|
Antonio Bienvenida hizo en Málaga, en una tarde en la que Miguelín cortó un rabo, una faena histórica que no pudo coronar con la espada (Tres pinchazos, media bien colocada y un golpe de descabello necesitó para acabar con el noble toro de Pablo Romero). Pese a ello, la vuelta al ruedo fie apoteósica y el Jurado del Capote de Paseo le concedió una mención especial por su buen toreo de muleta. A mí, aquella forma de torear de muleta me impactó (Reseña del Ruedo)
|
A esa
primera e
impactante impresión, siguió un
ansía tremenda por indagar y por ahondar en los
entresijos de la corrida. En un proceso que creo similar al de tantas otros aficionados, mis
fuentes fueron: Primero, lo que
escuchaba a los viejos aficionados, comenzando por los de mi
entorno familiar y, en segundo lugar, lo que leía y
aprendía en los libros de toros y en las
reseñas de las revistas taurinas.
Y es que oír,
oía mucho y leer,
leía mucho. Sobre todo, esto último pues yo, lector empedernido, ya había descubierto la biblioteca taurina de mi abuelo y
leía todo cuanto
de toros caía en mis manos.
Mirando el pasado. Los mitos
Si la corrida en la plaza podía resultar
apasionante, la
historia del toreo, los
hechos y sucedidos de los grandes toreros del pasado, no le iban a la zaga. Tal y como
aparecían en los libros, los toreros de
antaño eran uno
héroes legendarios protagonistas de
proezas tremebundas y cuyas anécdotas poblaban el
imaginario de los aficionados.
|
La imagen que nos llegaba de los toreros antiguos era triunfalista y heroica (Grabado de Gustavo Doré "El triunfo del espada" 1874) |
Tan
tremebunda, tan
apasionante era esa historia que, a su lado, al lado de aquellos
heroicos toreros de los libros, los toreros de aquel presente, que hoy es ya historia,
empalidecían y aparecían
empequeñecidos como
simples mortales que
no alcanzaban, ni por asomo, la
grandeza de los viejos maestros retirados o desaparecidos.
Si algo
caracteriza al aficionado a los toros, es su permanente
nostalgia de un pasado imaginado, un pasado que -por desgracia- casi
nunca fue como lo imaginamos.
Y es lógico pues del
pasado seleccionamos lo mejor, las tardes de
gloria, los toreros que llegaron a la
cumbre, las ganaderías
míticas. Con el
presente hacemos todo lo contrario. "Del pasado, sus
grandezas y del presente, sus
miserias" podía ser nuestro credo como aficionado.
|
La memoria y recuerdo de los grandes toreros del pasado hacia empalidecer y desdibujaba la importancia de los toreros de aquel presente: Luis Miguel, Ordoñez, Bienvenida, Camino, Puerta, El Viti, Palomo, Paquirri, Dámaso, etc. no eran nadie ni nada frente a Manolete, Joselito, Laartijo o Pedro Romero.
|
Mirando al infinito. Los cánones
Además, había otro problema añadido, más importante quizás, y es que aquellos
libros que yo leía y aquellos
aficionados a los que yo escuchaba,
defendían, como
normas de obligado cumplimiento, una forma de torear -los cánones- que
no tenían nada que ver con lo que los toreros
hacían realmente en la plaza.
|
Luis Miguel Dominguín en un pase natural en la misma Feria de Málaga del 72 en la que vi torear a Antonio Bienvenida. El toreo que los grandes toreros de entonces hacían en la plaza (igual que el que hoy hacen) no tenía (no tiene) nada que ver con los cánones que defendían (y defienden cuarenta y tantos años después) los aficionados más dogmáticos. Un verdadero sinsentido.
|
|
Para aumentar esa ceremonia de la confusión que son los actuales cánones, algunos toreros se han obstinado en decir y defender (en público y en privado) justamente lo contrario de lo que luego hacían o habían hecho en los ruedos. Lo preocupante es que al aficionado que los escucha, le resultan más convincentes las palabras que los hechos.
|
Un
divorcio explicable, porque desde principios de siglo y, sobre todo, a partir de la Guerra Civil, el toreo había cambiado de forma radical. A un toro
decimonónico de bravura
simplificada, criado sólo para matar caballos, le había sustituido un toro de bravura
completa, al que se le pedían muchos
más matices en la embestida. A un muletazo de trazo
corto y simple le había sustituido un muletazo de trazo
largo y complejo. Hoy las embestidas del toro y los trazos de los muletazos son aún todavía si cabe mucho
más largos y complejos que entonces.
|
Natural de José Tomás en Nimes. Ni la compleja embestida del toro de hoy, ni el complejo trazo del muletazo del toreo actual tienen nada que ver con el toreo de finales del XIX y, ni siquiera,, con el toreo de antes de la Guerra Civil.
|
Aunque esos cambios resultaban muy
evidentes, no era tan evidente ni fácil
entenderlos ni
explicarlos entre otras cosas porque esas
claves técnicas del toreo no eran entonces
accesibles al aficionado común. Los toreros antiguos eran muy
celosos de su oficio y resultaba imposible conseguir que accedieran a
desvelar los "trucos" del oficio ni siquiera a sus propios compañeros.
El
conocimiento técnico de los
viejos aficionados se veía
necesariamente reducido a una
simplificación esquemática (llamada
cánones) de los preceptos contenidos en las
viejas tauromaquias con algunas pequeñas -muy pequeñas- aportaciones o matizaciones posteriores.
|
A lo largo de la historia del toreo, el conocimiento de la técnica por el aficionado se ha reducido prácticamente a lo que decían las viejas Tauromaquias. Siempre me ha interesado sobremanera es la técnica pero, salvo las viejas tauromaquias y algunos raros libros, era muy poco lo que se podía aprender sobre el tema. .
|
La visión nostálgica hace que, del toreo ayer, enviemos al baúl de los recuerdos todo lo que no cuadra con nuestros esquemas preconcebidos. Cuando al aficionado dogmático de nuestros días se le habla de toreo en redondo o toreo en ochos, por ejemplo, tuerce el gesto y mira para otro lado pues esas precisiones técnicas, imprescindibles para entender la historia del toreo, le complican la vida y ponen en solfa sus conocimientos anteriores. Todo antes que tener rectificar sus ideas por muy erróneas o parciales que estas sean.. Desde luego no manifiestan ningún interés por comprender el toreo sino sólo por reafirmar sus convicciones. Más que un ejercicio intelectual, el toreo es, para esos aficionados, un ejercicio de fe religiosa.
|
|
El estado de la cuestión
Creo que esa radical
incapacidad de entender lo que
realmente ocurre en el ruedo, propiciada por una visión
esquemática y
nostálgica, basada en la
simplificación de la técnica y en el
culto al pasado imaginario, es la que
explicaría el radical y eterno descontento o
desencanto con el que el aficionado a los toros afronta históricamente su afición.
Dicho de otro modo, no es fácil entusiasmarse con lo que ocurre en la plaza, cuando
lo que vemos en ellas no tiene nada con ver con
lo que quisiéramos o nos gustaría ver que es lo que ocurre cuando analizamos y valoramos el toreo actual a través de los
clichés y
estereotipos con los que solemos ir a los toros.
|
Premiada de forma menor, la grandiosa actuación de Talavante en Madrid con un toro de Cuvillo, ha puesto en evidencia la incapacidad de la afición más conspicua (la madrileña) para entender cabalmente lo que ocurría en el ruedo. Madrid se emociona (¡y de que forma!) pero sólo con lo evidente y emocionante.
|
(Continuará)
No hay comentarios:
Publicar un comentario