Inicio de una tarde complicada y densa (Fotografía de Hugo Cortés para SURDigital) |
Iba más que mediada la, hasta entonces, decepcionante tarde cuando -lesionados y devueltos a los corrales el toro de Daniel Ruiz (que se partió el cuerno derecho por la cepa en una voltereta) y el sobrero de Lagunajanda (inválido)- alguien decidió que en lugar del 4 tris saliera el quinto toro. El toro de Garcigrande.
Sabia decisión la de ese alguien. Sabia decisión -no sé si reglamentaria o no- pero muy acertada pues enderezó una corrida que, desde luego, no se desarrollaba conforme al guión previsto y/o programado por el torero.
Antes habían salido al ruedo tres toros infumables. Uno, primero, de Fuente Ymbro, bruto y renuente a embestir pero con el que Alejandro Talavante hizo un verdadero esfuerzo. Un segundo de Victoriano del Río, con movilidad pero rajadísimo desde el principio lo que deslucía todo lo que se le pudiera hacer y un tercero, sobrero de Jandilla, más brutote aún que el de Ricardo Gallardo, sustituto de un Juan Pedro de ensueño, un precioso jabonero tan bravo, noble y suave como ayuno de fuerzas.
Fueron tres toros imposibles. No, desde luego, para lidiarlos y torearlos, pero si para hacer ese toreo que todos esperábamos, el toreo que el extremeño llevaba en la cabeza.
Maticemos esta afirmación.
El toreo que el torero lleva en la cabeza
Básicamente a lo largo de la historia y en su relación con el toro, los toreros han adoptado dos posturas diferentes.
Uno, es la de los diestros lidiadores que se adaptan y responden en cada momento (o intentan responder) a las condiciones y problemas que les plantean los toros.
Otra postura, que viene de Juan Belmonte, es la de los toreros que, por el contrario, intentan imponer su forma de torear a los toros. Es la de aquellos diestros que pretenden que sea el toro el que se adapte a su toreo y no al revés.
En esa segunda línea se encuentran la mayoría de los toreros actuales. En esa línea se encuentra Alejandro Talavante.
Es un planteamiento válido y que no excluye la sorpresa (al menos, para el público) aunque el torero llegue a la plaza con la faena hecha, con la faena en su cabeza.
Eso se vio, por ejemplo, en el lance de recibo al suave toro de Juan Pedro. Toro que luego sería devuelto. Talavante lo recibió con una larga afarolada de pie. Una larga de ensueño. Con ese mismo lance, con una larga idéntica, recibió Talavante al sobrero de Jandilla, un toro bruto y áspero que no tenía nada que ver con el anterior.
Un mismo planteamiento para dos toros muy diferentes. Más que contradicción es el signo de los tiempos.
El toro de Garcigrande
Ese planteamiento, que comparten la inmensa mayoría de los toreros actuales, es muy exigente para el toro pues no todos los toros "valen" para el exigente toreo moderno. Por eso es tan difícil hoy ser ganadero.
Ser ganadero puntero exige por tanto dar respuesta a la evolución del modo de torear. Exige capacidad visionaria para anticiparse a los derroteros por los discurre el toreo. Un toreo que cambia por momentos. Aunque a nosotros nos falte muchas veces perspectiva y distancia para poder apreciar cabalmente ese proceso.
Quienes si tienen clara esa evolución son los ganaderos punteros. Por eso, alguno de ellos ha dicho que mantener los mismos sementales durante muchos años es síntoma de mal ganadero (al contrario de lo que se ha pensado siempre) pues denota incapacidad de adaptación a un "mercado" cambiante.
En anticiparse a la evolución del toreo. En ser capaz de producir ese toro que "necesitan" los toreros, Garcigrande se lleva la palma. Por eso y solo por eso es la ganadería predilecta de las figuras.
Algo que ayer se pudo comprobar de forma palmaria y evidente
La faena del cuarto. Viva Talavante
El cuarto toro de la tarde, el toro de Garcigrande, el toro que cambió el signo de la corrida, fue un toro noble que manseó en el caballo (donde le pegaron poco) pero que regaló a su torero unas francas y bonancibles embestidas que le permitieron desarrollar todo su toreo y desplegar toda su capacidad e inventiva.
Faena de ensueño, antes soñada, donde es difícil destacar algo pero que alcanzó momentos excepcionales en esa tanda postrera de rodillas.
No hay más allá, salvo lo que se le ocurra hacer a este torero la próxima tarde. Como dice un buen amigo mío. Talavante este año juega una liga distinta a la que juegan los demás diestros del escalafón. ¡Viva Talavante!
El doble epílogo
Cambiado el signo de la corrida. Reconvertido en éxito, lo que pudo haber sido fracaso. Talavante se relajó y la tarde discurrió ya por caminos diferentes a los del infortunio e impotencia que habían marcado la primera parte.
Así, al toro sexto, escaso de fuerzas, Talavante le dibujó líneas de precioso y preciso trazo, ya en el tercio, ya cerradísimo en tablas. Exquisitez talavantera para rematar la tarde.
Antes, en el quinto con un toro de la Quinta, el torero demostró que que no es cierta esa incapacidad que se achaca a las figuras de "no poder" con el toro de ciertas ganaderías. Antes bien, Talavante anduvo sobrado y su faena fue medida y perfecta. Magistral, además, en el sentido de enseñar como hay que torear (al vuelo de los vuelos y sin molestar) a los toros grises de encaste Santacoloma.
Maticemos esta afirmación.
El toreo que el torero lleva en la cabeza
Básicamente a lo largo de la historia y en su relación con el toro, los toreros han adoptado dos posturas diferentes.
Uno, es la de los diestros lidiadores que se adaptan y responden en cada momento (o intentan responder) a las condiciones y problemas que les plantean los toros.
Otra postura, que viene de Juan Belmonte, es la de los toreros que, por el contrario, intentan imponer su forma de torear a los toros. Es la de aquellos diestros que pretenden que sea el toro el que se adapte a su toreo y no al revés.
En esa segunda línea se encuentran la mayoría de los toreros actuales. En esa línea se encuentra Alejandro Talavante.
Es un planteamiento válido y que no excluye la sorpresa (al menos, para el público) aunque el torero llegue a la plaza con la faena hecha, con la faena en su cabeza.
Eso se vio, por ejemplo, en el lance de recibo al suave toro de Juan Pedro. Toro que luego sería devuelto. Talavante lo recibió con una larga afarolada de pie. Una larga de ensueño. Con ese mismo lance, con una larga idéntica, recibió Talavante al sobrero de Jandilla, un toro bruto y áspero que no tenía nada que ver con el anterior.
Un mismo planteamiento para dos toros muy diferentes. Más que contradicción es el signo de los tiempos.
Así, de esa forma tan fantástica, recibía el extremeño al tercero bis. Antes había recibido de la misma guisa al toro de Juan Pedro (Fotografía: FIT) |
Ese planteamiento, que comparten la inmensa mayoría de los toreros actuales, es muy exigente para el toro pues no todos los toros "valen" para el exigente toreo moderno. Por eso es tan difícil hoy ser ganadero.
Ser ganadero puntero exige por tanto dar respuesta a la evolución del modo de torear. Exige capacidad visionaria para anticiparse a los derroteros por los discurre el toreo. Un toreo que cambia por momentos. Aunque a nosotros nos falte muchas veces perspectiva y distancia para poder apreciar cabalmente ese proceso.
Quienes si tienen clara esa evolución son los ganaderos punteros. Por eso, alguno de ellos ha dicho que mantener los mismos sementales durante muchos años es síntoma de mal ganadero (al contrario de lo que se ha pensado siempre) pues denota incapacidad de adaptación a un "mercado" cambiante.
En anticiparse a la evolución del toreo. En ser capaz de producir ese toro que "necesitan" los toreros, Garcigrande se lleva la palma. Por eso y solo por eso es la ganadería predilecta de las figuras.
Algo que ayer se pudo comprobar de forma palmaria y evidente
El toro de hoy tiene que responder a toques y trazos impensables hace unas décadas (Fotografía: Hugo Cortés-SUR Digital) |
La faena del cuarto. Viva Talavante
El cuarto toro de la tarde, el toro de Garcigrande, el toro que cambió el signo de la corrida, fue un toro noble que manseó en el caballo (donde le pegaron poco) pero que regaló a su torero unas francas y bonancibles embestidas que le permitieron desarrollar todo su toreo y desplegar toda su capacidad e inventiva.
La buena embestida del toro de Garcigrande para el buen toreo de Alejandro Talavante (Fotografía: FIT) |
Faena de ensueño, antes soñada, donde es difícil destacar algo pero que alcanzó momentos excepcionales en esa tanda postrera de rodillas.
No hay más allá, salvo lo que se le ocurra hacer a este torero la próxima tarde. Como dice un buen amigo mío. Talavante este año juega una liga distinta a la que juegan los demás diestros del escalafón. ¡Viva Talavante!
El toreo de muleta de Talavante de rodillas tuvo una hondura impresionante (Fotografía: Hugo Cortés para SUR Digital) |
El doble epílogo
Cambiado el signo de la corrida. Reconvertido en éxito, lo que pudo haber sido fracaso. Talavante se relajó y la tarde discurrió ya por caminos diferentes a los del infortunio e impotencia que habían marcado la primera parte.
Así, al toro sexto, escaso de fuerzas, Talavante le dibujó líneas de precioso y preciso trazo, ya en el tercio, ya cerradísimo en tablas. Exquisitez talavantera para rematar la tarde.
Antes, en el quinto con un toro de la Quinta, el torero demostró que que no es cierta esa incapacidad que se achaca a las figuras de "no poder" con el toro de ciertas ganaderías. Antes bien, Talavante anduvo sobrado y su faena fue medida y perfecta. Magistral, además, en el sentido de enseñar como hay que torear (al vuelo de los vuelos y sin molestar) a los toros grises de encaste Santacoloma.
Inspirado desplante en el flojo pero noble sexto. La tarde se cerraba con tranquilidad en el torero y en el público (Fotografía: FIT) |
Resumiendo
En resumen que partiendo de un planteamiento que, aunque común en el toreo moderno, es, en mi opinión, bastante equivocado, llegamos a un final relativamente placentero gracias a la innegable capacidad torera de un gran torero, Alejandro Talavante, y, sobre todo, a la capacidad ganadera de un gran ganadero: Domingo Hernández.
Y gracias también, bueno es decirlo, a la actitud siempre respetuosa y expectante del público de la Malagueta.
En resumen que partiendo de un planteamiento que, aunque común en el toreo moderno, es, en mi opinión, bastante equivocado, llegamos a un final relativamente placentero gracias a la innegable capacidad torera de un gran torero, Alejandro Talavante, y, sobre todo, a la capacidad ganadera de un gran ganadero: Domingo Hernández.
Y gracias también, bueno es decirlo, a la actitud siempre respetuosa y expectante del público de la Malagueta.
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