Por Jose Morente
En la imagen un diestro (¿Quizás Pepe-Hillo?) lancea a la verónica, a un toro que se ciñe, levantando las manos para darle más salida y hacer la suerte de forma más segura, tal y como aconsejaban las reglas de las viejas Tauromaquias. Unas reglas defensivas y basadas en la experiencia que, en muchos aspectos, siguen teniendo validez en nuestros días. (En la imagen, detalle de la Lámina XI de la serie de grabados incluidos en la segunda edición de la Tauromaquia de Pepe-Hillo. La de 1804. Publicada ya después de la muerte del gran torero sevillano)
El comportamiento de la reses en la tauromaquia de Hillo.
Es la observación del comportamiento del toro de lidia, lo que da la clave y posibilidad del toreo, como ya señalaba Pepe-Hillo en la primera Tauromaquia (1796)
En esa línea de observación del comportamiento que los toros tienen en la plaza, Pepe-Hillo nos propone una clasificación de las reses que se centra, sobre todo, en definir los matices de la embestida en los engaños (capote y muleta, principalmente).
De ahí la modernidad y vigencia que sigue teniendo este texto en nuestros días.
Aparte de las querencias o terrenos y de los estados del toro a lo largo de la lidia (Levantado, parado y aplomado), la Tauromaquia de Hillo presta especial atención al modo de embestir el toro a los engaños. En la Lámina XX incluida en la edición de 1804, y entre los instrumentos de torear aparece la muleta pero no el capote (¿Aunque la muleta no es sino un capotillo enrollado alrededor de un palo ligero, no será eso una premonición de la importancia que aquella tendría en el toreo posterior?)
Menor atención presta Pepe-Hillo al comportamiento de las reses en la suerte de varas, lo que resulta sorprendente por haberse escrito en una época en la que el picador seguía siendo el protagonista de la Fiesta.
Pero desatención explicable a fin y al cabo, pues, no en balde, la Tauromaquia de Hillo está firmada por un matador de toros y no por un varilarguero.
Joseph Delgado (a) Yllo. Pepe-Hillo fue el primer torero de leyenda de la Historia del toreo por su muerte en la plaza de Madrid.
Los matices de la bravura a finales del siglo XVIII
Para la época (finales del XVIII) y para la simplicidad relativa del toreo de entonces basado en un cruce fugaz de terrenos de toro y torero, la Tauromaquia de Pepe-Hillo hace gala de un más que impresionante despliegue de matices en el análisis de la embestida del toro, unos matices cuya validez se mantiene en nuestros días.
Aparte de los matices relativos a los terreno o querencias (tan importantes) o al de los estados por los que pasa el toro durante la lidia (levantado, parado y aplomado), Hillo propone diferenciar las embestidas del toro atendiendo a su trayectoria o sea, a su tendencia a acercarse más o menos al cuerpo del torero que es, a fin de cuentas, lo que más puede preocupar a este.
En un extremo, estaría el toro que no llega toma el engaño y se escupe al llegar al centro de la suerte, al que llama abanto o temeroso.
Detalle de la lámina XIII que incluye una de las dos soluciones que propone Hillo para torear a los toros abantos: Esta consiste en citar en corto pero dando mucha salida hacia las afueras.
En el Alfabeto que acompaña a su Tauromaquia, Hillo define al toro bravo como aquel “que embiste bien y pronto pero que no tiene codicia o celo por el objeto”. Bravo es, para Hillo, el toro que al embestir busca el engaño y no el bulto.
Dentro de esa clase, si el toro toma el engaño de forma sencilla y clara, incluso desviándose del cuerpo del torero hacia afuera, sin ceñirse, le llama boyante o franco.
Ese toro puede tener muchas piernas, en cuyo caso se les debe citar de largo, o carecer de ellas, en cuyo caso se les debe citar en corto pues se corre el peligro de que se queden en el centro de las suertes.
Lámina X de la Tauromaquia de Hillo, con la forma de presentarse el torero ante el toro boyante que es aquel que por su condición sencilla y clara sirve de modelo o pauta para definir las reglas generales del toreo.
Si en la embestida el toro se desvía ya hacia el cuerpo del torero se dice que se ciñe y si lo hace de forma muy acusada, colándose, se dice que gana terreno.
Lámina XI de la Tauromaquia de Hillo, “Segunda suerte con los toros que se ciñen”. Como hemos dicho se debe ejecutar levantando y sacando las manos para darle mayor salida al toro.
Cuando llegan al extremo de no atender al engaño y embestir al bulto, se llama toro de sentido.
Ese tipo de toros es el más peligroso de todos hasta el punto de que hace casi imposible el toreo.
Detalle de la lámina XII de la Tauromaquia de Hillo quien propone esta solución extrema con los toros de sentido: Taparles la cara y coger el olivo. Con el toro de sentido no hay toreo y ni siquiera lidia posible
También llama Hillo toro de sentido, al toro que derrama la vista (el que atiende a todos los objetos, pero –según el- sin peligro si se aplican las reglas del arte). Es lo que hoy llamaríamos toros sin fijeza. Sin embargo, Paquiro 40 años después le discutiría esa denominación al no considerar que se debiera aplicar el calificativo “de sentido” a un tipo de toro que no tiene peligro.
Una cualidad importante para el toreo, es la capacidad del toro de revolverse con prontitud, lo que da lugar al toro revoltoso. Toro que Hillo define como el toro franco que en los remates vuelve sobre el engaño, apoyándose con firmeza sobre las piernas. De estos dice que son los más a propósito para la lidia y los que más gustan a los espectadores.
Finalmente, Hillo reconoce y señala también que el toro puede sufrir transformaciones durante su lidia, siendo muy habitual el caso del toro que sale manso y luego embiste alguna vez, que es el que llama toro bravucón.
Para la suerte de varas, y además de las clasificaciones anteriores, distingue entre el toro blando que se duele al castigo y que nada más sentir el hierro se escupe de la suerte y el toro duro, que no teme al castigo (Advirtamos que estos adjetivos de blando y duro utilizados en la suerte de varas no tienen nada que ver con la blandura/dureza de patas).
Cuando tomada la vara vuelve el toro a la pelea, se dice que recarga.
Sólo son dos las láminas dedicadas al comportamiento del toro de la serie que dedica a la suerte de varas. Vemos aquí una de ellas, concretamente la Lámina VI de la Tauromaquia de Hillo Edición de 1804 “Huida de los toros pegajosos”. Se llama pegajoso al toro seco y duro que no se despega del caballo pudiendo llegar a recargar finalizada la suerte)
Y hasta aquí los matices de la bravura en la tauromaquia de Pepe-Hillo.
Resumiendo y concluyendo
Hillo, como torero, como buen torero, gradúa y clasifica la embestida por la tendencia del toro de alejarse del cuerpo del diestro o por acercarse a él.
En el primer extremo, estaría el toro abanto que se cierne en el engaño (y que no acomete) y en el otro extremo de la escala, se encontraría el toro de sentido que embiste directamente al bulto (lo que hace imposible el toreo). La escala que propone Hillo es esta:
- Abanto
- Boyante
- Que se ciñe
- Que gana terreno
- De sentido
El mejor en cuanto a calidad de su embestida es el toro boyante (que es el que se abre en las suertes y que corresponde al que hoy llamaríamos toro noble). Si además, ese toro boyante es revoltoso, con continuidad en su embestida, que repite sosteniéndose con firmeza sobre las piernas al volverse, resulta que nos encontramos–según el torero del Baratillo- el toro ideal pues es la clase de toros:
“Que más divierten y llenan el gusto de los espectadores y la satisfacción de los que los sortean con conocimiento”
Curiosamente, esas cualidades que se pedían al toro de entonces (y que son las que más divertían y llenaban el gusto de los espectadores y daban más satisfacciones a los toreros de aquella época) son las mismas cualidades que se piden hoy al toro de nuestros días: bravura, con nobleza y transmisión.
En doscientos años (¡doscientos años!), no han cambiado (no podían cambiar) los conceptos básicos sobre las cualidades que debe tener un buen toro de lidia; sólo han cambiado (y no demasiado) los términos usados para definirlas.
Y para remate, algo que venimos diciendo en este blog desde hace tiempo. Y es que, aunque no lo parezca, ese toro revoltoso (bravo, noble y, sobre todo, repetidor) aunque ideal, no es nada fácil de torear pues –según confirma Hillo- exige un gran oficio y conocimiento:
“Para los que no lo tienen [conocimiento] son los más expuestos y, particularmente, en el principio, que con más facilidad se vuelven sobre las piernas”
Lo que explica la célebre y clásica frase aplicable a quienes carecen de ese oficio:
¡Que Dios te libre de que te toque un toro bravo!
No fue la falta de oficio toreando un toro bravo sino el asumir un riesgo excesivo toreando a un toro marrajo lo que causó la muerte del gran torero sevillano, Pepe-Hillo. Barbudo de Peñaranda de Bracamonte era un toro de la vieja y aviesa casta Castellana (afortunadamente desparecida hoy día pues su sentido los hacía inapropiados para la lidia).
Pepe-Hillo cuando toreaba en Sevilla acudía los días de corrida a la Capilla del Baratillo, situada junto a la Maestranza (Foto del blog “El Hall del Lector”). Por eso, tras la muerte del torero, las coplas de ciego cantaron:
3 comentarios:
Yo traduje La Tauromaquia de Pepe Illo (la primera versión editada de 1796) para el TBA (Taurine Bibliofiles of America) y por eso estudié la obra a fondo. Aunque el toro de hoy es mas consistente en cuanto a bravura con los caballos y nobleza y recorrido (lo que Pepe Illo llamaba ‘boyante’), los consejos de Pepe Illo para sortear los toros siguen siendo tan válidos hoy como en su época.
Jim Verner
Muy buenas,
Solo unos apuntes.
No creo que el toro diferencie entre engaño y bulto. La muleta es el engaño para nosotros, no para el toro (hasta que se orienta tras entrar varias veces, claro). El toro
siempre embiste a un bulto, y para él solo existe un objeto, no dos (engaño y bulto) lo que pasa es que cree que es
solo uno, y embiste, como sabemos, a la parte de él que más se mueve y que se le presenta de forma más clara. Eso no quita
para que, efectivamente, si podamos matizar entre embestir a una de las partes del bulto de forma franca (embestir al engaño) o embestir (como se
suele decir tradicionalmente) al bulto en el sentido de arrollar.
Digo esto porque creo que hay que tenerlo claro ya que, a mi juicio, si empezamos a pensar que el toro bravo es el
que tiende a salirse de la suerte o no se ciñe lo más mínimo nos estamos equivocando ya que el toro
que tienda a salirse se inclina a la mansedumbre. Leve, pero es signo de una inclinación a la mansedumbre. Es un toro
que va pero se sale de la suerte o tiende a salirse; acaba siendo al final un ir a medias o que anuncia un raje. Es el nivel anterior a ser abanto.
Saco esto a colación por que aunque no se dice en el artículo creo oportuno comentarlo ya que que si suelen
decirlo ciertos comentaristas y/o toreros y me parece un concepto discutible.
Me atrevo a lanzar una clasificación algo alternativa (visión aficionado, no torero) aunque comparte cosas con la expuesta en la entrada.
1. Tendríamos al toro abanto que huye, al que va a la suerte pero tiende
a salirse (va pero no de verdad, sino con cierto miedo, lo hace sin convencimiento completo, muchos toros tildados de superclases son así, y creo que es un error no matizar que tendían a lo manso. Creo que el toro idídilo indultado por José Tomás en Barcelona hace años fue ese tipo de toro, y creo que se indulto un toro manso). 2, el toro franco y bravo que va
sin salirse ni sin ceñirse y que incluso se revuelve (que evidentemente y como señala usted citando a Pepe Hillo es el mejor). 3, el toro bravo pero
que dentro del objeto que ataca detecta que el trapo no es la parte importante del mismo y cambia el rumbo hacia el torero
(lo cual no quiere decir que no sea bravo, ya que está atacando, pero sí que tiene un sentido que dificulta el
toreo, completamente si el sentido llegara a su forma extrema) y finalmente el toro que va ataca al bulto de forma directa, sin centrarse en
nada, que arrolla, como ciego, que es el otro extremo de la mansedumbre, pero que en vez de huir hacia atrás huye hacia adelante,
pero sin saber lo que hace, "espantao".
Solo quería comentarlo,
sin más
Un cordial saludo
J. C. Romero
Aunque todos sabemos como se llamada el toro indultado por José Tomás al que me refiero, corrijo la errata y dejo aqui el nombre correcto: Idílico.
Un saludo
J. C. Romero
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