sábado, 23 de marzo de 2013

Made in Morante

Por Juan Antonio Polo

 

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Plaza de toros de Valencia. 19 de marzo de este año. Una plaza llena en sus tres cuartas partes. Un detalle importante: Algunos de los espectadores que asisten al paseíllo de Ponce, Morante y Luque, han llegado a Valencia desde el exilio “interior”.

 

Nota de LRI: Juan Antonio Polo es uno de esos grandes aficionados de toda la vida que tiene que soportar el desgraciado exilio interior -propiciado por el Gobierno Catalán- que sufren los aficionados a los toros de esa Comunidad.

Como no hay ya toros en Barcelona, Juan Antonio decidió ir a Valencia (a instancias de su amigo Rafa) el pasado día de San José. Y, como la ley de las compensaciones existe, le tocó el premio gordo de la lotería taurina en forma de una gran faena de Morante de la Puebla. Una faena que se agiganta por días en el recuerdo de los que –como él-. tuvieron la suerte de presenciarla.

Para los que no estuvimos y nos tenemos con conformar con el video (que, como se deduce de su texto, vale mucho menos), Juan Antonio  ha tenido el detalle de brindarnos sus impresiones sobre esa tarde.

 

La culpa la tuvo Rafa

La culpa la tuvo mi amigo Rafa. Rafa Marsans, morantista irredento y residente ─como yo─ en este exilio catalán cuyo Govern trata de impedir que nos contaminemos con la fiesta de los toros, olvidando que nuestra afición ─como la de tantos catalanes─ se cimentó precisamente en Barcelona, cuya plaza, gracias al inolvidable Don Pedro, el viejo Balañá, fue un auténtico punto de referencia en tiempos no tan lejanos y, durante décadas, la que más y mejores carteles organizó en el orbe taurino mundial.

Pedro Balaña con Ostos y V. Valencia (Carlos Perez de Rozas -La Vanguardia)

Don Pedro Balañá, entre Jaime Ostos, Victoriano Valencia y Chamaco antes de un festival en la Monumental en 1960 (Fotografía de Carlos Pérez de Rozas-La Vanguardia)

 

El caso es que ─el mono es muy fuerte─ Rafa se empeñó en abandonar por un día la comodidad de la TV y la butaca casera… y allá que nos fuimos, a Valencia, arrostrando las siete horas de ida y vuelta en tren, a presenciar in situ la última corrida de Fallas. Y lo cierto es que la cosa no pudo empezar peor: la paella, un desastre, y los dos primeros juanpedros para echarse a llorar.

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“Los dos primeros juanpedros fueron para echarse a llorar” (Fotografía de Crescencio para Aplausos)

 

Sin embargo, cuando estábamos al borde de la desesperación, un animoso Daniel Luque y un predecible, aunque no tan animoso, Ponce, elevaron el nivel de la tarde y prepararon el ambiente para la traca final.

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Antes de que la tarde se animara hubo susto protagonizado por Morante cuando intentaba descabellar al primero de su lote (Fotografía de Txema Rodriguez)

 

Y ésta llegó. La lidia de los dos últimos toros fue sin duda lo mejor de la tarde y de la feria. A Luque se lo llevaron en hombros con las dos orejas del bravo jandilla que cerró plaza, tras el estoconazo con que rubricó una vibrante faena, preñada de torería e imaginación, en la que consiguió el difícil objetivo de concitar la atención y el entusiasmo de unos espectadores subyugados por la sinfonía de toreo desplegada por Morante en el quinto.

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“A Luque se lo llevaron a hombros con las dos orejas del bravo jandilla que cerró plaza” (Fotografía de Rullot para Aplausos)

 

Y Morante…

Un Morante en vena, punto y aparte, que recibió al quinto, un noble juanpedro sin demasiadas fuerzas pero con un gran fondo ─¡la de lances y muletazos que aguantó!─, con no menos de diez perfectas verónicas, iniciadas en tablas y cerradas con media en la boca de riego, a las que siguieron unas espléndidas chicuelinas made in Morante, réplica a las soberbias gaoneras con que Luque en su quite ─¡viva la competencia!─ tuvo el atrevimiento de irrumpir en el toro de su compañero.

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“Un Morante en vena, punto y aparte, que recibió al quinto (,,,) con no menos de diez perfectas verónicas, iniciadas en tablas y cerradas con media en la boca de riego” (Fotografía de Rullot para Aplausos)

 

Aunque sea caer en el tópico, hay que convenir en que la faena de Morante, como todas las grandes faenas del diestro de la Puebla, no se puede describir. Ni contar. Son faenas para verlas… o para soñarlas. No fue la ansiada faena de menos a más, como la muy lograda por Luque en el sexto; fue una faena de más a mucho más. Iniciada con unos ayudados por alto impecables. Fue un compendio del mejor toreo fundamental y accesorio, desde el apabullante toreo a dos manos, a los eternos pases en redondo ─no circulares─ y los lentísimos e inacabables pases de pecho, pasando por los airosos molinetes, los gráciles kikirikís y esa repajolera gracia sevillana con que el de la Puebla sabe salirse del toro.

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“La faena fue un compendio del mejor toreo fundamental y accesorio” (Fotografía de Rullot para Aplausos)

 

No sé si tan sensacional faena se ajustó a los rígidos e inamovibles cánones preconizados por los puristas. Fue simplemente una faena personalísima, “made in Morante”, con eso está dicho todo, en la que predominó el buen gusto y el buen toreo y en la que no hubo manoletinas, ni bernadinas, ni esos horribles martinetes que tanto gustan hoy. Creo que el propio Morante debió quedarse muy satisfecho de su labor… o así me lo pareció al ver como, al doblar el colaborador toro, se inclinó y le acarició la cara, en un gesto de agradecimiento que sólo acostumbra a hacer en las grandes ocasiones.

Los puristas a ultranza debieron quedarse satisfechos al ver que un hondo pinchazo en lo alto y un fallo con el verduguillo impidieron que se le concedieran las orejas a Morante, pero no evitaron que el sensibilizado público valenciano le obligara a dar una auténtica y clamorosa vuelta al ruedo. ¡Con el tiempo que llevamos sin ver una vuelta al ruedo sin orejas!

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El público valenciano le obligó a Morante a “dar una auténtica y clamorosa vuelta al ruedo” (Fotografía de Rullot para Aplausos)

 

La faena sirvió, además, para que me reafirmara en la idea de que ─aún sin cámaras superlentas ni reiterativas repeticiones─ una faena, vista en la plaza, vale mucho más que las presenciadas por televisión, que es lo que de momento nos queda a los aficionados de por acá.

El viaje, en suma, valió la pena. ¡Gracias, Rafa!

 

 

1 comentario:

mon mrza dijo...

Es que Polo es mucho Polo