lunes, 2 de mayo de 2016

Dos pases de pecho muy diferentes: Antoñete y Ojeda

Por Jose Morente


El pase de pecho de Antoñete. Un pase de pecho de pitón a rabo respetando el viaje del toro en línea recta, La pureza del toreo de línea natural.

Dos toreos diferentes

Fue Cossío el primero que, al clasificar los pases de muleta distinguió entre los pases naturales (donde se da salida del toro por el mismo lado que la mano que lleva la muleta) y los cambiados (donde el toro sale por el lado contrario a la mano que lleva la muleta).

Fue Pepe Alameda, el primero que, de esa clasificación extrajo una conclusión genial. La de que existían dos modos de torear diferentes y contrapuestos. El toreo de línea natural y el toreo contrario o cambiado.

El primero, el toreo de línea natural, se basa en respetar el viaje natural del toro, en línea recta. Una línea recta que sólo se curva hacia dentro en los remates para poder repetir el pase por el mismo pitón. Por la trayectoria circular que describe el toro, se le llama toreo en redondo. Lagartijo, Guerrita, Joselito, Manolete son toreros de esa cuerda.

El pase de pecho de Manolete. Un pase de pecho en línea recta, respetando el viaje natural del toro y sacando la muleta por el rabo. Aunque la estética es muy diferente, este es el espejo donde se miró Chenel para sus pases de pecho (Toledo, 1947)
El segundo, el toreo cambiado, se basa en desviar o desplazar hacia afuera la embestida del toro alternando los pitones. Por las idas y venidas que traza el toro en la arena se le llama toreo en ochos. Espartero, Antonio Montes, Belmonte, Domingo Ortega son toreros de esa cuerda.

El pase de pecho al hombro contrario de Domingo Ortega. El de Borox mete el pie en el terreno del toro intentando desviar su viaje (Fotografía publicada en el Ruedo en 1945)
Esa clasificación o distinción entre esos dos modos tan diferentes de torear es muy útil para entender cabalmente el toreo y para entender y valorar lo que hacen los toreros en la plaza. 


Dos toreros diferentes

Antoñete fue torero de línea natural. Antoñete se situaba en el centro y, desde allí, toreaba respetando el viaje del toro (¿Donde está el toro? ¡pues allí lo toreamos!). Su toreo en redondo está en la línea de Manolete al que admiraba

Antoñete citando al toro de Garzón en las Ventas en 1985.

Paco Ojeda, por el contrario, practicaba un toreo asilvestrado e intuitivo, de línea cambiada. Su toreo en ochos está en la línea de los toreros como Domingo Ortega formados en el campo o en las capeas, aunque Ojeda aportó la importante novedad de situarse también en el centro de las suertes pero manteniendo el concepto de ir alternando los pitones.

Cite de espaldas de Ojeda en Nimes en 1984.

El toreo de cada uno de ellos, está en las antípodas del toreo del otro. No tienen nada que ver. Son dos conceptos radicalmente diferentes que se traducen en modos y formas radicalmente diferentes de torear. Y cuando decimos esto no nos referimos sólo al estilo, que es cuestión distinta y personal, sino a la esencia de sus toreos.


La polémica.

El choque entre conceptos diferentes es lo que, a lo largo de la historia, ha ido dando lugar a las diferentes competencias. Competencias que han marcado el devenir de la fiesta.

En el caso de Antoñete y Ojeda, dicha competencia era, por muchas razones (entre otras, generacionales) imposible pero, en cambio, si se produjo un conato de polémica en los plazas y en la prensa que creo interesante recordar hoy para quienes no vivieron aquellos momentos.

Lo curioso es que, aunque Paco Ojeda salió del ostracismo gracias a una corrida madrileña y veraniega, la plaza de Madrid -feudo antoñetista- lo recibió de uñas cuando volvió ya convertido en figura del toreo. La actitud de Madrid con Ojeda fue encarnizada y detestable, impropia de la categoría de esa plaza. Vamos a obviar esa cuestión.

A mediados de los 70 comenzaba la guerra sucia contra las figuras en Madrid. Una guerra propiciada por un sector de la prensa y que todavía hoy día continúa (artículo de Vicente Zabala en ABC sobre una actuación de Paco Ojeda en las Ventas en 1984. El diestro fue recibido de forma airada por una parte del público y acabó siendo cogido
Por otra parte, la revista Aplausos (por vía de su director Salvador Pascual) terció en defensa de Ojeda y en contra de Antoñete. Como esa defensa y ese ataque se plantearon a partir de una reflexión sobre la técnica taurina, vamos a recordar los argumentos que se dieron en un artículo publicado después de finalizada la feria de San Isidro de 1985.


Aplausos publicaba esta fotografía de un pase de pecho de Antoñete (Fotografía inicialmente publicada en el País) para arremeter contra el diestro madrileño.
Después de insertar unas fotos infumables de Antoñete frente a otras magníficas de Ojeda (que es lo que hacen siempre -hoy también- quienes quieren criticar a un torero y ensalzar a otro) y de analizar aspectos estéticos del toreo de ambos, Salvador Pascual entraba en el meollo del asunto (los diferentes conceptos que ambos toreros tenían del toreo) al hilo del pase de pecho de dichos diestros. Como la polémica trajo más polémica (en forma de cartas a los lectores) Pascual rescató en un número posterior un texto de Luís Bollaín sobre el pase de pecho que había publicado años antes su libro El Toreo

Fragmento del texto de Luís Bollaín sobre el pase de pecho publicado en Aplausos en defensa de Paco Ojeda



Aprovechando la afición de Bollaín a los gráficos, Salvador Pascual elaboraba los suyos propios para demostrar geométricamente, que el pase de pecho de Ojeda era superior al pase de pecho de Antoñete.
Lo cosa tenía su lógica pues Bollaín, defensor y paladín de Juan Belmonte, era, por pura lógica, defensor y paladín del toreo cambiado o contrario, "en ochos". El pase de pecho del que habla Bollaín en su texto (el pase de pecho al hombro contrario) es el pase de pecho de Belmonte, de Domingo Ortega del Viti y es también el que practicaba el genial torero de Sanlúcar, Paco Ojeda.

Por contra, de Paco Ojeda seleccionaban este espectacular pase de pecho correspondiente a una faena de los Sanfermines del 83
Es un pase de pecho magnífico aunque muy diferente del también magnífico pase de pecho en línea recta (en línea natural) que ejecutaba Antonio Chenel "Antoñete" y, con él, todos los toreros de su cuerda. Un pase de pecho de pitón a rabo y donde la muleta se saca por la penca del toro como el que hemos insertado al inicio de esta entrada.


Conclusiones

Preferencias personales aparte, lo que está claro es que ambos muletazos (el pase de pecho al hombro contrario y el pase de pecho de pitón a rabo) son dos magníficos y extraordinarios muletazos y ambos tiene su importancia y su valor. Y, además, cada uno de ellos es coherente con el modo de torear en el que se incardinan.

Rechazar uno de ellos (en este caso, el de pitón a rabo, por ejemplo, como hacía Salvador Pascual) no tiene sentido salvo que estemos dispuestos a renunciar a la línea o cuerda del toreo natural que es a la que corresponde ese pase de pecho. Lo que es mucho renunciar.

Podemos discutir sobre nuestras preferencias y, en consecuencia, aquilatar a los toreros, en función de esas preferencias, en función de si su toreo se acerca más o menos a nuestro concepto del toreo.

Pero esa sería, en el fondo, una discusión sobre nuestros gustos, no sobre el mérito real de los diestros. Valorar negativamente Antoñete porque su pase de pecho (de pitón a rabo) no sea el mismo pase de pecho del Viti o el de Paco Ojeda (al hombro contrario), me parece una simpleza y una estupidez

Una simpleza y una estupidez que los aficionados cometemos por desgracia con excesiva frecuencia



Postdata para los íntimos.

Lo que resulta descacharrante en esta historia es que, siendo Madrid plaza donde tantos partidarios tienen el cite de frente y la pata 'alante o sea, el toreo cambiado, se apostara allí de forma incondicional por Antoñete, torero de pura línea natural, frente a Paco Ojeda, torero de pura línea cambiada. Es una incongruencia tan grande o más que la de aquellos bombistas que se pasaron en masa a las filas belmontistas.

Y es que, en el fondo, somos esclavos de nuestras filias y nuestras fobias, de nuestras simpatías y nuestras antipatías y no tanto de nuestro concepto del toreo, el cual muchas veces no pasa de ser un mero pretexto para defender lo indefendible o atacar lo que no debiéramos atacar.





El pase de pecho de Antoñete. De pitón a rabo (no al hombro contrario.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenas tardes señor Morente. una preguntica. ¿¿ Por que dice eso de los que les gustaba Bombita y luego se pasaron a Belmonte es una incongruencia?? Es pura curiosidad. Por otra. En algun lado lei que la epoca donde salio el Toro_ Torazo , hera en la epoca de Machaquito y Bombita.
Un saludo señor Morente.
Kaparra

Jose Morente dijo...

Kaparra:

Algo en lo que coinciden todos los historiadores taurinos (y que ya señalaron algunos críticos de la época) era en la curiosa circunstancia de que siendo Bombita torero largo y dominador sus partidarios se pasasen en bloque al belmontismo cuando realmente el continuador de Bombita, en la taurino, era Joselito el Gallito. El toreo de Gallito tenía muchas más cosas comunes con el de Bombita que el de Belmonte sin embargo, la inquina de Joselito contra el Bomba, nunca disimulada, y las antipatías que despertaba Joselito por su aparente soberbia, parece que obraron ese "milagro".

Por lo que respecta al toro de la época de Bomba y Machaco, en efecto, era de mayor tamaño que el de la época de Guerrito o el toro de la época de Joselito y belmonte, lo que confirma la teoría del "sube y baja". Cuando sube el interés por el torero, baja el toro y viceversa.

Un cordial saludo, señor Kaparra