Toledo. 1917. Una foto emblemática y premiada de Cervera. Un quite de Belmonte y Gaona. "Donde está el toro está la corrida". |
"Donde está el toro, está la corrida"
Decía Gregorio Corrochano que "donde está el toro, está la corrida". Con ello quería indicar que, durante la lidia, no se puede apartar la vista del toro so pena de perdernos cualquier incidente de interés.
Tiene la frase otra segunda lectura aún más jugosa y sustanciosa, sin mirar al toro, sin entender su comportamiento, no se puede juzgar ni valorar correctamente lo que hace el torero. O, dicho como se dice habitualmente, que el mérito (o demérito) de una faena depende del toro.
La realidad, por el contrario, es que los públicos (y también los aficionados) juzgan las faenas por su resultado, por el mayor o menor lucimiento de los diestros, sin atender ni tener en cuenta ni considerar el comportamiento de las reses y las dificultades o matices que presentan estas para la lidia Si la faena es lucida y brillante, perfecto. Si no lo es, malo.
Y esto ocurre no sólo en plazas pequeñas sino incluso en plazas como Madrid donde tanto se presume de lo contrario.
Lo que ocurre en Madrid.
Esa desatención del publico de Madrid hacia el toro, un toro del que sólo se mira y valora su trapío, sus pitones y su fiereza, es la razón de que, en esa plaza, las corridas se vean en blanco o negro. Lo muy bueno y lo muy malo. Sin matices. Por eso, en Madrid, se pasa del desapego más absoluto al entusiasmo más desaforado sin transición alguna.
Eso se vio en la faena de Talavante, en su segundo toro de su primera tarde de este San Isidro, cuando se pasó, en un instante, de la indiferencia absoluta al entusiasmo explosivo de las dos tandas finales, Y que no se diga que sólo entonces (en esas dos tandas finales) hubo buen toreo porque el mérito real estuvo antes. Estuvo en el riesgo, en la apuesta, en la exposición continua y desde el inicia de faena, a un toro muy complicado y exigente de Núñez del Cuvillo. El problema es es que Madrid miraba al conjunto sin ver al toro.
Puede que todo ocurriese por tratarse de un toro de una ganadería etiquetada como comercial y facilona. Puede que, de llevar el toro otro hierro, la reacción del público hubiese sido distinta. Puede pero no lo creo.
Veamos otro ejemplo parecido.
La (no) oreja de Ureña
Solo un par de dias antes, Madrid premiaba con oreja una faena de Paco Ureña ante un gran toro de Lola Domecq. El problema es que se había dejado sin premio la, para mi, mejor faena de la tarde, la que hizo el murciano a su complicado primer toro. Ahý Ureña se la jugó de verdad y sin cuento.
La faena a su primer toro tuvo mucho más mérito por las complicaciones del toro, pero la plaza no lo supo ver, Se premió una faena de mayor lucimiento pero quizás de menor enjundia. Todo por no valorar (por no mirar) al toro..
El "Desastre" de Clotilde.
El 18 de mayo saltó al ruedo de las Ventas un toro bravo, lo que en esta plaza que tanto gusta del toro fuera de tipo, es noticia. Un toro de Clotilde Calvo (Buenavista) que se lidió como sobrero al haber sido devuelto el primero de la tarde. Un toro, no bravo sino bravísimo.
Sin embargo, la faena, aunque con momentos de interés y por lo que fuese, no cogió vuelo y el toro pasó desapercibido para el público y, lo que es más grave, para los aficionados de esta plaza. Desapercibido tanto por su hierro (el encaste Domecq está ninguneado en Madrid) como por ese prurito de atender sólo al lucimiento del diestro. Un lucimiento que, en este caso, no existió.
Para apreciar como es el toro, no se puede estar mirando sólo obsesiva y continuadamente al torero, a la pierna retrasada del torero y al pico de la muleta del torero, hay que mirar (obsesiva y continuadamente) al toro. Que es lo que no se suele hacer.
El caso es que el toro de Clotide no fue ningún desastre sino todo lo contrario, Desastre nosotros, incapaces de saber mirar al toro.
Un experimento.
En plan experimento, he montado en película la faena de ese toro, a partir del resumen diario que facilita Canal+, pero eliminando de la imagen la mitad del cuerpo del torero hacia arriba. Así no tenemos la tentación de fijarnos en su apostura o su elegancia sino sólo en el comportamiento del toro, en su embestida y en su mirada
Son sólo un par de tandas pero vista así la faena, mirando sólo al toro, sorprende la obsesión de "Desastre" por seguir la muleta, sorprende su mirada fija en la muleta, buscando, una y otra vez, el trapo escarlata, al que sigue con bravura y transmisión. Decía José Luis Lozano que la bravura del toro está en su mirada. Es la mejor definición de la bravura que he oído o leído.
Y ahora, lo mismo, pero en película que es como mejor se aprecia el toreo.
Conclusión
La corrida no es en blanco y negro. En el toreo, lo importante son los matices y los detalles. No se trata tanto de fracasar o triunfar (que también) sino de cómo y porqué se fracasa y se triunfa. Y para poder poner las cosas en sus justos términos, sólo hay un camino mirar al toro.
Que es lo que no se hace o no se sabe o no se quiere hacer.
Sevilla. Feria de abril de 2016. Cogida de Alcalareño. Quien no mira continuamente al toro está expuesto a dejar de ver los incidentes de la lidia (Fotografía: Sevilla Toro) |
Tiene la frase otra segunda lectura aún más jugosa y sustanciosa, sin mirar al toro, sin entender su comportamiento, no se puede juzgar ni valorar correctamente lo que hace el torero. O, dicho como se dice habitualmente, que el mérito (o demérito) de una faena depende del toro.
La realidad, por el contrario, es que los públicos (y también los aficionados) juzgan las faenas por su resultado, por el mayor o menor lucimiento de los diestros, sin atender ni tener en cuenta ni considerar el comportamiento de las reses y las dificultades o matices que presentan estas para la lidia Si la faena es lucida y brillante, perfecto. Si no lo es, malo.
Y esto ocurre no sólo en plazas pequeñas sino incluso en plazas como Madrid donde tanto se presume de lo contrario.
Lo que ocurre en Madrid.
Esa desatención del publico de Madrid hacia el toro, un toro del que sólo se mira y valora su trapío, sus pitones y su fiereza, es la razón de que, en esa plaza, las corridas se vean en blanco o negro. Lo muy bueno y lo muy malo. Sin matices. Por eso, en Madrid, se pasa del desapego más absoluto al entusiasmo más desaforado sin transición alguna.
Eso se vio en la faena de Talavante, en su segundo toro de su primera tarde de este San Isidro, cuando se pasó, en un instante, de la indiferencia absoluta al entusiasmo explosivo de las dos tandas finales, Y que no se diga que sólo entonces (en esas dos tandas finales) hubo buen toreo porque el mérito real estuvo antes. Estuvo en el riesgo, en la apuesta, en la exposición continua y desde el inicia de faena, a un toro muy complicado y exigente de Núñez del Cuvillo. El problema es es que Madrid miraba al conjunto sin ver al toro.
Un toro muy complicado y un torero es estado de gracia. Una faena extraordinaria que Madrid no supo ver hasta el final. Demasiado tarde para proclamarse Cátedra (Foto de Juan Pelegrín-Las Ventas) |
Puede que todo ocurriese por tratarse de un toro de una ganadería etiquetada como comercial y facilona. Puede que, de llevar el toro otro hierro, la reacción del público hubiese sido distinta. Puede pero no lo creo.
Veamos otro ejemplo parecido.
La (no) oreja de Ureña
Solo un par de dias antes, Madrid premiaba con oreja una faena de Paco Ureña ante un gran toro de Lola Domecq. El problema es que se había dejado sin premio la, para mi, mejor faena de la tarde, la que hizo el murciano a su complicado primer toro. Ahý Ureña se la jugó de verdad y sin cuento.
La faena a su primer toro tuvo mucho más mérito por las complicaciones del toro, pero la plaza no lo supo ver, Se premió una faena de mayor lucimiento pero quizás de menor enjundia. Todo por no valorar (por no mirar) al toro..
Precioso muletazo de Ureña al buen toro de Lola Domecq al que cortó al oreja. Sin embargo, lo más meritorio de su actuación había tenido lugar en el toro anterior (Foto de Antonio Heredia-El Mundo) |
El "Desastre" de Clotilde.
El 18 de mayo saltó al ruedo de las Ventas un toro bravo, lo que en esta plaza que tanto gusta del toro fuera de tipo, es noticia. Un toro de Clotilde Calvo (Buenavista) que se lidió como sobrero al haber sido devuelto el primero de la tarde. Un toro, no bravo sino bravísimo.
Desastre. Bravo toro de Clotilde Calvo, Buenavista. Lidiado en 1º lugar bis en las Ventas el 18 de mayo pasado (Fotografía de Juan Pelegrín-Las Ventas) |
Para apreciar como es el toro, no se puede estar mirando sólo obsesiva y continuadamente al torero, a la pierna retrasada del torero y al pico de la muleta del torero, hay que mirar (obsesiva y continuadamente) al toro. Que es lo que no se suele hacer.
Una fotografía publicada en la web de la empresa. A la vista del encuadre, parece que el toro no importa, sólo importa el torero |
Un experimento.
En plan experimento, he montado en película la faena de ese toro, a partir del resumen diario que facilita Canal+, pero eliminando de la imagen la mitad del cuerpo del torero hacia arriba. Así no tenemos la tentación de fijarnos en su apostura o su elegancia sino sólo en el comportamiento del toro, en su embestida y en su mirada
Son sólo un par de tandas pero vista así la faena, mirando sólo al toro, sorprende la obsesión de "Desastre" por seguir la muleta, sorprende su mirada fija en la muleta, buscando, una y otra vez, el trapo escarlata, al que sigue con bravura y transmisión. Decía José Luis Lozano que la bravura del toro está en su mirada. Es la mejor definición de la bravura que he oído o leído.
Y ahora, lo mismo, pero en película que es como mejor se aprecia el toreo.
Conclusión
La corrida no es en blanco y negro. En el toreo, lo importante son los matices y los detalles. No se trata tanto de fracasar o triunfar (que también) sino de cómo y porqué se fracasa y se triunfa. Y para poder poner las cosas en sus justos términos, sólo hay un camino mirar al toro.
Que es lo que no se hace o no se sabe o no se quiere hacer.
Una fórmula magistral: Mirar al toro. Sólo hace falta eso. |
2 comentarios:
Muy buena y necesaria entrada, Jose. Gracias una vez más y enhorabuena.
Con el jabonero de Cuvillo en mi opinión Madrid no pasó de la indiferencia a la explosión. No se podía estar dando olés a los desarmes y estaquilladores partidos. Había una expectación contenida que se desbordó cuando Talavante acabó por someter al marraco con la izquierda. De hecho la prueba de que no había indiferencia previa es precisamente la manera en que se desbordó. La indiferencia (ni inclinación ni rechazo) no es capaz de prefigurar de forma coordinada una explosión, sencillamente no se puede pasar de la indiferencia al rugido de forma coordinada, a no ser que hubiese una predisposición a lo que se estaba haciendo...
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