Muletazo soñado de Jose Mari Manzanares en la plaza de Ronda (Fotografía de 6 Toros 6) |
Esencialmente y de forma simplificada (muy simplificada) podríamos decir que existen (coexisten) dos modos diferentes de torear. Dos tipos o escuelas de toreo que forman dos mundos diferentes. Cada uno con sus propias leyes, con sus propias reglas, con su propio lenguaje.
En el primero de ellos, el torero invade continuamente el terreno del toro pues se cruza de continuo. Es el toreo de Juan Belmonte o de Domingo Ortega. Un toreo salvaje y asilvestrado que alcanza su máxima expresión cuando se torea alternando los pitones (los expertos dirían que cuando se torea en ochos) y donde meter la pierna al toro se convierte en elemento clave y fundamental. Es un toreo basado en la lucha, en el enfrentamiento o en la confrontación entre el hombre y la bestia.
Pero existe otro modo diferente, el de Joselito el Gallo, el de Chicuelo, el de Manolete, donde el torero no invade el terreno del toro sino que ocupa el suyo, el centro del círculo (toreo en redondo lo llaman los tratadistas), y desde allí y con los brazos y sin menear los pies, manda en la embestida del astado, al que hace deslizarse a su alrededor sin esfuerzo aparente, como si se tratara de un sueño. Porque, en ese concepto, torear no es pelear sino acariciar suavemente.
Es el toreo que enseña el maestro Manzanares en ese muletazo en la plaza de Ronda que abre este post.
El toreo soñado.
Es el toreo que enseña el maestro Manzanares en ese muletazo en la plaza de Ronda que abre este post.
El toreo soñado.
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