miércoles, 28 de agosto de 2013

Manolete. 66 años ya

Por Jose Morente

 

MANOLETE y MANOLO CARACOL

Caracol y Manolete. Flamenco y toros son dos caras de una misma moneda.

La madrugada del 28 al 29 de agosto de 1947, hace ya 66 años, fallecía en Linares, el diestro Manuel Rodriguez “Manolete”, víctima de la cornada mortal que, en la suerte de matar, le propinaba un toro de Miura de nombre Islero.

Si bien el dolor y la consternación recorrieron toda España y el mundo entero pues aunque no era la primera vez que fallecía un torero en las astas de un toro si era novedad la proyección internacional del diestro, los más afectados fueron, lógicamente, sus familiares (comenzando por la propia madre del torero) y sus amigos.

Uno de estos amigos, concretamente el cantaor Manolo Caracol, entonces en el apogeo de su fama, le cantó en su memoria, igual que muchos años antes Silverio Franconetti cantase, en las murallas de Puerta Tierra, a la memoria de su amigo Enrique Ortega, patriarca de la saga más flamenca y taurina de la historia y también antepasado suyo.

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Anuncio de la Conferencia sobre Toros y Flamenco de la Bienal de Flamenco de Málaga

 

Aunque ya trajimos este cante en versión audio a este blog vamos a volver a insertarlo a continuación aunque –esta vez- en formato  de película. Una película que junto con otras quince más se montó expresamente para la Conferencia que, sobre Toros y Flamenco, tuvimos la ocasión y el placer de pronunciar el pasado martes 13 de agosto, dentro del ciclo de la Bienal de Flamenco de Málaga de este año (organizado por la Diputación Provincial), y al que fuimos invitados por nuestros buenos amigos Jacobo Florido y Antonio Roche, a quienes agradezco públicamente la oportunidad concedida de poder hablar, con la compañía de tantos y tan buenos amigos, sobre las dos cosas que más me gustan: Los toros y el flamenco.

 

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Aspecto de la Sala Isabel Oyarzábal durante la conferencia

La composición,  con la misma música de “Carcelero, carcelero”, es de Quintero, León y Quiroga (como no podía ser de otra forma) y aprovecha el ritmo de tango lento propio de la zambra, reforzado por la repetición de todos sus versos, para darle al cante un aire fúnebre y solemne que cuadra muy bien a su temática. 

He suprimido el recitado que seguía a la dedicatoria y precedía al cante pues me parecía algo anacrónico. El piano de Arturo Pavón, yerno de Caracol, acentúa genialmente la conseguida atmósfera.

Y ya sin más dilaciones, escuchemos a Caracol y recordemos a Manolete.

 

lunes, 26 de agosto de 2013

La puya. Eterno retorno

Por Alexandre Coursier

 

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Jean-Luc Godard, le Mépris (1963). Fritz Lang, el maestro y su cuadrilla

Nota de LRI

No es la primera vez (ni será la última) que traemos aquí una entrada (traducida) del magnífico blog taurino francés Al Gurugú de Alexander Coursier.

Publicada el 22 de junio de este año (pocos días después de finalizado San Isidro) y en plena euforia hacia la cuadrilla de Javier Castaño, Alexandre nos propone una intensa, extensa, meditada, interesante, original y adecuada reflexión sobre el necesario equilibrio entre los tres tercios de la lidia.

Basta de preámbulos pues lo mejor es leer lo que nos dice Alexandre…

 

El tercio de varas está de moda

Decididamente, el tercio de varas está de moda. Los espectadores de las Ventas salieron, de la última corrida del pasado San Isidro, totalmente renovados gracias a la actuación del picador de Javier Castaño, el famoso Tito Sandoval, y la idea del reequilibrio de los tercios florea en los blogs. En mi turno y voy a decir algunas palabras sobre este primer acto tan controvertido y que contiene varias funciones.

Hablemos de ellas.

 

Aminorar el poderío del toro

Ante todo, la suerte de varas debe aminorar las facultades físicas del toro. Es lo que esperan los toreros y lo que se ha hecho a los largo de todas las décadas pasadas.

Para eso bastan un buen y gran caballo, un buen y gordo picador, una buena y gruesa puya y un buen y fuerte puyazo. No merece la pena repetir la suerte después de la primera vez: el trabajo está hecho desde el primer encuentro.

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Evolución de las puyas en el transcurso del tiempo

Ventajas: La brega se limita al mínimo (tan sólo un cite y un quite); el toro sólo resulta dañado por la herida de la puya y economiza facultades musculares gracias la ausencia de desplazamientos y, sobre todo, de los múltiples encontronazos contra la muralla del peto; todos los toros, tanto los mansos como los bravos, reciben su ración de hierro en un mínimo tiempo.

Inconvenientes: No se le da importancia a la bravura (que no se pone en juego con esta manera de hacer las cosas) ni al espectáculo (no hay nada que hay que ver). Pero así es como se practica la suerte en la mayor parte de las plazas de 2ª y 3ª categorías.

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Juzgar la bravura del toro

La segunda función, eventual, de este tercio sería la de juzgar la bravura del toro. Es lo que espera (o teme) el toro. Para eso, son necesarios : un torero que esté decidido a participar en el juego (Javier Castaño, por ejemplo); un caballo ligero (menos de 600 kg); un picador que sea buen jinete, capaz de colocar la puya en buen sitio (en el morrillo del toro), conocedor de los toros, dispuesto a dosificar la potencia y la duración del puyazo; una puya con dimensiones y sección ajustadas (puya andaluza, de tipo "Bonijol") y montada en la posición correcta (¡Por favor, señores alguaciles, vigilen eso!) y, finalmente, que el al toro se le coloque a más distancia en cada nuevo puyazo.

Dos, o mejor, tres puyazos serían los necesarios.

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Toro de Morena Silva, Ceret 2012

Ventajas: Que el toro pueda acudir al caballo dos o tres veces permite ver cómo reacciona al castigo y si sus ganas de vencer son más importante que su temor al dolor: por otra parte, al ponerle en suerte a mayor distancia puyazo tras puyazo, se pone en evidencia la intensidad de su bravura y cuál es el terreno a su alrededor que el toro considera inviolable; finalmente, a lo largo de esos puyazos, podemos apreciar con mucha certeza el estilo del toro, pues no basta con ir al caballo, hay que hacerlo con clase (sin tardear, al galope, etc.) y, una vez en el peto, empujar humillando, perpendicularmente, con ambos pitones, apoyándose en las 4 patas. Los aficionados conocen estos criterios.

Inconvenientes: Si el toro no es bravo, y si el torero intenta hacer las cosas bien, este tercio se puede volver interminable. El manso al que se tapa la salida durante el primer puyazo se puede poner muy complicado si se le quiere picar otra vez, y las cuadrillas y los toreros se enfrascan en bregas infinitas, con los picadores yendo de un lado a otro, por toda la plaza; con un toro que se agota por las múltiples galopadas y con un público que se cansa al ver todo eso. Incluso cuando el toro no es un manso huido, sus ganas de volver a embestir al caballo son, la mayoría de las veces, escasas. Si se le coloca a una distancia excesiva, muchos se paran, vacilan y tardan en embestir, obligando el picador a continuas idas y venidas sobre su montura, acompañadas de vehementes cites con la vara y gritos camperos, algo muy espectacular cuando se ve por primera vez, pero que puede resultar muy molesto si se repite toro tras toro y corrida tras corrida. Mucho tiempo entre cada puyazo demuestra que el toro no es verdaderamente bravo. Insistir no tiene ningún sentido y hasta se corre el peligro de descomponer al toro que, con tanta parafernalia, tiene mucho tiempo para reflexionar y acaba perdiendo sus ganas de embestir.

 

Ofrecer un verdadero espectáculo

Finalmente, los espectadores desearían que el tercio fuera un auténtico espectáculo que proporcionase unos momentos de placer donde se mezclen las emociones que conlleva la embestida del toro y el disfrute que proporcionan los quites variados.

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Joselito Adame. Quite por Zapopinas. Toro del Conde de la Maza, Sevilla, 2012

Para eso es necesario que los toreros muestren deseos de agradar y se lancen a competir capote en mano. ¡Pero hay que hacerlo con parsimonia y moderación! No deben los toreros, por mera vanagloria, enfrascarse en quites interminables que arruinan la continuación agotando al toro

Algunos aficionados quisieran que la atención se centrase en el combate del animal y que se prolongara el enfrentamiento del toro contra picador más allá de las dos, y excepcionalmente tres, varas habituales. Así se hace en las corridas-concurso, (especialmente en Francia) donde podemos ver series de 4, 5 varas por toro, colocando al toro a distancias considerables (a veces de un extremo a otro del ruedo, como sucedió en Nîmes en la corrida de Miura en la que actuó de único espada Javier Castaño en el año 2012). Algunos, tomándole gusto a la cosa, desearían que eso se convirtiese en la norma general.

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 Corrida de Adelaida Rodríguez en Ales 2013

Para conseguirlo, sería preciso revisar completamente las condiciones materiales y reglamentarias en las que discurre ese tercio: puya reducida a la mitad (3 a 4 cm de la punta al tope. Tope que, además, debería ser regulable); duración del puyazo limitada a pocos segundos (algo que correspondería controlar a los alguaciles); un único picador en el ruedo tal y como se hace en las corridas-concursos o en las corridas ordinarias de Céret o Alès (¿Para qué sirve un segundo picador que no debe intervenir en la lidia? Bastaría con que estuviese preparado en la puerta de cuadrillas); retirada de los toreros a los que no corresponde actuar detrás de las barreras y de los burladeros: sólo quedarían en el ruedo el torero de tanda y su peón de brega, colocándose cada uno a un lado del caballo para evitar sus distracciones y la posibilidad de que escape; un caballo ligero y un peto flexible; supresión de las dos rayas que delimitan el espacio del jinete, el cual debe poder avanzar hacia el toro si éste, colocado demasiado lejos, tarda en arrancarse.

Así realizada, la suerte de varas podría ser llevada a muy buen término, a condición, por supuesto, que se efectúa juzgando, continuamente y con pertinencia, el estado del toro, sin obstinación, con tacto, con delicadeza incluso, sin arriesgarse a aniquilar al toro y arruinar cualquier esperanza de ver el tercio de banderillas y, sobre todo, de muleta.

No obstante, pedirle a un toro que se ponga al galope y que reciba tres pares de banderillas después de haber sufrido 4, 5 o 6 puyazos es inhumano: dos pares de arpones cortos serían suficientes. En cuanto a los toreros que esperan el primer aviso antes de decidirse a coger el estoque de verdad, deberán también revisar su modo de actuar.

Finalmente, los espectadores a los que les entusiasman los quites floridos, deberán conformarse: o el toro hace gala de su bravura arrancándose 4 veces contra el caballo, o se destina para lucimiento del torero pero no las dos cosas a la vez. Es preciso elegir el espectáculo que se quiere ver.

 

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Reflexión final

Sin embargo, todo esto es cuestión de voluntades y aptitudes.

¿Quieren los buenos toreros ceder a otros parte de su gloria? ¿Las autoridades, los sindicatos estarán dispuestos a modificar las prácticas antiguas? ¿Los picadores serían capaces de llevar con brío un buen tercio de vara cuando poner la pica en buen sitio parece ya misión imposible para la inmensa mayoría de los profesionales actuales?

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Juan José Esquivel, foto de la web de la Unpbe

El reequilibrio de los tres tercios es una cosa necesaria y saludable. Dar al primero significado y primacía es algo muy provechoso para el conjunto de la corrida.

Hay que tener cuidado, sin embargo, con los excesos y evitar desplazar el centro de gravedad de la tauromaquia relegando al torero al mero papel de matador. Los éxitos formidables y recientes de ciertos subalternos son simpáticos, pero obtenidos al efectuar, si bien de manera brillante, tareas que son menores.

Los picadores, desde lo alto de sus monturas, corren poco riesgo de cornadas y su vestimenta de caballeros de la Edad Media los hace casi invulnerables. La preeminencia del diestro sobre los demás actores debe ser preservada.

La corrida es ante todo el encuentro de un hombre y un toro con su destino. Todos los demás participantes son simples auxiliares y tienen obligación de seguir siéndolo.

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 Cesar Rincón con Bastonito de Baltasar Iban, foto del blog Solymoscas

sábado, 24 de agosto de 2013

Pinchazo en hueso

Por Jose Morente

 

Cartel de la estocada-Corrochano

Cartel de la suerte de matar. Del libro ¿Qué es torear? de Gregorio Corrochano (1ª ed., Madrid, Editorial Revista de Occidente, 1953). Los dibujos son de Andrés Martínez de León.

 

Un debate de aficionados

Discutía, estos días de feria malagueña, con un muy buen aficionado a los toros (o mejor dicho, con una muy buena aficionada a los toros) sobre la importancia que debe darse, en la suerte de matar, a un pinchazo en hueso y más concretamente, si esa circunstancia (coger hueso) es causa suficiente o no para perder los trofeos merecidos por el resto de la faena..

Es este tema que ya tratamos -y por extenso- en una entrada anterior.

Me remito a lo dicho entonces donde traíamos a colación las opiniones de Guerrita y Corrochano.

Los tiempos cambian (…qué es una barbaridad ¡Como dirían los castizos!) y ya veíamos que, en el criterio de nuestros días, primaba, y se premiaba, la eficacia y la rapidez frente a la adecuada ejecución de la suerte. Máxime cuando los reiterados pinchazos repugnan a la sensibilidad del público actual pues este público supone que alargan el sufrimiento del animal.

Otro factor que resaltábamos era el de la comodidad. Y es que resulta más fácil, para el público e inclusive para el aficionado, valorar la colocación de la espada alta o baja (o sea, el resultado) que la ejecución de la suerte (o sea, el procedimiento que es, siempre, fugaz y efímero  Y es que hoy y a veces, para muchos espectadores, el fin puede justificar los medios.

 

Muerte del toro

La estocada que no provoca una muerte fulminante del toro, repugna a la sensibilidad del público actual. Por ello, se prima la eficacia en el resultado antes que la correcta ejecución de la suerte, en la valoración de la suerte de matar.

 

La opinión de Corrochano

No era esa la opinión ni el criterio de los autores de la Tauromaquia de Guerrita. Ni tampoco el de don Gregorio Corrochano quien reiteradamente manifestó, en sus artículos y sus libros, su opinión en favor del buen pinchazo en hueso (mero producto del azar) frente a la estocada habilidosa y eficaz pero de discutible ejecución (la que también tiene su mérito… pero menos).

Se preguntaba don Gregorio en su libro ¿Qué es torear?

“¿Es que se le exige al matador que mate bien al toro? No, lo más que se le exige es que lo mate pronto. No admitimos más suerte o azar, que el pinchar o no en hueso, pero entrando a matar muy bien. Una suerte relativa, porque un buen pinchazo en hueso, es igual a una buena estocada y superior a una estocada mala.”

Claro y contundente. Más claro y contundente aún es el repertorio de aforismos que titulaba “Cartel de la suerte de matar” y que hemos reproducido al principio de esta entrada. Transcribimos su texto.

En la suerte de matar lo importante es la manera de entrar a la estocada

Un pinchazo en hueso entrando bien, es igual a una estocada entrando bien

Un pinchazo en hueso entrando bien, es superior a una estocada a la que se ha entrado mal

No se debe conceder una oreja, aunque se mate de la primera estocada si se ha entrado mal

No se puede perder una oreja por haber pinchado en hueso, si se ha entrado bien

No se debe coger el estoque de descabellar, sino cuando no se puede entrar a matar otra vez.

Espero que estos comentarios de Corrochano (que complementan los que recogíamos aquí en su día) sirvan de motivo de reflexión y, en su caso, de discusión sobre este tema

Y es que esto último –la discusión- es lo que de verdad nos gusta a los aficionados a los toros.

Revisteros 1915 Gregorio Corrochano (ABC)

Para Corrochano, crítico del monárquico ABC, un buen pinchazo en hueso era igual que una buena estocada y superior a una estocada mala. El buen pinchazo en hueso no debía nunca ser motivo para perder la oreja por la faena.

Entrada modificada el 27 de agosto de 2013

miércoles, 14 de agosto de 2013

LA AUSENCIA DE JOSE TOMÁS

Por Jose Morente

José Tomás de paisano. Su ausencia de los ruedos este año se nota en demasía.

No es mal momento, mediada la temporada, para reflexionar sobre el discurrir de la misma.

Y resulta que lo que comenzaba más que bien, el Domingo de Resurrección en Sevilla (la primera gran cita del año) con una actuación extraordinaria del Juli, se empezaba a torcer pocos días después por mor de su cogida de ese diestro y en esa misma plaza, por un complicado toro de Victoriano del Río. Y aunque la feria no acabó mal (al contrario, permitió destaparse a ese buen torero que es Manuel Escribano) no llegó la esperada, previsible y deseada traca del madrileño.

No tiene qué ser negativo, a priori, que un toro coja a un torero (No tiene que ser negativo para la fiesta, no para el propio torero) pues lo habitual, al contrario, será que los toros cojan a quienes se pongan y expongan delante de ellos, como el Juli en Sevilla o como Fandiño en Madrid, los dos toreros a quienes veíamos con mayor firmeza a principios del curso taurino.

Y como acaban de coger a Morante de la Puebla, empeñado este año en demostrar que los toreros de su corte pueden tener un mínimo de regularidad en el éxito, o a Saúl Jimenez Fortes, valiente entre los valientes, o a Antonio Ferrera, opositor en los últimos años a la cátedra de gran lidiador.

Ha pasado este año y lleva pasando toda la historia del toreo.

Sin embargo, lo que ya no es tan habitual, comparado con otras temporadas es el bajón que se observa en el comportamiento y, lo que es peor aún, en la presentación de las reses en las corridas punteras (aquellas en las que participan las figuras).

Muchas y variadas pueden ser las causas. No entro en el insólito comportamiento que en los últimos años presentan, a veces, las reses de las ganaderías más apetecidas por la torería, con toros cuyo mal estilo no desmerece al de las ganaderías tenidas por duras pero sí creo que debemos recapacitar sobre la presentación de esas reses. Mejor dicho, sobre la mala presentación de algunas corridas en las últimas ferias.

Dicen que José Tomás debería coger el mando de la fiesta y torear no sé cuantas corridas, en no sé qué plazas y con no sé cuales compañeros. Ya hemos expresado nuestra postura al respecto y el derecho del diestro a decidir cuánto torea, donde y con quién. Pero dicho esto, también hay que decir que su ausencia de los ruedos, cuando se produce, repercute más que negativamente en la fiesta. No sólo por el enorme interés que cada actuación suya concita sino porque, en cada una de esas esporádicas tardes, marca el camino a seguir a sus compañeros pues el estímulo que provoca es tan tremendo como el afán de emulación que genera.

Y es que Tomás, marca el camino a seguir tanto por su manera de afrontar cada tarde imponiéndose (muy en la línea de su admirado Manolete) el máximo de rigor y auto-exigencia, ya toree en Nimes, la México o Linares, como, sobre todo y entre otras razones, por el nivel y presentación del ganado elegido para cada una sus apariciones.

Tomás, al contrario que sus compañeros punteros suele anunciarse con reses que siempre, siempre, están -en cuanto a presentación- un punto o dos por encima de las exigencias habituales de cada plaza. Lo que no siempre hacen los demás toreros.

Ausente Tomás, la presentación de las corridas esta temporada se ha situado en ocasiones por debajo de los mínimos exigibles y deseables.

Se nota, también en eso, su ausencia.

 

Aunque ya publicamos en su día esta foto de Cazalis para Jacques Durand merece la pena reproducirla otra vez. Se trata de uno de los toros del Pilar con los que Tomás reaparecía en Valencia.