domingo, 22 de mayo de 2016

Un siglo apasionante (De Gallito a José Tomás)

Por Antonio Luís Aguilera



“En José estuvo el soplo
y en Juan la brasa:
y en los dos encendida,
la llamarada”
José Bergamín


Dicen que Juan Belmonte paró el toreo, pero quien de verdad se paró fue el genio de Triana, que conservando la quietud de plantas toreó a la verónica como nadie lo había hecho: cuadrando el capote para encelar, adelantándolo para citar, enganchando al toro antes de que llegara al terreno del torero y, atrayéndolo en un temple portentoso, llevarlo hacia detrás de la cadera, agotando el recorrido del brazo, para inmediatamente volver a presentarle la tela y ligar otra verónica que parecía continuación de la anterior. Y así, los lances se sucedían mientras el toro repetía, hasta ser abrochados con media verónica escultural, liándose el animal a la cintura, que liberaba la emoción contenida del público y provocaba su jubilosa manifestación ante un toreo nuevo, verdaderamente excepcional, que nacía de la quietud del torero en la suerte. 


La escultural media verónica de Juan Belmonte

Callan que Gallito, con un toro que había evolucionado e iba consintiendo que le disputasen su terreno, reveló la senda del toreo moderno, colocando la primera piedra de la técnica que con el tiempo permitiría la ligazón del toreo de muleta. Una aportación de enorme trascendencia histórica que no halló eco literario, pues mientras Belmonte se rodeó de intelectuales, cuyas glosas le atribuirían la paternidad del toreo moderno, Joselito, enamorado de su profesión y obsesionado por sujetar en solitario el cetro del toreo, frecuentó la vida campera para conocer al detalle todas las ganaderías y las reacciones de los diferentes encastes. De ahí que, a menor relación social, su toreo no encontrara idéntica repercusión literaria. No obstante, desde una perspectiva histórica, aquella segunda edad de oro del toreo –este título ya había rotulado la competencia entre Lagartijo y Frascuelo- no puede entenderse sin la solidaria y determinante influencia de José y Juan.


En el larguísimo pase natural de Joselito se encierran las claves del moderno toreo de muleta
Tras la muerte de Gallito en Talavera de la Reina, un discípulo suyo, Manuel Jiménez Chicuelo, otorgaría continuidad al pase natural revelado por su maestro, pero instrumentado con el aplomo manifestado por Juan. Y como el de la calle Betis estaba bendecido por la gracia del arte, su toreo asombró por la belleza. No lo hizo todas las tardes, pues ni todos los toros lo consentían ni su ánimo se prestaba a batallas, pero cuando manifestaba su arte “acababa con el cuadro”. Su toreo, por sosegado y ligado, era diferente a todos e inmediatamente encontró la cálida acogida del público, que maravillado por tan armónica ligazón comenzó a exigirla a los demás toreros. Para ello fue determinante la faena que Chicuelo llevó a cabo en Madrid el 24 de mayo de 1928, donde deslumbró ligando primorosamente el toreo en redondo por ambas manos a “Corchaíto”, bravo ejemplar de la ganadería de Graciliano Pérez Tabernero, al que formó un alboroto que sin lugar a dudas marcó un antes y un después en la historia del toreo.

1928. Chicuelo con Corchaíto. Un antes y un después en el toreo de muleta (aunque él "antes" ya había hecho lo mismo en México)
Un después que concluiría Manolete, figura indispensable para entender el toreo actual, porque representa el eslabón de la cadena que engarza la sabiduría plasmada por Guerrita en su Tauromaquia, con la portentosa técnica revelada por Joselito y la asombrosa quietud de Belmonte, para consolidar el toreo ligado en redondo, método que tras el reinado del espada cordobés sería aceptado por todos los toreros como la estructura necesaria para interpretar cualquier manifestación artística. Manolete acorta distancias y articula la ligazón de los pases para otorgar sentido de unidad a la faena de muleta.

Con escalofriante quietud y asombrosa regularidad añade los verbos “aguantar y ligar” a la trilogía “parar, templar y mandar”, para que adquiera validez un sistema donde el espada deja venir al toro por su terreno natural para llevarlo hacia atrás y hacia adentro. El monstruo cambia definitivamente el toreo: de la expulsión a la reunión, del distanciamiento al ajuste, del pase suelto uno aquí y otro allí al acoplamiento que facilita la ligazón y realza la expresividad artística.

1944- Natural de Manolete en Bilbao. Se consolida la estructura de la faena moderna de pases ligados en tandas.

Consolidado el toreo ligado en redondo, Manuel Benítez el Cordobés irrumpe en la Fiesta para dar un nuevo giro de tuerca al método. El de Palma del Río se impone a un maravilloso elenco de espadas, triunfa clamorosamente en todas las plazas y se convierte en la locomotora que remolca el toreo de su tiempo. También en el torero que más público ha movilizado en la historia del arte de Cúchares, otro heterodoxo histórico cuestionado por los escolásticos de su época. Excluyendo la puesta en escena de Manuel Benítez y analizando su obra, encontramos un torero que conectaba de inmediato con el público cuando sujetando muleta y espada, en los medios y centrado con el toro, lo dejaba venir por su terreno natural, y con espléndida flexibilidad de cintura y gran juego de muñecas lo llevaba hacia atrás, hacia el terreno de su espalda, donde una y otra vez volvía a engancharlo para ligar larguísimas y ajustadas series con las que rompió todos los moldes del toreo en redondo.

El Cordobés enganchaba al toro y lo llevaba hacia atrás con un gran juego de muñecas
Parecía imposible que otro espada pudiera torear más cerca. Sin embargo, la historia volvió a sorprender con Paco Ojeda, otro revolucionario que, en las distancias más cortas, daba los pases más largos, ligando el toreo de un pitón a otro sin variar la posición. El genio de Sanlúcar de Barrameda cambiaba la muleta de una a otra mano para coser redondos con naturales, mientras el toro trazaba “ochos” en sus idas y venidas alrededor del torero, que asombrosamente permanecía impasible en el ruedo hasta cerrar aquellas espeluznantes series con auténticos forzados de pecho. Ojeda dominaba primorosamente los toques, no sólo para fijar o alargar la embestida del toro, sino para obligarlo a describir una curva de más en el remate de la suerte, donde le exigía volver por el otro pitón sin que él rectificara su posición en la arena y mientras el público se ponía de pie al ver lo que ocurría en el ruedo. Paco Ojeda revolucionó la Fiesta desarmando todas las teorías sobre los terrenos del toro o del torero y proclamando un solo terreno: el del toreo.

En las idas y venidas del toro tras la muleta de Ojeda se produce el novedoso y sorprendente aporte del toreo cambiado pero con el torero quieto como eje de la faena.

De todas las fuentes citadas bebe la tauromaquia de José Tomás, y a todas honra con un toreo conmovedor que ha devuelto a la Fiesta la emoción que siempre le tributaron las grandes figuras. Pocas veces la historia del toreo ha registrado una reaparición más deseada por el público y con mayor poder de convocatoria. La afición añoraba la vuelta de José Tomás por su imperturbable quietud, por el sitio tan comprometido que pisa, por lo cerca que se pasa los toros, por su forma de sentir el toreo y porque sabe que está ante un torero histórico. De ahí que las localidades de sus actuaciones se agoten con increíble anticipación, la reventa maneje cifras increíbles y las peregrinaciones de aficionados se sucedan por las plazas donde el madrileño echa el paseíllo. Todos quieren ser testigos de ese toreo de manos bajas mecido por unas telas cuyo temple y mando otorgan majestuosidad y hondura a una reunión que por bragueta, pureza y belleza eriza el vello y pone un nudo en la garganta.

Casi cien años de historia han sido necesarios para la evolución, desarrollo y perfeccionamiento de un toreo apasionante: el ligado en redondo. Desde el soplo de Gallito en la brasa de Belmonte a la llamarada del gran Chicuelo, propagada tarde a tarde por la perseverancia de Manolete, que marca definitivamente el rumbo de la tauromaquia contemporánea, consolidando un sistema que todos los toreros adoptarán para interpretar su toreo. He aquí la síntesis histórica de cuatro figuras legendarias que al expresar el toreo enseñaron el camino que conducía a la ligazón de los pases y su estructura en series, estrechado angustiosamente por Manuel Benítez el Cordobés y Paco Ojeda. Es, en esa estrechez, donde ha brotado una nueva primavera de esplendor y emoción con José Tomás, en cuya manifestación artística confluye el curso de un apasionante siglo de tauromaquia.

José Tomás en Jerez este mismo años. Bragueta, pureza y belleza en el toreo al natural. Un toreo al natural donde confluyen cien años de historia (Fotografía Arjona)
Nota de LRI: Este artículo se escribió hace ya 8 años con motivo de la vuelta a los ruedos de José Tomás. La síntesis que hace de los cien años que llevamos de toreo moderno es sencillamente genial por lo que me ha parecido oportuno rescatarlo ya que al haberse publicado en una revista local concretamente "Toreros cordobeses" no había tenido la difusión que creo que se merece.

4 comentarios:

Cincinato dijo...

Es difícil opinar sobre la última parte de esta excelente entrada, ya que se centra en José Tomás. ¿Y cómo hablar de lo que no se puede ver?

El de Galapagar con su política de torear poco, en plazas pequeñas y sin TV se ha convertido en un misterio y ha conseguido agotar las entradas, sí.

Pero algo sí he podido verle, en esta última etapa. Una vez. No es prudente elaborar una teoría con tan poca base, pero no es culpa mía si no le puedo ver más. Bien que me gustaría verle en las plazas que sigo presencialmente o por TV: Bilbao, Madrid, Sevilla...

Ahí va: basándome en lo que vi ese día, lo que veo en resúmenes televisivos y lo que oigo tanto a críticos como a partidarios, más que como a un paso más en la evolución iniciada por Joselito y Belmonte, yo veo una involución. José Tomás, en cierto sentido, está deshaciendo el camino que hizo Belmonte.

El aliciente para ver al Belmonte al principio de su carrera era verle "antes de que un toro le matara". Las cogidas eran frecuentes, y el riesgo enorme. A base de torear se dice que aprendió de Joselito (y Joselito de él), su toreo se asentó, y ya no daba tanto miedo. Un sector del público llegó a recriminárselo.

José Tomás ha evolucionado su toreo desde su etapa "normal" (1995-2002) en la que se punto fuerte era que hacia un toreo puro y excelente, hasta el momento actual de que su punto fuerte -además del marketing de misterio- es el susto, el miedo, el riesgo de cogida. Aspecto exagerado por sus propios turiferarios, que sobre todo a raíz de Aguascalientes se dedicaron a especular públicamente con que buscaba la muerte.

La trayectoria de Belmonte pero al revés. Eso unido a que su forma de planificar la temporada y rehuir la TV le han convertido en un lujo para ricos y un capricho para snobs me hacen preguntarme si a pesar de toda su pose de "progresismo" político, taurinamente no se le debería calificar de reaccionario.

Pese a este comentario algo provocador, me reitero en que la entrada es excelente. Como lo es esta joya de blog. Felicidades.

Me ha gustado especialmente el recuerdo a Corchaíto. Un tío mío presencio esa faena en la plaza, y me hablaba a menudo de ella.

Jose Morente dijo...

Cincinato:

Todo reflexión, toda buena reflexión, es provocadora y, en ese sentido, lo es la suya.

Dicho esto y compartiendo su desazón por no poder ver más veces (o alguna vez) a este torero, me parece muy acertado el símil con Belmonte (siempre he pensado que -salvando las distancias- Tomás es el Belmonte de nuestra época; igual que Juli es el Gallito de hoy o Morante sería el Divino Calvo).

Sin embargo, igual que Belmonte, si creo que su toreo ha evolucionado pero no tanto de un punto de máxima exposición a otro de mayor aún sino de un punto de cierto concepto técnico a otro más depurado aún si cabe donde el comportamiento del toro, igual que hizo Belmonte, empieza a importarle al torero.

Tomás torea hoy (en lo que le he visto) con la técnica depurada de siempre pero con mayor capacidad de adaptación de esa técnica (ya menos intransigente en lo accesorio) a las condiciones de las reses a las que se enfrenta.

Se ha perdido, algo la mística del riesgo por el riesgo (que nunca fue su objetivo aunque lo pareciera) por esa capacidad más gallista de poder estar bien o muy bien con toros muy diferentes.

Eso se pudo ver en Jerez donde hizo dos grandes faenas a dos toros diferentes. El bueno y el malo o complicado. Y eso sin perder esa obsesión de este torero por explorar siempre los límites. Los suyos y los de los toros que tiene delante. En eso, no ha cambiado.

Un cordial saludo.

PD: La valoración que merece la planificación de sus temporadas es otro tema que creo oportuno tratar en otro momento

Cincinato dijo...

Gracias por la buena acogida.

Me alegro que el toreo de José Tomás esté adquiriendo más técnica y se base menos en el patetismo. Aunque respeto este último -creo que la fiesta necesita de estilos variados independientemente de que no todos me gusten lo mismo- me gusta más ese concepto que dice haber visto en Jerez.

El Tomás que yo recuerdo de su primera época adolecía precisamente de no saber adaptarse a todos los toros: excelso con los que le servían, dejaba bastante que desear con los complicados. Por eso, de las tres veces que le vi compartiendo cartel con Ponce, en las dos ocasiones en las que los toros fueron algo ásperos el de Chiva quedó por encima de él; mientras que cuando salieron toros nobles, fue Tomás el que se impuso en su particular competencia.

Por cierto: personalmente creo que si hay un heredero de Gallito, ese debe ser Ponce. Aunque a diferencia de Joselito Enrique no sea un torero total en todos los tercios sino que está más centrado en la muleta (como lo está el toreo moderno)

En esta segunda época, a José Tomás solo le he podido ver al principio de ella, y lo que nos levantó de los asientos no fue su técnica con la muleta, sino lo ajustado de dos quites: uno por gaoneras y otro por chicuelinas: no se puede torear más cerca. Exposición y riesgo máximos. A la salida, era lo único que de verdad perduraba de lo que vimos esa tarde.

Queda dicho que eso fue hace ya varios años. Tomo nota de que su toreo ha evolucionado. Me quedo con eso y me lo creo: por lo que voy leyendo de este blog me parece usted un aficionado centrado y de fiar, lejos de dogmatismos -tan abundantes en este mundo- y de exageraciones. Por eso me está gustando tanto este blog que descubrí hace apenas unas semanas.

Jose Morente dijo...

Cincinato.

Si. En mi opinión así es el Tomás más reciente El de la mañana de Nimes o el de Jerez. Veremos que hace en Alicante o San Sebastián.

Por lo que respecta al heredero de Gallito, tengo para mí que el más parecido dentro de las plazas es el Juli cuyo concepto es más global. Ponce es demasiado elegante y lo subordina todo al estilo cosa que no hacía el menor de los Gallo a quien acusaban de retorcerse como un sacacorchos (hoy diríamos, como una alcayata). POnce es más fino, tiene mucho mejor estilo. Además de ser, por supuesto, un grandioso torero, con capacidad para enfrentarse a todo tipo de toros siempre con facilidad y solvencia.

Por otra parte, veo también más peleón con las empresas a Juli quien al igual que Joselito gusta de hacer le guerra a estas. Ponce durante toda su carrera ha sido un torero mucho más "cómodo" para los empresarios.

Pero en fin, y como dije en mi anterior comentario, estos son sólo apreciaciones personales.

Un cordial saludo.

PD: Y muchas gracias por sus elogios hacia este blog.