Es un hecho que, en las últimas tres décadas, el toreo ha evolucionado una barbaridad. La técnica se ha depurado hasta extremos insospechados, lo que no quiere decir que los toreros actuales sean mejores ni tengan más arte ni más torería que los de antes. Esa es otra cuestión.
Lo que es innegable es que, los toreros actuales y al contrario que los de antes, no tienen empacho en explicar y enseñar el toreo ya sea a los noveles aspirantes a toreros, ya sea a los aficionados interesados en la materia. Antes, los toreros, por regla general y a salvo la excepción de las dinastías familiares, eran muy celosos de sus recetas, de su técnica, de sus conocimientos. No las revelaban nunca a nadie.
Es esa actitud positiva de los toreros de nuestros días en la difusión de las claves técnicas del toreo, unida a la ingente información disponible en Internet donde el que lo desee puede acceder a los vídeos de las faenas de los diestros de ayer y hoy. ha propiciado una indudable evolución técnica.
Sin embargo, este proceso no ha venido acompañado por una evolución de igual alcance en el comportamiento del toro de lidia. El toro no ha evolucionado al ritmo que ha evolucionado el toreo pues los ganaderos, también por regla general y salvo honrosas excepciones, se han mantenido al margen de este proceso evolutivo.
Es cierto que llevar una ganadería es tarea ingrata. Es cierto que los tejemanejes del sistema afectan sobre todo y penalizan a los ganaderos. Es cierto que, cuando se apuesta por un semental los frutos se ven años después, demasiado tarde cuando ya se ha esparcido la mala simiente y deshecho una ganadería.
Pero también es cierto que los criterios de selección hoy al uso no son posiblemente los más adecuados. La situación es compleja y difícil pero la mayoría de los ganaderos se limitan a ir al rebufo de los toreros y/o los ganaderos punteros. Escasean los ganaderos con personalidad capaces de apostar y marcar nuevas tendencias.
Así mientras unos siguen seleccionando un toro decimonónico, fuerte, duro y agresivo (siquiera la mayoría de las veces no sea ni tan fuerte, ni tan duro, ni tan agresivo); otros andan buscando el toro para el torero pero para el torero de ayer no para el torero de hoy.
Fernando Rey quien atesora un muy buen concepto del toreo, no consiguió conectar con el tendido. |
Los hemos visto en las dos primeras corridas de la Feria de Málaga. Primero, el domingo, el toro (perdón, quise decir novillo) que demanda el aficionado. Un animal serio, bien presentado, con mucho trapío, enseñando las puntas y con mucha fuerza, dureza y agresividad (lo que no quiere decir bravura verdadera, pues esta no abunda en esas ganaderías). Luego, ayer lunes, el toro que se supone buscan los ganaderos de ahora. El toro para el torero y para los veterinarios. Un toro también muy bien presentado, con mucha plaza para evitar problemas en los reconocimientos, pero bonancible, dócil y toreable (aunque luego resulta que ni es tan bonancible ni mucho menos tan toreable)
Resultado. En ambas tardes, el aburrimiento ha hecho mella en el público. Y eso que, en ambas tardes, los toreros han estado muy por encima (siquiera sea a nivel de apuesta) del comportamiento de las reses. Como ya contamos la novillada, baste decir que la terna del lunes (Salvador Vega, David Galán y Fernando Rey) estuvo solvente y firme frente a un descastado encierro de Martín Lorca del que sólo se salvo -por los pelos- un toro, el cuarto, con el que Vega estuvo más que mejor.
Sensacional con la muleta y de fantasía con el capote, Salvador Vega derrochó torería en la Malagueta. |
Pobre balance y mal principio de feria... por culpa de los toros que no de los toreros.
Veremos que pasa hoy con los toros de la Torre de la Estrella.
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