Carmelo. A cada pase, el toro le rozaba el corbatín (Fotografía del libro de Guillermo H. Cantú "Silverio o la sensualidad en el toreo") |
"Pocas veces se habrá visto a lo largo de la historia un desastre tan cabal como el de ese Carmelo la tarde de su presentación; pareció a la afición tan indocto, tan ignorante de la técnica tradicional del toreo, tan torpe, tan rematadamente malo, en su actuación en el primero de sus enemigos, que ya después, a gritos, a cuchifletas y proyectiles, ni siquiera le dejaban hacer quites, le tiraban cosas y le daban voces para que no fuese al toro; y cuando salió el último de la tarde, que era suyo, la gente se puso en pié y se marchó a su casa.
Aquel sexto toro era un berrendo en castaño, de la ganadería de Ajuluápam; casi era de noche ya, y la plaza que no había estado llena, casi se había acabado de vaciar; cuando un clamor, una serie de entrecortados gritos de angustia (...) hizo a los más curiosos volver sobre sus pasos (...) regresar al coso, volver a trepar las escaleras, y asomarse a ver que estaba pasando.
Carmelo Pérez se había puesto de hinojos en el centro del ruedo y se había pasado una docena de veces al de Ajuluápam por la corbata; luego, de pié, siguió haciendo cosas jamás vistas; se quedaba parado, con absoluto desprecio de todas las reglas del toreo establecidas por sus antecesores, ni se quitaba él, ni lo quitaba el toro; aunque se tenía la impresión que cada muletazo podía ser el último, la catástrofe esperada, no se producía; y a un pase de emoción intensa seguía otro de angustia, otro de suspense, otro de terror, y así logró Carmelo Pérez, no solo salir en hombros aquella noche, y ponerse de moda para toda la temporada, sino derribar con la demoledora piqueta de su personalidad y de su genio, de su ignorancia y su inconsciencia, toda la técnica de una época, para echar los cimientos de una escuela nueva, (...) como una planta próspera que frecuentemente reverdece, pero que se riega con sangre"
PACO MALGESTO "Armillita-Maestro de maestros" (1ª ed., Ediciones La Afición, México, s.f. Página 102-104)
El toreo de capote de Carmelo. La misma angustia que en la muleta |
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