Por Clarito
Málaga, 3ª de abono. Sábado, 13 de agosto de 2011
Había expectación por ver a los toreros de ayer
Los toros la clave del éxito o del fracaso
Veníamos ayer a los toros con la expectación y el interés del cartel de toreros, jóvenes y en buen momento. Y sin embargo, la corrida fue un fracaso sin paliativos.
Y eso que la terna no tenía un reparo. A Arturo Saldívar le vimos en su impresionante tarde el día de la reaparición de José Tomás en Valencia, donde además de valiente dio la impresión de buen torero pisando un terreno que pisan pocos. A David Mora, en junio en Madrid donde cortó la oreja de un buen toro de Martín Lorca. A Sergio Aguilar en San Isidro, queriendo hacer las cosas bien y con pureza pero donde se estrelló ante una tremenda y decepcionante corrida de Pablo Romero.
Saldívar se lía el capote de paseo. Con él actuó Joselito Rus de la cuadrilla de Cayetano, a la espera de que este se recupere de una lesión. En todo caso, no se espera que Cayetano pueda actuar esta feria.
Por consiguiente, ya que no a los toreros habremos de achacar el mediocre resultado del festejo al juego de los toros de Peñajara que no embistieron.
Aunque la corrida no fue mala en varas, no tuvo nada que ver con los Guardiola del día antes.
Y es que, a sensu contrario, cuando el toro embiste la corrida resulta como mínimo interesante. Con buenos toros, la mayoría de los toreros de hoy día están bien o muy bien. Como le ocurrió a Antonio Barrera el día anterior o como hemos visto en las novilladas de Pre-feria. Y es que matices aparte, los toreros tienen tal nivel técnico que puede haber hoy fácilmente una veintena de matadores capaces de hacer al toro indultado en Sevilla (Arrojado de Cuvillo), una faena de categoría similar a la que le hizo Manzanares.
O sea que, éxito o fracaso dependen en su mayor parte del ganado. Y hablo del éxito o fracaso para al público, porque la valoración del aficionado va por otros derroteros.
O debería ir, lo que yo no tengo ya tan claro. Sobre todo, después de la corrida del viernes, donde para casi todo el mundo (aficionados y críticos) pasó inadvertida la sensacional actuación de Luís Vilches.
Y es que otro factor que juega mucho para el público es la estética, y no hablo ya de la estética del pase, sino de la propia estética o figura del torero que, en el caso de Vilches (como hace muchos años en el de Rafael Ortega) juega en su contra.
En cualquier caso, el ejemplo de Vilches confirma la regla que adquiere carácter de ley universal. El toro fue complicado ergo no se valoró al torero en justicia. Ni siquiera le valoró (lo que es más grave) el aficionado.
Poco premio obtuvieron ayer los toreros. Culpables, los toros de Peñajara.
Como estuvieron los toreros
Dicho lo anterior y sentadas las bases hay que contar lo que hicieron los toreros y como estuvieron, pero siempre a partir de lo que hicieron los toros y como estuvieron los toros que no dieron ninguna opción a la terna.
Ya dije ayer y hoy hay que repetirlo, que me niego a juzgar la actuación de los toreros con parámetros de otras épocas. Los toros salieron parados o huidos, descastados en resumen, por lo que quizás lo procedente hubiera sido doblarse con ellos, andarles por la cara, machetearlos o torearlos de pitón a pitón. Esa es la vieja lidia.
Pero ni el público la espera ni los toreros la llevan en su repertorio habitual. Estoy convencido que, al diestro que la desempolve, el público y, sobre todo, el aficionado, se lo agradecería. Mientras tanto, valoremos al torero por lo que intenta no por lo que, a nosotros, nos gustaría que intentara.
A Porta gayola se fue Sergio Aguilar con el primero de la tarde, lo que tiene mérito por la intención. Luego le dio unos buenos delantales. Lástima que perdiera el capote en el remate.
Sergio Aguilar, estuvo bien, sobrio y muy serio. Sobre todo en su segundo toro (cuarto de la tarde) al que hizo una faena muy técnica, muy seca y bien planteada pero anodina por la falta de transmisión del toro. Carente de cualquier chispa. Antes se había ido a Porta gayola a su primero lo que, sabiendo lo que había dentro del chiquero, tiene su importancia.
Sergio Aguilar, toreó muy bien pero no consiguió ni el favor y menos el fervor del público.
Una buena estocada de Sergio Aguilar. Con excepciones no se está matando así de bien en lo que va de Feria. Al contrario.
Arturo Saldívar confirmó la impresión que me dio en Valencia. Es valiente y pisa unos terrenos muy comprometidos. Saldívar está muy a gusto en las distancias cortas (arrimón incluido) y quizás, no tanto en las largas, lo que ayer pudo ser defecto propiciado por sus toros. Sin embargo, abramos compás de espera. La corrida de ayer, los toros de ayer no pueden servir de baremo para nada ni para nadie.
Saldívar. Más cómodo en las distancias cortas
El diestro mexicano no acabó de acoplarse a sus toros.
David Mora firmó los lances más lucidos de la tarde. Toreó sensacionalmente de capa al sexto y en la muleta dio dos fenomenales tandas con la derecha a su primer toro, con mucha clase y técnica. Luego el toro se apagó y no pudo hacer nada. Estuvo muy bien.
David Mora. Suyos fueron los mejores lances tanto con la capa como con la muleta.
Conclusiones
Ya lo dijo Pepe Moros “Cuando hay toreros no hay toros…” El aforismo se ha utilizado siempre para denostar a las figuras pero es axioma de validez universal. Como vimos ayer.
“Cuando hay toreros no hay toros…”
La incompetencia de la Presidencia
Y un apunte final sobre la injustificada actitud del Presidente.
El último fue un mal toro y costaba trabajo banderillearle. El de tanda puso su par (mal que bien). El tercero no pudo poner ningún palo. Cerró otra vez el peón de tanda clavando sus dos palos. Resumen, tres entradas y cuatro banderillas en el lomo del toro. El torero pidió el cambió de tercio y, aquí viene lo insólito, el Presidente -en claro abuso de autoridad- se lo denegó.
Tuvo que volver el tercer peón a la cara de un toro que estaba imposible defendiéndose, cortando el viaje y con la cara alta. El banderillero sólo pudo poner un palo a estilo rejoneador (“mi caballo murió”, que hubiera dicho Fernández Salcedo), lo que era más que previsible.
La actitud del Presidente es incalificable, ya que el tercio estaba reglamentariamente finalizado (cuatro palos clavados en el toro) y el torero (que es quien debe dirigir la lidia de su toro) había solicitado el cambio que el Presidente debió conceder.
Lo contrario, lo que hizo, negarse a cambiar el tercio, lo cuestiona como Presidente de una plaza de toros.
Al final el Presidente sacó el pañuelo para cambiar el tercio (Eso sí, cuando a él le dio la real gana). El asesor mirando al cielo (lo que taurinamente se llama hacer el Tancredo)
Fotos: Diario Sur de Málaga
4 comentarios:
Don José, mira que sabe usté para estar poniendo Zaldívar en lugar de SALDÍVAR constantemente. Mi más simcera enhorabuena por la calidad y pasión que convierten a éste blog en referencia de aficionados derios y a la vez les vale para iniciarse a los menos doctos.
Un cordial saludo
Anónimo:
Efectivamente, es Saldívar y no Zaldívar. Corrijamos pues el error ipso facto (casi un año después nada más).
Y muchas gracias por su corrección y sus elogios
Un abrazo
Otra estupenda entrada.
Sólo quisiera hacer una sugerencia para el futuro (si es que no se ha hecho ya y yo aún no he dado con el artículo):
Tras ver su crítica al Presidente al negarse a cambiar de tercio cuando estaba reglamentariamente finalizado, me doy cuenta de que desconozco muchas de las reglas básicas del toreo, como ésa, por ejemplo. No sabía cuántos palos eran necesarios para dar un tercio por finalizado si así lo desea el director de lidia, y como ese pequeño detalle otros tantos de novata. Estoy segura de que no soy la única aficionada reciente y que habrá mucha gente con dudas semejantes. Se me ocurre sugerirle, para no hacerlo muy árido, una entrada dedicada a anécdotas y hechos que se salgan un poco -o mucho- del día a día habitual de una corrida de toros y con ello aprovechar para ejemplificar algunos de los matices menos conocidos de la normativa.
¡Gracias y un saludo!
Irene:
El problema con el Reglamento es que en España tenemos uno por cada Comunidad Autónima y además regulando cosas distintas para el mismo tema (orejas, puiyazos, banderillas).
Recojo su propuesta de hablar sobre la normativa de forma anecdótica para evitar arideces no ahora pero si un poco más adelante.
Mientras le sugiero que lea, si lo puede localizar, un texto de Adolfo Bollaín sobre "una corrida reglamentaria" que trata el tema del incumplimiento del Reglamento (aunque el del antiguo Reglamento estatal). Creo que está en su libro "Desde la grada 8a."
Un cordial saludo
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