La suerte de varas fundamental para medir la bravura en el siglo XIX y primer tercio del XX. Puyazo en la Plaza de Madrid en 1925.
Vimos en la anterior entrada como desde el concepto inicial (la mera acometida) la bravura se medirá, durante todo el siglo XIX, exclusivamente por el comportamiento del toro en la suerte de varas.
Sin embargo, a finales de siglo y, sobre todo, a principios del siglo XX, las cosas empezaron a cambiar y, aunque representando un porcentaje pequeño (la pica sigue siendo la clave de valoración de la bravura), se empieza a considerar el comportamiento del toro en los otros dos tercios: banderillas y muleta.
Este proceso, del que en sus inicios fue parte activa Joselito el Gallo, se mantendrá durante todo el siglo XX haciendo evolucionar el concepto de bravura, como ahora veremos.
Detalle de una foto archiconocida: Joselito el Gallo junto a Guerrita. Ambos iniciaron el cambio hacia un nuevo concepto de bravura en sus respectivas épocas.
Evolución del concepto de bravura durante el siglo XX
En 1959, Luís Fernández Salcedo proponía en un artículo publicado en la revista Ganadería (Que luego, en 1962, se convertiría en una conferencia del Ciclo de la Peña “Los de José y Juan” titulada “Habla un vocal de Jurado”) los criterios que se deberían seguir para baremar los toros lidiados en la Feria de San Isidro y poder determinar del modo más fiel y objetivo posible el toro más bravo a efectos del premio que concede cada año el Ayuntamiento de Madrid.
La Conferencia citada se publicó dentro del libro “Media docena de rollos taurinos” (1964) que pese a lo que su nombre indica no tiene nada de “rollo” y es de lo más ameno que –para mí- se ha escrito sobre la materia. Si bien algunas de sus tesis han podido quedar obsoletas por el transcurso del tiempo, mantiene su vigencia en general. Por cierto que la foto de Martín, con Belmonte en el Batán –sabemos la fecha, es el 4 de mayo de 1956- viendo los toros de la Feria bañado por la luz del atardecer (que es la hora de Belmonte. La hora de sus grandes faenas), es –como indica Salcedo- tremendamente sugestiva.
Don Luís proponía la siguiente tabla para medir la bravura. Tabla que es del máximo interés:
Como se ve, bastante complejo, aunque se podría resumir en lo siguiente: 10 puntos para la presentación (el trapío); 45 puntos para el primer tercio; 15 puntos para el segundo y 30 para el último. Lo que indica la importancia que, a efectos de calibrar la bravura, se le concedía ya a cada fase de la lidia. El toro de bandera sería aquel que alcanzara los 100 puntos de la bravura.
Reseña en la revista “El Ruedo” del juego en varas del toro “Pontebien” de Osborne, premiado en la Corrida Concurso de Jerez a principios de los 70.
Quince años más tarde, en 1974, Fernández Salcedo publicaba, en edición de la Unión de Bibliófilos Taurinos, el libro “Verdad y Mentira de las Corridas de Concurso”, al que ya hemos hecho mención en este blog, y donde propone un método de valoración de la bravura menos sistemático.
Según el se debería partir de una lista con los posibles virtudes y defectos del toro en cada tercio, señalando con una crucecita si se presentaban o no en el toro a puntuar.
Valoración de virtudes y defectos: El trote de buey es signo de mansedumbre.
Valoración de virtudes y defectos: Buscar la huida (saltar la barrera) es casi siempre signo de mansedumbre.
Valoración de virtudes y defectos: “El Cordobés” pelea con un toro que no quiere pelea, lo que es signo de mansedumbre.
Valoración de virtudes y defectos: En la plaza de Zafra un toro se arranca al caballo con espectacular galope, lo que es signo de bravura.
Valoración de virtudes y defectos: Este toro en la plaza de Valencia, se quiere “comer” la muleta de Miguel Abellán, lo que es signo de bravura.
Valoración de virtudes y defectos: El toro con la boca cerrada (aunque yo personalmente a este detalle no le doy demasiada importancia) se resiste a morir en el tercio, sin buscar el alivio de las tablas, lo que es síntoma de bravura.
Al acabar cada tercio, a la vista de esas virtudes y defectos, y un poco a sentimiento, se puntuaría con un máximo de 12 puntos para el primer tercio, 5 para el segundo y 10 para el tercero. Además se reservaban 3 puntos para la presentación. Pudiendo alcanza el toro inmejorable la puntuación máxima de 30 puntos.
Lo importante es que se corrigen los porcentajes respecto al criterio de la década anterior. Traducido a escala de 100, la nueva puntuación equivaldría a 10 puntos para la presentación (no varía respecto al año 62); 40 para el primer tercio, 17 puntos para banderillas y 33 puntos para el último tercio.
Resulta curioso como, en sólo 15 años, el tercio de varas –según Fernández Salcedo- pierde un 5% de importancia a la hora de calibrar la bravura del toro. Pero ¿como ha seguido evolucionando el concepto de bravura desde entonces hasta nuestros días?
La bravura a principios del siglo XXI
Vamos a exponer aquí las tesis de Juan Pedro Domecq Solís no sólo porque los toros de los distintos encastes Domecq y sus derivados son hoy predominantes en la cabaña actual, sino porque creo que es el único ganadero que ha tratado estos temas con un cierto detalle en estos años. Juan Pedro sigue los criterios marcados por su padre, Juan Pedro Domeq y Díez, y su tío Álvaro (Criterios que este último expuso por escrito en sendos trabajos publicados respectivamente en 1985 y 1994).
“Del toreo a la bravura” de Juan Pedro Domecq Solís (1ª ed. Alianza editorial, Madrid, 2009), un libro imprescindible para conocer los criterios de selección ganaderas en la primera década del siglo XXI.
Bueno ¿Y que dice sobre la bravura, Juan Pedro Domecq, en su libro? Pues dice varias cosas de interés: Primero, que el toro tiene que tener trapío, debe ser armónico, porque “sus hechuras influyen en su comportamiento” y segundo que la bravura debe ser “integral” es decir el toro tiene que tener capacidad de luchar en todos los tercios hasta su completa extenuación, lucha que además debe producirse con un cierto “estilo” (a lo que denomina toreabilidad).
El trapío del toro depende de las características propias de su encaste o sub-encaste. No podemos pedir las mismas hechuras a un toro de encaste Ibarra o Parladé que a uno de Santa Coloma o de Saltillo (En la foto toro de Vista Hermosa, toro de Cabrera y toro de Vázquez).
Para concretar estos tres aspectos básicos (trapío, bravura integral y toreabilidad) y poder seleccionarlos, Juan Pedro Domecq propone desagregarlos en caracteres concretos (25 para el trapío, sin incluir el pelo, y 24 para el comportamiento) en un proceso muy similar al “listado” de virtudes y defectos o a los 100 puntos de la bravura que proponía Luís Fernández Salcedo.
Por el trapío los toros se clasifican en función de la categoría de las plazas a las que pueden destinarse. Por lo que respecta al comportamiento, se puntúa de 1 a 2 ó 3 puntos cada carácter.
El espectacular trapío de un berrendo aparejado de los Herederos de Don Vicente Martínez.
Todo ello se concreta en 3 notas finales: bravura y toreabilidad (que puntúan de 0 a 10 cada una) y una nota resumen al estilo antiguo (que se mantiene, según dice, por tradición más que por efectividad).
Puntuaciones y anotaciones de los 6 toros de Juan Pedro lidiados en Alicante en agosto del año 2007
Sin embargo, el detalle de como se puntúan cada uno de estos conceptos y sobre todo como se determinan las notas finales no está claro en el libro y la exposición resulta (sobre todo el apéndice) algo farragosa. En cualquier caso, lo importante es que al final tenemos tres notas finales: bravura, toreabilidad y nota resumen. Notas que no están desagregadas por tercios como antes ya que lo que ahora se valora es que el toro mantenga sus cualidades hasta el final.
Al toro de hoy se le exige mucho en la muleta. Ejemplo: El Juli en Olivenza en 2005 (con mucha tranquilidad, mucho valor y mucho mando) obliga al toro a seguir un camino casi imposible.
En resumen y si lo he entendido bien (que no estoy seguro, como he dicho) la bravura y la toreabilidad (yo a esta la llamaría nobleza; Álvaro Domecq, unos años antes, la llamaba suavidad) puntúan al 50% cada una.
Como resulta que la bravura –según Juan Pedro- no la determina exclusivamente la suerte de varas, (de hecho la suerte de varas –como he señalado- ya no puntúa por separado) hay que concluir que el peso de este tercio sería ahora inferior al 40% de la nota final, con lo que se reduce la importancia que se concede a la pelea en varas respecto a lo que proponía Fernández Salcedo en 1974.
La suerte de varas actual aún mantiene algunos momentos emocionantes como cuando un toro se arranca de largo al caballo pero esa emoción acaba normalmente cuando llega al peto. En la foto el Topador de María Luisa Domínguez Pérez de Vargas se arranca al caballo.
La emoción de la arrancada de largo existe incluso aunque esta se produzca en terrenos relativamente cercanos a toriles.
Sin embargo, hay que señalar que, de todos los caracteres barajados, sólo son considerados fundamentales por este ganadero, a efectos de selección y para ser utilizados en modelo informático, los siguientes:
- Bravura
- Toreabilidad
- Longitud de pitones
- Fuerza
- Fiereza
- Emplearse
- Meter la cara
- Recorrido
Página 125 del artículo de Álvaro Domecq, La cría y selección del toro de lidia en la actualidad en Los Toros. Tomo XI, Madrid, Espasa Calpe, 1994.
La fiereza o casta se considera por tanto uno de los caracteres fundamentales necesarios para conseguir un gran toro. La definición que da Juan Pedro (y que suscribimos totalmente) de la fiereza es la siguiente:
“El carácter que da emoción al espectador. Embestir con empuje y fuerza empleando todo su cuerpo en el ataque, tanto al caballo como a la muleta. Es la condición que da al toro la sensación de riesgo en cada una de sus arrancadas”
Impresionante la fiereza de la embestida a la muleta de Paquirri del toro “Buenasuerte” de la ganadería de Torrestrella de Álvaro Domecq, que le consagró en las Ventas. (Impresionante también la tranquilidad del torero ante la fuerte acometida del toro)
En conclusión, se mantienen los mismos conceptos fundamentales que definía Fernández Salcedo en los años 60-70, pero la referencia ya no es exclusivamente o primordialmente o mayoritariamente la suerte de varas, sino que se exige que el toro mantenga su comportamiento de bravo a lo largo de toda la lidia. Y eso si, se empieza a señalar de forma explícita como factor básico, junto a la bravura, la toreabilidad (o sea la nobleza o suavidad).
Postdata: Para quienes leyeron la entrada anterior (La primera sobre la bravura) el mismo día de su inserción, aconseje releerla. He incluido posteriormente alguna información bastante curiosa y novedosa sobre Antonio Fernández Heredia “Hache”.
(Continuará…)
9 comentarios:
Me pierdo un poco con tanta valoración matemática, pero sigo disfrutando cada día mas con las fotos seleccionadas para las explicaciones que das y el pie de foto que parece aclararlo todo.
Me quedo con el modo de calificar la bravura de Luis Fernández Salcedo, lo siento pero a Juan Pedro como ganadero no le tengo mucha estima. Soy joven (28 años) y lo que he visto de su ganadería, salvo en rarísimas excepciones, han sido toros muy descastados, excesivamente nobles, flojos y muchas veces con un trapío por debajo de su encaste. Tanta toreabilidad aburre en los tendidos y la Fiesta se nutre de la emoción.
Pienso además que sus palabras sobre la armonía del toro y las hechuras perfectas para embestir van en detrimento de la variedad que tanto enriquece la Fiesta. El toro armónico se da en pocos encastes, hay unos con culo almendra, los hay cortos de cuello, de lámina recortada, barrigones, agalgados, astillamos o cornicortos... en pocos encastes se da el toro de hechuras perfectas para embestir y cada uno con unas particularidades para la lidia. Buscando el toro que Juan Pedro refiere se marginan muchos encastes y esto redunda en monotonía y poca o nula diversidad. Vale que en cada encaste haya un toro armónico ajustándose a la morfología que corresponda pero no puede haber un toro armónico para toda la cabaña brava porque, vuelvo a insistir, va en contra de la diversidad de la Fiesta.
El toro de Vicente Marti ez tiene una estampa preciosa.
Saludos.
Magnifico de nuevo el articulo. Voy a dejar de consultar el Cossio.
Me llama la atención en la "tabla de calificación" que no valora la "fijeza" sobretodo en el último tercio, siendo esto hoy una virtud muy valorada. A no ser que esté englobada en el apartado "ausencia de defectos", que por otro lado parece una contradicción, ya que si no hay defectos es que será un toro de 10. (Es solo una opinión).
Saludos.
Señor Miranda:
Muchas gracias por su elogio. Sin embargo, yo no dejaría de consultar el Cossío. Merece la pena.
Por lo que respecta a la fijeza y su ausencia en la tabla de LFS, creo que la clave está en algo que decía el propio Don Luís y es que en las virtudes y defectos del toro también hay “modas”. La fijeza es algo que se valora hoy, pero de lo que se hablaba menos en los años del artículo de Don Luís. Por el contrario, JP si la incluye entre los 24 caracteres del comportamiento (cuya lista yo no insertaba para no hacer demasiado extensa la entrada del blog). La definición que da JP, es la siguiente: “Estar absorbido en la lucha y en el oponente sin reparar en las demás cosas que le rodean”. Para mí y como usted dice es uno de los componentes esenciales del toro bravo. Vamos, que me "fijo" mucho en la "fijeza" (valga la redundancia)
Un abrazo
Jose Morente
Esther:
No se porqué, pero me da la impresión que es usted de "letras".
Lamento, en todo caso, el exceso numérico. Le prometo que no se volverá a repetir salvo en caso extremo y siempre que sea imprescindible.
Un abrazo
Jose Morente
Vazqueño:
En esto de los toros nadie tiene la última palabra y es lógico que existan opiniones distintas. Yo creo que esto es lo que enriquece a la fiesta.
Por lo que respecta al exceso de toreabilidad de algunos toros, su opinión coincide –curiosamente- con la del propio JP. Copio literalmente lo que dice el ganadero en su libro: “En la Fiesta de los toros es absolutamente necesaria su componente trágica-, sin el riesgo la Fiesta no tiene sentido (…) si se elimina esa base, el rito desaparece. Si se elimina la posible tragedia final, y la emotiva del riesgo, los toros no existirían”. Creo que estas palabras las suscribiría cualquier aficionado.
Por lo que respecta al toro de Juan Pedro actual creo que el propio ganadero es el primero en ser consciente del gran defecto de su ganadería y de gran parte de este encaste que es, en mi criterio, que el bueno embiste y el malo se para (Estoy simplificando, pero creo que eso es lo que los hace muy cómodos y atractivos para los toreros). De hecho, JP lo reconoce de forma explícita: “Yo no busco [Ya. Añadiría yo. Creo que ha habido momentos en que lo ha buscado] ese toro [el que se para, el de poca movilidad, el de baja bravura u poca fiereza] porque, según mi punto de vista, con él se puede torear bien, pero (…) lo que quiero es buscar un toro que se mueva, que repita (…) ese toro exige que el torero, aparte de tener arte, tenga técnica y además deba esforzarse a fondo para torearlo”. Añade además: “[La] toreabilidad resulta más fácil cuando el toro es menos fiero o tiene menos casta o raza, pero a esa toreabilidad le falta el componente esencial de la emoción y aunque el equilibrio (…) es mucho más difícil de conseguir ese es el objetivo que estoy buscando en estos últimos años”.
En mi opinión JP es un gran aficionado y, sobre todo al toreo y a torear el personalmente, circunstancia que quizás ha influido en demasía en el enfoque que ha dado a su ganadería. Pero, en cualquier caso, repito, creo que se trata de un apasionado del toreo.
Sobre las hechuras comparto la opinión que usted manifiesta y es exactamente lo que se señala en la entrada del blog. JP dice que el toro tiene que tener "trapío" y yo ya aclaraba que ese concepto varía según las distintas ganaderías. Lo explicaba (muy bien por cierto) Gregorio Corrochano: “Aclaremos los conceptos de trapío (…). Cualquier vaquero sabe que no tiene la misma construcción de esqueleto ni el mismo tipo, ni el mismo rendimiento, un toro de raza vazqueña, que un toro de casta de Vistahermosa. Las ganaderías tiene sus características definidas y acusadas”. Y añadía que el toro debe “estar en el tipo de los individuos de la ganadería a la que pertenecen”. En cualquier caso, repito que me parece muy adecuado su criterio.
Bueno, siempre se ha dicho que las buenas faenas son las faenas cortas. Temo que esta vez me van a dar uno o dos avisos.
Un abrazo
Jose Morente
No pongo en duda la afición de Juan Pedro y sus conocimientos del toro de lidia que sin duda son mil veces más amplios que los míos. Sin embargo, como aficionado, si cuestiono el toro que echa a la plaza porque generalmente es un animal que transmite lástima en vez de miedo y respeto. Estaría bien poner en práctica las citas tan brillantes que deja en ese libro, de momento no veo nada de esto en sus animales, estaré atento porque el libro es reciente y las ganaderías tardan en evolucionar.
Saludos.
Vazqueño:
Me parece correcto su criterio por lo que seguiremos la marcha de esa ganadería para ver si la práctica confirma la teoría. Confiemos en que por bien de nuestra Fiesta, sea así. Máxime cuando es una ganadería referente de tantas otras.
Un abrazo
Jose Morente
Otro excelente artículo. Y estoy completamente de acuerdo con tu comentario sobre "fijeza." Si antes, se hablaba menos de fijeza es porque salieron más mansos y los toreros tenían que adaptar la lidia a la falta de fijeza. Pero desde tiempos de Pepe Illo, los toreros han sabido la importancia de fijeza y en su libro La Tauromaquia lo explica claramente.
Jim Verner
Publicar un comentario