sábado, 16 de abril de 2016

Morante. Botella y oro

Por Fernando Cámara

Morante. Botella y oro

Nota de LRI:

Puede que la mejor aproximación a lo que hizo ayer Morante en Sevilla no venga de la mano de la técnica ni del valor, con encerrar una enorme técnica y unas tremendas dosis de valor, pues la técnica es la que permite gobernar la embestida templada de un toro y valor el que se necesita para verlo pasar despacio, muy despacio delante del cuerpo del torero,

Puede que la mejor aproximación a lo que hizo ayer Morante en Sevilla tenga que venir de la mano de la lírica pues poesía o sea, creación artística fue la obra que trazó sobre el albero de la Maestranza el diestro de la Puebla.

Para hablar de la lírica mejor que recurrir a los poetas creo que es recurrir a los propios toreros pues estos, aunque hablen de lírica, están en el fondo hablando de técnica y valor. Esa es la complejidad y la grandiosidad del toreo y los toreros.

Fernando Cámara, gran torero, traza en esta entrada de la Razón Incorpórea, el retrato lírico de la faena que ayer trazó Morante en el albero sevillano. 

Pura lírica o sea pura técnica y puro valor


Morante. Botella y oro por Fernando Cámara

Envuelto en botella y oro, cubren dichos colores, romanza andaluza con ritmo de diestro lidiador, Ausente de cuerpo y repleto de torería.

Desde Cobradiezmos, precursor del rítmico ritual de la Maestranza, hasta Dudosillo, nadie parecía haber advertido que aun quedaba compás. El compás al ritmo de Morante. Ahí estaba la esencia, cerrada en tarro de negada bravura, en última instancia. Esperando la magia estaba el de Cuvillo para establecer una perfecta comunión con Morante. Echó el bravo, en brazos de su amante lidiador, su embestida y le pedía.  

¡Llévame Morante, acaríciame con los flecos de tu pañuelo, enséñame la gloria detrás de la rojiza prenda! ¡Llévame largo y profundo, acompáñame con la barbilla clavada en tu pecho hasta el final de mi casta! ¡Espera un poco, que tengo que recuperar aliento para elevarte aún más al recuerdo, no me niegues el temple y tampoco la torería, que te están viendo, que gustan de tus formas y de tu armonía! ¡Invade mi intimidad una vez más con el grácil pasito de tu osadía, ocupa con gracia el espacio íntimo de mi casta que te doy otra embestida más, otra más, y trázala con tu profunda maestría! ¡Muévete, rápido! ¡Recoge el pañuelo desgarrado y dibuja en mi costado una pincelada más de tu hermosa eufonía!

Vestido de botella y oro no podía ser otro sino Morante,

¿Quien sino, sería...?  

1 comentario:

Anónimo dijo...

muy bonita y sentida descripción,de lo que sintió el toro,delante de Morante,se nota que lo ha escrito un torero, de sentimiento, Manuel Vazquez