Vicente Pastor |
Visto lo ocurrido, con Castella, Ponce y Manzanares, durante esta feria de San Isidro que ahora llega a su tramo final, podríamos pensar que, en Madrid a las figuras, les renta más anunciarse pocas tardes que muchas.
El hecho invita a reflexión. Mientras el francés se presentaba en cuatro ocasiones en la puerta de Cuadrillas de las Ventas (una de ellas con la dura corrida de Adolfo) y no obtenía más que la desatención del público de las Ventas, Ponce y Manzanares, con una única comparecencia cada uno, han salido más que airosos del empeño.
La estrategia de José Tomás, siquiera sea en otras plazas, parece abonar esta tesis. Actuar pocas tardes, y ello pese a la indudable responsabilidad que conlleva ese planteamiento, aumenta la expectación de los públicos e incrementa el caché de los diestros, siempre -por supuesto- que luego se sepa estar a la altura de las expectativas generadas.
Aunque pueda pensarse otra cosa, no siempre ha sido así. A principios del pasado siglo, era justo lo contrario y torear con frecuencia en Madrid, no sólo no era contraproducente sino que beneficiaba al torero que actuaba de ese modo.
Vicente Pastor es el mejor ejemplo de lo que decimos. Cuenta Gregorio Corrochano en su libro "Qué es torear-Introducción a la Tauromaquia de Joselito" (Madrid, 1ª ed., Revista de Occidente, 1953. Págs. 45 y 245) lo siguiente:
"Eliminados Bombita y Machaquito del la Plaza de Toros de Madrid, abre el abono don Indalecio Mosquera, sin figuras. Entonces empiezan a dibujarse toreros que estaban desdibujados y ociosos. Vicente Pastor sale del café Universal (...)
Y por si quieren tomar nota los toreros, consignemos también que Vicente Pastor toreaba en Madrid varios domingos seguidos y algunos jueves intermedios, sin preocuparse de que pudiera cansar al público, porque salía siempre dispuesto.
Entonces el cartel no se defendía y conservaba por no torear en Madrid, sino por torear: Así se hizo él al público y el público a él"
La cosa llegaba hasta tal punto que había aficionados madrileños (Antonio Díaz Cañabate, entre ellos) que eran más partidarios de Vicente que de Joselito y Belmonte, lo que ya es decir.
El sarcástico Belmonte recordaba años después al Caña, esa circunstancia, cuestionando, con ello, la calidad que, como aficionado, pudiera tener el crítico de ABC.
El sarcástico Belmonte recordaba años después al Caña, esa circunstancia, cuestionando, con ello, la calidad que, como aficionado, pudiera tener el crítico de ABC.
Pastor el día que cortó la primera oreja que se concedía en la Plaza de Madrid. a un toro de Concha y Sierra. 2 de octubre de 1910 (Fotografía publicada en Nuevo Mundo)
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