lunes, 31 de marzo de 2014

Cuaderno de notas (XXII) La técnica de José Miguel Arroyo “Joselito”

 

Tauromaquia (4)

Igual que Jose Mari Manzanares toreando de salón, Jose Miguel Arroyo Joselito nos regala una clase magistral explicando como se debe torear delante de una becerra. Sin tópicos ni dogmas, sino en función de las condiciones del animal, un concepto que parece inasequible a muchos aficionados.

La foto,  que corresponde a un fotograma (Minuto 4:02) capturado del video que insertamos al final de esta entrada, es engañosa pues aparentemente el torero carga la suerte adelantando la pierna de salida. No es así, Joselito ha citado a la becerra que venía desde donde se encuentra la cámara, con la pierna izquierda retrasada. Por la longitud del pase, y al final de este, la pierna de salida queda adelantada (de forma ortodoxa como afirmaba Luís Bollaín).

Lo importante es que el peso del cuerpo carga en la pierna de salida, cargazón que se delata por ese talón levantado de la otra pierna, indicio claro y evidente de que se cargó la suerte. 

Esta imagen pone en evidencia el peligro de utilizar inadecuadamente y sin cautela alguna, los documentos fotográficos del presente o del pasado, en apoyo de nuestros argumentos pues el toreo es esencialmente un arte dinámico.

 

(1:48) En el toreo lo que para muchos son dogmas, para mí es un tópico como es la utilización del pico de la muleta, como es el cruzarse y como es el cargar la suerte o “echar la pata” o la pierna para ‘alante.

Cuando está mal utilizado el pico es cuando lo empleas para echarte el toro para afuera pero si tu utilizas el pico y te pasas al animal cerca de tu cuerpo pienso que no está mal utilizado (…)

(2:49) Antiguamente, claro, que lo utilizaban pero era para… la ponían muy plana para tapar más la cara del animal y poder echarle más para afuera y, a la vez, esquivar antes la embestida del animal.

El cargar la suerte, no es solamente echar la pierna para adelante sino yo diría que lo más primordial de cargar la suerte y lo que en sí es cargar la suerte, es echar el peso de tu cuerpo en la pierna de salida. Por eso, hay veces hay toreros que aunque toreen con la pierna retrasada también cargan la suerte.

[Da un muletazo con la pierna adelanta pero con el peso del cuerpo en la pierna de atrás]

O sea, yo echo la pierna adelante pero mi cuerpo está saliéndose para atrás… y con la pierna para atrás para que se vea como se carga también la suerte [Da otro muletazo con la pierna retrasada echando el peso en la pierna de salida]

El cargar la suerte no es echar la pierna ‘alante sino que tu cuerpo vaya, vaya con… esté apoyándose en la pierna de salida.

Aquí aunque tengo la pierna retrasada yo cargo la suerte…y aquí con la pierna adelantada descargo la suerte (…)

(4:40) Hay momentos en los cuales el animal que estás al hilo y el embiste. Por ejemplo, esta becerra  estando al hilo también embiste y ese es el sitio de ella. Si te quisieras cruzar, te meterías en su camino y te atropellaría.

Yo aquí estoy al hilo pero el animal…embiste. No hace falta que yo me cruce con ella.

Ahora se ha “parao” pues ahora sí. buscarle el cite, irme cruzando para llegar a un momento y a un lugar en el cual al citarla se arranque y me embista.

¿Ahí porque me ha hecho ese extraño? Porque estaba al hilo y no estaba colocado en lo que se dice el sitio.

Entonces se demuestra que no siempre hay que estar cruzado y no siempre hay que estar descruzado.

¡Claro está!

Declaraciones de José Miguel Arroyo “Joselito” en el video televisivo donde explica su tauromaquia.

domingo, 30 de marzo de 2014

Cuaderno de notas (XXI) La (buena) técnica de Jose Mari Manzanares

 

Tauromaquia (7)

Pocos toreros han tenido un concepto de la técnica tan perfecto y depurado como Jose Mari Manzanares, un torero admirado por los diestros más ortodoxos y puros como, por ejemplo, Antonio Ordoñez o Rafael Ortega. Por suerte, para nosotros, y frente al inveterado mutismo de los toreros antiguos, los diestros de nuestros días no tienen empacho en explicar públicamente cuales son las “claves” de su toreo que, en este caso son las de un “buen” torero.

 

Tú no puedes ir en contra del toro y si…eres más bruto y quieres hacer al toro cosas que…¡Bueno…qué son…! ¡Que dice la gente que son muy puras!… pero hay una técnica y unas normas para ir sometiendo y dominando al toro y como tú te pongas en medio de la vía del tren, el toro te coge.

Vamos a ver, para poder ligar, donde se queda colocado un torero haciéndole las cosas con… ¡vamos, con toda la verdad! ¡como vamos!

Vamos a ver dónde me quedo colocado. Si me quedo “descruzao” o es físicamente posible quedarse otra vez… ligar y quedarse “cruzao”. No lo sé, vamos a ver.

[Manzanares torea de salón al carretón]

¡Jéee! ¡Despacio! ¡Ahí!

[Después del remate del primer muletazo se queda al hilo con la muleta adelantada. Es la imagen que encabeza esta entrada]

¿Donde me quedo? Estoy en la pala del pitón y la muleta… ¿Donde estoy? ¡Estoy exponiendo!

¡Jéee!

¡Párate!

[Después de ese muletazo vuelve a comentar]

¿Entonces qué hay que hacer? ¿así?

[Se cruza ostensiblemente y avanza dos pasos al pitón contrario]

Entonces si se liga no se está “cruzao”. ¡No se puede ligar sin dejarle la muleta en la cara a los toros!

Entonces, hay veces que… ¡Son ganas de reventar y de no querer ver las cosas como son!

Y ahí es donde está, cuando se queda uno ofreciendo la muleta por delante para ligarle, es donde está exponiendo de verdad.

Si te vuelves a colocar, nos vamos al famoso “uno a uno”. Que ese “uno a uno” no tiene ligazón, no tiene ritmo…

Y yo creo que todo lo que no sean cinco o seis muletazos ligados y luego con el de pecho, no es lo que llega a poder ser la perfección del toreo,..

¡Ni es el toreo!

Declaraciones de Jose Mari Manzanares en un programa de Televisión explicando su Tauromaquia.

 

sábado, 29 de marzo de 2014

Postales taurinas (II) Joselito el Gallo y el “cartucho de pescao”

Por Jose Morente

 

Joselito cartucho de pescao 01

Sevilla. 18 de abril de 1915. Joselito el Gallo –en el inicio de su faena- citando con la muleta plegada en la mano izquierda a un toro que se encampana, en una corrida en la que toreaba mano a mano con Juan Belmonte

 

La foto que comentamos en esta entrada, capta el inicio de una faena de Joselito el Gallo quien, sólo en el tercio, cita con la muleta plegada en la mano izquierda, a un toro que se encampana. Estamos en la feria sevillana del año 1915 y en una corrida que el de Gelves torea mano a mano con Juan Belmonte.

En ese instante, el del cite de inicio de faena, no sabemos aún lo que pasará después, ni siquiera el diestro sabe como responderá el toro a su llamada pero, en ese albur está también reflejado todo el misterio y la esperanza que provoca el enfrentamiento de un torero con un toro y, por tanto, puede también simbolizar, en cierto modo, la ilusión con la que el aficionado acude tarde tras tarde a las plazas.

Y algo a destacar: aunque la escena que recoge la fotografía que encabeza esta entrada nos pueda parecer hoy habitual, la situación que se refleja no era en absoluto nada normal en aquellos años de principios del siglo XX.

En efecto, durante toda la centuria anterior, el matador se dirigía al toro acompañado siempre por los miembros de su cuadrilla, en despliegue cuasi militar. En cambio ahora, Joselito se presenta sólo en el tercio mientras un único peón –cerca de la barrera y, por tanto, lejos ya del campo de batalla- le observa.

Joselito no solo está sólo sino que, además, cita al toro desde muy lejos. Una situación que no tiene nada que ver con el cite clásico, que se hacía a media distancia, ni con el encimismo del angustioso y moderno cite belmontista que sirvió a algún autor de la época para justificar el porqué a Belmonte, al que cogían tanto los toros, le calaban tan pocas veces. Pero si Belmonte fue capaz de entrar por sistema en los terrenos de su oponente, Joselito supo darle la distancia requerida a cada uno de sus toros.

Como en este caso, donde da mucha distancia a un toro que se encampana pues conserva su bravura después de picado (lo que también era novedad) y que pertenece a la ganadería de Gamero Cívico, la que fue de Parladé y que acabó siendo simiente de casi la mayoría del ganado que hoy se lidia en las plazas.

Detalle significativo: el torero cita con la muleta plegada en la mano izquierda. O sea, con el famoso y sempiterno “cartucho de pescao” que luego inmortalizarían Pepe Luis Vazquez y los demás toreros de la escuela sevillana.

Hablando de Pepe Luis Vázquez es bueno hacer un inciso y señalar la curiosa circunstancia de que se autoproclamase belmontista un diestro que tan pocas cosas tenía de Belmonte y, sin embargo, tantas había heredado de José. La cosa tiene su miga y su lógica pues Pepe Luis, llegó a conocer y tratar a Juan mientras Joselito hacía muchos años que había muerto en Talavera, aunque su recuerdo perduraba en la memoria de los buenos aficionados. Uno de esos buenos aficionados era el propio padre de Pepe Luis, gallista confeso. Por vía del padre (vía genética) le debió llegar al rubio de San Bernardo el secreto del toreo del menor de los Ortega.

Lo más importante es que en la foto aparece un torero de la cuerda lidiadora de Paquiro y Guerrita (o sea, un torero técnico) que se presenta ante un toro que conserva su bravura después del tercio de varas, citando con la muleta a mucha distancia (valor) y con la figura compuesta y erguida (arte).

Todavía tendrá que desarrollarse y mucho, el toreo de muleta pero es, en esa encrucijada del toro con su bravura y el torero a solas con su valor, su técnica y su arte, en inicio de faena, donde creo que se cuece de verdad el toreo moderno.

Postales taurinas (I) Problemas en los corrales de Nimes

 

1906 Nimes 5 Miura y un Lisazo - copia

5 toros de Miura y 1 de Lizaso destinados a la corrida del 7 de octubre de 1906 en Nimes. matadores: Machaquito y Cocherito de Bilbao (Fotografía facilitada por Jack Coursier y publicada en Toro, torero y afición)

Desgraciadamente, la temporada acabó [ese año de 1906] de forma desastrosa. Y eso que el cartel era, sin embargo, de los mejores posibles en aquel momento: Toros de Miura para Machaquito y Cocherito de Bilbao.

La empresa tuvo mala suerte con los toros. Uno de los Miuras muere durante el transporte. Desde su llegada a los corrales, siguiendo su costumbre, las reses de don Eduardo, comienzan a pelear e, igual que ocurre todavía hoy con esta ganadería, un toro quedó muerto y otro herido.

No existiendo, reglamentariamente, más que dos sobreros, la empresa hizo venir a toda prisa (algo insólito en esa época) otros dos pupilos de la temible divisa. Pero uno de ellos llegó enfermo y tuvo que ser descartado.

Fue necesario hacer salir a uno de los dos sobreros de Lizaso, una vieja ganadería navarra en plena decadencia, el cual resultó ser tan poco apto para la lidia que tuvo que ser devuelto a sus queridos corrales y sustituido por el Miura enfermo.

Siguiendo la mala racha, el primer toro andaluz fue puesto fuera de combate por el excesivo celo de los picadores.

No pueden caber dudas sobre como siguió la corrida: un publico alterado, unos toros sin condiciones para la lidia y unos toreros intentando dar lo mejor de si mismos pero sin posibilidad alguna de lograrlo…

En resumen, decepción generalizada que no pudo ser compensada con la “popular(1), corrida en la que el novillero Faustino Posadas (al que mataría un año después un toro de Miura en Sanlúcar, cuando brindaba al público)  tuvo que entendérselas con los dos sobreros inútiles: el Miura que había sido herido anteriormente por sus compañeros de camada y el super-manso Lizaso .

¡Todo un programa!

  Pierre Dupuy. Toros à Nimes (2) (2ª ed., Nimes, Editions “Toros”, 1993. págs. 102-103; 1ª ed., UBTF, 1977)

 

Entrada Jack Coursier - copia

Entrada de la corrida del 7 de octubre de 1906, facilitada por Jack Coursier

Notas:

(1) Según Jack Coursier, quien nos ha facilitado la mayor parte de la información utilizada, la “populaire” era una corrida de limpieza de corrales que se celebraba a final de temporada. El hecho de que los inútiles sobreros los lidiase un novillero resulta hoy sorprendente.

(2) Traducción de Jose Morente

jueves, 27 de marzo de 2014

Cuaderno de notas (XX) Del toro determinante al toro determinado

 

HB-castellano2 Toro de Hidalgo Barquero 1855

El toro determinante. El toro del siglo XIX determina, tanto por su conformación zootécnica como por su comportamiento, el toreo de la época, basado en la suerte de varas, las de  capa (como elemento auxiliar en dicho tercio) y la estocada. En la imagen, un toro de HIdalgo-Barquero (cruce de reses de Vistahermosa con sementales Vazqueños) según un dibujo de Castellanos de 1855. Acababan de morir Montes y el Chiclanero 

En el arco que va de finales del siglo XIX a principios del siglo XX, acontece algo que tiene la mayor importancia en la evolución de la Fiesta.

Se precipita la selección del toro.

Es algo que el público no ve, sólo lo verá después, por sus resultados.

Un giro total, un cambio radical de motivaciones.

Podríamos expresarlo así: en la etapa anterior, el toro determina el toreo; de ahora en adelante, el toreo determinará al toro.

Empiezan los ganaderos a seleccionar a los toros, buscando hacerlos más aptos sobre todo para la muleta, que es el capítulo fundamental del toreo moderno (…)

Ahora bien, para tal desarrollo se requerían dos condiciones fundamentales: un toro distinto y una distinta suerte de varas (…)

El toreo de muleta por la propia condición de este instrumento y por el tipo de sus posibilidades, iba a descubrir pronto que requería (…) una suerte [de varas] quieta y lenta, en la que el toro pueda ser castigado más hondamente y más prontamente, para que cobre la fijeza necesaria al toreo de muleta (…)

Tal es lo que el público ve. Lo que no ve es el trabajo de selección de los ganaderos en busca del nuevo toro, más cómodo de defensas, más fino de líneas y, sobre todo, más dócil de estilo (…)

Dicho está; antes, el toro determinaba el toreo; ahora, es el toreo el que determina el toro. Del toro determinante al toro determinado.

José Alameda. El Hilo del Toreo (1ª ed., Madrid, Espasa Calpe, 1989. Págs. 163-164)

 

Diano de utrero  copia

El toro determinado. Ahora es el toreo el que determina como será el toro. En consecuencia, y por exigencias del toreo de muleta, cambian los criterios de selección en busca de otras hechuras y otros comportamientos más cómodos y bonancibles. Los sementales se convierten en protagonistas y empiezan a ser conocidos y valorados. Tal es el caso del famosísimo “Diano” de Ibarra, quien “hizo” la ganadería de los Herederos de don Vicente Martínez. Una de las preferidas de Joselito el Gallo. El toreo está dando un giro de 180º

martes, 25 de marzo de 2014

Cuaderno de notas (XIX) Las exclusiones de las castas antiguas


1801 Muerte en el ruedo del torero Pepe Hillo - copia
Pese a que José Velázquez Sánchez recomendase la conveniencia de lidiar toros de castas diversas como medio de “dilatar el campo de experiencia” de los lidiadores (algo de lo que podrían tomar nota los diestros actuales) lo cierto es que, por el contrario y a lo largo de la historia, lo consustancial en ellos ha sido su negativa a torear toros de determinadas procedencias o ganaderías. Esa ha sido, probablemente, una de las causas, junto a la incapacidad de adaptación de esas ganaderías a las necesidades del toreo de cada época, que explican su paulatina desaparición. Ya en los tiempos fundacionales, fue pública la enemiga de Pepe-Hillo y Costillares hacia los toros castellanos, uno de los cuales, Barbudo de Peñaranda de Bracamonte, causó la muerte del primero de los citados (En La imagen detalle de un grabado con la cogida mortal de Pepe-Hillo en la plaza de Madrid el 20 de mayo de 1801)

El toreo al salir de las zonas determinadas de su ejercicio traía el carácter peculiar y dominante de las ganaderías lidiadas en cada país.

En Navarra era inquieto, rápido y decisivo porque se lanceaban castas aviesas, de mucho sentido, y que se revolvían con extraordinaria prontitud. En Castilla, se toreaba cerca y con infinitas precauciones, porque los toros se defendían y cobraban malicia a los pocos trances de la lid. En Aragón se bregaba infinito para conseguir la serie de trámites de la lucha; porque el ganado era propenso a aplomarse en cuanto se le dejaba tomar sitios de querencias o sentir alivio de suertes. En Andalucía se inauguró la suerte de recibir por la condición brava y boyante de sus generosos brutos (…)

La lidia de tan distintas, y aun diversas castas de toros, por más que dilatara considerablemente el campo de la experiencia de los lidiadores, ensanchado los dominios del arte con esa multitud de recursos que sugiere la necesidad y metodiza después la conveniencia, no fue aceptada desde luego, y sin género alguno de oposición, de parte de los jefes de cuadrillas; y podríamos aducir más de una prueba de exclusiones de ganado, que constan de escrituras y contratas de algunos diestros de buen nombre del siglo anterior.

A consecuencia de las desgracias que produjeron en Valladolid en 1768 tres toros de prueba, de la antigua ganadería de Piñeiro, de la revoltoso y diminuta casta salamanquina, empezó a declararse que los brutos de aquella procedencia y condiciones carecían de aptitud para la lucha por la facilidad de sus movimientos en todas direcciones y sentidos; alegándose que si el toreo reconocía su origen en burlar el hombre la fiereza del toro, aprovechando la dificultad en revolverse del fogoso bruto, faltaba la base de estos ejercicios cuando existía una especie particular de la familia astada (…) que estaba constituida en caso de excepción por la naturaleza.
José Velázquez y Sánchez Anales del Toreo (1ª ed., Madrid, 1868)

lunes, 24 de marzo de 2014

La estética anatómica en la historia del toreo (I) Arrogancia vs indiferencia

Por Jose Morente

Belmonte Final de faena 001

La arrogancia del triunfo. Una de las fotos más conocidas de Juan Belmonte. El torero exultante después de vencer a su poderoso y bien armado enemigo

 

La expresión del torero sin toro

Es evidente que, al espectador, el toreo le tiene que entrar por los ojos. Y aunque los alardes de valor y los chispazos de arte sean cualidades del torero fáciles de captar por los públicos, resulta necesario y casi imprescindible que el lenguaje corporal del torero (las posturas y los movimientos que este adopta en el ruedo) se acomode a su forma de concebir el toreo y refuercen el mensaje que quiere transmitir al tendido.

Desde ese punto de vista, el punto de vista del espectador, muchas y variadas son las actitudes que, en la plaza, pueden adoptar los toreros. Hablemos ahora de dos de las más representativos.

El modo más primario de presentarse ante el público, sería el representado por el torero que adopta el gesto heroico del que se enfrenta a un animal fiero y aguanta su embestida. Es la arrogancia del desplante. La imagen del torero en esa tesitura, transmite la tensión liberada (verdadera explosión de adrenalina) del que, saliendo de la batalla, expresa su rabia y contento por haber superado la prueba que se había impuesto.

Es la estética del vencedor, del héroe, que corresponde a una tauromaquia donde el valor y el riesgo son las notas dominantes.

Radicalmente opuesta a la anterior, otra actitud posible, es la de aquel diestro que, por el contrario, quiere aparentar indiferencia ante el peligro. El torero, en esta caso, pretende emocionarnos por el contraste entre la mole negra y mortal que pasa junto a su cuerpo y su aparente indiferencia, naturalidad o espontaneidad ante los pitones del toro.

Es la estética del artista, del elegante. Una estética donde el torero aparece ensimismado en su propia obra, como ausente o ajeno a todo los demás, incluso –a veces- a su propio toreo.

Ejemplo señero de la primera de esas actitudes, sería la foto de Juan Belmonte, el mítico torero de Triana, que encabeza esta entrada.

Ejemplo de la segunda actitud, sería la foto de Rafael el Gallo, el sevillano nacido en Madrid por razones de logística taurina, que insertamos a continuación.

El contraste entre ambas es evidente.

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La actitud de Rafael el Gallo después de matar su toro es diametralmente opuesta a la de Juan Belmonte. El Divino Calvo aparece como ensimismado. Difícil saber por su semblante si triunfó o fracasó aunque, probablemente en este caso, se trate de lo primero por su esbozada sonrisa. En cualquier caso, denota una “pacífica beatitud” impropia del que viene de enfrentarse a un bravo y fiero toro de lidia.

 

La expresión del torero ante el toro

Con ser tan dispares, las dos fotos anteriores  tienen algo en común y es que ambas reflejan diferentes actitudes de los toreros cuando no están en la cara del toro, cuando están a espaldas o al margen de la res.

Más interés aún, tiene revisar las poses o posturas (la estética anatómica) que adopta el torero cuando está en la cara del toro, cuando se enfrenta o presenta ante la res.

Y las diferencias siguen siendo, como era de esperar, significativas.

El Cite Belmonte 3 (Copia)

Belmonte se enfrenta al toro con la misma actitud desafiante y arrogante con la que, luego, se alejará de la res. ¡Aquí estoy yo! parece decir el trianero, quien siguiendo las normas, no escritas, del más puro toreo cambiado, se cruza al pitón contrario con el compás abierto y la figura tensa y crispada por el albur de la situación y el envite.

images (2) - copia

Rafael el Gallo se presenta ante el toro con la misma tranquilidad con la que se podría presentar ante un amigo al que encontrase en la calle Sierpes. Rafael se sitúa ante el toro enfrontilado, de frente y con los talones pegados, conforme mandan los cánones clásicos del toreo de línea natural. Sin embargo, tanto relajo, dadas las circunstancias, sorprende.

 

La expresión del torero cuando torea

La coherencia de los buenos toreros no está sólo en presentar un estilo definido (cuando son algunos los que, cual veleta, pasan todo el tiempo cambiando modos y formas) sino en mantener su estilo en todo momento y en todas las circunstancias.

Conviene advertir que tener un estilo definido y mantenerlo, no quiere decir que el diestro no busque, investigue, indague o proponga cosas nuevas. Al contrario, se trata de que se mantenga fiel a si mismo. Tan sencillo (o tan difícil como eso). Coherencia y personalidad, se llama a esa figura

Las imágenes, que siguen a continuación, de Rafael y Juan ante la cara del toro, mantienen ese mismo aire personal que tenían las fotos de esos dos toreros, antes y después de torear. La apostura que tienen sin toro, cada uno ellos, es la misma que luego tienen toreando.

Eso se llama, repito, coherencia y personalidad. Dos elementos claves para que lo que pasa en el ruedo llegue (y con fuerza) a los tendidos.

FOTO RAFAEL EL GALLO POR ALTO BARCELONA - copia

Una foto excepcional que hay que mirar despacio y recrearse en ella. Rafael el Gallo con la misma tranquilidad (¡o más!) que cuando está sin toro, pasa al toro, por alto, en un ayudado a pies juntos que unos llamaron “de la muerte” y otros “del Celeste Imperio”. Cuestión de puntos de vista. Y hablando de puntos de vista, el detalle, magnífico, de la nitidez fotográfica de la figura del torero (quietud) frente a la borrosa silueta del toro (movimiento): Un contraste que se hace evidente gracias a la escasa velocidad de obturación de las cámaras de la época. 

Belmonte Ayudado Festival 001

El ayudado de Juan Belmonte es lo contrario del ayudado del Gallo. Donde Rafael mantiene la verticalidad, Juan se inclina. Donde el madrileño se relaja, el trianero se tensa. Donde El Gallo torea con los pies juntos y los talones apoyados en la arena, Belmonte abre el compás y levanta el talón del pie izquierdo. Si antes el centro de gravedad estaba en el centro, ahora ese centro se desplaza y se acerca al toro.  Dos mundos, dos estéticas. Dos maneras diferentes de concebir el toreo.

 

Dos conceptos frente a frente

Hemos puesto frente a frente, dos modos distintos de concebir y, sobre todo, de expresar el toreo: La estética de la arrogancia y el heroísmo (que corresponde a la tauromaquia del valor y el riesgo donde la clave está en aguantar la embestida del toro) frente a la estética de la naturalidad y la elegancia (que corresponde a la tauromaquia del arte y la indiferencia ante el peligro y donde la clave está en saber acompañar esa embestida).

En el primer modo, el torero, cual domador de fieras, pretende poner de manifiesto y hacernos evidente el riesgo. Por eso, el torero que aguanta la embestida, adopta una actitud arrogante. En el otro modo, por el contrario el torero que se acopla a esa embestida pretende, cual mago, hacernos creer que el riesgo no existe.

Son dos opciones que se traducen en poses, gestos y maneras muy distintas y que responden a dos formas muy diferentes de entender el toreo y la vida misma.

Dos modos que  resultan ser, si no antagónicos, si bastante alejados uno del otro, ya los analicemos desde un punto de vista formal (como hemos hecho en esta entrada) o desde un punto de vista conceptual (como hemos hecho en entradas anteriores).

Lo importante es que, estas dos opciones (y las otras muchas que existen o pueden existir) son todas válidas y legítimas (¡bueno fuera lo contrario!). Y ello, al margen de los modos y las modas que, esas sí, son temporales y, desde luego, menos defendibles y efímeras.

Llegados a este punto, me surge una pregunta:

-Y a todo esto y en este discurso ¿dónde queda y que fue de la tauromaquia y la estética de Joselito el Gallo?

La respuesta (o el intento de respuesta) la daremos en una próxima entrada.

(Continuará…)

domingo, 23 de marzo de 2014

Cuaderno de notas (XVIII) Corto tiempo para tan honda huella

 

Foto Libreria Rodriguez (Copia)

Joselito es uno de los grandes ortodoxos de la historia. Sin embargo sus numerosas aportaciones, dentro y fuera de la plaza, y las de dentro seguidas por todos sus compañeros, hacen que gran parte de lo que es el toreo moderno se debe a él.

 

La heterodoxia otorga una prima a la personalidad. Es siempre más fácil lograr el acento personal en la disidencia que por si misma aísla y señala. En la anuencia, por el contrario, sólo una gran calidad o una acción muy vigorosa pueden distinguirnos entre la masa homogénea.

El heterodoxo -el separado- se deja ver por su sola colocación. El ortodoxo –el unido- sólo por su acción.

He aquí dos ejemplos del poder de la ortodoxia. A pesar de la literatura belmontista (que, de hecho, es contra Gallito) la figura de José emerge y se robustece cada día.

A pesar de la literatura antimanoletista (esta si, declarada) no se desdibuja el perfil de Manolete.

Ya  que hemos juntado sus nombres, obsérvese la coincidencia: solamente cubrieron ocho temporadas cada uno. Gallito del 12 al 20. Manolete del 39 al 47. Mese más, meses menos, pues la temporada de la alternativa y la muerte son, en ambos, temporadas incompletas.

Corto tiempo para tan honda huella.

Jose Alameda. Los heterodoxos del toreo (1ª ed., México, Editorial Grijalbo, 1979. págs. 53 y 54)

 

Manolete (Paco Carmona)_n - copia

Manolete fue otro torero de escuela, heredero de Joselito y Chicuelo en cuya fuente bebió. Sin embargo, su capacidad para innovar el toreo ha dejado también honda huella en la historia de este arte.

Cuaderno de notas (XVII) La espontaneidad fingida

 

Martinez natural erguido - copia

Manolo Martínez toreando erguido pero con todos los músculos, nervios y tendones en tensión dinámica igual que cuando toreaba volcado hacia el toro. La verdadera espontaneidad. Una espontaneidad no fingida.

El esfuerzo se realiza a base de tensión dinámica, sin moverse, aguantando las acometidas del toro mientras músculos, tendones y ligamentos se estiran y tuercen sin que tus piernas se desplacen, sino únicamente giren.

(…) Te muestran de salón la forma de ejecutar las suertes, de colocarte, de mover los brazos, pero a la hora de la verdad, todo depende de como absorbas el miedo, de como te sientas más a gusto, de tu disposición física, de la tranquilidad con que veas el peligro.

Cuando algo te preocupa, algún nervio, músculo o tendón se estira o se afloja, se reacomoda, y eso cambia los planteamientos pensados. Lo único que me propuse, eso sí con plena conciencia, fue torear con buen gusto.

Se volvió una fijación para mi eliminar todos los adornos innecesarios, los movimientos que, según yo, sobraban. Jamás torear para el público, es decir, nunca hacer circo ni caer en una espontaneidad fingida.

Declaraciones del diestro Manolo Martínez recogidas en Manolo Martínez-Un demonio de pasión de Guillermo H. Cantú (1ª ed., México, Editorial Diana, 1990)

sábado, 22 de marzo de 2014

Cuaderno de notas (XVI) Seamos justos

 

Sanchez de Neira 001 - copia

José Sánchez de Neira fue el crítico más prestigioso del siglo XIX. Sin embargo, su dogmatismo radical y su culto al pasado hacen que sus opiniones hayan perdido vigencia con el paso del tiempo y que no nos sirvan para comprender realmente como fue el toreo y los toreros de su época. No obstante, de vez en cuando, decía cosas bastante sensatas como las que siguen. El párrafo final no tiene desperdicio.

 

(…) Y ¿quien es sabio en el difícil arte de torear? ¿El populacho que aplaude o silba a tontas y a locas, sin saber por qué? ¿El aficionado que por llevar muchos años mirando corridas de toros, se cree doctor en el arte? ¿El torero, que si hace bien una suerte, no sabe explicar por qué ni como la hizo? ¿El que escribe revistas o de asuntos taurinos cálamo currente? Nadie, absolutamente nadie. Podrá ser más o menos entendido en la materia el que la estudia, la practica y la tiene amor, ¿pero sabio?

Y a los que entienden de toros, por lo mismo que no se les ocultan las dificultades con que luchan los lidiadores para dominar las reses y vencerlas, es a quienes corresponde usar en sus conversaciones de mayor mesura y circunspección en su modo de apreciar el trabajo, midiendo a todos por un rasero y ateniéndose en cada caso a las reglas estrictas del arte, que muy bien puede un buen torero hacer una mala labor en ocasiones y un mal torero ejecutar en otras actos plausibles.

La crítica debe emplearse en ellos, para que al que algo valga no se abandone ni vicie, y para que le sirva de aguijón y de incentivo en su carrera; las censuras deben ser fundadas en hechos ciertos y siempre teniendo presente lo que dice el arte escrito y no controvertido; las apreciaciones, de tal manera que no puedan convertir la discusión en disputa, ni la emulación en rivalidad envidiosa; y en toda ocasión, considerarse debe, que a unos diestros adornan ciertas aptitudes, que en otros son muy distintas sin que por eso dejen todos de sobresalir en las que les son peculiares.

Entre los mismos matadores que hoy figuran en primera línea, existen diversas condiciones. Suertes lucidas ejecuta el Gallo, que no practica Lagartijo; estocadas da Mazzantini que no dará con igual frecuencia y del mismo modo el Espartero; Guerrita no capea con la perfección de Cara ancha y Ángel Pastor; y Currito estará más acertado con un toro de cuidado y estudio que muchos de los citados y, sin embargo, los entendidos en el arte tienen ya colocado a cada uno en el sitio que le pertenece por más que las afecciones particulares desvíen algún tanto de él a quien merezca preferente lugar.

No hay, pues, que apasionarse hasta el extremo, que en un buen medio está la virtud, y sobre todo los entendidos no deben derrumbar a unos para encumbrar a otros, juzguen a cada cual según merezca por su trabajo en el redondel y apláudase el mérito, la buena voluntad y el valor donde quiera que se encuentren.

José Sánchez de Neira “Seamos justos” artículo incluido en la Tercera parte “Artículos cortos, críticos y teóricos”.del Tomo II del  Gran Diccionario Taurómaco (2ª ed. Madrid, 1896)

lunes, 17 de marzo de 2014

Tres tauromaquias, tres (al menos)

Por Jose Morente

1910 (¿) Joselito becerrista

Si hubiera que sintetizar todo el toreo en un único torero, lo que es realmente imposible, el nombre de Joselito el Gallo sería probablemente el más adecuado. Joselito reunía todo: valor, técnica y arte. También aunaba conocimiento de las reses y conocimiento de las suertes.

 

Una infinidad de tauromaquias posibles

En todas las épocas del toreo han existido voces que han denunciado una cierta monotonía o uniformidad en los modos y maneras de cada momento.

De hecho, no son pocos los que hoy acusan a los toreros actuales de ser todos iguales. Y no es cierto. No tiene nada que ver José Tomás, valiente hasta la exageración, con Morante de la Puebla, pleno de arte, ni este con el Juli, una máquina de torear. Encarnan estos toreros, evidentemente, conceptos muy distintos del toreo.

Por el lado del aficionado son también evidentes las diferencias entre unos y otros. Por ejemplo, entre los dogmáticos toristas y los demasiado complacientes toreristas. Igual ocurre con las ganaderías, incluidas la del supuesto “monoencaste”. No hay dos iguales. Tanto es así que podemos hablar de mundos distintos. De tauromaquias distintas.

No es lo mismo el toreo de línea natural, el que tenía Chicuelo torero de escuela e hijo de torero, que el concepto del toreo cambiado, patrimonio de toreros como Domingo Ortega cuyo aprendizaje se hizo en las capeas de los pueblos pues responden a concepciones y tesituras distintas; tampoco es lo mismo torear erguido que encajada y, en efecto, la verticalidad de Manolete no tiene nada que ver con el toreo agachado de Juan Belmonte; Y, finalmente, tampoco es igual el torero que pretende imponer su toreo al toro (caso de José Tomás) que aquel que es capaz de adaptar su forma de torear al toro que tiene enfrente (caso de Joselito el Gallo).

Es básico entender estar diferencias y es básico entender que, en cualquiera de estos contrapuntos y sea cual sea nuestra opción personal, el modelo opuesto no puede ser rechazado ni ninguneado.

Por esa diversidad de situaciones y planteamientos, es evidente que habrá casi tantas tauromaquias como aficionados, toreros o ganaderos existan. Todas ellas válidas y ninguna de absoluta validez universal.   

 

Tres tauromaquias esenciales

Simplificando mucho, son tres fundamentalmente las formas diferentes que, en mi opinión, existen a la hora de ver, concebir y practicar el toreo.

Tres tauromaquias distintas: La tauromaquia del valor, la tauromaquia del arte y la tauromaquia de la técnica. Hablemos de ellas, por separado

 

La tauromaquia del valor

Manolete con Lupe Sino 01 (Copia)

Manolete, es posiblemente el torero más valiente del siglo XX. Un valor desnudo como el propio torso del torero en esta fotografía campestre. Además de valiente fue un torero muy clásico y muy puro. Su pundonor le llevaba a jugársela en cualquier plaza por pequeña que esta fuera.

La primera, la tauromaquia del valor, necesita un toro fiero y agresivo (“el toro que de miedo”) y un matador que se la juegue de verdad.

Se trata de la más ancestral de todas pues hunde sus raíces en los albores del toreo. Además, su carácter testicular le da un aire primigenio y primitivo. Provoca emociones viscerales y, si no sonara machista, diría que viriles. 

Ganadería emblemática de este concepto puede ser la ganadería de Miura por su trayectoria y su leyenda, en la que pesan y muchos los toreros que han matado las reses de este encaste ya que se trata de una tauromaquia donde la cornada es necesaria e imprescindible y el sacrificio del torero (igual que antes el del caballo y siempre el del toro) sería lo único que justificaría la Fiesta de los toros y el toreo mismo. 

A cada tauromaquia corresponde un tipo de aficionado distinto y esta, la del valor, es la tauromaquia del aficionado integrista. Un afición que, hoy por hoy, es minoritaria (pues no son muchos los que empatizan más con el toro que con el torero) pero cuyas opiniones, gracias a las redes sociales, gozan de mucha difusión aunque poco peso pues su repercusión real es escasa.

Geográficamente hablando, esta tauromaquia se despliega al norte de Despeñaperros. Su plaza emblemática es, sin lugar a dudas, la de Madrid, aunque tiene sucursal en Ceret.

Su texto emblemático (la Biblia del integrismo) es el “Antes y después del Guerra” de F. Bleu y su torero fetiche, el negro Frascuelo. De nuestro días el torero que más se basa en el valor es, sin dudas, José Tomás.

Sin embargo, esta tauromaquia es, en su conjunto, la tauromaquia del pasado. Un pasado más recreado que real, más imaginado que vivido.

José Tomás, el valor en grado superlativo pero un valor con muchos más argumentos técnicos y estéticos que los que atesoraron otros toreros de su misma estirpe (excepción hecha de Manolete). Un valor que coloca a veces al torero en situaciones imposibles, en todas las plazas y en todas las tardes.

 

La tauromaquia del arte.

El Gallo paisano

Rafael el Gallo, el torero más artista entre todos los artistas. Torero hasta vestido de paisano. Rafael decía que torear era acariciar suavemente. No era valiente (más bien al contrario) pero conocía el toreo como pocos… y lo sabía “decir”.

La del arte es también una tauromaquia emotiva y profunda aunque ahora el órgano implicado sería el corazón. Es por tanto una tauromaquia apta y aconsejable para los espíritus más sensibles.

Es una tauromaquia que exige el toro noble y dócil (“que colabore con el torero”) y un diestro que sea capaz (algunas veces, al menos) de acoplarse a ese toro. Entonces surge el milagro.

Ganadería emblemática de este concepto, ha sido y es la de don Juan Pedro Domecq, tan denostado por los integristas. En la tauromaquia del arte, la cornada se teme y rechaza, por eso, se invoca a la superstición (cuando no a la “espantá”) como medio de ahuyentarla.

Esta tauromaquia era antes patrimonio del aficionado llamado, despectivamente, del clavel pero, hoy por hoy, es la religión mayoritaria pues el público de nuestros días se decanta por la estética que es, de lo que ocurre en la plaza, quizás lo más fácil de apreciar y valorar por todos pues sólo precisa un mínimo de sensibilidad

Esta tauromaquia sienta plaza (y cátedra) en Sevilla. Tiene sucursales en toda Andalucía y Extremadura y sede delegada, en la plaza de Nimes. O sea, que su ámbito geográfico es, esencialmente, de Despeñaperros para abajo pero con las excepciones señaladas.

No tiene texto de cabecera pero si tiene música: El flamenco jondo. El torero emblemático de la tauromaquia del arte ha sido Rafael el Gallo y es, hoy día, Morante de la Puebla.

Es la tauromaquia del presente. Con todas sus grandezas y miserias. Tan irregular como el arte de los toreros que la representan.

Morante de la Puebla, un genio del toreo, excéntrico como todo los genios pero que atesora en sus muñecas el mejor toreo posible. Como el mago de su chistera, saca de su capote momentos de mágico ensueño. Y para más inri, valiente como no lo han sido casi nunca los toreros artistas (excepto el llorado Curro Puya). Dicen que es, además, un estudioso obsesivo de la historia del toreo.

 

La tauromaquia de la técnica.

1914-03-19 Joselito corrales Valencia novillo (Copia)

En la tauromaquia de la técnica, el conocimiento de las reses es la clave. Por eso, los toreros de esa cuerda se caracterizan por estar dotados de una precoz intuición para entender al toro, que se convierte así en su verdadera obsesión en detrimento, a veces, de los aspectos estéticos del toreo. En la imagen, Joselito el Gallo –muy joven con sólo dieciocho años- juega con un novillo el día de su santo en los corrales de la plaza de Valencia.

La tercera, la tauromaquia de la técnica, apela a la inteligencia del hombre para domeñar a la fiera. El órgano básico en funciones, en esta tauromaquia, es el cerebro. Adecuada para espíritus alerta.

La tauromaquia de la técnica, no busca el toro fiero ni el dócil pues se conforma sencillamente con el toro bravo. Un toro al que no se exige nada más que eso, bravura, pues sus problemas ya se encargará el torero de resolverlos.

Ganaderías emblemáticas de este concepto es hoy la de Victoriano del Río o quizás, Garcigrande. En esta tauromaquia, la cornada ni se busca ni se rehúye, simplemente se asume como un riesgo inherente al oficio.

La tauromaquia de la técnica concita a la minoría más minoritaria de la afición. Algunos toreros retirados (pocos) y algunos aficionados desubicados (muy pocos) engrosan (lo de engrosar es una manera de hablar) sus filas. Los aficionados de esta cuerda, como son tan pocos, carecen de sede social y se desperdigan y entremezclan entre los aficionados de las otras tendencias por las diferentes plazas.

Su texto de cabecera es el libro “¿Qué es torear-Introducción a la tauromaquia de Joselito”, precisamente dedicado a Joselito el Gallo, el mejor referente histórico de esta escuela. Escuela que hoy representa el diestro el Juli, tan denostado como en su día lo fue Gallito por los aficionados de la “cáscara amarga”.

Es una tauromaquia intemporal y, probablemente y sin quitarle importancia a las otras tauromaquias, constituye la espina dorsal de todo el toreo, a costa, también posiblemente, de no pocas renuncias y no menos sacrificios pues los diestros de esta cuerda han sido siempre –paradójicamente- los menos comprendidos y queridos.

59 Juli con novillo Feligres

El Juli también destacó desde niño por su precoz intuición. El toro y el toreo han sido desde el comienzo de su carrera la obsesión de este torero, donde la técnica sustentada en el valor consiguen, muchas tardes, en detrimento de la estética, llevar el toreo a nuevos territorios. En la foto, el Juli, con sólo quince años, en los corrales de la México acaricia al novillo Feligrés, la primera res indultada por un torero español en esa plaza.

 

Etiquetando y jaleando

Y ya puestos, no está de más que etiquetemos. Así a la primera, la tauromaquia del valor, la puede caracterizar y definir la palabra “oficio”. A la segunda, la expresión “toreo” le viene como anillo al dedo y a la tercera, a la tauromaquia de la técnica, le cuadra como un guante el término, desusado y decimonónico, de “lidia

La suerte básica y casi la única importante en la tauromaquia del valor es la suerte de matar: la estocada. Por el  contrario, la tauromaquia del arte se basa en el capote. A ser posible, un capote de seda. Finalmente, en la tauromaquia de la técnica, la suerte primordial es la muleta. Una muleta que puede funcionar como látigo o como caricia, según convenga.

Hasta en el jaleo, hay diferencias.

En la tauromaquia del valor, el “ozú”, como expresión de susto, es la interjección más recurrente. Por el contrario la tauromaquia del arte, recurre al castizo y sonoro “oleeeeeé” cuando la ocasión lo merece, mientras que en la tauromaquia de la técnica, sus seguidores se contentan con un casi susurrado y sentido “bieeeeeeen”.

Y todo eso, para que luego digan que el toreo es monótono o aburrido y que los toreros salen en serie.

Será en el Senegal porque lo que es aquí…

 

El buen toreo de aquí…

 

Epílogo. Estar atentos

Creo que resulta evidente que las anteriores reflexiones no tienen por objeto compartimentar el toreo (lo que sería demasiado burdo) sino mostrar que este arte es mucho más amplío de lo que algunos están dispuestos a admitir y que, en el toreo, caben diferentes opciones, todas válidas y legítimas. En mi opinión, excluir o suprimir alguna de estas opciones a priori, como pretenden algunos, no es de recibo.

Como tampoco es de recibo suponer que sólo vale lo que se hace en plazas como Madrid, Sevilla, Bilbao o Pamplona, ante un toro que lleve el hierro de Miura, Pablo Romero o Cuadri y conforme a unos estrictos y supuestos cánones.

Al contrario, el toreo, el buen toreo, y eso lo deberíamos tener muy en cuenta todos, puede surgir en cualquier momento, en cualquier lugar, con un toro de cualquier ganadería y, sobre todo, puede adoptar formas o estilos muy diversos.

Sólo es necesario estar atentos.

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La mejor faena de Pepe Luis, tuvo lugar el día 18 de septiembre de 1951, a un toro de Villagodio (no de Miura ni de Pablo Romero) en la plaza de toros de Valladolid (no en Sevilla ni en Madrid)

Fue una faena tan mágica que hizo entrar en trance al torero.

Y es que el buen toreo puede surgir en cualquier época, en cualquier plaza y ante cualquier toro.

sábado, 15 de marzo de 2014

Los matices de la bravura (I) La Tauromaquia de Hillo

Por Jose Morente

Lam

En la imagen un diestro (¿Quizás Pepe-Hillo?) lancea a la verónica, a un toro que se ciñe, levantando las manos  para darle más salida y hacer la suerte de forma más segura, tal y como aconsejaban las reglas de las viejas Tauromaquias. Unas reglas defensivas y basadas en la experiencia que, en muchos aspectos, siguen teniendo validez en nuestros días. (En la imagen, detalle de la Lámina XI de la serie de grabados incluidos en la segunda edición de la Tauromaquia de Pepe-Hillo. La de 1804. Publicada ya después de la muerte del gran torero sevillano)

 

El comportamiento de la reses en la tauromaquia de Hillo.

Es la observación del comportamiento del toro de lidia, lo que da la clave y posibilidad del toreo, como ya señalaba Pepe-Hillo en la primera Tauromaquia (1796)

En esa línea de observación del comportamiento que los toros tienen en la plaza, Pepe-Hillo nos propone una clasificación de las reses que se centra, sobre todo, en definir los matices de la embestida en los engaños (capote y muleta, principalmente).

De ahí la modernidad y vigencia que sigue teniendo este texto en nuestros días.

Tauromaquia de Pepe-Hillo (1804) Lámina XXX

Aparte de las querencias o terrenos y de los estados del toro a lo largo de la lidia (Levantado, parado y aplomado), la Tauromaquia de Hillo presta especial atención al modo de embestir el toro a los engaños. En la Lámina XX incluida en la edición de 1804, y entre los instrumentos de torear aparece la muleta pero no el capote (¿Aunque la muleta no es sino un capotillo enrollado alrededor de un palo ligero, no será eso una premonición de la importancia que aquella tendría en el toreo posterior?) 

Menor atención presta Pepe-Hillo al comportamiento de las reses en la suerte de varas, lo que resulta sorprendente por haberse escrito en una época en la que el picador seguía siendo el protagonista de la Fiesta.

Pero desatención explicable a fin y al cabo, pues, no en balde, la Tauromaquia de Hillo está firmada por un matador de toros y no por un varilarguero.

Joseph Delgado (a) Yllo. Pepe-Hillo fue el primer torero de leyenda de la Historia del toreo por su muerte en la plaza de Madrid.

 

Los matices de la bravura a finales del siglo XVIII

Para la época (finales del XVIII) y para la simplicidad relativa del toreo de entonces basado en un cruce fugaz de terrenos de toro y torero, la Tauromaquia de Pepe-Hillo hace gala de un más que impresionante despliegue de matices en el análisis de la embestida del toro, unos matices cuya validez se mantiene en nuestros días.

Aparte de los matices relativos a los terreno o querencias (tan importantes) o al de los estados por los que pasa el toro durante la lidia (levantado, parado y aplomado), Hillo propone diferenciar las embestidas del toro atendiendo a su trayectoria o sea, a su tendencia a acercarse más o menos al cuerpo del torero que es, a fin de cuentas, lo que más puede preocupar a este.

En un extremo, estaría el toro que no llega toma el engaño y se escupe al llegar al centro de la suerte, al que llama abanto o temeroso.

Lam XIII. Cuarta suerte con los toros temerosos 002

Detalle de la lámina XIII que incluye una de las dos soluciones que propone Hillo para torear a los toros abantos: Esta consiste en citar en corto pero dando mucha salida hacia las afueras.

En el Alfabeto que acompaña a su Tauromaquia, Hillo define al toro bravo como aquel “que embiste bien y pronto pero que no tiene codicia o celo por el objeto”. Bravo es, para Hillo, el toro que al embestir busca el engaño y no el bulto.

Dentro de esa clase, si el toro toma el engaño de forma sencilla y clara, incluso desviándose del cuerpo del torero hacia afuera, sin ceñirse, le llama boyante o franco.

Ese toro puede tener muchas piernas, en cuyo caso se les debe citar de largo, o carecer de ellas, en cuyo caso se les debe citar en corto pues se corre el peligro de que se queden en el centro de las suertes.

 

Lam X. Primera suerte de capa con los toros boyantes 001

Lámina X de la Tauromaquia de Hillo, con la forma de presentarse el torero ante el toro boyante que es aquel que por su condición sencilla y clara sirve de modelo o pauta para definir las reglas generales del toreo.

Si en la embestida el toro se desvía ya hacia el cuerpo del torero se dice que se ciñe y si lo hace de forma muy acusada, colándose, se dice que gana terreno.

Lam. XI Segunda suerte para los toros que se ciñen 001

Lámina XI de la Tauromaquia de Hillo, “Segunda suerte con los toros que se ciñen”. Como hemos dicho se debe ejecutar levantando y sacando las manos para darle mayor salida al toro.

Cuando llegan al extremo de no atender al engaño y embestir al bulto, se llama toro de sentido.

Ese tipo de toros es el más peligroso de todos hasta el punto de que hace casi imposible el toreo.

Lam. XII. Tercera suerte con los toros de sentido 002

Detalle de la lámina XII de la Tauromaquia de Hillo quien propone esta solución extrema con los toros de sentido: Taparles la cara y coger el olivo. Con el toro de sentido no hay toreo y ni siquiera lidia posible

También llama Hillo toro de sentido, al toro que derrama la vista (el que atiende a todos los objetos, pero –según el- sin peligro si se aplican las reglas del arte). Es lo que hoy llamaríamos toros sin fijeza. Sin embargo, Paquiro 40 años después le discutiría esa denominación al no considerar que se debiera aplicar el calificativo “de sentido” a un tipo de toro que no tiene peligro.

Una cualidad importante para el toreo, es la capacidad del toro de revolverse con prontitud, lo que da lugar al toro revoltoso. Toro que Hillo define como el toro franco que en los remates vuelve sobre el engaño, apoyándose con firmeza sobre las piernas. De estos dice que son los más a propósito para la lidia y los que más gustan a los espectadores.

Finalmente, Hillo reconoce y señala  también que el toro puede sufrir transformaciones durante su lidia, siendo muy habitual el caso del toro que sale manso y luego embiste alguna vez, que es el que llama toro bravucón. 

Para la suerte de varas, y además de las clasificaciones anteriores, distingue entre el toro blando que se duele al castigo y que nada más sentir el hierro se escupe de la suerte y el toro duro, que no teme al castigo (Advirtamos que estos adjetivos de blando y duro utilizados en la suerte de varas no tienen nada que ver con la blandura/dureza de patas).

Cuando tomada la vara vuelve el toro a la pelea, se dice que recarga.

Lam. VI Huida de los toros pegajosos 001

Sólo son dos las láminas dedicadas al comportamiento del toro de la serie que dedica a la suerte de varas. Vemos aquí una de ellas, concretamente la Lámina VI de la Tauromaquia de Hillo Edición de 1804 “Huida de los toros pegajosos”. Se llama pegajoso al toro seco y duro que no se despega del caballo pudiendo llegar a recargar finalizada la suerte)

Y hasta aquí los matices de la bravura en la tauromaquia de Pepe-Hillo.

 

Resumiendo y concluyendo

Hillo, como torero, como buen torero, gradúa y clasifica la embestida por la tendencia del toro de alejarse del cuerpo del diestro o por acercarse a él.

En el primer extremo, estaría el toro abanto que se cierne en el engaño (y que no acomete) y en el otro extremo de la escala, se encontraría el toro de sentido que embiste directamente al bulto (lo que hace imposible el toreo). La escala que propone Hillo es esta:

  • Abanto
  • Boyante
  • Que se ciñe
  • Que gana terreno
  • De sentido

El mejor en cuanto a calidad de su embestida es el toro boyante (que es el que se abre en las suertes y que corresponde al que hoy llamaríamos toro noble). Si además, ese toro boyante es revoltoso, con continuidad en su embestida, que repite sosteniéndose con firmeza sobre las piernas al volverse, resulta que nos encontramos–según el torero del Baratillo- el toro ideal pues es la clase de toros:

“Que más divierten y llenan el gusto de los espectadores y la satisfacción de los que los sortean con conocimiento”

Curiosamente, esas cualidades que se pedían al toro de entonces (y que son las que más divertían y llenaban el gusto de los espectadores y daban más satisfacciones a los toreros de aquella época) son las mismas cualidades que se piden hoy al toro de nuestros días: bravura, con nobleza y transmisión.

En doscientos años (¡doscientos años!), no han cambiado (no podían cambiar) los conceptos básicos sobre las cualidades que debe tener un buen toro de lidia; sólo han cambiado (y no demasiado) los términos usados para definirlas. 

Y para remate, algo que venimos diciendo en este blog desde hace tiempo. Y es que, aunque no lo parezca, ese toro revoltoso (bravo, noble y, sobre todo, repetidor) aunque ideal, no es nada fácil de torear pues –según confirma Hillo- exige un gran oficio y conocimiento:

“Para los que no lo tienen [conocimiento] son los más expuestos y, particularmente, en el principio, que con más facilidad se vuelven sobre las piernas”

Lo que explica la célebre y clásica frase aplicable a quienes carecen de ese oficio:

¡Que Dios te libre de que te toque un toro bravo!

 

No fue la falta de oficio toreando un toro bravo sino el asumir un riesgo excesivo toreando a un toro marrajo lo que causó la muerte del gran torero sevillano, Pepe-Hillo. Barbudo de Peñaranda de Bracamonte era un toro de la vieja y aviesa casta Castellana (afortunadamente desparecida hoy día pues su sentido los hacía inapropiados para la lidia).

Pepe-Hillo cuando toreaba en Sevilla acudía los días de corrida a la Capilla del Baratillo, situada junto a la Maestranza (Foto del blog “El Hall del Lector”). Por eso, tras la muerte del torero, las coplas de ciego cantaron:

¡Qué lástima me ha dado

ver a Hillo

rezando en la capilla

del Baratillo!