnica en el toreo, sale a relucir inmediatamente –en contraposición- la palabra “mentira”. Se asocia la técnica a la falta de verdad. Es un error de apreciación pero pasaba cuando toreaba Guerrita y pasa también hoy día.

La seguridad que transmiten en las plazas los toreros técnicos (Guerrita, Gallito, Luis Miguel,…) induce al aficionado a suponer –de forma errónea, por supuesto- que detrás hay “truco”. En la fotografía de Sol y Sombra, un Guerrita, muy confiado y tranquilo, citando al toro de frente en la plaza de Madrid.


Otro error de apreciación es la falta de emoción que se les achaca a esos toreros técnicos. El frascuelista Peña y Goñi lo explicaba así:

“Con Guerrita no hay drama, no hay, por lo tanto, emoción.

¿Por qué? Porque el público tiene descartada la posibilidad de cogida. He aquí parece mentira el supremo defecto de Rafael (…)

No se ve casi nunca en Guerra la dificultad vencida, es tanta la ventaja que lleva a los toros, que lo más difícil de hacer parece en él cosa natural y corriente, por lo cual, cuando él torea diríase que la Fiesta Nacional pierde en él todo aspecto de barbarie

Esta acusación podría tener cierto fundamento. Podría tener cierto fundamento si sólo existiesen la emoción (miedo) provocada por el riesgo o la emoción (placer) que provoca la estética. Sin embargo, se olvidan quienes eso sostienen que existe otra emoción de aún mayor calado que las citadas. Se trata de la emoción (intelectual) que produce el triunfo de la inteligencia del torero sobre la animalidad del toro.

En el toreo, además de la emoción que provoca el arrojo del torero valiente o el arte del artista, existe otra emoción distinta (y quizás intelectualmente superior, como sostenía Corrochano), que es la emoción del torero dominador y técnico capaz de imponerse al toro adaptando su toreo a las condiciones de las reses (En La imagen publicada en el Ruedo, Guerrita dominando, con mucho aplomo y seguridad, a un toro complicado)


Sin embargo, es cierto que no son muchos los aficionados capaces de valorar los matices técnicos de una faena. El riesgo o la estética pueden apreciarlos muchos espectadores pero valorar la capacidad técnica de un torero, no está al alcance de cualquiera ya que exige conocer con una cierta profundidad (exenta de tópicos y clichés) el toreo.

Eso explica el rechazo y desapego evidente que provocó Guerrita y que provocan y provocaran todos los toreros que basan su toreo en la técnica, el dominio y el conocimiento de las reses.

Siempre ha habido aficionados que han manifestado un fuerte rechazo hacia los toreros más técnicos a los que se les reprocha su falta de emoción pero a los que yo, sin embargo, no dudo en calificar como los “mejores toreros” ya que, entre otras cosas, se dedican a torear a los toros y no a los públicos como hacen los diestros de otro corte (En la imagen, un inmenso natural de perfecto trazo de Miguel Ángel Perera)


Un desapego hacia la técnica que, en nuestros días, plantea un dilema de imposible solución pues, por una parte, se piden toros más poderosos y difíciles de torear y, por otra, se exigen toreros con menos recursos técnicos para hacer frente a esos toros de forma menos predecible.

La crítica a la labor de las Escuelas Taurinas no es sino una manifestación del rechazo que algunos aficionados tienen hacia el toreo  basado en la técnica. Sin embargo, las objeciones y reparos que se les suelen poner a las Escuelas pecan de parcialidad.

Un dilema de compleja y difícil solución.

Pero ¿Existe solución? Y si existe ¿Cuál es la solución a este dilema? Intentaremos aproximarnos a una respuesta  a esa pregunta en la próxima entrega.

(Continuará…)

Echar las patas para atrás





Lenguadito en varas, levantando las patas traseras (echando las patas para atrás).Un detalle (otro más) de los que tuvo de toro bravo. La bravura no consiste sólo en arrancarse de largo al caballo.

Hemos dicho antes que la bravura tiene también sus signos externos (...) Para muchos aficionados (incluso grandes críticos taurinos) el toro que va de lejos al caballo es bravo solamente por esto. Cuando los problemas se presentan tan sencillos, da gusto. Sin embargo, no es así.

El concepto está lleno de matices, algunos difíciles de apreciar o al menos, de describir. Verbi gratia, son notas desfavorables: tardear para tomar la vara, cangrejear, escarbar, echar la cara al suelo, limitarse a topar, quitarse el palo, salir suelto, tirar coces, etc. Son, en cambio tantos a favor: arrancarse de lejos, galopar hacia el caballo con el rabo enhiesto, meter los riñones, tirar cornadas, derribar, dormirse en la suerte, buscar en el suelo al picador, cornear con furia al caballo, empujar al picador hasta las tablas, echarle al callejón, dar caídas de latiguillo, hacer la pelea en el mismo tercio, esperar el momento del cite permitiendo una lidia ordenada, etc,

(...)

Hay algunos detalles magníficos que todavía pasan más inadvertidos para el gran público. Uno de ellos, que podríamos llamar por analogía "echar las patas para atrás" cuando el toro toma una vara. Esto es lo contrario de "echar las manos por delante" que es lo que hacen los toros mansos ante el capote.

Si nos fijamos bien, veremos que esta actitud es de susto, de recelo, de desconfianza,. Su contraria postura tiene que significar (y de hecho significa) el polo opuesto. El toro carga todo su peso sobre el primer par de extremidades y consecutivamente, levanta las dos patas. 

Esto lo hacen muy pocos toros. "Sanluqueño", premiado en 1961, lo hizo una o dos veces. El bravísimo toro de Carlos Núñez, con lápida en el Batán (creo recordar que se llamaba "Lunero") lo hizo muy ostensiblemente y de ello no se habrán olvidado los conspicuos toristas.

Luís Fernández Salcedo en "Media docena de rollos taurinos" (1ª ed., Madrid, 1964. Pags 181-182)

viernes, 22 de mayo de 2015

Lenguadito y Castella. Un toro malo y un torero peor

Por Jose Morente

Relajado natural de Sebastián Castella a Lenguadito. Un toro malo y un torero peor. ¿Un mal toro y un torero peor? ¡Amos, anda! (Fotografía de El Mundo)


Confieso que esto del toreo y, en concreto, de las opiniones que se vierten sobre el toreo, cada vez me desconcierta más. Uno está ya curado de espanto y procura ponerse en el lugar de los demás para intentar entender sus posturas pero el caso es que ni así lo consigo.

Está claro que no es lo mismo ir a la Plaza de toros de Jerez en coche de caballos o dando un agradable paseo a pie, desde el Parque González Hontoria, en plena Feria de mayo, que emerger en plena explanada de las Ventas, después de un hacinado trayecto en metro y haber tenido que salir a escape de la oficina, dando cualquier excusa al jefe, para llegar con el tiempo justo de ver el paseíllo. No es lo mismo y es lógico y comprensible que el que llega así a los toros (que eso no es manera de llegar, pienso yo), llegue lógicamente mosqueado y a la contra. Todo le parecerá mal.

Eso lo entiendo, lo entendí y lo entenderé siempre. Pero una cosa es el lógico mosqueo del hacinado y otra desconocer las cuatros reglas básicas, el abecedario del toreo. Que es un toro bravo y cuando un torero es valiente.

Las cosas se aprenden de chico o no se aprenden y uno, que no pretende dar lecciones a nadie pero que empieza a estar un poco harto de que las den quienes no saben, no se explica ya que tantos aficionados tengan olvidados, confundidos o trabucados esos conceptos elementales que, por tan elementales, más que reglas de tauromaquia parecen aforismos propios de una clase de "Ábrete Sésamo". Un "Ábrete, Sésamo taurino": "la te con la o, con la erre y con la o; t-o-r-o"

Hoy, parte de la afición se han inventado una tauromaquia para su uso y disfrute particular. Una tauromaquia que no tiene nada que ver con la tauromaquia de toda la vida. La que nos enseñaron nuestros padres y nuestros abuelos, la que está escrita en las viejos tratados, contada por los antiguos revisteros y sacralizadas por las grandes figuras del pasado.

Una tauromaquia donde el toro que se valoraba y buscaba era el toro bravo y noble, no el galafate complicado que sólo saca defectos. Donde la nobleza del toro era igual de apreciada que la nobleza en las personas. O sea, un valor a proteger y ensalzar. Una tauromaquia, donde el toro taimado, artero y ruin se despreciaba igual que se desprecia a los rufianes y a los traidores que tanto abundan en la calle.

Era una Tauromaquia donde lo primero que se les pedía a los toreros era que hicieran alarde de su valor, su conocimiento y su arte. El que tuvieran, claro. Donde los mejores eran aclamados y los menos mejores, respetados. Donde el toro era importante pero el torero lo era aún más pues, a fin de cuentas, es el quien se juega los muslos y la vida y no el vociferante que se sienta en el tendido.

Y es que antes, las cosas eran mucho más sencillas. Si el toro embestía era bravo y si se repuchaba y salía a escape, manso. Si el torero se plantaba y aguantaba sus acometidas, era un valiente y se le aclamaba por ello. Si dudaba o no daba pie con bola se le pitaba.

Luego, empezaban los matices. A unos aficionados les gustaba el toro bravo y noble y, a otros, el noble que también fuera bravo. Sobre los toreros, había quien prefería a los valientes (que eran los que mandaban) pero luego llegaban los del arte y con una sola faena justificaban una temporada completa. 

Pero, como digo, las cosas básicas estaban muy claras. Lo que hoy no ocurre.

Lo hemos visto con la corrida de ayer. Una mala corrida de Núñez del Cuvillo donde salió un sobrero de lujo, de excepcional clase, el toro que pondría a todo el mundo de acuerdo si todo el mundo supiera las cuatro reglas básicas del toreo. Lenguadito de Toros del Torero. Mejor imposible. Un defecto, eso sí pues nadie es perfecto, es que tenia las fuerzas justas. Algo que acabó pesando muy poco en el balance final pues tuvo la cualidad de ir a más, de embestir cada vez mejor. Mucho fondo y mucha entrega. Desde las varas hasta su estertor final. Un toro bravo y noble. Un toro de vacas. Ahí es nada. 

Luego vino el torero. Un torero de una pieza, un valiente a carta cabal. Sebastián Castella de Béziers (Francia). Siempre colocado en el sitio donde los toros bravos repiten, toreando al ritmo lento que le pedía el toro. Firme y sin ninguna duda. Eligiendo los mejores terrenos, los medios, y manteniendo el ritmo de la faena que era el del toro y su interés. Un defecto, nadie es perfecto, fue la estocada algo caída pero, las hemos visto bastante peores sin que al público de Madrid le importe. Cuestión de esa bula que el francés no tiene.

Tampoco tiene la clase excelsa de los mejores toreros gitanos, cierto es. Castella es francés y frío, no un Rafael el Gallo abúlico y genial. Pero tampoco Lenguadito era Bravío. Y, sin embargo, en el conjunto que es lo que vale, fue una bella faena de un buen torero a un toro de excepcional clase.

Por eso, han sido tan sorprendentes los reparos al torero y, también y sobre todo, los reparos al toro.

¡Ahora resulta que el toro no fue para tanto y que el torero no supo torearlo!

Vuelvo a la reflexión del principio. Hemos perdido el conocimiento de las cuatro reglas básicas del toreo, de los principios elementales (no confundir las reglas básicas con los cánones, los tópicos y demás zarandajas tan traídos y llevados, tan mal traídos y tan mal llevados, hoy día). Hoy llamamos bravo al toro fiero y de sentido. Y llamamos mal torero al torero valiente que se queda en el sitio. Mala época. No de toros ni de toreros que, de eso vamos sobrados, sino de aficionados.

 "La te con la o, to. La erre con la o, ro: T-O-R-O"

Y hablando de toros: Lenguadito. 

Un toro excepcional.


miércoles, 20 de mayo de 2015

A Palmero le tocan las palmas (y la música) en Sevilla

Por Jose Morente

Este post se iba a publicar el día 14 de mayo, al cumplirse los 99 años justos de la lidia del novillo Palmero de Rincón en Sevilla. Sin embargo, la terrible cogida de Saúl Jiménez Fortes en las Ventas ese día nos obligó a demorar su publicación hasta hoy. Después de 99 años, esperar algunos días más, no parece relevante.

Este post está dedicado a André Viard a quien tanto tenemos que agradecer, por su trabajo, esmero y dedicación, todos aquellos a quienes nos entusiasma el toro en el campo. La mayor parte de la documentación manejadaestá extraída del Opus nº 19 de la colección “Tierras Taurinas” de André. Un numero imprescindible (como todos los restantes números de esa serie) para acercarnos al mundo del toro en el campo, de los ganaderos y de las ganaderías. Un mundo que, hasta la aparición de Tierras Taurinas, era en gran parte desconocido para la mayoría de los aficionados.


 

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Palmero, novillo de Manuel Rincón, lidiado en Sevilla el 14 de mayo de 1916. Fue bravísimo y nobilísimo, provocando el entusiasmo de los espectadores de una corrida muy accidentada.(Fotografía de André Viard en Tierras Taurinas. Opus nº 19)

Para el aficionado conspicuo, “palmero” es cualquier espectador que se atreva a aplaudir a alguna figura… aunque esta se merezca el aplauso.

Pero para los aficionados conocedores de encastes y ganaderías, o sea, para los lectores de Tierras Taurinas por ejemplo, Palmero es el nombre de un bravo novillo de Rincón al que le tocaron las palmas (y algo más que las palmas) el día que la ganadería debutaba en Sevilla. Era el 14 de mayo de 1916.

La ganadería de Rincón tiene su interés porque es una de las bases a partir de la que se formó la de Carlos Nuñez, origen de ese encaste que hoy comparten las ganaderías de esa familia, la de Manolo González, la de los Lozano, etc.

 

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El pasado año 2014, el mítico hierro de Rincón volvía a Tarifa. En el primer herradero estuvieron presentes algunos toreros muy vinculados a esta ganadería como Manuel Benítez el Cordobés quien aparece sonriente en la imagen (Fotografía de Carlos Nuñez)

Hagamos historia. Hablemos de Rincón. Del ganadero Manuel Rincón.

Rincón. Un ganadero antiguo pero modernista

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Manuel Rincón y Rincón, un ganadero que ha dejado su nombre para la posteridad (Fotografía de Tierras Taurinas. Opus nº 19)

Como hemos dicho el toro de Rincón es una de las bases del encaste Nuñez (Las otras son Villamarta y Pedrajas). Lo curioso es que, también la ganadería de Rincón, se había formado por amalgama de otras varias. Y es que, esto de la pureza de los encastes, resulta un verdadero cuento chino a poco que se indague.

Aunque al toro de Rincón siempre se le ha considerado como de procedencia Parladé, el tema debe matizarse pues, en realidad, su origen es la testamentaria de Manuel Valladares (o sea, encaste vazqueño). Más tarde, en 1907, echaron a las vacas un semental comprado a Juan Gonzalez Nandín (también de encaste vazqueño), Mirlito que, como ocurría entonces, acabó siendo lidiado en Aracena en 1915 ¡¡con catorce años y quince yerbas! saliendo extraordinario y noble y sin que se le notaran ni la edad ni los resabios propios del manoseo.

Mirlito Juan Gonzalez Nandín

Mirlito, semental de Rincón, comprado a Nandín. Estuvo 7 años en las vacas. Luego se lidió en Aracena en 1915. Salió “superiorísimo” sin acusar resabios (Fotografía de André Viard en Tierrras Taurinas. Opus nº 19)

Mas tarde, empezaron a llegar a Los Lozanos, reses procedentes de Vistahermosa. Así en 1911, se añade una punta de reses de José Carvajal (mezcla de Ibarra con reses vazqueñas) y siete vacas de Villalón (procedentes de Adalid o sea, puro encaste Vistahermosa vía Arias de Saavedra).

Por fin, en 1912 y 1913, llegan dos lotes más numerosos y un semental, León, de Fernando Parladé que junto a otro, de nombre Farruco que se sacó de las vacas de Parladé que habían llegado preñadas, acabarían de definir, con el tiempo, la ganadería.

Pero en 1915 cuando el ganadero Manuel Rincón se presenta en Sevilla con una novillada que tuvo su historia, todavía la ganadería era una mescolanza de encastes predominando la sangre vazqueña.

 

Una novillada accidentada

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Cartel de la novillada en la que hizo su presentación en Sevilla la ganadería de Manuel Rincón. Era el 14 de mayo de 1916 (Fotografía de Tierras Taurinas. Opus nº 9)

La novillada de presentación de Manuel Rincón en Sevilla, fue muy accidentada. Lo cuenta Onarres en Sol y Sombra.

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La reseña completa de la novillada en Sol y Sombra (Archivo del autor)

El sexto novillo achuchó varías veces al diestro Manuel de los Ríos, hijo de un general del ejercito, y acabó cogiéndole por lo que ingresó en la enfermería donde le atendieron de la aparatosa herida en la cabeza que reseña Onarres y, también, de otra herida contusa en el muslo derecho. Se le traslado en automóvil a su domicilio.

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Manuel de los Ríos en el tercer novillo. Según Onarres le toreó “movido y demostrando haber toreado poco”, lo que corrobora la fotografía. Valiente pero con poca pericia y oficio la cogida era inevitable (Fotografía publicada en Toros y Toreros)

Lo peor ocurrió, sin embargo, en el segundo toro. Al ir Hipólito a descabellar después de varias estocadas, el estoque saltó al tendido hiriendo de gravedad al espectador Juan José López Jimenez, hijo de un personaje muy conocido en Sevilla, según decía la prensa.

Hipolito en el 2º(Copia)

Una de las estocadas de Hipólito al segundo. Luego al descabellar, el estoque saltó al tendido, hiriendo gravemente a un espectador (Fotografía de Tierras Taurinas. Opus nº 19)

El momento fue dramático pues el estoque le había atravesado el pecho, saliendo por la espalda y dejando al descubierto el paquete vascular.

El infortunado joven, que sangraba abundantemente, se arrancó con sus propias manos el estoque gritando: “¡Me ha matado” ¡Me ha matado” Saltó al callejón y allí de desplomó. Trasladado a la enfermería, los periódicos que daban la noticia temían un funesto desenlace.

Poco tiempo después se implantaría la cruceta, para evitar este tipo de desgracias. Nacía así el estoque de descabellar diferenciado del de matar. Antes se utilizaba el mismo para ambos cometidos.

 

Un novillo bravísimo

Después del drama, cambió la decoración cuando salió al ruedo el cuarto novillo de la tarde, Palmero, número 7, “ojo de perdiz y de buenas herramientas”. Novillo que le correspondió a Tello.

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Palmero en el ruedo de la Maestranza (Fotografía de Tierras Taurinas. Opus 19)

El toro salió bravísimo por lo que quizás le vino un poco largo a Tello quien, sin embargo, había estado valentísimo en su primero.

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Tello, había estado muy valiente en el primero, otro novillo también bravísimo. Le había puesto un colosal par de las cortas y luego le toreó cerca destacando este muletazo de rodillas (Fotografía de Tierras Taurinas. Opus nº 19)

Palmero salió derrotando y rompiendo los tableros por dos veces. Luego tomó, en el mismo tercio, ocho varas por seis caídas y dos caballos muertos.

Los picadores se retiraron por error pero tuvieron que regresar ante el clamor popular. El toro que mientras tanto se había estado lamiendo la sangre de la cara, tomó tres nuevas varas con el mismo ímpetu, dio otra caída y mató otro caballo.

Ahí se produjo el delirio. Hasta el Presidente (un buen aficionado) se levantó para aplaudir al ganadero.

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Palmero en pleno tercio de varas. 4 caballos yacen en el ruedo mientras el toro aguarda desafiante la llegada de otro picador (Fotografía de Tierras Taurinas. Opus nº 19)

Para hacernos idea de la emoción que se vivió en la plaza, lo mejor es leer la descripción que hizo el propio ganadero y que transcribe André Viard en Tierras Taurinas:

“En mi vida he tenido más emoción; ya no sabía ante las manifestaciones del público que hacer: unos lloraban, otros reían, por dos veces me cogieron para sacarme en hombros, tirantes, lentes y chaleco me rompieron, el público de pie y yo no podía corresponder a estas atenciones por la emoción que tenía, el Conocedor lo hicieron salir cuando mi Palmero, el animalito, mi toro, estaba tendido en el medio de la plaza y las mulas le dieron por aclamación del público dos vueltas de honor y en el medio lo dejaron unos minutos parar; ha sido el primero que en la suerte de varas ha tocado la música

 

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El mayoral de Rincón en los medios aclamado por el público de la Maestranza. Era la primera vez que, en esta plaza, sonaba la música en el tercio de varas. Un momento histórico (Fotografía de Tierras Taurinas. Opus nº 19)

Por lo que respecta al origen de Palmero y sus hermanos estas son las notas de Manuel Rincón:

Candilejo había nacido de una madre Villalón y de un toro de Nandín (Mirlito). Pelaíto era un puro Parladé. Nevaíto de Valladares/Nandín. Palmero de Valladares/Nandín. Chamorro de Carvajal/Nandín y Almirante un puro Carvajal

O sea, que salvo el segundo (el del estoque que saltó al tendido) que era ·puro Parladé”, los demás tenían sangre vazqueña más o menos pura.

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Palmero en el campo junto a sus hermanos de camada. De ahí salió la novillada de Sevilla. Palmero es el que está más a la izquierda de la imagen (Fotografía de Tierras Taurinas. Opus nº 19)

Hubo muchas discusiones entre aficionados sobre cual toro había sido mejor. Si el primero, el quinto o el cuarto. El caso es que este último, Palmero, fue el que provocó el entusiasmo de los espectadores quienes llegaron a pedir su indulto.

Una petición a la que no se sumó el propio ganadero quizás porque, como explicaba José María Granado Rincón, uno de sus nietos: “Mi abuelo no quería que indultasen a Palmero porque venia de otro encaste que no era Parladé”.

Los tiempos estaban cambiando y, ya en plena Edad de Oro, los toros de encaste Vazqueño iban perdiendo terreno frente a los de Vistahermosa en el criterio de ganaderos y toreros. Pero esa es otra historia.

Lo cierto es que Palmero de Manuel Rincón, hijo de Mirlito de Nandín y de una vaca de Valladares (vazqueño por los cuatro costados), fue el primer toro al que tocaron la música, en la Maestranza de Sevilla, durante el tercio de varas.

Al que tocaron la música por su bravura y nobleza.

1920-11-01 (p. Grecia Sevilla) Fino Palmero

La casa de Manuel M. Fernández de Jerez de la Frontera dedicó el oloroso y fino “Palmero” al bravísimo toro de Manuel Rincón.

martes, 19 de mayo de 2015

El público de las novilladas merece el purgatorio

Por Jose Morente

La entrega novilleril pero firme y asentada de Andrés Roca rey (Foto de Javier Arroyo para Aplausos)

Que las cosas cambian resulta evidente. En el toreo damos por hecho que ha cambiado la bravura del toro, que ha cambiado la actitud de los toreros y que ha cambiado la forma de torear. Es posible y algo de eso hay pero sobre todo lo que ha cambiado, en mi opinión, son los gustos de los públicos. Ese es el cambio más relevante pues, a fin de cuentas, son los públicos los que marcan el rumbo por el que discurre el toreo. Siempre ha sido así.

Un ejemplo de ese cambio de actitud de los públicos lo tenemos en las novilladas. Antes, no hace tantos años, el trato que se dispensaba a los novilleros era muy diferente del que se reservaba para los toreros consagrados. Todo lo que para estos últimos era rigor y exigencia se convertía, en el caso de aquellos, en comprensión y apoyo.

Era lógico. Venían los novilleros como tienen que venir los novilleros. Con ganas, con empuje, con la decisión propia del que quiere ser alguien en esta dura profesión y esos públicos, tan duros y exigentes las restantes tardes, se ponían incondicionalmente de su parte, se volcaban con esos torerillos.

A esos públicos no les importaban errores, imperfecciones o incluso falta de destreza de los chavales que empiezan. Se entendía que era lo natural y que ya tendrían tiempo de aprender. Lo que se valoraba era su actitud, su buena disposición. Que los novilleros se comportasen como tales, que se la jugasen de verdad. Si además de firmeza, demostraban algo de conocimiento del oficio, miel sobre hojuelas. Pero no era lo más importante. Si a la hora de matar se lanzaban sobre el morrillo como unos posesos, entrando de verdad "a lo que pasara", el público enloquecía y con el público los exigentes aficionados de entonces que, ese día, se hacían de miel

Hoy, por desgracia, las cosas han cambiado. Los novilleros (por mor de las Escuelas) llegan mucho más puestos a las plazas importantes. No ha cambiado, empero, su actitud. Si ha cambiado, sin embargo, la de los públicos.

En los tendidos no se sientan ya esos aficionados exigentes que tan bien conocían el toreo y que exigían a los toreros en función de las condiciones de los toros, máxime en el caso del escalafón inferior.

Dicen los aficionados de ahora que es necesario que salga a las plazas un toro complicado y con problemas que ponga a prueba la capacidad de los toreros. Está muy bien. El problema es que cuando sale ese toro, el mismo aficionado que lo pide, quiere luego que a ese toro difícil se le toree de forma preciosista como si se tratara de un burel noble y dócil. Un sinsentido.

Algo que se vio muy claro en la novillada de Madrid del pasado día 18.

Se jaleó con merecido entusiasmo a Posada de Maravilla por su toreo personalísimo, desmayado y convincente frente a un excelente novillo del Conde de Mayalde. Un lujo y una rareza en su forma de torear que nos viene muy bien a todos pues nos demuestra que el toreo no se agota.

Frente al perfeccionismo y la técnica del toreo de nuestros días, el toreo de Posada puede ser un contrapunto necesario. Para un novillo muy bueno, buenísimo, un toreo muy estilizado. De muy buen estilo. El toreo que demandan los públicos de ahora y puede que el toreo que demanden los públicos del futuro. Se le agradeció y se le premió de forma merecida.

A Andrés Roca Rey que ha venido a Madrid a por todas, como  venían los novilleros de antes pero más hecho como torero que aquellos novilleros, le salió, por el contrario, un novillote muy bruto y muy complicado. Un novillo adecuado, no para estar lucido, sino para demostrar firmeza, decisión y las ganas de ser torero que se le suponen a un novillero puntero.

Asentadas las zapatillas toda la tarde (más que asentadas, clavadas en la arena), Andrés, se la jugó sin cuento desde el primer capotazo hasta la estocada final. Una lidia que tuvo toda la emoción que pone el torero que apuesta en serio.

La faena de Andrés Roca Rey no fue preciosista pues no pudo serlo, ya que el toro no empujaba ni se desplazaba, simplemente topaba y calamocheaba (hoy a calamochear le llaman "llevar la cara suelta"). El torero estuvo sencillamente colosal, sacando muletazos de enorme mérito y verdad.

La faena fue de premio. Máxime al coronarla con tres entradas a matar que (aplicando las teorías de Corrochano)  valieron por tres soberbias estocadas, Primero, un pinchazo del que el torero sacó un puntazo en el muslo pues el toro se defendía. Segunda, media estocada bien puesta en la que el toro (que seguía defendiéndose) le arrancó parte del corbatín al derrotar en el pecho. Y de remate, una estocada hasta la bola con los pitones del novillo "acariciando" el cuello del torero que se desplomó del refilonazo. Para el que quiera "emociones a la antigua" ayer hubo ración triple.

Sin embargo, esta claro que a los públicos de hoy no les van estas emociones fuertes. Bien está. Pero el problema, el verdadero problema es que .visto lo visto, parece que estas emociones fuertes tampoco les van demasiado a los aficionados exigentes pues ni siquiera las valoran ni las premian.

La faena fue de oreja. Una oreja que nadie pidió en la plaza pero que a nosotros nos vale mucho más que alguna otra de las que se han concedido esta feria. Es posible que, en el público de ahora que valora la muerte rápida del toro antes que la buena ejecución de la estocada, influyeran las tres entradas a matar. El argumento vale como justificación de la actitud del público pero ¿y la actitud indiferente del aficionado? ¿como se justifica?

Difícil justificación. Recapitulemos. Proponen, algunos aficionados, como paradigma, el toro complicado y el torero que, con capacidad, torería y entrega, le haga frente. Sin embargo, luego cuando tienen delante de sus narices, como ocurrió ayer, un toro complicado y un torero capaz, parece que no se enteran. Y si se enteran, no lo premian.

Aquellos públicos de antes, que se alborozaban con los novilleros valientes que rodaban por los morrillos de los novillos y les premiaban con largura, tienen ganado el cielo taurino. Estos públicos de ahora, por el contrario, merecen el purgatorio. Un purgatorio que, en materia taurina, consistiría en el castigo de asistir todos los días a la "misma" corrida. Una corrida de toros descastados y toreros desangelados.

Aunque, al menos, se libran del infierno por su entrega al arte de Posada de Maravillas.