Por Clarito
Málaga 12ª de abono. 20 de agosto de 2011 (Por la noche)
Quedarse quiet@ con un pavo así impone un respeto.
Doble doblete
Una nefasta política empresarial (nefasta para el aficionado, claro) propiciada y amparada por el anterior equipo de Diputación, permitió que en la feria de este año se incluyeran dos corridas nocturnas dentro del abono y en dos días seguidos.
Ayer tuvimos la segunda jornada de extenuación taurina con la participación de tres toreros malagueños: Los matadores, Salvador Vega y Mari Paz Vega, que – a pesar del apellido- creo que no tienen parentesco directo, y el novillero Saúl Jiménez Fortes.
Y si el trato de la empresa para con el aficionado ha sido más que regular este año, el que se ha tenido con la gran torera malagueña, Mari Paz Vega, triunfadora este invierno en México y a la que hicieron torear de noche, fue (en metáfora de revistero antiguo) de juzgado de guardia.
Y es que lo de ayer noche tuvo guasa. Pero guasa de la mala. Guasa, pero sin ninguna gracia. Pero hablemos antes del novillero.
Enorme, la dignidad profesional de Mari Paz Vega.
Saúl Jiménez Fortes
El novillero malagueño se despedía en su última corrida antes de la alternativa que va a tomar en Bilbao con Juli de padrino y Talavante de testigo cartel de lujo que, a buen seguro, aprovechará el malagueño, pues es diestro sobrio y de gran valor.
Saúl brinda a su maestro, el maestro Fernando Cámara.
Ayer le vimos bien, en una corrida comprometida por la proximidad de la alternativa y, por tanto, donde hubiera sido lógico que el chaval se hubiese aliviado. No lo hizo y sin poner las calderas a reventar mantuvo muy buen tono en toda la noche. Muy firme y valiente.
Los novillos fueron buenos y el torero se justificó aunque no arrebató. ¡Suerte en Bilbao!
Las ganas de los novilleros les hacen, a veces, atropellar la razón
Corrida decimonónica
La lidia de los cuatros toros restantes (3 del Montecillo y uno de Julio de la Puerta, el segundo de Mari Paz) nos retrotrajo al siglo XIX y a las láminas de la Lidia.
Es un toro sacado de una lámina de la Lidia pero tiene las mismas feas hechuras que los toros que se lidiaron ayer. Bueno, para no mentir digamos que los de ayer fueron incluso más feos y más bastos. El de la imagen, aunque muy alto y grandón (como los de ayer) tiene muy finos los cabos y las pezuñas (al contrario que los de ayer).
Toros que impresionaban por su tamaño y por sus feas estampas, con hechuras de otras épocas. Desde luego, nada armónicos (sobre todo los de Mari Paz que fueron los peores) y con muy pocas probabilidades de embestir.
Como efectivamente ocurrió. El comportamiento de las reses hizo honor a su horroroso aspecto.
Mari Paz. Valentía y serenidad en medio de la tormenta
El primero de Mari Paz fue un marrajo ilidiable e infumable. Aquí no caben nuestras preguntas de otros días sobre que lidia hay que darles a determinados toros. En estos caso, lo que hace falta es un torero de pies a la cabeza. Un torero y un hombre. Bueno, un hombre o una mujer que tenga los reaños suficientes para no afligirse y que sea capaz de matar al toro con toda la dignidad posible matar.
Eso fue lo que hizo la torera malagueña con ese toro. Pasaportarlo con dignidad y vergüenza torera. Muy valiente y con mucha serenidad. No se afligió en ningún momento.
Mucha torería en el toreo por bajo de Mari Paz.
En su segundo, el de Julio de la Puerta, tres cuartos de lo mismo. El toro parecía algo mejor, pero no era cierto, sólo se movía algo más. Se trataba de un toro mentiroso. Cobardón y que embestía a la defensiva y sobre seguro. Un manso con mucho peligro. En la muleta no hubo nada que hacer aunque la torera lo intentó todo. Lo mató pronto lo que se agradeció.
Parece mentira con el ganado que había delante pero Mari Paz consiguió pases como este.
Cogida de Luís Miguel Collado
Luis Miguel Collado fue cogido al banderillear el segundo toro de Mari Paz Vega, de forma muy espectacular contra el estribo de la barrera. El toro lo tuvo a su merced y lo recogió en el suelo lanzándole al aire. Llevaba cornada grave.
El toro cogió al banderillero de Mari Paz contra el burladero de capotes..
Y lo lanzó hacia arriba: la cogida pudo haber sido tremenda.
César Jiménez, muy firme
A César Jiménez le correspondió el mejor toro. He dicho el mejor y me arrepiento. Corrijo, el menos malo.
Su primero se dejó algo, entre otras cosas por que apuntó nobleza y por la actitud de firmeza del torero que empezó muy bien sus dos faenas. Consiguió tandas muy lucidas. Muy elegante y muy torero.
Así de bien empezaba Cesar Jiménez su faena al quinto de la noche.
César Jiménez muy vertical toda la noche. En su concepto del toreo.
A su segundo le robó (literalmente) los pases. El toro era un manso peligroso. Derribó al caballo a base de empujar en una vara donde el picador se defendió muy bien.
El toro derribó cuando iba camino de los medios.
Además parecía que no veía bien. El torero intentó que se percatara el palco pero se le ignoró. El toro, además, era de los que arrean cuando creen que pueden hacer presa, pero que no embisten francos. Un toro muy mentiroso, intentando siempre engañar al torero, lo que consiguió al final de faena.
El manso le echó mano en el único descuido que tuvo el torero. Propiciado, en parte, por el público
Cogida muy aparatosa, pero por suerte superficial que, por lo que decían, no le impedirá torear hoy. Estuvo muy bien. Es un torero de mucha clase que, además, anda ahora muy seguro y firme por las plazas. Se merece mejor trato.
Así de bien toreó César. Algunos espectadores (no los aficionados atentos, por supuesto) no se enteraron del peligro del toro.
Mal la presidencia que no acertó al no devolver un toro con un defecto evidente en la vista.
La cogida muy aparatosa pero superficial
El público en la cogida de César Jiménez
Andaba César Jiménez peleando con el quinto de la noche. Un toro muy complicado, manso y con un defecto en la vista, pero cuyo peligro tapaba el torero con su seguridad y saber estar en la plaza.
El público, ayer, era de aficionados. El abono y poco más. Sin embargo, como siempre tiene que haber de todo, un espectador se permitió el lujo de corregir al torero y desde el tendido o la grada de sol (no estoy seguro) le gritó que se cruzara.
Le miró el torero con gesto sereno. Siguió toreando. El toro que tenía un peligro que el del tendido no había visto ni valorado le cogió muy aparatosamente en un descuido y le tuvo prendido mucho rato. La cornada parecía –por suerte- mayor de lo que fue. Inoportuno grito, como todos.
El torero toreando con la izquierda. Mucho mérito tuvo con ese toro.
Siempre me ha llamado la atención el espectador que se cree con conocimiento y derecho para enmendar desde el tendido la plana a un torero. Máxime en materia tan complicada como esta de los toros. Donde nada es seguro. Rara vez el grito es de advertencia y consejo. Normalmente, tiene tinte recriminatorio y muy agrio, además de tópico: ¡Crúzate! ¡Menos pico! ¡No lo toques! ¡Adelanta la muleta!.
Para mí, siempre, el grito descalifica al que lo da. Y si el torero tiene orgullo, como César Jiménez, genera una situación de peligro que no se justifica. Y cuyas consecuencias puede llegar a ser funestas (Recordemos el caso de Curro Guillén al que tendremos que dedicar alguna entrada de este blog).
Me imagino que ese es el mismo tipo de espectador que cuando sale de la plaza se dirige, tan orondo y campechano del deber cumplido (¡A mí no me la dan con queso!), a un bar a tomarse unos camperos y delante de una cerveza les demuestra a los amiguetes lo mal que lo ha hecho el torero (todos los toreros son muy malos, piensa) y como se debe torear de verdad.
Como se debe torear de verdad a un vaso de cerveza, claro.
Esto NO pasa en la barra de un bar, ni en un asiento de tendido alto.
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