Frascuelo, Lagartijo y Guerrita. Valor, arte y técnica. Lagartijo y Frascuelo contendieron en la competencia más larga de la historia del toreo. Guerrita les sucedió a ambos en solitario.
Un debate histórico
Planteábamos en la entrada anterior el viejo debate sobre que debe prevalecer en un torero ¿El valor, la técnica o el arte?
A un aficionado le parecerá más importante una cualidad que otra. Cada uno tendrá pues sus preferencias distintas a la de los demás. Preferencias que serán todas respetables y que responderán a los gustos y criterios personales de cada cual.
Montes, como vimos, se decantaba por la técnica (que el llamaba perfecto conocimiento de la profesión). Por el contrario, los artistas y literatos suelen decantarse por el arte. Gerardo Diego, el gran aficionado santanderino, decía:
“Yo distingo entre lidiadores y toreros. La tauromaquia o la taurotécnica por un lado. Por otro, la tauroplástica. Luchar con un toro, dominarle, vencerle, matarle heroicamente me interesa mucho, me gusta mucho. Pero esto mismo tomarlo, no como un fin, sino como un medio, como simple material para crear con todo ello, con la lidia, una obra de arte, efímera y sublime, me apasiona mucho más.”
Gerardo Diego. Frente a los literatos del 98, los escritores y poetas de la Generación del 27 fueron mayoritariamente partidarios de los toros. Su postura fue clara y coherente pues como poeta prefería al torero artista frente al héroe dominador de los toros. En realidad, colocaba en el mismo saco a lidiadores y valientes.
Sin embargo la pretensión de que el toreo sólo se justifica (como decía Gerardo Diego) si tiene por objeto crear arte no parece correcta pues hay que señalar que, por el contrario, cualquiera de los planteamientos señalados (¿o mejor, sería decir ninguno?) lo justifica.
Tan ético (o tan poco ético) es torear por demostrar el valor que se atesora, como hacerlo para comprobar nuestra capacidad de dominar a un animal o para intentar crear arte delante de una fiera.
En la cara del toro el torero utiliza su inteligencia, su valor y su arte. La justificación ética del toreo (y la importancia de lo que hace) no depende del órgano puesto en juego: cerebro, corazón o los testículos.
Dicho lo anterior, y vista la disparidad de opiniones, sigue en pie el debate. Debate en el que lleva inmersa la fiesta desde la primera competencia. La de Pedro Romero, Pepe-Hillo y Costillares. Un valiente, un artista y un técnico. Debate que se ha ido repitiendo a lo largo de toda su historia pues siempre habrá partidarios de uno u otro planteamiento.
La primera competencia: Pedro Romero, Pepe-Hillo y Costillares. Valor, arte y técnica.
La siempre difícil apreciación de los matices técnicos del toreo
Lo que si parece necesario recordar (pues siempre se olvida) es que, en este debate, la técnica (que para Montes era lo más importante) lleva, sin embargo, la peor parte pues la complejidad que entraña la lidia de un toro hace difícilmente asequible los matices técnicos del toreo. no sólo al público en general, sino también, aunque parezca sorprendente y paradójico, al aficionado conspicuo e incluso al crítico especializado.
Gusta el público y ve con agrado al torero valiente, del que a veces decimos que “torea para la galería” lo que, en el fondo, es elogio encubierto pues tiene más mérito aprovechar las querencias del toro que en arriesgar la vida sin saber los terrenos que se pisan.
Gustan los públicos también (y especialmente los espectadores dotados de mayor sensibilidad estética) de la elegancia en las formas, pues es cuestión nada baladí y la que primero entra por los ojos después de la valentía.
Sin embargo, pocas veces los públicos aprecian, disfrutan y valoran las demostraciones de técnica en el toreo pues, como decía Antonio Peña y Góñi en “Lagartijo, Frascuelo y su tiempo” (Reeditado por Espasa-Calpe, Madrid, 1994), al público:
“será mucho más fácil seducirle que convencerle, y quien se dirija a sus sentidos, vencerá más fácilmente que el que se dirija a su inteligencia”.
Según Antonio Peña y Goñi, lo que excita los sentidos es “lo que llega al espectador”. El crítico donostiarra pensaba (contra la opinión de muchos aficionados actuales) que “lo de los sentidos se va y lo de la inteligencia queda”. Frase que suscribo plenamente, pues de las faenas heroicas o bellas quedan recuerdos que el tiempo difumina o engrandece. Sin embargo, de las faenas de técnica, si se saben ver, se aprende y, por ello, mejoran nuestro conocimiento y nuestra capacidad de valorar las cosas, lo que queda para siempre.
La opinión de Peña y Goñi, no ha sido una opinión aislada entre los críticos. Al contrario, como muy acertadamente señalaba un crítico tan poco sospechoso de afanes tecnicistas como era Antonio Díaz Cañabate (“El Caña”, como cariñosamente se le llamaba):
“El único que verdaderamente sabe de toros es el torero que está delante de ellos, por lo que normalmente, el crítico [y el público, añadimos nosotros] se tiene que limitar a juzgar por las apariencias” (En “Panorama del toreo hasta 1979”. Cossío T5/30. Página 471)
Para Antonio Diaz Cañabate “el único que verdaderamente sabe de toros es el torero”. En la foto, el crítico con Juan Belmonte el día 1 de abril de 1962 en el Puerto de Santa María. Al día siguiente (hace poco se han cumplido 50 años) Juan se pegaría un tiro en su finco de Gómez-Cardeña.
Muchos años antes que Cañabate, un gran crítico taurino, Tomás Orts y Ramos (Uno al Sesgo), en unos párrafos de 1925 que no tienen desperdicio y que por ello transcribo, aclaraba y precisaba esta cuestión:
“Mi criterio particular ha sido siempre que para el lidiador hay cosas muy importantes que no lo son para el espectador, y como el crítico es un representante de éste y para éste realiza su labor, no ha de perder de vista que con criterio de espectador ha de emitir su juicio.
Claro que me refiero a ciertos detalles técnicos de ejecución a los que el torero da suma importancia, desde el punto de vista del oficio y para el público no pueden tenerla, como no la tienen para el gastrónomo ciertos procedimientos de cochura de una carne si la carne le parece sabrosa, ni para el elegante ciertos detalles de costura si el traje le sienta bien, aunque otro cocinero u otro sastre, por esos procedimientos y detalles juzguen del mayor o menor mérito del guiso o del traje”.
Para Uno al Sesgo, el crítico debe escribir para el público y, por tanto, preocuparse por los aspectos que interesan al público. Y el público lo que percibe en la plaza son los alardes de valor y las cuestiones de estética pero no los aspectos técnicos del toreo que, por su complejidad, le están vedados y sólo interesan realmente al torero.
Uno al Sesgo. El escritor catalán tenía muy claro que al público no le interesan los aspectos técnicos del toreo. Lo curioso es que tampoco parecen interesarle a muchos aficionados.
El tema es grave pues al final resulta que lo verdaderamente importante (la técnica) es, precisamente, aquello que ni interesa ni es fácil que llegue a apreciar correctamente el espectador de los toros.
Se supone que la crítica debe ayudar al espectador a entender lo que pasa en la plaza. A proporcionarle las claves del toreo. Por desgracia, no suele ser así. Históricamente, la crítica ha derivado en costumbrismo (Pintando el ambiente de la plaza como Pascual Millán o Díaz Cañabate) o en dogmatismo (Juzgando al torero por modos de torear pasados y caducos como Sánchez de Neira, a quien vemos en la foto) o en ambos ismos a la vez (como Joaquín Vidal, paradigma de crítico dogmático y costumbrista) pero pocas veces el crítico ha tenido integridad y capacidad suficientes para ayudar al espectador a entender lo que realmente ocurre en la plaza.
La escasa valoración de los toreros técnicos
La conclusión resulta evidente y es que, en este debate, los toreros que destacan por su dominio de la técnica están penalizados frente a los valientes y los artistas por el desconocimiento por parte de los públicos e incluso (lo que es más grave) de los aficionados y de los críticos, de los matices de la técnica.
Quizás por eso, los “toreros de toreros” no siempre gozan del favor de los aficionados conspicuos. En la foto, Manzanares uno de los diestros mejor valorados por sus propios compañeros (Baste citar entre sus partidarios a dos diestros de la indiscutible talla de Antonio Ordoñez y Rafael Ortega) y que, sin embargo, no provocaba la misma unánime admiración en la desorientada afición de su época.
El público (pero también aficionados y críticos, en general) ve con agrado al torero valiente, sea o no torpón, y se extasía con el artista, aunque este nos regale su arte con cuentagotas pero no soporta, en realidad, al torero técnico al que ni comprende ni es capaz de valorar y del que siempre acaba sospechando que le engaña pues la sensación de facilidad que estos diestros transmiten se vuelve en contra de ellos mismos.
Por ello, los toreros técnicos nunca han gozado ni pueden gozar de las simpatías de los públicos quienes los aceptan a regañadientes pero a los que, en el fondo, repatea tanto conocimiento.
La prueba -más evidente- de la inquina de los públicos contra este tipo de toreros la tenemos en la propia historia del toreo. Pues sólo basta evocar los nombres de Guerrita y Joselito (los mejores toreros) para comprobar la verdad del aserto.
Una foto histórica. Joselito torea al alimón con Guerrita en el Guijarrillo. Posiblemente, los dos mejores toreros de la Historia pero que –sin embargo- no gozaron (no podían gozar) del clamor incondicional que los públicos (pero también aficionados y críticos) dispensan a los toreros épicos y, sobre todo, a los toreros artistas pero que escatiman a los toreros de corte técnico a los que, no obstante, se acaba admirando a regañadientes (¡A la fuerza, ahorcan!).
(Continuará…)
10 comentarios:
Un hecho resulta incuestionable a lo largo de la historia de la tauromaquia: Los toreros basados en el arte o el valor han sido mucho más apreciados por la afición que aquellos en los que prevalece la técnica. Juan Belmonte, Manolete, El Cordobés, Curro Romero, Paula, Morante, José Tomás, son claros ejemplos de ello.
En mi opinión se debe a que el toreo es un arte, que como tal tiene que producir una serie de efectos en el que lo contempla: EMOCIÓN. Es mucho más fácil emocionar vía arte (estética), valor (peligro, miedo…), que vía técnica.
La técnica debe ser un medio, pero nunca un fin. Me explico, decía una vez L.F. Esplá que la pureza es renunciar a la técnica para torear. No creo que sea así con exactitud. Sin técnica, no puede haber valor, ni arte, ni TOREO. Pero el conocimiento de la técnica por parte de los toreros les da una serie de recursos que pueden utilizar para bien o para mal (disminuir el riesgo -ventajas). Muchas veces los toreros admiten que si no quieres que te coja un toro, no te coge salvo accidente. La pureza está en renunciar a esas ventajas y utilizarla exclusivamente para expresar tu concepto: Expresión artística de lo que sientes (arte) o pasártelos lo más cerca posible aumentado el riesgo al máximo (valor). Morante o José Tomás son muy técnicos. Técnica invisible y utilizada siempre como medio y nunca como fin.
Cuando la técnica se convierte en fin (dominar al toro, difícil facilidad). La emoción que transmite al tendido es mucho menor. Ahí radica el fondo de la cuestión.
Dice Joselito en su libro “El verdadero Joselito” que pureza es “la entrega absoluta”, “poner el cuerpo y tu muleta y que toro elija”.
Un abrazo.
Luis Miguel
Dice usted que (copio textualmente): Cuando la técnica se convierte en fin (dominar al toro, difícil facilidad). La emoción que transmite al tendido es mucho menor.
Totalmente de acuerdo. Es cierto. Cuando el toreo tiene como finalidad dominar al toro es mucho más dificil llegar a emocionar a los espectadores.
Sin embargo, y esa es mi tesis, creo que tan lícito es ese planteamiento (torear para uno mismo por el puro placer intelectual de "poder" con el toro)como el de torear para emocionar a los demás.
Cierto que, en el primer caso, por la dificultad (o imposibilidad) que tiene el espectador de saber valorar realmente el mérito de lo que hace el torero, se tiende a ningunear a este tipo de diestros, cuando no a despreciarlos abiertamente.
Ejemplos, en la historia del toreo, no nos faltan.
Un fuerte abrazo
Partiendo de la base que cualquier tema que genere debate taurino me parece enriquecedor para el mundo de los toros, indicar que me gusta el cartel "valor, técnica y arte".
Tres términos tan diferentes entre sí como dependientes el uno del otro y que cuando aparecen de la mano y se combinan, el resultado final es una faena para la historia, como sucede con las grandes obras artísticas.
Ahora bien y siempre desde mi más humilde conocimiento de causa, lo que no me parece correcto es utilizar el término "técnica" como baremo diferenciador entre "entendidos" y "no entendidos" o entre "público en general" y "aficionados".
No sé si a nuestros antepasados les ocurriría lo mismo pero lo que sí es cierto que a menudo noto cierta superioridad o ventaja de la "técnica" sobre las otras dos compañeras de terna (valor y arte) a la hora de criticar una faena. Estoy de acuerdo en que para apreciar la técnica en una faena hay que tener unos mínimos conocimientos de lo que es el toreo, lo acepto, pero también es cierto que no siempre es fácil apreciar el arte o el valor en una faena. No todo el arte aparente es arte, como tampoco el valor gratuito es valor.
Sin embargo, si alguien nos da una lección de "técnica" se le cataloga como "entendido y aficionado", mientras que si lo que hace es defender al "valor" o al "arte" del toreo se le considera como "público en general" o como espectador que esporádicamente habla de toros como lo podría hacer de política.
Agradeciéndole su trabajo por el fomento de los toros y el poder expresar nuestras reflexiones personales, un saludo
San Isidro:
Creo que el ejemplo que ponía uno al Sesgo de la gastronomía es bastante significativo. Para apreciar si nos gusta un plato (o una faena) no se necesita conocimiento del oficio.
Sin perjuicio de lo anterior parece que el conocimiento de la técnica empleada nos permitiría discernir con fundamento entre el mérito auténtico o aparente de una faena valerosa o artística.
No quería ir tan lejos con la entrada, sino limitarme a señalar que la técnica es, quizás, lo más dificil de apreciar por el público.
Tampoco pretendía establecer una diferencia entre público y aficionados por el mayor o menor conocimiento técnico (cosa que me parece evidente) ya que incluso señalaba que a los aficionados (más interesados por definición en estas cuestiones que el público en general) podían escaparsenos también los matices técnicos mas sutiles y sólo apreciables realmente en toda su amplitud por los profesionales.
Aunque la mini-serie pensaba finalizarla aquí puede que merezca la pena ampliarla en una nueva entrada, máxime si da pie a comentarios tan sugerentes como los suyos o los de Luis Miguel López-Rojas
Un abrazo y gracias por seguirnos.
No está bien que nos enseñe tanto porque al final no sabemos nada.
Saludos y felicidades por la entrada, genial, como siempre.
Cito: "La escasa valoración de los toreros técnicos. - La conclusión resulta evidente y es que, en este debate, los toreros que destacan por su dominio de la técnica están penalizados frente a los valientes y los artistas por el desconocimiento por parte de los públicos e incluso (lo que es más grave) de los aficionados y de los críticos, de los matices de la técnica..."
Creo que esta afirmación contiene una gran verdad, pero debe ser matizada. Cuando el torero que apoya su quehacer en el ruedo, lo hace en la técnica, en "el oficio", tiene personalidad, facilidad de empatizar con el tendido, la valoración que de él se hace no resulta "tan complicada", se "les ve con más facilidad". Los problemáticos son aquellos que con una técnica que es de solvente en adelante, no tienen el carácter para "conectar" con la gente, creo.
Por lo demás que comentas José, me parece que los elementos de valor, técnica y arte debieran estar debidamente equilibrados, aunque es precisamente ese "desacomodo" que se da en cada caso personal el que hace que un torero sea distinto a otro y que genera la variedad que hace tan rica a esta fiesta.
Mi enhorabuena.
Vazqueño:
Gracias y ... "lo mismo le digo"
Un abrazo
Xavier:
Tiene usted toda la razón (incorpórea).
Eefcetivamente, la capacidad de comunicar con el público, de sugestionar al espectador es crucial para un torero (quizás de las más importantes)
Por eso, es totalmente acertado el matiz que usted añade a los toreros técnicos pero en ese caso, es esa capacidad de sugestión la que les permite ser reconocidos no los valores intrínsecos de su toreo
Y de acuerdo también con el necesario "equilibrio" y más aún con el deseable "desequilibrio" que propicia la "variedad" tan necesaria en todos los órdenes de la vida.
Un fuerte abrazo
Entonces entiendo que los toreros artistas no tienen la suficiente tecnica para torear todos los todos? Qué tipo de tecnica es la que manejan?
Tomas Orts Ramos,Uno al sesgo,no era catalan sino alicantino, mas en concreto de Benidorm. Un saludo.
Publicar un comentario